25 Ago

Hablar de escuchar

Hablar de escucharHablar de escuchar

ME LO PIDO

Hablar de escuchar (version descargable en pdf)

Hablar de Escuchar, fragmento del prólogo escrito por Ramón Andrés:

“Quien busca en el silencio y encuentra una obra musical, es porque la composición estaba allí. Aunque esta afirmación resulte paradójica y pueda antojarse en exceso ”poética”, expresa una idea esencial: que el reposo es el estado que mejor permite contemplar el inicio del movimiento, la génesis de lo que será forma. Ello significa, en su paralelo acústico, que para recibir y comprender el sonido en su plenitud es necesario un estadio previo de escucha, un momento de atento silencio en el que se es incapaz de discernir cuán separados se hallan la razón y el espíritu, la no acción y el acto.”.

Escuchar música requiere inevitablemente la aportación de un trabajo de atención, ese trabajo se aprende, alguno con más esfuerzo que otros pero sin duda de que se puede educar a la mente y al cuerpo en este fundamental oficio. Por eso se debe educar en el arte de escuchar.

25 Ago

El violín de Sarasate

El violín de SarasateEl violín de Sarasate

ME LO PIDO
El violín de Sarasate es un cuento ilustrado de 46 páginas + 2 Cd’s

El violin de Sarasate.guía (pdf para descargar)

En el 2008 se celebró el centenario de la muerte de uno de los músicos navarros más internacionales, el violinista Pablo Sarasate. Con motivo de tal acontecimiento se editó este disco-libro, en el que suenan músicas para violín y orquesta del violinista navarro y se cuentan varias historias más o menos ciertas sobre él y sus violines. Son las siguientes:

0) Una historia ante notario.
1) El instrumento secreto.
2) Historia del “Violín Rojo”.
3) Un artista en miniatura.
4) Viaje a París.
5) Vuelta a los Sanfermines.
6) ¿Es cierto, o no?

17 Ago

15) El carnaval de los animales

El carnaval de los animales

Cuento musical para niños y familias

. ¡Ha llegado el Carnaval! ¡Lo nunca visto, lo nunca oído!
. Dos pianos, grupo de cámara y narrador
. Música: Camille Saint-Saëns
. Texto: Fernando Palacios

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La inocente broma musical de Saint-Saëns es hoy considerada un modelo de ingenio (Fósiles), orquestación (Acuario), melodía (El cisne), humor (Gallinas, Tortugas, Canguros y Asnos) y gamberrada (Pianistas). Este Carnaval de los animales es un pozo sin fondo: lo escuchamos una y otra vez y nos siguen impresionando los fieros rugidos de su león, el “sprint” a tumba abierta de los pianistas-hemiones, los requiebros del contrabajo-elefante y los gorjeos veloces de la flauta-pájaro; también nos reímos con sus citas de otras músicas (de Berlioz, Rossini, Offenbach… y de él mismo); y, lo que es más importante, nunca nos cansa: eso es algo que sólo pasa con las obras maestras, y este modesto Carnaval, aunque parezca mentira, lo es. Sí, es hora de reconocerlo, con sus dimensiones reducidas y su tono poco serio es una obra mucho más original, con más imaginación y más desparpajo que otras obras grandiosas para orquesta que, injustamente, gozan de mayor veneración.

El Carnaval de los animales es una obra musical a la que, desde siempre, se le han añadido textos para ayudar a los niños a su comprensión. Sin embargo, en vez de utilizar textos pasados hemos querido para este disco-libro unos nuevos, que no sólo ambienten cada una de las piezas, sino que además expliquen con ejemplos algo de ellas. La responsabilidad de este trabajo ha recaído en Fernando Palacios.

11 Ago

25 La rara inspiración de Fernández

Programa radiofónico  nº 25 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

Se cuenta la triste historia de un joven compositor con una extraña facultad: la de componer lo ya compuesto. Fernández sin él saberlo- es Prokofiev, Mahler, Brahms. Su vida transcurre entre músicas que compone, sin saber que años atrás fueron creadas por otros artistas.

Haz clic para acceder a 25-La-rara-inspiracion-Fernandez.pdf

♫ Fernández es un compositor contemporáneo de treinta y pocos años. Es un chico de hoy, inteligente, con cierta soltura, nervioso, despistado y algo atolondrado que se dedica a componer música. ¡Hay que ver, hay gente para todo! No por ello tiene aspecto de memo, ni mucho menos, aunque sí resulta algo ridículo para las gentes de bien. Va vestido al estilo de la arruga es bella, con chaqueta y pantalón claros y corbatita estrecha suelta, pero siempre algo descuidado. Usa gafas último grito con una patilla empalmada con celo ♫.

El apartamento donde vive Fernández es pequeño, es de esos que tiene la cocina junto a la sala de estar. Por una ventana que da a la calle siempre entra una tenue luz. En general, es un apartamento moderno, con detalles de decoración vanguardista, aunque está ligeramente abigarrado de cosas y un poco revuelto. Tiene platos sin fregar, muchos libros, partituras y discos por todas partes. También tiene botellas de ginebra tiradas por el suelo, vasos y ceniceros sucios. Eso sí, el sofá, las sillas, los muebles y las lámparas son de diseño moderno. La sala tiene, además, un equipo de alta fidelidad, un piano (de pared naturalmente) y una televisión frente al sofá  ♫.

Bien, ya os he contado quién es Fernández y cómo es la casa donde vive. ¿Queréis conocer la increíble historia de este joven? En estos momentos comienza ya esta narración fantástica titulada LA RARA INSPIRACIÓN DE FERNÁNDEZ ♫.

Todo comenzó aquella tarde. Fernández en su apartamento se encontraba alegre, cantarín y nervioso por terminar de guisar, pues tenía gran apetito. Ahí estaba batiendo los huevos en un plato para hacer espaguetis carbonara  ♫. El ritmo de batir, se fue transformando poco a poco en una marcha  ♫.

Fernández empezó a canturrear y tararear olvidando la cocina  ♫. Se acercó al piano, dejó el plato, sacó papel pautado de entre un montón de hojas polvorientas y se puso a escribir el ritmo  ♫. Tachó, volvió a escribir, comprobó en el piano, tarareó, dio un grito de alegría y, sin dejar de canturrear, cogió nuevamente el plato y batiendo los huevos volvió a la cocina  ♫. Poco a poco, tarareando, fue perfilando la melodía de la marcha. Dejó nuevamente el plato y se dirigió otra vez al piano y siguió escribiendo la música, cantándola cada vez más entusiasmado  ♫.

Fernández, por fin, compuso la pieza y entre medias se comió los espagueti. Se quedó un momento después pensando el título y escribió Marcha, y firmó con su nombre: Fernández. Se quitó el delantal, se puso la chaqueta, cogió la partitura y contento y feliz se fue a enseñársela a su novia. La obra que había compuesto era ésta  ♫.

Fernández salió a la calle: estaba exultante de alegría. Al pasar por una sala de conciertos vio un cartel que anunciaba un recital, y se detuvo a leerlo. ‘Hoy, a las 7:30, recital de piano’. ¡Mira que bien! Eran las 7:15, así que sacó una entrada, entró en la sala y se sentó en su butaca. La primera de las obras era la Marcha del Amor de las Tres Naranjas de Sergei Prokofiev. Se apagaron las luces, salió el pianista entre aplausos, Fernández sonriente, se acomodó bien, cerró los ojos, y se concentró. Comenzó el recital   ♫.

Su sonrisa se fue transformando en sorpresa. Abrió poco a poco los ojos y miró con odio al pianista. Abrió la partitura que acababa de escribir y comprobó. ¡Era increíble! ¡Milagroso! ¡Terrorífico! ¡La música que sonaba era exactamente igual a la que acababa de componer! No podía entenderlo  ♫. Igual, exactamente igual. Aquí pasaba algo. Llegó hasta tal punto su indignación que se levantó y se marchó. En la misma puerta de la sala rompió la partitura en pedazos y se fue completamente desconcertado  ♫.

No muy lejos de allí, un violinista callejero tocaba una bella melodía  ♫. Fernández, desolado todavía por la gran impresión sufrida, andaba a trancas y barrancas. Pasó de largo ante el violinista. Pero una vez que lo había sobrepasado, se detuvo. Frunció el ceño, se volvió hacia él y escuchó el tema musical. Hizo una pequeña muestra de asentimiento, se miró en los bolsillos, pero no llevaba ni una peseta, se lo había gastado todo en el concierto. Al rato empezó a tararear el tema del violinista  ♫.

¡Mmm! Le gustaba. De los bolsillos sólo consiguió sacar un papel y un bolígrafo y con ellos anotó el tema musical, cosa que realizó a toda velocidad y con gran interés. El violinista, sin dejar de tocar, le miró con mosqueo, ya que no le estaba echando ni una perra y encima le estaba copiando el tema. Incluso llegó a hacer un pequeño gesto señalando la funda del violín, a ver si echaba algo. Fernández tuvo que marcharse de allí a las prisas, con algo de sentimiento de culpa, pero bastante satisfecho con el hallazgo musical. Mientras iba a su casa, sacó el papel donde había anotado el tema, lo cantó entre risitas imitando el violín. ♫ Luego lo cantó como si lo tocara una trompeta ♫ Después, más sosegadamente como si lo interpretaran trompas y trombones ♫.

Fernández volvía a estar como al principio de esta historia: nervioso y contento. Rápidamente se dirigió a su casa. Entró en su habitación atolondradamente, cogió el piano, se sentó ante él, sacó papel pautado y escribió en el centro de la primera página Primera Sinfonía de Fernández. Y se puso a componer desaforadamente, en plenitud de fuerzas, contentísimo. Hacía gestos de dirigir su música. Se llevaba una mano a la cabeza, escribía, comprobaba con el piano, cerraba los ojos con gesto de inspiración, tachaba cosas. ¡Uy, aquello era un torbellino! Al cabo de un rato, Fernández había compuesto varias páginas de su primera sinfonía. Esa música sonaba así  ♫.

Se levantó satisfecho de su trabajo, cogió una cerveza del frigorífico, encendió la televisión y se sentó un rato a descansar y distraerse. En esos momentos comenzaba el programa Concierto y ponían la III Sinfonía de Gustav Mahler. Estupendo, dijo Fernández. A ver qué tal es esta sinfonía que no conozco. Salió el director entre aplausos y comenzó la música  ♫.

Nada más escuchar las primeras notas, Fernández dio un bote en el sofá. En un brusco movimiento, acercó la cabeza al televisor. ¡No se lo podía creer! Lo que sonaba era exactamente igual que lo que acababa de componer. Estaba atónito, paralizado. No podía reaccionar. ¡Dos veces! Con la boca abierta y los ojos desorbitados, escuchó concentrado e inmóvil ♫. Bruscamente se levantó, cogió la partitura, la abrió precipitadamente y siguió con el dedo las notas. Una a una, era todo exactamente igual. ¡Pero si esa música se la acababa de inventar él basándose en el tema del violinista callejero! ¿Cómo era posible que ya estuviera compuesta? Su estado era ya de enorme excitación. Se tapaba los oídos. No sabía qué hacer. Cogió la partitura, abrió la ventana y la tiró a la calle  ♫.

Ya sabía lo que iba a hacer: se suicidaría tirándose por la ventana. ¿Para qué iba a seguir viviendo si todo lo que hacía ya estaba hecho? Era un copión sin saberlo. ¡Horrible, lo peor que podía ser un compositor! Sacó una pierna por la ventana, miró hacia abajo y cuando ya estaba dispuesto a hacerlo… va y se estropea la televisión  ♫. Encima se quedó emitiendo un zumbido grave ♫  “¡Ahora que estaba a punto de acabar con mi vida acompañado de mi propia música! ¡Ni siquiera eso puedo hacer!” pensaba Fernández. Así que bajó de la ventana enfadadísimo, tocó los  botones de la televisión y le dio una patada como venganza. “¡Nada, pues sin música no merece la pena ni suicidarse!”, decía Fernández desesperado y abatido. Se sentó en el sofá con la cabeza entre las manos. Sólo se oía el grave zumbido de la televisión  ♫. La miró con odio, pero a la vez con cierto interés. Imitó la nota con la voz y se concentró en la nota mientras se preguntaba ¿Y si compongo algo triste sobre esta nota? ♫  Se levantó lentamente del sofá, bruscamente se dirigió al piano y sobre un papel escribió decidido: Un Requiem español de Fernández. Y se puso a componer. Pero no había hecho nada más que empezar, cuando le asaltó una nueva duda: ¿y si compongo otra vez algo que ya está compuesto?  Tomó una resolución. Se dirigió hacia un montón de partituras y cogió cuatro de ellas cuyos títulos eran los siguientes: Requiem de Mozart, Requiem de Verdi, Requiem de Fauré, Requiem de Victoria. Así no había ninguna duda, se estudiaría todo eso. Así que nada, volvió al piano ojeando las partituras y con cara de cierta satisfacción pero con algo de mosqueo, se puso a escribir la música  ♫.

Esta vez Fernández estaba más serio, más maduro. Componía sin el agobio de otras veces, aunque sin detenerse ni un sólo instante, claro. Como si estuvieran dictándole del más allá. Trabajaba en todos los lugares del apartamento: en el sofá, en la cocina, en el suelo con la partitura en el techo… En fin, su música la verdad es que era estupenda  ♫. Fernández no paraba. Oía unos cuantos golpes en una puerta vecina, y los incorporaba a su composición  ♫. Fernández seguía componiendo sin parar. Oía el sonido de una tubería cantarina, la tarareaba, y la metía en la partitura  ♫.  Fernández confrontaba de vez en cuando su música con la de los otros Requiem famosos. Comprobaba que sus ideas eran originales, y nuevamente seguía componiendo  ♫.

Así consiguió ponerle fin a su Requiem Español, después de días de intenso trabajo. Llevaba barba y grandes ojeras, su ropa estaba ajada, el apartamento era un poema; aquello era un desastre, no había nada en su sitio. Fernández, agotado, se levantó, reunió sus manuscritos y salió a la calle. Andaba con pasos vacilantes y cansados. Estaba como hipnotizado. Tenía que patentar su obra, registrarla para que nadie se la copiara, no podía ocurrir lo de las veces anteriores, naturalmente  ♫.

Por fin llegó al Registro de la Propiedad Intelectual. Fernández llamó a la ventanilla y cuando la abrió el empleado, sin mediar palabra, depositó en ella su gruesa partitura. El funcionario la recogió con desgana y se retiró a su mesa a observarla. Tarareó algunas melodías. Se quedó sorprendido. Hizo algunos gestos de asombro y cogió una gruesa partitura de la librería donde se leía con claridad Requiem Alemán de Johannes Brahms. Las comparó y comprobó que eran iguales. No entendía nada el pobre hombre. Pasó un montón de hojas y volvió a comparar. Exactamente iguales. Observó por la ventanilla a Fernández que andaba por el local hablándose solo y haciendo raras muecas. El funcionario dio muestras de comprenderlo todo por fin. El individuo al que observaba estaba completamente loco. Tomó rápidamente una determinación. Cogió con cuidado el teléfono y marcó el número del manicomio. Poco después aparecieron dos señores con bata blanca que se llevaron a Fernández. El pobre compositor les seguía con toda naturalidad, como si no les viera, ensimismado en su mundo. Los loqueros le dejaron en una celda y se fueron  ♫.

En veinte años no se supo nada de él. Fue sólo hace unos pocos meses, cuando un amigo del conservatorio que había sido compañero de Fernández precisamente, me contó esta historia que os he narrado. La historia de un músico que, sin saberlo él, componía música que ya estaba compuesta por otros músicos. Verdaderamente fascinante. Estuvimos investigando el paradero de Fernández hasta que dimos con él. Era un manicomio modesto y en una de sus habitaciones, allí estaba Fernández. Llevaba veinte años sin salir de allí y sin parar de componer música, naturalmente. Estaba más calvo y con el pelo muy largo. La pinta era de loco total. La pequeña celda estaba completamente llena de páginas manuscritas de música. Mientras mirábamos sus partituras, Fernández no dejaba de escribir. En realidad no se daba cuenta ni de estábamos allí. La primera de las músicas llevaba por título Los Cantores de Teruel de Fernández  ♫. Era música de Wagner pero sin dejar de ser de Fernández  ♫.  En otra partitura ponía: Preludio para órgano de Fernández  Era de Johann Sebastian Bach, pero también era de Fernández  ♫.  Se repetía la misma historia con Derivadas de Fernández, que era la misma música que Integrales de Varèse ♫. Y lo mismo con el Concierto para violoncelo y orquesta de Fernández, o de Haydn, nunca se sabe ♫.

Fernández continuaba componiendo. Precisamente mientras estábamos allí se le ocurrió un nuevo tema genial. Lo tarareó emocionado y entre risas. Era éste  ♫. ¡Increíble! Estaba componiendo la V Sinfonía de Beethoven  ♫.

En fin, allí dejamos a Fernández, frenético, sin parar de escribir y accionando las manos con gestos exagerados ♫.  A lo mejor Fernández no estaba loco, sino que hacía lo mismo que otros muchos compositores: inventaba música que ya se había inventado. Al fin y al cabo, otros hacen lo mismo y no los internan en un manicomio  ♫.

Así termina la historia de La rara inspiración de Fernández. Y también nuestro programa  ♫. El próximo día tendremos músicas que se suelen utilizar para asuntos muy diferentes. El espacio se titulará: HAY MÚSICAS PARA TODO  ♫.

Siempre en la compañía de Carlos Arévalo. Hasta entonces, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

01 Ago

05 – Canciones para todos

Programa radiofónico  nº 5 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible AQUÍ

Nos entretenemos en repasar seis canciones de muy distintos estilos: una antigua, una caribeña, un ‘lied’, un tango, un madrigal y una canción de humor. Cada canción tiene su tratamiento.

Haz clic para acceder a 05-Canciones-para-todos.pdf

♫ Algunos cuando nos levantamos de la cama aprovechamos para cantar canciones de ducha, canciones para peinarnos, canciones de desayuno ♫. Hay quien se ayuda de la resonante acústica de los túneles subterráneos para convertir el viaje en canciones silbadas ♫. O quien se acompaña del ritmo de la máquina para cantar canciones de trabajo o de deporte ♫. Tenemos también los que ponen la radio y se las cantan todas, buenas o malas, originales o vulgares, igual les da ♫. O los que buscan constantemente aquello que más les gusta, cuando lo encuentran, eso sí, que no dejan de cantarlo ♫.

Pero, ¡ay tristeza!, hay algo que viene demostrándose los últimos años, cada vez cantamos todos menos, al menos por aquí por los países occidentales. El caso es que cada vez hay más emisoras de radio, más programas con música en televisión, más casetes, más producción discográfica y sin embargo cada vez cantamos menos. A lo peor es por eso precisamente, como nos lo dan todo hecho, ya no tenemos necesidad de cantar como antaño; nos da vergüenza porque no lo hacemos nunca, y así nos va, estamos mudos de canciones.

En este espacio vamos a tener hoy algunas canciones para cantar, tararear o silbar. Canciones para todos. Así que vamos poniéndonos en disposición de cantar y a ver qué es lo que ocurre ♫.

♫ La primera es una canción popular muy antigua, triste y sencilla, es monótona y con ritmo de campanada, silenciosa y nocturna, una maravillosa canción para uno solo, para que cada uno la cante a sí mismo, bueno, mejor si la cantan entre varios, si la cantamos entre todos. Se puede hacer con ella de todo, cánones que pueden entrar por cualquier sitio, armonías diferentes y siempre queda bien; es casi una canción mágica ♫ Eso es todo, no tiene más ni menos. Su letra viene a decir “qué tristeza, qué fastidio, contar toda la noche las horas”. Es una canción que yo personalmente quiero muchísimo, porque la he cantado con casi todos mis amigos y a todos nos gusta, porque se puede hacer o muy corta o muy larga, como se quiera. Admite todo tipo de transformaciones. Esta curiosa versión que oímos se debe a un grupo de los años 60, se acompañan con guitarras acústicas y se llaman Crosby, Stills & Nash. Primero cantan solos, a capella, como se dice, después entran acompañando las guitarras y al final improvisan un poco hasta que todo se deshace ♫.

Nuestra segunda canción nos llega desde Cuba ♫. Este señor que toca tan bien el piano y que canta con esa vocecita tan graciosa es un negrito gordinflón que murió ya hace 20 años: Bolita de Nieve ♫. La canción se llama, ya lo habéis oído, “Babalú”, es de Margarita Lecuona, pero nadie la ha cantado como Bolita de Nieve ♫. Esta canción tiene un poco de brujería porque acaba de morir Babalú, empieza el velorio, le ponen 17 velas y aprovecha todo el mundo para pedir tabaco, aguardiente, dinero, que les de la suerte ♫. Después le pide a Babalú, que se ha ido al otro barrio, distintos deseos: que le quiera su negra, que tenga dinero, que no se muera y así acaba. Es una canción también muy sencilla con dos partes. La primera tiene además una introducción, cuando dice aquello de “Babalú, Babalú ah yeh” !Tiene después un canto casi hablado de corrido: “ya está empezando los velorios, que “hasemo” a Babalú” y sobre todo cuando dice: “dame un poco de tabaco mayente y un poquito de aguardiente”. Y después todo eso se vuelve a repetir. Llegamos a la segunda parte, que es mucho más melódica porque le pide aquello de la negra: “yo quiero pedir que mi negra me quiera”. Y acaba en un tumbao, o sea, se repite una fórmula hasta el infinito, que aquí Bolita lo hace muy cortito: “mi Babalú ah yeh, Babalú ah yeh!” Sería el momento propicio para las improvisaciones. Bueno, “Babalú”, con Bolita de Nieve, canción que vamos a cantar todos juntos ♫.

Y aquí llega la tercer canción, se titula “Caminar” y es un lied, es decir, una canción alemana del siglo pasado, de estilo íntimo, compuesta con ambición artística donde la poesía y la música se funden totalmente ♫. Esta es la primera de las cinco estrofas que tiene la canción con la misma música y con distinta letra. A eso se le llama canción estrófica, cuando se repite la misma música cambiando el texto y es una forma de canción muy popular, como los romances ♫. Si os fijáis, cada estrofa tiene tres partes. La primera es esa que hace (…) se repite dos veces; la segunda es una melodía y su progresión, es cuando hace aquello de (…) y contesta (…); y la tercera la conclusión (…) que también se repite ♫. La canción trata de la delicia que es caminar para el molinero, que es el protagonista. Cuenta cómo los molineros aprenden a viajar, del agua, las ruedas y las piedras que giran en el molino ♫. Ya hemos oído 4 estrofas; sólo nos queda la última de esta hermosa canción que tiene texto de Müller y música de Schubert. Una canción con un piano que muestra un claro ambiente de paseo y un texto que habla de viajar y vagabundear ♫.

Ya estamos en nuestra cuarta canción ♫. Estas guitarras nos indican que es un tango y que el que va a cantar es ni más ni menos que el maestro, Carlitos Gardel ♫. Si la primera  canción, ‘Orleans’, era triste y serena, la segunda, ‘Babalú’, vacilona y graciosa y la tercera, ‘Caminar’, alegre y perfecta, esta cuarta es sórdida y oscura, malévola y machista, de celos borrachera y muerte, o sea, es una canción peligrosa ♫. Hay que situarse en Buenos Aires: en un bar del arrabal, un hombre le cuenta a otro la desesperación porque le ha engañado su mujer con otro y le dice encima que no se explica cómo no la mató. La moraleja, el consejo final, ya, es el colmo; dice que las mujeres dan muy mal resultado, que no se enamore, que no llore, porque los hombres, son muy machos y no deben llorar. O sea, lo de siempre, aparte de este poco ejemplar mensaje, la letra de Lepera es perfecta y la música de Gardel, bueno, qué vamos a decir, muy bonita. La interpretación, sobrecogedora en sus tres partes, de las cuales la primera y la tercera tienen la misma música. “Tomo y obligo” se titula y es así ♫.

La quinta canción es completamente opuesta a ésta. Es una canción de mañana, luminosa, de inocente alegría. El tema es el siguiente: dos mujeres están hablando y una le dice a la otra que su marido es guapo y bueno, que ni le molesta ni le pega, hace las cosas de la casa y le da de comer a los pollos. Eso además le hace muchísima gracia, se ríe un montón y les dice a los pollos: “cocococodaaa, cocoda, cocoda” y eso es todo ♫. “Il est bel et bon”, es guapo y bueno, éste es el título de esta canción y se canta, es cantada siempre por 4 personas: unas se van imitando a otras. Habéis escuchado que una dice: “il est bel et bon” y contesta otra: “il est bel et bon”, luego “il est bel et bon”, “il est bel et bon”. El caso es que lo mismo lo repiten una detrás de otra, después llega la segunda parte, siempre imitándose las voces ♫. Y todo termina imitando a los gallos, a las gallinas y a los pollos con el “cocococoda cocoda petit poulé, cocoda, cocoda” ♫; al final repite el principio y fin, se acabó. Es una canción francesa del Renacimiento, del siglo XVI, aunque parezca mentira, y la compuso Passereau. Ahora la canta el grupo Clement Janequin ♫.

La sexta canción es la parodia de un anuncio de la radio. Es una canción de humor, cantada en directo, con risas del público y se refiere a un matapolillas llamado Nopol, que cuida la ropa ♫. “Mami, mami, ¡cuántas polillas! No se preocupe señora, matapolillas Nopol cuida su ropa”. Es estrófica, como la canción que oíamos de Schubert, o sea, las tres partes de la canción tienen la misma música con letra diferente y entre ellas hay unos diálogos. Un componente del grupo no quiere que ningún veneno mate a las pobres polillas y convence para que el Nopol, que en la primera estrofa las mataba, en la segunda sólo las desmaye y en la tercera las fortalezca. Ya veis, cosas de la publicidad ♫. Tiene ritmo de swing, bajo (“dum dum dum dum”) y batería (“tstsch tstsch”) y está cantada a 4 voces, como la canción anterior. Tiene partes cantadas, partes habladas con voces de fondo (que hacen “daba daba da”) y otras imitando a un spray (“zzz”), que mata las polillas. En fin, es una divina canción de Les Luthiers ♫.

Y así llegamos al final del programa de hoy. Hemos tenido seis canciones ¿os acordáis? ♫ ♫ ♫ ♫ ♫ ♫, ¿podríais tararearlas? Algunas sí, otras… bueno de todos modos seguro que las recordaréis si alguna vez las volvéis a oír. ¿Sabéis lo que podríamos hacer? Las canciones que más os gusten, intentad explicárselas a vuestros amigos. Les decís cómo son, cómo es la melodía, la letra y después se la ponéis, a ver qué pasa ♫.

Atención a nuestro próximo programa que se titulará “QUERAMOS O NO QUERAMOS, SIEMPRE SONAMOS”, o sea, muchos sonidos que podemos hacer con nuestro cuerpo. Esos que estáis pensando y muchos más ♫.

En los mandos estará, como siempre, el capitán Arévalo.

Hasta entonces os decimos, adiós y adiós, con esta canción de los Beatles que es, una preciosidad.

© Fernando Palacios

Canciones para todos - Fernando Palacios