17 Ago

15) El carnaval de los animales

El carnaval de los animales

Cuento musical para niños y familias

. ¡Ha llegado el Carnaval! ¡Lo nunca visto, lo nunca oído!
. Dos pianos, grupo de cámara y narrador
. Música: Camille Saint-Saëns
. Texto: Fernando Palacios

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La inocente broma musical de Saint-Saëns es hoy considerada un modelo de ingenio (Fósiles), orquestación (Acuario), melodía (El cisne), humor (Gallinas, Tortugas, Canguros y Asnos) y gamberrada (Pianistas). Este Carnaval de los animales es un pozo sin fondo: lo escuchamos una y otra vez y nos siguen impresionando los fieros rugidos de su león, el “sprint” a tumba abierta de los pianistas-hemiones, los requiebros del contrabajo-elefante y los gorjeos veloces de la flauta-pájaro; también nos reímos con sus citas de otras músicas (de Berlioz, Rossini, Offenbach… y de él mismo); y, lo que es más importante, nunca nos cansa: eso es algo que sólo pasa con las obras maestras, y este modesto Carnaval, aunque parezca mentira, lo es. Sí, es hora de reconocerlo, con sus dimensiones reducidas y su tono poco serio es una obra mucho más original, con más imaginación y más desparpajo que otras obras grandiosas para orquesta que, injustamente, gozan de mayor veneración.

El Carnaval de los animales es una obra musical a la que, desde siempre, se le han añadido textos para ayudar a los niños a su comprensión. Sin embargo, en vez de utilizar textos pasados hemos querido para este disco-libro unos nuevos, que no sólo ambienten cada una de las piezas, sino que además expliquen con ejemplos algo de ellas. La responsabilidad de este trabajo ha recaído en Fernando Palacios.

11 Ago

25 La rara inspiración de Fernández

Programa radiofónico  nº 25 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Se cuenta la triste historia de un joven compositor con una extraña facultad: la de componer lo ya compuesto. Fernández sin él saberlo- es Prokofiev, Mahler, Brahms. Su vida transcurre entre músicas que compone, sin saber que años atrás fueron creadas por otros artistas.

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♫ Fernández es un compositor contemporáneo de treinta y pocos años. Es un chico de hoy, inteligente, con cierta soltura, nervioso, despistado y algo atolondrado que se dedica a componer música. ¡Hay que ver, hay gente para todo! No por ello tiene aspecto de memo, ni mucho menos, aunque sí resulta algo ridículo para las gentes de bien. Va vestido al estilo de la arruga es bella, con chaqueta y pantalón claros y corbatita estrecha suelta, pero siempre algo descuidado. Usa gafas último grito con una patilla empalmada con celo ♫.

El apartamento donde vive Fernández es pequeño, es de esos que tiene la cocina junto a la sala de estar. Por una ventana que da a la calle siempre entra una tenue luz. En general, es un apartamento moderno, con detalles de decoración vanguardista, aunque está ligeramente abigarrado de cosas y un poco revuelto. Tiene platos sin fregar, muchos libros, partituras y discos por todas partes. También tiene botellas de ginebra tiradas por el suelo, vasos y ceniceros sucios. Eso sí, el sofá, las sillas, los muebles y las lámparas son de diseño moderno. La sala tiene, además, un equipo de alta fidelidad, un piano (de pared naturalmente) y una televisión frente al sofá  ♫.

Bien, ya os he contado quién es Fernández y cómo es la casa donde vive. ¿Queréis conocer la increíble historia de este joven? En estos momentos comienza ya esta narración fantástica titulada LA RARA INSPIRACIÓN DE FERNÁNDEZ ♫.

Todo comenzó aquella tarde. Fernández en su apartamento se encontraba alegre, cantarín y nervioso por terminar de guisar, pues tenía gran apetito. Ahí estaba batiendo los huevos en un plato para hacer espaguetis carbonara  ♫. El ritmo de batir, se fue transformando poco a poco en una marcha  ♫.

Fernández empezó a canturrear y tararear olvidando la cocina  ♫. Se acercó al piano, dejó el plato, sacó papel pautado de entre un montón de hojas polvorientas y se puso a escribir el ritmo  ♫. Tachó, volvió a escribir, comprobó en el piano, tarareó, dio un grito de alegría y, sin dejar de canturrear, cogió nuevamente el plato y batiendo los huevos volvió a la cocina  ♫. Poco a poco, tarareando, fue perfilando la melodía de la marcha. Dejó nuevamente el plato y se dirigió otra vez al piano y siguió escribiendo la música, cantándola cada vez más entusiasmado  ♫.

Fernández, por fin, compuso la pieza y entre medias se comió los espagueti. Se quedó un momento después pensando el título y escribió Marcha, y firmó con su nombre: Fernández. Se quitó el delantal, se puso la chaqueta, cogió la partitura y contento y feliz se fue a enseñársela a su novia. La obra que había compuesto era ésta  ♫.

Fernández salió a la calle: estaba exultante de alegría. Al pasar por una sala de conciertos vio un cartel que anunciaba un recital, y se detuvo a leerlo. ‘Hoy, a las 7:30, recital de piano’. ¡Mira que bien! Eran las 7:15, así que sacó una entrada, entró en la sala y se sentó en su butaca. La primera de las obras era la Marcha del Amor de las Tres Naranjas de Sergei Prokofiev. Se apagaron las luces, salió el pianista entre aplausos, Fernández sonriente, se acomodó bien, cerró los ojos, y se concentró. Comenzó el recital   ♫.

Su sonrisa se fue transformando en sorpresa. Abrió poco a poco los ojos y miró con odio al pianista. Abrió la partitura que acababa de escribir y comprobó. ¡Era increíble! ¡Milagroso! ¡Terrorífico! ¡La música que sonaba era exactamente igual a la que acababa de componer! No podía entenderlo  ♫. Igual, exactamente igual. Aquí pasaba algo. Llegó hasta tal punto su indignación que se levantó y se marchó. En la misma puerta de la sala rompió la partitura en pedazos y se fue completamente desconcertado  ♫.

No muy lejos de allí, un violinista callejero tocaba una bella melodía  ♫. Fernández, desolado todavía por la gran impresión sufrida, andaba a trancas y barrancas. Pasó de largo ante el violinista. Pero una vez que lo había sobrepasado, se detuvo. Frunció el ceño, se volvió hacia él y escuchó el tema musical. Hizo una pequeña muestra de asentimiento, se miró en los bolsillos, pero no llevaba ni una peseta, se lo había gastado todo en el concierto. Al rato empezó a tararear el tema del violinista  ♫.

¡Mmm! Le gustaba. De los bolsillos sólo consiguió sacar un papel y un bolígrafo y con ellos anotó el tema musical, cosa que realizó a toda velocidad y con gran interés. El violinista, sin dejar de tocar, le miró con mosqueo, ya que no le estaba echando ni una perra y encima le estaba copiando el tema. Incluso llegó a hacer un pequeño gesto señalando la funda del violín, a ver si echaba algo. Fernández tuvo que marcharse de allí a las prisas, con algo de sentimiento de culpa, pero bastante satisfecho con el hallazgo musical. Mientras iba a su casa, sacó el papel donde había anotado el tema, lo cantó entre risitas imitando el violín. ♫ Luego lo cantó como si lo tocara una trompeta ♫ Después, más sosegadamente como si lo interpretaran trompas y trombones ♫.

Fernández volvía a estar como al principio de esta historia: nervioso y contento. Rápidamente se dirigió a su casa. Entró en su habitación atolondradamente, cogió el piano, se sentó ante él, sacó papel pautado y escribió en el centro de la primera página Primera Sinfonía de Fernández. Y se puso a componer desaforadamente, en plenitud de fuerzas, contentísimo. Hacía gestos de dirigir su música. Se llevaba una mano a la cabeza, escribía, comprobaba con el piano, cerraba los ojos con gesto de inspiración, tachaba cosas. ¡Uy, aquello era un torbellino! Al cabo de un rato, Fernández había compuesto varias páginas de su primera sinfonía. Esa música sonaba así  ♫.

Se levantó satisfecho de su trabajo, cogió una cerveza del frigorífico, encendió la televisión y se sentó un rato a descansar y distraerse. En esos momentos comenzaba el programa Concierto y ponían la III Sinfonía de Gustav Mahler. Estupendo, dijo Fernández. A ver qué tal es esta sinfonía que no conozco. Salió el director entre aplausos y comenzó la música  ♫.

Nada más escuchar las primeras notas, Fernández dio un bote en el sofá. En un brusco movimiento, acercó la cabeza al televisor. ¡No se lo podía creer! Lo que sonaba era exactamente igual que lo que acababa de componer. Estaba atónito, paralizado. No podía reaccionar. ¡Dos veces! Con la boca abierta y los ojos desorbitados, escuchó concentrado e inmóvil ♫. Bruscamente se levantó, cogió la partitura, la abrió precipitadamente y siguió con el dedo las notas. Una a una, era todo exactamente igual. ¡Pero si esa música se la acababa de inventar él basándose en el tema del violinista callejero! ¿Cómo era posible que ya estuviera compuesta? Su estado era ya de enorme excitación. Se tapaba los oídos. No sabía qué hacer. Cogió la partitura, abrió la ventana y la tiró a la calle  ♫.

Ya sabía lo que iba a hacer: se suicidaría tirándose por la ventana. ¿Para qué iba a seguir viviendo si todo lo que hacía ya estaba hecho? Era un copión sin saberlo. ¡Horrible, lo peor que podía ser un compositor! Sacó una pierna por la ventana, miró hacia abajo y cuando ya estaba dispuesto a hacerlo… va y se estropea la televisión  ♫. Encima se quedó emitiendo un zumbido grave ♫  “¡Ahora que estaba a punto de acabar con mi vida acompañado de mi propia música! ¡Ni siquiera eso puedo hacer!” pensaba Fernández. Así que bajó de la ventana enfadadísimo, tocó los  botones de la televisión y le dio una patada como venganza. “¡Nada, pues sin música no merece la pena ni suicidarse!”, decía Fernández desesperado y abatido. Se sentó en el sofá con la cabeza entre las manos. Sólo se oía el grave zumbido de la televisión  ♫. La miró con odio, pero a la vez con cierto interés. Imitó la nota con la voz y se concentró en la nota mientras se preguntaba ¿Y si compongo algo triste sobre esta nota? ♫  Se levantó lentamente del sofá, bruscamente se dirigió al piano y sobre un papel escribió decidido: Un Requiem español de Fernández. Y se puso a componer. Pero no había hecho nada más que empezar, cuando le asaltó una nueva duda: ¿y si compongo otra vez algo que ya está compuesto?  Tomó una resolución. Se dirigió hacia un montón de partituras y cogió cuatro de ellas cuyos títulos eran los siguientes: Requiem de Mozart, Requiem de Verdi, Requiem de Fauré, Requiem de Victoria. Así no había ninguna duda, se estudiaría todo eso. Así que nada, volvió al piano ojeando las partituras y con cara de cierta satisfacción pero con algo de mosqueo, se puso a escribir la música  ♫.

Esta vez Fernández estaba más serio, más maduro. Componía sin el agobio de otras veces, aunque sin detenerse ni un sólo instante, claro. Como si estuvieran dictándole del más allá. Trabajaba en todos los lugares del apartamento: en el sofá, en la cocina, en el suelo con la partitura en el techo… En fin, su música la verdad es que era estupenda  ♫. Fernández no paraba. Oía unos cuantos golpes en una puerta vecina, y los incorporaba a su composición  ♫. Fernández seguía componiendo sin parar. Oía el sonido de una tubería cantarina, la tarareaba, y la metía en la partitura  ♫.  Fernández confrontaba de vez en cuando su música con la de los otros Requiem famosos. Comprobaba que sus ideas eran originales, y nuevamente seguía componiendo  ♫.

Así consiguió ponerle fin a su Requiem Español, después de días de intenso trabajo. Llevaba barba y grandes ojeras, su ropa estaba ajada, el apartamento era un poema; aquello era un desastre, no había nada en su sitio. Fernández, agotado, se levantó, reunió sus manuscritos y salió a la calle. Andaba con pasos vacilantes y cansados. Estaba como hipnotizado. Tenía que patentar su obra, registrarla para que nadie se la copiara, no podía ocurrir lo de las veces anteriores, naturalmente  ♫.

Por fin llegó al Registro de la Propiedad Intelectual. Fernández llamó a la ventanilla y cuando la abrió el empleado, sin mediar palabra, depositó en ella su gruesa partitura. El funcionario la recogió con desgana y se retiró a su mesa a observarla. Tarareó algunas melodías. Se quedó sorprendido. Hizo algunos gestos de asombro y cogió una gruesa partitura de la librería donde se leía con claridad Requiem Alemán de Johannes Brahms. Las comparó y comprobó que eran iguales. No entendía nada el pobre hombre. Pasó un montón de hojas y volvió a comparar. Exactamente iguales. Observó por la ventanilla a Fernández que andaba por el local hablándose solo y haciendo raras muecas. El funcionario dio muestras de comprenderlo todo por fin. El individuo al que observaba estaba completamente loco. Tomó rápidamente una determinación. Cogió con cuidado el teléfono y marcó el número del manicomio. Poco después aparecieron dos señores con bata blanca que se llevaron a Fernández. El pobre compositor les seguía con toda naturalidad, como si no les viera, ensimismado en su mundo. Los loqueros le dejaron en una celda y se fueron  ♫.

En veinte años no se supo nada de él. Fue sólo hace unos pocos meses, cuando un amigo del conservatorio que había sido compañero de Fernández precisamente, me contó esta historia que os he narrado. La historia de un músico que, sin saberlo él, componía música que ya estaba compuesta por otros músicos. Verdaderamente fascinante. Estuvimos investigando el paradero de Fernández hasta que dimos con él. Era un manicomio modesto y en una de sus habitaciones, allí estaba Fernández. Llevaba veinte años sin salir de allí y sin parar de componer música, naturalmente. Estaba más calvo y con el pelo muy largo. La pinta era de loco total. La pequeña celda estaba completamente llena de páginas manuscritas de música. Mientras mirábamos sus partituras, Fernández no dejaba de escribir. En realidad no se daba cuenta ni de estábamos allí. La primera de las músicas llevaba por título Los Cantores de Teruel de Fernández  ♫. Era música de Wagner pero sin dejar de ser de Fernández  ♫.  En otra partitura ponía: Preludio para órgano de Fernández  Era de Johann Sebastian Bach, pero también era de Fernández  ♫.  Se repetía la misma historia con Derivadas de Fernández, que era la misma música que Integrales de Varèse ♫. Y lo mismo con el Concierto para violoncelo y orquesta de Fernández, o de Haydn, nunca se sabe ♫.

Fernández continuaba componiendo. Precisamente mientras estábamos allí se le ocurrió un nuevo tema genial. Lo tarareó emocionado y entre risas. Era éste  ♫. ¡Increíble! Estaba componiendo la V Sinfonía de Beethoven  ♫.

En fin, allí dejamos a Fernández, frenético, sin parar de escribir y accionando las manos con gestos exagerados ♫.  A lo mejor Fernández no estaba loco, sino que hacía lo mismo que otros muchos compositores: inventaba música que ya se había inventado. Al fin y al cabo, otros hacen lo mismo y no los internan en un manicomio  ♫.

Así termina la historia de La rara inspiración de Fernández. Y también nuestro programa  ♫. El próximo día tendremos músicas que se suelen utilizar para asuntos muy diferentes. El espacio se titulará: HAY MÚSICAS PARA TODO  ♫.

Siempre en la compañía de Carlos Arévalo. Hasta entonces, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

11 Ago

23 Una curiosa historia. El piano

Programa radiofónico  nº 23 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92. 

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El piano es uno de los instrumentos más curiosos que hay: es el más conocido, el que más se estudia en los conservatorios, el que más teclas tiene, el más pesado y el que sirve para tocar músicas más distintas. Además, el piano es el instrumento con la historia más fascinante.

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De todos los instrumentos, el piano es el mejor comediante”, esto lo decía un gran pianista que se llamaba Busoni

Otro pianista, Anton Rubinstein, que no es Arthur Rubinstein, sino uno anterior, decía otra frase muy graciosa: “Un piano no es un instrumento, sino cien”

Neupert, un constructor de claves, llamaba al piano “instrumento de mayor amplitud”

Neuhaus, otro gran pianista, decía que el piano era “el más intelectual”

Schneider, un musicólogo alemán, lo definía como “el instrumento más romántico”

Sigamos con las frases y definiciones. Un filósofo llamado Max Weber afirmaba lo siguiente: “de acuerdo con su naturaleza musical, el piano es un instrumento burgués”

Chopin siempre decía: el piano es mi segundo yo

Un compositor y pianista americano llamado Goltschak opinaba esto: “Me imagino el infierno como un lugar de reunión de todos los pianos. Allí los condenados tendrían que escuchar una obra en la que tocaran todos los pianistas del mundo. De haber conocido Dante el piano ¿no lo habría añadido a los tormentos de su infierno?

Como veis cada persona opina una cosa distinta del piano. Recuerdo incluso una vez que un chico me dijo que las teclas negras le sonaban más tristes que las teclas blancas. ¿Habrase visto qué barbaridad? ♫

Sí, sí, no cabe duda: el piano es uno de los instrumentos más curiosos que hay. No sólo es el más conocido, el que más se estudia en los conservatorios, el que más teclas tiene, el que más pesa, y el que sirve para tocar músicas más distintas, sino que encima el piano también es el instrumento que tiene la historia más fascinante. Además se pueden relatar miles de anécdotas y cuentos de él. Pero no vamos a contarlo todo, simplemente hoy vamos a estar acompañados por UNA CURIOSA HISTORIA: EL PIANO ♫

Hace un par de meses, en “Sonido y Oído”, os presenté un programa que se titulaba ENTRE LAS CUERDAS. En aquel programa os contaba que hay cinco familias de instrumentos de cuerda: la de los arcos musicales, la de las liras, la de las arpas, la de los laúdes y la de las cítaras ♫

Precisamente el piano pertenece a la familia de las cítaras, aunque no lo parezca ♫ ¿Sabéis por qué? Porque si le levantáis la tapa y os fijáis bien en lo que tiene dentro, os daréis cuenta de que tiene un montón de cuerdas que están tensadas paralelamente a la caja de resonancia, como las cítaras, los salterios, los cimbalones y otros muchos instrumentos ♫. La diferencia está en que las cítaras se tocan con los dedos y con una púa, los salterios y cimbalones golpeando las cuerdas con unos martillitos, y en el piano son unos macillos con fieltro los que golpean las cuerdas. Además, y eso es lo más importante, los macillos se manejan por medio de un teclado. ♫ O sea, el piano pertenece a la familia de instrumentos de cuerda, y también a la de instrumentos de tecla ♫

♫ Todo viene desde el siglo XII. Teófilo, que era un benedictino muy mañoso, encontró un método práctico para fabricar alambre, o sea, hilo de hierro. Antes todos los instrumentos de cuerda se hacían con cuerdas de tripa, pero los constructores de entonces empezaron ya, después de Teófilo, a hacer instrumentos con cables de hierro. El éxito fue enorme. Parece ser que un alemán del S. XIV llamado  Simius construyó un aparato con cuerdas y teclado. Un siglo después, Giovanni Spinetti inventó un cacharro al que le puso su mismo nombre: espineta. Era un instrumento de cuerdas y teclado donde el sonido se producía cuando unas plumas de cuervo arañaban las cuerdas, y esas plumas eran accionadas desde un teclado  ♫.

Pero el antecesor del piano es un instrumento pequeñito, que se puede transportar y que suena muy poco, y se llama clavicordio. En él las cuerdas son golpeadas. Siglos después le ocurrirá lo mismo al piano, cuando unos macillos golpeen las cuerdas  ♫.

Al iniciarse el siglo XVIII los instrumentos de teclado eran de tres tipos: el órgano, que no pinta nada en esta historia; el clavicordio, que acabamos de escuchar, que tenía el problema de que casi no se oía, y el clave, que era una especie de espineta grande de cola que se utilizaba en todos los conciertos ♫

François Couperin, que era un gran clavecinista, decía: El clave es perfecto por la cantidad de notas que tiene y por su sonido tan brillante y tan bonito, pero como no se puede aumentar y disminuir el volumen de ese sonido yo quisiera que alguien construyera un instrumento que fuera capaz de tener más expresión”

Lo que no sabía Couperin es que cuatro años antes de decir eso, en 1709, en Florencia, Cristofori había inventado un instrumento y le llamó ‘clavicembalo col piano e forte’, o sea, clave con sonidos suaves y fuertes. Cristofori quitó las plumas que pellizcaban las cuerdas y puso unos martillitos que las golpeaban. Si dabas fuerte a las teclas sonaba fuerte, le dabas piano a las teclas y sonaba piano, es decir, sonaba suave; por eso le puso el nombre de pianoforte, es decir, un instrumento capaz de sonar piano y forte. Más tarde se quedó sólo con el nombre de piano  ♫.

El francés Marius y el alemán Schroeder hicieron inventos parecidos a los de Cristofori pero no tan buenos. El primero que los comercializó fue un inteligente constructor y comerciante de instrumentos alemán llamado Silbermann. Los primeros no estaban muy perfeccionados, pero poco a poco fueron mejorando. Ya en la época de Mozart sonaban así ♫

Los primeros compositores que hicieron obras especialmente para piano, no para clave o clavicordio, fueron Clementi y Haydn  ♫. A finales del siglo XVIII el piano ya estaba bastante perfeccionado; el teclado se podía tocar con mucha agilidad y la potencia sonora aumentó. Todo estaba preparado para la llegada de Beethoven 

En el siglo XIX fue la gran explosión del piano, pues llegó el Romanticismo y se colocó en cabeza de todos los instrumentos. Le pusieron bastidor de hierro, con lo cual se podían tensar mucho más las cuerdas, los pedales para sostener el sonido, el doble escape para que pudieran repetir las notas a toda velocidad. Y así se quedó el piano. Con estos instrumentos Franz Lizst hacía verdaderas barbaridades  ♫. El sonido del piano también se convirtió en más lleno y más delicado, perfecto para Chopin  ♫.

Liszt y Chopin le sacaron todo el jugo a la técnica pianística y dejaron el camino abierto a otro gran compositor y pianista: Johannes Brahms  ♫. De esta manera, perfeccionándose poco a poco, llegó a ser tal y como lo conocemos ahora. Hubo compositores que le sacaron atmósferas increíbles, como Debussy  ♫  Otros lo utilizaron casi como instrumento de percusión, como Bela Bartók  ♫ Albéniz  le puso un toque flamenco  ♫ Rachmaninov  le dio un toque sentimental ♫ Schoenberg le añadió abstracción ♫ Messiaen le puso espiritualidad  ♫ Stockhausen se lo comía con patatas fritas  ♫

En fin, es un instrumento que desde que se inventó hasta ahora ha dado muchísimo de si  ♫. Y colorín colorado, esta historia resumida del piano se ha acabado. Pero aún me quedan muchas cosas que contaros de este instrumento tan peculiar  ♫

El piano no se toca siempre sólo, ni mucho menos. Es un instrumento ideal para formar dúos  ♫ También se pueden formar tríos  ♫   De vez en cuando también se hacen cuartetos con piano  ♫ Y también se hacen quintetos con piano   ♫   Y es el instrumento ideal para hacer conciertos con orquesta  ♫  Y siempre que hay que acompañar canciones ahí está el piano  ♫ Con el piano se pueden tocar músicas de muy distintos estilos. Es fantástico para el jazz  tradicional  ♫ Y para el jazz más moderno  ♫   También en él se tocan los boogi-woogies   ♫   Y es magnífico para el rock ‘n roll  ♫   Y no digamos para la música de los cafés  ♫

Los pianos pueden tener diferentes formas. Pueden ser de gran cola de concierto, de cola pequeñita, verticales, pianos de mesa cuadrados, piano de cola vertical, piano de gabinete: todo depende de cómo estén colocadas las cuerdas. Además hay pianolas, que son pianos con pedales que tocan la música que está grabada en un trozo de papel.  Esto es una pianola  ♫  También hay toda una colección de pianos mecánicos. En París hay un museo que tiene  muchos pianos mecánicos diferentes. Vamos a oír algunos ♫. Otro tipo de pianos son los eléctricos ♫ Y los pianos preparados, o sea, aquellos que tienen tornillos, clavos, fieltros y demás ferretería entre las cuerdas, como éste que se inventó John Cage 

Y con esta historieta hemos llegado al final de nuestro programa de hoy. Nuestro único invitado ha sido ese gran instrumento musical llamado piano  ♫. El programa del próximo día tratará sobre un asunto sonoro de capital importancia. En vez de hablar de sonido, hablaré de silencio. Al programa le he puesto este título: EL SILENCIO, EL REY ♫ Hasta pronto, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

Una curiosa historia: el piano - Fernando Palacios

01 Ago

05 – Canciones para todos

Programa radiofónico  nº 5 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Nos entretenemos en repasar seis canciones de muy distintos estilos: una antigua, una caribeña, un ‘lied’, un tango, un madrigal y una canción de humor. Cada canción tiene su tratamiento.

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♫ Algunos cuando nos levantamos de la cama aprovechamos para cantar canciones de ducha, canciones para peinarnos, canciones de desayuno ♫. Hay quien se ayuda de la resonante acústica de los túneles subterráneos para convertir el viaje en canciones silbadas ♫. O quien se acompaña del ritmo de la máquina para cantar canciones de trabajo o de deporte ♫. Tenemos también los que ponen la radio y se las cantan todas, buenas o malas, originales o vulgares, igual les da ♫. O los que buscan constantemente aquello que más les gusta, cuando lo encuentran, eso sí, que no dejan de cantarlo ♫.

Pero, ¡ay tristeza!, hay algo que viene demostrándose los últimos años, cada vez cantamos todos menos, al menos por aquí por los países occidentales. El caso es que cada vez hay más emisoras de radio, más programas con música en televisión, más casetes, más producción discográfica y sin embargo cada vez cantamos menos. A lo peor es por eso precisamente, como nos lo dan todo hecho, ya no tenemos necesidad de cantar como antaño; nos da vergüenza porque no lo hacemos nunca, y así nos va, estamos mudos de canciones.

En este espacio vamos a tener hoy algunas canciones para cantar, tararear o silbar. Canciones para todos. Así que vamos poniéndonos en disposición de cantar y a ver qué es lo que ocurre ♫.

♫ La primera es una canción popular muy antigua, triste y sencilla, es monótona y con ritmo de campanada, silenciosa y nocturna, una maravillosa canción para uno solo, para que cada uno la cante a sí mismo, bueno, mejor si la cantan entre varios, si la cantamos entre todos. Se puede hacer con ella de todo, cánones que pueden entrar por cualquier sitio, armonías diferentes y siempre queda bien; es casi una canción mágica ♫ Eso es todo, no tiene más ni menos. Su letra viene a decir “qué tristeza, qué fastidio, contar toda la noche las horas”. Es una canción que yo personalmente quiero muchísimo, porque la he cantado con casi todos mis amigos y a todos nos gusta, porque se puede hacer o muy corta o muy larga, como se quiera. Admite todo tipo de transformaciones. Esta curiosa versión que oímos se debe a un grupo de los años 60, se acompañan con guitarras acústicas y se llaman Crosby, Stills & Nash. Primero cantan solos, a capella, como se dice, después entran acompañando las guitarras y al final improvisan un poco hasta que todo se deshace ♫.

Nuestra segunda canción nos llega desde Cuba ♫. Este señor que toca tan bien el piano y que canta con esa vocecita tan graciosa es un negrito gordinflón que murió ya hace 20 años: Bolita de Nieve ♫. La canción se llama, ya lo habéis oído, “Babalú”, es de Margarita Lecuona, pero nadie la ha cantado como Bolita de Nieve ♫. Esta canción tiene un poco de brujería porque acaba de morir Babalú, empieza el velorio, le ponen 17 velas y aprovecha todo el mundo para pedir tabaco, aguardiente, dinero, que les de la suerte ♫. Después le pide a Babalú, que se ha ido al otro barrio, distintos deseos: que le quiera su negra, que tenga dinero, que no se muera y así acaba. Es una canción también muy sencilla con dos partes. La primera tiene además una introducción, cuando dice aquello de “Babalú, Babalú ah yeh” !Tiene después un canto casi hablado de corrido: “ya está empezando los velorios, que “hasemo” a Babalú” y sobre todo cuando dice: “dame un poco de tabaco mayente y un poquito de aguardiente”. Y después todo eso se vuelve a repetir. Llegamos a la segunda parte, que es mucho más melódica porque le pide aquello de la negra: “yo quiero pedir que mi negra me quiera”. Y acaba en un tumbao, o sea, se repite una fórmula hasta el infinito, que aquí Bolita lo hace muy cortito: “mi Babalú ah yeh, Babalú ah yeh!” Sería el momento propicio para las improvisaciones. Bueno, “Babalú”, con Bolita de Nieve, canción que vamos a cantar todos juntos ♫.

Y aquí llega la tercer canción, se titula “Caminar” y es un lied, es decir, una canción alemana del siglo pasado, de estilo íntimo, compuesta con ambición artística donde la poesía y la música se funden totalmente ♫. Esta es la primera de las cinco estrofas que tiene la canción con la misma música y con distinta letra. A eso se le llama canción estrófica, cuando se repite la misma música cambiando el texto y es una forma de canción muy popular, como los romances ♫. Si os fijáis, cada estrofa tiene tres partes. La primera es esa que hace (…) se repite dos veces; la segunda es una melodía y su progresión, es cuando hace aquello de (…) y contesta (…); y la tercera la conclusión (…) que también se repite ♫. La canción trata de la delicia que es caminar para el molinero, que es el protagonista. Cuenta cómo los molineros aprenden a viajar, del agua, las ruedas y las piedras que giran en el molino ♫. Ya hemos oído 4 estrofas; sólo nos queda la última de esta hermosa canción que tiene texto de Müller y música de Schubert. Una canción con un piano que muestra un claro ambiente de paseo y un texto que habla de viajar y vagabundear ♫.

Ya estamos en nuestra cuarta canción ♫. Estas guitarras nos indican que es un tango y que el que va a cantar es ni más ni menos que el maestro, Carlitos Gardel ♫. Si la primera  canción, ‘Orleans’, era triste y serena, la segunda, ‘Babalú’, vacilona y graciosa y la tercera, ‘Caminar’, alegre y perfecta, esta cuarta es sórdida y oscura, malévola y machista, de celos borrachera y muerte, o sea, es una canción peligrosa ♫. Hay que situarse en Buenos Aires: en un bar del arrabal, un hombre le cuenta a otro la desesperación porque le ha engañado su mujer con otro y le dice encima que no se explica cómo no la mató. La moraleja, el consejo final, ya, es el colmo; dice que las mujeres dan muy mal resultado, que no se enamore, que no llore, porque los hombres, son muy machos y no deben llorar. O sea, lo de siempre, aparte de este poco ejemplar mensaje, la letra de Lepera es perfecta y la música de Gardel, bueno, qué vamos a decir, muy bonita. La interpretación, sobrecogedora en sus tres partes, de las cuales la primera y la tercera tienen la misma música. “Tomo y obligo” se titula y es así ♫.

La quinta canción es completamente opuesta a ésta. Es una canción de mañana, luminosa, de inocente alegría. El tema es el siguiente: dos mujeres están hablando y una le dice a la otra que su marido es guapo y bueno, que ni le molesta ni le pega, hace las cosas de la casa y le da de comer a los pollos. Eso además le hace muchísima gracia, se ríe un montón y les dice a los pollos: “cocococodaaa, cocoda, cocoda” y eso es todo ♫. “Il est bel et bon”, es guapo y bueno, éste es el título de esta canción y se canta, es cantada siempre por 4 personas: unas se van imitando a otras. Habéis escuchado que una dice: “il est bel et bon” y contesta otra: “il est bel et bon”, luego “il est bel et bon”, “il est bel et bon”. El caso es que lo mismo lo repiten una detrás de otra, después llega la segunda parte, siempre imitándose las voces ♫. Y todo termina imitando a los gallos, a las gallinas y a los pollos con el “cocococoda cocoda petit poulé, cocoda, cocoda” ♫; al final repite el principio y fin, se acabó. Es una canción francesa del Renacimiento, del siglo XVI, aunque parezca mentira, y la compuso Passereau. Ahora la canta el grupo Clement Janequin ♫.

La sexta canción es la parodia de un anuncio de la radio. Es una canción de humor, cantada en directo, con risas del público y se refiere a un matapolillas llamado Nopol, que cuida la ropa ♫. “Mami, mami, ¡cuántas polillas! No se preocupe señora, matapolillas Nopol cuida su ropa”. Es estrófica, como la canción que oíamos de Schubert, o sea, las tres partes de la canción tienen la misma música con letra diferente y entre ellas hay unos diálogos. Un componente del grupo no quiere que ningún veneno mate a las pobres polillas y convence para que el Nopol, que en la primera estrofa las mataba, en la segunda sólo las desmaye y en la tercera las fortalezca. Ya veis, cosas de la publicidad ♫. Tiene ritmo de swing, bajo (“dum dum dum dum”) y batería (“tstsch tstsch”) y está cantada a 4 voces, como la canción anterior. Tiene partes cantadas, partes habladas con voces de fondo (que hacen “daba daba da”) y otras imitando a un spray (“zzz”), que mata las polillas. En fin, es una divina canción de Les Luthiers ♫.

Y así llegamos al final del programa de hoy. Hemos tenido seis canciones ¿os acordáis? ♫ ♫ ♫ ♫ ♫ ♫, ¿podríais tararearlas? Algunas sí, otras… bueno de todos modos seguro que las recordaréis si alguna vez las volvéis a oír. ¿Sabéis lo que podríamos hacer? Las canciones que más os gusten, intentad explicárselas a vuestros amigos. Les decís cómo son, cómo es la melodía, la letra y después se la ponéis, a ver qué pasa ♫.

Atención a nuestro próximo programa que se titulará “QUERAMOS O NO QUERAMOS, SIEMPRE SONAMOS”, o sea, muchos sonidos que podemos hacer con nuestro cuerpo. Esos que estáis pensando y muchos más ♫.

En los mandos estará, como siempre, el capitán Arévalo.

Hasta entonces os decimos, adiós y adiós, con esta canción de los Beatles que es, una preciosidad.

© Fernando Palacios

Canciones para todos - Fernando Palacios

01 Ago

04 – Soplos y alientos

Programa radiofónico  nº 4 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Repasamos los instrumentos de viento, tanto los clásicos como los exóticos o caseros. Los clasificamos de dos formas diferentes: por su forma de emisión (según la manera occidental), y por su material (siguiendo la antigua clasificación china).

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♫ El viento impulsa el aire; el aire roza los cuerpos, los tubos y entra en vibración; se produce el sonido ♫. Siempre nos llama poderosamente la atención el sonido del viento en una caña, en los cables de la luz, en un agujero de la pared. Seguramente, hace miles y miles de años a alguien se le ocurrió cortar una caña y soplar imitando el viento ♫. También comprobó que las cañas largas producían sonidos graves ♫ y las cortas agudos ♫. De ahí a esto ♫ sólo hay un paso, el de perfeccionar y estudiar ♫.

Un día, nuestro amigo primitivo estaba decorando su flauta y sin querer le hizo un agujero. Tapando y destapando el agujero con un dedo comprobó que el sonido variaba ♫. De ahí a esto ♫ sólo hay un paso, el de perfeccionar y estudiar ♫.

Otros hombres soplaron sobre lengüetas ♫, sobre cuernos ♫ y siguieron los pasos sucesivos de perfeccionamiento y estudio ♫. El soplo, el aliento, la vibración de los labios, del aire, los agujeros en los tubos, producen sonidos, producen música. Hoy estaremos acompañados de soplos y alientos ♫.

Si enviamos el aire contra una arista fina el instrumento es de embocadura de flauta ♫.

Si el aire pone en movimiento una lengüeta que choca con una abertura, el instrumento es de lengüeta simple, como el clarinete ♫.

Si el aire pone en movimiento dos lengüetas que chocan entre sí el instrumento es de lengüeta doble, como el oboe ♫.

Si son los labios los que vibran en una boquilla, instrumentos de boquilla, como la trompeta ♫.

Si por la acción del aire vibran unas láminas libremente, el instrumento es de lengüeta libre, como la armónica ♫.

Podemos reunir un instrumento del primer grupo, una flauta, un instrumento del segundo grupo, un clarinete, dos instrumentos del tercer grupo, un oboe y un fagot y un instrumento del cuarto grupo, una trompa. Así tendremos una formación clásica: el quinteto de viento ♫.

Y si juntamos muchos instrumentos de viento de una forma proporcionada nos sale una Banda. Todos los músicos se ponen a soplar ♫.

Los instrumentos de viento están repartidos por todo el planeta sin dejar ni un solo resquicio. Cada pueblo los utiliza a su manera, aunque hay instrumentos comunes a muchos pueblos distintos. Os voy a poner un ejemplo, la flauta travesera. Existe en la música popular ♫, en la clásica ♫, en la India ♫, en Extremo Oriente ♫. Por todos lados hay flautas, pero si os parece vamos a observar los instrumentos de viento desde otro ángulo.

♫ La más antigua clasificación de los instrumentos musicales nos viene desde la China. Hace ya 5000 años los chinos clasificaron los instrumentos por los materiales con que se fabrican. El metal: con el que se hacen campanas, gongs, trompetas, tambores de bronce; la piedra: flautas de jade, litófonos que son xilófonos pero de piedra; la tierra: tambores de barro, ocarinas; la madera: oboes, etc. Yo creo que es una estupenda manera de organizarse con los instrumentos musicales. Si os parece vamos a hacer lo mismo que los chinos pero sólo con los instrumentos de viento y aliento. Os los voy a mostrar por materiales ♫.

Primer material: ninguno, cuando no se tiene nada. En fin, siempre nos queda la voz ♫. También podemos soplar en el hueco de las manos o silbar, naturalmente. Esto nos lo cuenta Rosa Alvarez : “El niño soplaba en todas las direcciones posibles. Convocaba todo el aire de sus pulmones para canalizarlo con ayuda de la lengua entre los dientes desiguales y los flexibles labios. Soplaba infatigable porque había emprendido una aventura apasionante. Hacía avanzar el labio superior sobre el inferior, y a la inversa, con lo cual sólo conseguía airearse la barbilla o la nariz. Redondeó los labios en forma de O y también de U, pero tal vez no acertaba con la medida exacta o la dirección precisa y hasta probó soltando el aire por las comisuras produciendo un decepcionante sonido de globo desinflado. Insensible al desaliento lo intentó una vez, y otra vez, hasta que por fin una nota perfecta, una frágil flecha de cristal se escapó de su boca hacia el ancho espacio. El niño comenzó a inventar su música” ♫.

Segundo material: el plástico, un material muy barato que da mucho de sí. Un tubo estriado de electricidad suena sencillamente cuando lo hacemos girar a cierta velocidad ♫. Esto son lengüetas libres en una diminuta melódica de diez centímetros de largo ♫. Una flautita de tubos ♫ y naturalmente una trompetilla de plástico ♫.

Tercer material: la caña, un paraíso para el soplido. Desde flautas de pan ♫ hasta miles de flautas de agujeros ♫, pero sobre todo, con las cañas se hacen lengüetas para montones de instrumentos: clarinetes, oboes, dulzainas, fagotes, saxofones, ya os digo, es un paraíso ♫.

Cuarto material: la madera. Con ella podemos hacer de todo. Los australianos ponen un tronco para que las hormigas se coman su interior y así les queda un tubo, un didjeridu ♫. Con un torno, muchos conocimientos y no menos habilidad podemos hacer una preciosa flauta dulce ♫. En Yugoslavia soplan troncos huecos tan grandes como un fagot que suenan así ♫. En el Tirol hacen unas “turutas” de varios metros de longitud, una barbaridad ♫.

Quinto material: el cristal. Con él se fabrican botellas que se pueden soplar e incluso afinar con más o menos agua ♫. También en el siglo pasado se construyeron flautas de cristal, pero no tengo grabación de ninguna de ellas, así que pasaremos al sexto material, el metal.

Con bronce se fabrican trompetas, trompas, trombones, tubas y demás instrumentos de boquilla, que disfrutan muchísimo tocando juntos, pero también con metales se hacen tubos para sencillas flautas ♫ o para flautas mucho más complicadas, como la flauta travesera ♫. También se hacen de metal las lengüetas para los acordeones ♫ y muchos tubos de los gigantescos órganos ♫, sin olvidar algo muchísimo más diminuto, los pitos ♫.

Séptimo material: el barro. Con tierra y agua hacemos el barro y con el barro ocarinas ♫ y flautas de cerámica ♫.

Octavo material: el hueso. La primera flauta que se conoce, de hace 20.000 años, estaba hecha de hueso, como de hueso son los cuernos de antílope que usa la etnia Banda Linda para hacer su música ♫.

Tampoco habría que olvidar los pitos y “turutas” hechos con conchas y caracolas, pero pasaremos al noveno material, la calabaza. Nos viene de perlas para hacer los órganos de boca de oriente ♫ y esos curiosos instrumentos de encantar serpientes ♫.

Décimo material: la piel, las bolsas de aire de las gaitas ♫.

Undécimo material: la goma, los cláxones de los coches antiguos ♫.

Duodécimo material: el papel. Es la membrana que vibra en los kazoos o mirlitones ♫.

Por último os voy a mostrar algunos instrumentos de viento curiosos, como este vibrante, construido por mi querido amigo Leo. Su sonido viene por la vibración de un globo, como lo oís ♫. O estos instrumentos construidos por el grupo humorístico musical Les Luthiers. Ellos mismos los presentan ♫

Reclamos de patos y de aves, aquí los tengo aunque no los veáis. Los voy a hacer sonar a ver si viene alguno de estos animales ♫. O finalmente este organito portátil de manivela que hace hermosa música callejera, música de viento, por supuesto ♫. ¿Qué os parece si os conseguís algún instrumento de estos que hemos oído y os ponéis a tocarlo? ¿Os saldrá algún sonido? Hay que intentarlo ♫. Y ¿por qué no os hacéis alguno vosotros? Con un poco de imaginación y habilidad, precioso ♫.

Bueno, aquí os dejo, la próxima semana tendremos CANCIONES PARA TODOS.

© Fernando Palacios

Soplos y alientos - Fernando Palacios

01 Ago

02 – Descubre los Elementos

Programa radiofónico  nº 2 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

Un paso por el sonido, el silencio, el pulso, el ritmo, la melodía, la armonía, el contrapunto, la forma, la coherencia y el contenido. Con numerosos ejemplos sonoros 

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El sonido ♫, el silencio, el pulso ♫, el ritmo ♫, la melodía ♫, la armonía ♫, el contrapunto ♫, la forma ♫, la coherencia ♫, el contenido ♫.

Todos ellos son los ingredientes de la música. Son los ladrillos, el cemento, los pilares, las vigas, las tejas, las ventanas, la pintura, que sirven para construir la arquitectura del sonido. Puede faltar alguno de ellos, pero si faltan varios empieza a ser difícil que se produzca el fenómeno de la música, que no es más que eso: arquitectura sonora.

♫ Unas veces, la arquitectura sonora, o sea, la música, nos resulta cercana y habitual; otras, sin embargo, se vuelve enigmática y lejana, quizá por eso es tan difícil definirla; cada uno lo hace a su manera:

  • – Lo que escuchamos en la radio ¿no?
  • – La música es chunda-chunda
  • – Armonía, ritmo y melodía
  • – Yo creo que todo lo que se toca, todos los instrumentos dan música ¿no?
  • – La música… a mí la música me parece, pues muy bonita
  • – Son muchas notas juntas componiendo una sinfonía

♫ Hoy vamos a observar los componentes de los edificios del sonido. Descubriremos los elementos de la música ♫.

Los materiales del arte musical son el sonido y el silencio. El sonido puede producirse naturalmente, como lo origina  el viento, el mar, los animales… Os acordáis, el otro día, teníamos varios ejemplos de este tipo. O las personas, como esto que hago yo ahora, hablar, estoy emitiendo sonido, o también puedo cantar y emito de otra manera ♫. Pero también puede producirse artificialmente por medio de instrumentos, que los hay a millones ♫.

Claro, todos los sonidos no son iguales ni mucho menos. Eso se distingue fácilmente. Según de donde provienen suenan distintos. Por ejemplo, Santi, nuestro amigo Santi, toca el violín y le suena de esta manera… ♫ Salva, nuestro amigo Salva, el flautista, le suena de esta otra ♫ Yo toco un poquillo el piano y suena de una manera muy distinta ♫ Los tres hacemos más o menos lo mismo, pero el sonido tiene distinto color, distinto lustre. A eso le llamamos timbre, ♫ (“riiing”) ♫, pero no es ese timbre, es el timbre del sonido, es aquello por el que reconocemos de qué fuente vienen los sonidos. Es la clave de la diferencia de los sonidos.

♫ Ese es un sonido de viento de un instrumento con una vejiga, en fin, de una gaita. Incluso un mismo instrumento tiene distintos timbres, según el modo en que se toquen las notas, como por ejemplo este violonchelo ♫. Hay sonidos más claros, vibrados, más opacos, etc. Además por ejemplo, un violín barato malo no suena como un Stradivarius, que es un violín buenísimo. E incluso un violín bueno le sonará distinto a un principiante que por ejemplo a Itzhak Perlman, que le saca un timbre maravilloso♫.

Los sonidos también se definen por sus distintas alturas ♫. Dichas alturas sirven para hacer melodías y armonías. También se distinguen los sonidos por su intensidad, o sea, su potencia, que le agrega una tercera dimensión ♫.

En el polo opuesto al sonido está el ruido, aunque en el fondo son la misma cosa. La diferencia entre ambos está en que si lo que suena es deseable le podemos llamar sonido y si es indeseable, ruido. Por ejemplo, una tos o el crujido del envoltorio de un caramelo en un concierto es algo horroroso ♫. Pero también una música que en un momento dado puede molestar porque se está durmiendo, concentrado en una cosa o en una conversación, se convierte en un ruido desagradable automáticamente. Porque cada persona tiene una sensibilidad distinta hacia el ruido y el sonido. Schopenhauer, un filósofo del siglo XIX, venía a decir que las personas que puedan soportar más ruido son más insensibles a la música y al revés, naturalmente ♫.

El otro material del que se sirve la música es el silencio. El silencio es el lago donde flotan y se desplazan los sonidos. Si no hay silencio, es que hay ruido y donde hay ruido no puede manifestarse la música porque la obstruye, la aniquila, por lo tanto el ruido es el enemigo de la música, como se ha comprobado antes con la voz, con el caramelo y Mozart; por el contrario, el gran amigo, el silencio. Sin él no se puede percibir con claridad el sonido. Parece ser pues que la música y el silencio van íntimamente unidos ♫.

Los silencios inundan los espacios entre los sonidos. Los valoran y degustan, imprimen dramatismo ♫, serenidad ♫, melancolía ♫. El silencio es el elemento protector de la música, el que cuida de ella ♫.

♫ El pulso nos señala por una parte que hay vida, que hay dirección, pero por otra, que hay monotonía ♫. Al pulso, en música, se le llama también “metro” y no está nada mal puesto este nombre, porque mide espacios de tiempo. Es el que controla la velocidad de la música. A veces acelera ♫, otras retarda ♫; cuando necesita ir rapidísimo, puede llegar hasta 200 golpes por minuto ♫. O si le da la gana va a paso de tortuga, a 40 por minuto ♫. Es como la vida misma. A veces vamos deprisa, otras despacio, depende. En este caso depende de lo que mande la música ♫. Sobre este pulso voy a marcar más fuerte un pulso de cada dos ♫, ahora cada tres ♫, ahora cada cuatro ♫, etc. Sobre estas agrupaciones de dos, tres, cuatro y demás pulsos edificamos el ritmo .

La verdad es que no hay nada más difícil de definir que el ritmo y sin embargo lo distinguimos perfectamente donde se encuentre. En términos generales os puedo decir que tiene mucho que ver con la duración y ordenación de los golpes o notas. Para que exista ritmo tiene que haber además contraste. Los acentos, o sea, estas notas que marcamos más fuerte, son contrastes ♫. Si los acentos son fijos y regulares el resultado sigue siendo monótono, como una máquina ♫.

La palabra ritmo la solemos emplear para describir lo que no es exactamente regular. Llamamos ritmo a la sorpresa, a lo que baila, a lo que impulsa la música hacia adelante ♫. El ritmo está relacionado con nuestra fisiológica, con la acción, pues bien sabido es que casi todo lo que hacemos, desde respirar hasta andar o correr, son ritmos puros ♫.

La melodía sin embargo, entra a formar parte de nuestra vida afectiva, de la sensibilidad ♫. Esto lo dice el gran pedagogo Edgar Willems, quien además afirma que «la música es el arte del sonido, y no del ritmo, y por lo tanto el arte del canto y no del movimiento». La primacía de la melodía para él es pues evidente ♫.

Si ordenamos unos sonidos con una intención, la que sea, hemos hecho una melodía, mejor o peor, pero una melodía ♫. Dependerá de las alturas de los sonidos, de sus duraciones y naturalmente de la inspiración al combinar todo esto, el que nos salga más bonita o más fea, porque melodías podemos hacer con una sola nota ♫, con dos notas ♫, con tres notas ♫. La melodía es lo que más fácilmente se queda en la memoria, pues es la superficie de la música. Además, las más bellas tienen un poder misterioso sobre nosotros, un poder que sentimos pero que no podemos explicar. Parece mentira que una melodía que al fin y al cabo no es más que un sonido que sale de paseo, pueda arrebatar tantísimo ♫.

Colocad varios sonidos a la vez, hacedlos sonar: ahí tenéis una armonía ♫, ahí tenéis otra distinta ♫. Con más sonidos, más armonías ♫. Incluso fijaos bien, un sólo sonido puede servir para muchas armonías diferentes, según lo rodeemos de diferentes sonidos. Voy a hacer un ejemplo: cogemos este sonido ♫ Lo podemos cantar continuamente, y mientras tanto yo iré variando las armonías ♫.  Todas tienen a esa nota incluida. Todas van bien con ese sonido pero todas son diferentes ♫. Os podéis fijar que unos acordes consiguen una perfecta fusión y otros producen una cierta aspereza. A los primeros los llamamos consonantes y a los segundos disonantes ♫. La armonía nos viene estupendamente sobre todo para acompañar a la melodía. Le da profundidad a la música ♫.

(…) Imaginaos a varias personas hablando a la vez ¡no hay quien se entere de nada! (…) Sin embargo, cuando esto ocurre en música suena que da gloria oírlo ♫. A esto, a este diálogo simultáneo entre líneas melódicas lo llamamos contrapunto.

Los pigmeos son desde siempre unos maestros en esto del contrapunto. Un contrapunto sencillo y que todos conocéis es el canon. La cosa consiste en que uno canta la melodía; cuando está cantando se agrega otro cantando lo mismo pero claro, algo más tarde, imitando al anterior y queda bien, que es lo más gracioso. Al rato, entra otro y así, así, depende del canon. Los hay a dos voces, a tres a cuatro o a cinco, en fin, vamos a escuchar este pequeño ejemplo ♫

La esencia de la música es fluir, “nadie puede detener un río”, esto lo decía el compositor romántico Berlioz y qué razón tenía. Para poder escuchar cualquier música necesitamos forzosamente que pase el tiempo por ella, si no, no existe, porque la música es un arte que se desarrolla a través del tiempo, o lo que es igual, el tiempo se convierte en arte gracias a la música ♫.

Así como en un cuadro se ordenan los colores y las líneas en el espacio que tiene el lienzo, en una pieza musical se ordenan los sonidos y los silencios en el tiempo que dura ♫. Si habéis observado esta diminuta pieza una parte primera así ♫ otra central así ♫ y un final así ♫, el final era igual que el principio, ¿os habéis dado cuenta? Esto es algo que se da mucho en la música, se repiten las cosas, así al repetirse permanecen en nuestra memoria. Aquí tenemos otro ejemplo ♫. Gracias a que tenemos memoria podemos reconocer y recordar las cosas que ocurren en la música. Con la memoria nos damos cuenta de cómo se colocan los sonidos, de la forma de la música ♫.

Los compositores, los improvisadores, nosotros mismos, podemos ordenar los sonidos y los silencios según una forma clara, pero puede suceder que no conexionen bien entre ellos, que no tengan ninguna relación, que aquello no posea ningún sentido ni lógica. A eso le decimos que es incoherente, que no tiene coherencia, que el resultado no tiene coherencia. Escuchamos cómo entiende Salva con su flauta la incoherencia ♫. Miguel considera que esto que toca es completamente incoherente, es decir, que no es música ♫. Otras veces los sonidos y silencios ordenados según una forma musical, aunque sean muy distintos, incluso opuestos, se combinan a las mil maravillas, se encadenan con naturalidad. Eso es coherencia, unidad y sentido. Salva pasa a improvisar algo coherente ♫

Pero aún nos queda por observar un último elemento. De este casi no se puede hablar porque está más allá de la palabra. Lo único que me atrevo a decir es que podemos oír una música que tenga su sonido, su ritmo, su armonía, todo. Encima puede estar todo correctamente hecho y puede parecernos una patata frita, o sea, un horror ¿por qué? porque su contenido musical nos resulta falso, copiado o vulgar, zafio, hortera, poco imaginativo, etc. ♫. Le falta el elemento musical más importante: el contenido, la sustancia, lo que es café-café, es decir, le falla la música ♫.

Y antes de despedirnos os propongo lo siguiente. Mirad, os ponéis una música cualquiera, o si no la hacéis vosotros (con tal de que sea sencilla) e intentáis lo siguiente: distinguir todos sus elementos. Ya sabéis, qué sonidos tiene, instrumentos, los silencios, la pulsación, la melodía, todo eso ♫.

El próximo día tendremos otra cosa muy distinta. Haremos una especie de viaje en un túnel musical del tiempo que nos llevará hacia atrás desde esta época hasta el hombre primitivo. A toda velocidad y en media hora ♫.

¿Lo conseguiremos? La próxima semana la solución. Hasta entonces, adiós y adiós ♫.

© Fernando Palacios

Descubre los elementos - Fernando Palacios

01 Ago

00 Sonido y Oído – Guía didáctica

Programa radiofónico  “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Sonido y Oído – Guía didáctica: En este episodio se informa sobre algunas posibilidades didácticas de «Sonido y oído», así como las relaciones de los programas entre sí, y de posibles trabajos a realizar a posteriori.

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♫ Como se habrá podido comprobar, todos los programas de SONIDO Y OÍDO son diferentes. No  obedecen a un patrón establecido, pues quieren ver el hecho musical desde distintos ángulos. Lo único que tienen en común es que constan de: una introducción, la presentación, el desarrollo del tema y  una conclusión con breves propuestas de trabajo ♫.

Los programas no están ordenados siguiendo progresión alguna, ni tienen entre ellos continuidad; o sea, cada uno es una unidad didáctica. Por lo tanto pueden ser oídos aisladamente sin establecer relación con ningún otro.

♫ Por nuestra parte, en la serie de programas SONIDO Y OÍDO ha habido muy poco margen a la improvisación. Todo su contenido, palabra, tipo de expresión, selección musical, montaje… ha sido sometido a minucioso cálculo. Puede observarse fácilmente que hay programas con mucho texto, otros con más música, unos con muchos ejemplos sonoros cortos, y otros con pocos y algo más largos. Todo esto es porque, además de estar planificados como clases de media hora, no dejan de ser en ningún momento programas radiofónicos de entretenimiento dirigidos tanto a niños como a mayores, con o sin formación musical ♫.

No todos los programas tienen la misma dificultad de escucha. Hay algunos más difíciles de oír que otros. En ello influye, naturalmente, la materia de que se trata. Unas veces por dificultad propia del tema, como es el caso del ritmo o el silencio, y otras por la densidad de la información, como los programas dedicados a la sonata o a la repetición. En la mayoría de los casos se recomienda varias audiciones, más o menos espaciadas de un mismo programa, pues es posible que muchos conceptos y detalles musicales pasen desapercibidos en una primera escucha ♫.

Una gran parte de los programas, no todos, puede ser seguida con un buen aprovechamiento por niños de nueve años en adelante. Eso sí, si han sido suficientemente motivados y si en ellos se han creado previamente hábitos de atención. Con niños de más de once años, estos programas no deberían, en principio, presentar ningún problema para su comprensión. En edades superiores, pueden utilizarse como termómetro para medir su grado de permeabilidad a la música, de sensibilidad hacia los sonidos y de capacidad de atención con los oídos ♫.

Del mismo modo que SONIDO Y OÍDO se ha servido constantemente de fragmentos musicales troceados y ordenados a gusto, quien quiera utilizar para su trabajo docente esta serie queda con plena libertad para servirse de ella como considere oportuno, troceando, invirtiendo y ordenando las casetes a su antojo. Puede ser utilizada en la docencia de muy distintas maneras:

1) Como aportación sonora: su selección musical es prolija y enormemente amplia. Pueden encontrarse músicas de todos los continentes y épocas agrupadas de diferentes maneras. La intención ha sido ofrecer un buen panorama de la música de todo el mundo  ♫

2) Como aportación de ejemplos específicos: hay programas como Pulso y ritmo, Microbios y gigantes o Un  asunto de perspectiva, que contienen ejemplos especialmente realizados para ellos por flauta, fagot, cello, violín y piano. Dichos ejemplos son susceptibles de ser utilizados de distintas maneras  ♫.

3) Como fuente de inspiración temática: sus planteamientos pueden despertar en los oyentes iniciativas imprevistas. De la misma forma que se muestran audiciones musicales tomando como hilo conductor temas diversos, como fuego, la noche y el día, o el hombre del tiempo, cada profesor puede organizarse otras audiciones musicales con temas de su cosecha, más afines a sus necesidades y gustos  ♫.

4) Como esquema a desarrollar: la mayoría de estos programas están muy concentrados y admiten audiciones partidas, con comentarios intermedios e incluso desarrollos de cada uno de sus puntos y secciones. En este sentido creo que son de especial interés las introducciones de cada uno de los programas, pues son especialmente interesantes  para organizar actividades, comentarios y desarrollos  ♫.

 5) Como germen sonoro a ampliar: al estar hecha la selección musical a base de fragmentos muy cortos por razones de tiempo y ritmo radiofónico, se recomienda a quienes quieran utilizar estos programas en la preparación de clases que, sin ningún temor, amplíen con una selección musical propia los momentos que consideren oportunos  ♫.

6) Como pretexto y acicate: su simple audición debe desencadenar conversaciones, discusiones y coloquios sobre música y, sobre todo, puede incitar a componerla e interpretarla  ♫.

 7) Como inicio o colofón de actividades musicales: a partir de la escucha de un programa de la serie pueden planificarse trabajos y ejercicios derivados de él. Del mismo modo, cada programa sirve de colofón a actividades previas programadas bajo el mismo tema  ♫.

Para quienes se acerquen a SONIDO Y OÍDO con interés metodológico observarán que, dentro de un esquema muy general, se pueden agrupar los programas en siete apartados:

1. El que se refiere a instrumentos musicales, que son: 

2. Programas que tratan del fenómeno musical: asuntos de análisis o estética musical muy “sui géneris”.

 3.  Programas que hablan de percepción musical

4.  Los que están hechos basados en una selección musical siguiendo un hilo conductor

 5. Los cuentos musicales

6.  Programas que incitan a cantar y bailar

7.  Otros

Confío que estas 40 horas de material didáctico musical puedan ser de interés y aprovechamiento a los diferentes estamentos docentes que tienen su objetivo en la música.

© Fernando Palacios