25 Ago

El carnaval de los animales

ME LO PIDO

La inocente broma musical de Saint-Saëns es hoy considerada un modelo de ingenio (Fósiles), orquestación (Acuario), melodía (El cisne), humor (Gallinas, Tortugas, Canguros y Asnos) y gamberrada (Pianistas). Este Carnaval de los animales es un pozo sin fondo: lo escuchamos una y otra vez y nos siguen impresionando los fieros rugidos de su león, el “sprint” a tumba abierta ….. Leer más […]

25 Ago

El sol borracho

El sol borracho

El rincón de los niños – El cuento del Sol borracho – 02/02/14 (AUDIO)

La música compuesta por el alemán Tilo Medek para El sol borracho es muy clara y se disfruta fácilmente. Describe muy bien las diferentes escenas del cuento: la marcha del carro, la furia de los caballos, la alegría del sol, la tristeza de los búhos, el llanto de los niños, el tráfico de la plaza… La música y el cuento se unen perfectamente, es como una pequeña ópera en la que, en veZ de cantantes, hay un narrador. La orquesta suena con muchos timbres y colores, y hay instrumentos que se destacan e identifican con los personajes del cuento: la trompeta que toca Pablo, la flauta que suena en la oscuridad y al salir la luna, y los timbales y los clarinetes que describen los pensamientos del astrónomo. La composición contiene un variado abanico de ritmos.

25 Ago

Piccolo, Saxo y compañía

Fernando Palacios -Piccolo, Saxo y Cía

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La música que suena en este disco está compuesta expresamente para la pequeña historia de la gran orquesta que se cuenta. En ella se pueden escuchar todos los instrumentos de la orquesta por separado, reunidos en familias y todos juntos. Además, aparecen otros que no son los habituales en las orquestas sinfónicas, como los saxofones o la guitarra. Los instrumentos de cuerda tocan una especie de marcha, los saxofones con un ritmo muy parecido al del jazz, los instrumentos de viento-madera llegan con una música suave y algo misteriosa, la guitarra con sonidos que nos traen recuerdos de castillos con trovadores y juglares. Como si fuera un desfile, se presenta una potente fanfarria, que es la tarjeta de visita de los instrumentos de percusión y de viento-metal. Por último, el piano hace un típico solo de concierto y da paso a toda la orquesta en una brillantísima pieza final.

25 Ago

El pájaro de fuego

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Música de Igor Stravinsky
Texto de Carmen Santonja 
Narrado por Fernando Palacios 
Orquesta Filarmónica de Gran Canaria dirigida por Adrian Leaper 
Ilustraciones de Luis de Horna (1998) y Jesús Gabán (2002)

Esta música comienza de una forma siniestra, sigilosa y oscura, como anunciando que algo perverso amenaza: es la Introducción. La lluvia de sonidos de la brevísima Danza del Pájaro de Fuego nos espabila del trance anterior. En La Ronda de las Princesas hay un diálogo de melodías inolvidables entre el oboe, el clarinete y el fagot. Pero llega la bofetada: es la bárbara Danza infernal del Rey Katschei, donde la música se enloquece y grita a pleno pulmón. Al final, una especie de canto antiguo que se repite en forma de variación alcanzará un sobrecogedor colofón.

01-Cuento – Eran las ocho de la tarde de un día de primavera

02-Cuento – ¡Se echó a volar! – Danza del pájaro de fuego

03-Cuento – Variación del pájaro de fuego

04-Cuento – Ronda de las princesas

05-Cuento – Danza infernal del rey Katschei

06-Cuento – Canción de cuna

07-Cuento – Así permaneció un rato contemplando la luna

08-Cuento – Final – Nunca cuentes tu historia

09-Música – Introducción

10-Música – Danza del pájaro de fuego

11-Música – Variación del pájaro de fuego

12-Música – Ronda de las princesas

13-Música – Danza infernal del rey Katschei

14-Música – Canción de cuna

15-Música – Final

El pájaro de fuego - cuento

 


17 Ago

15) El carnaval de los animales

El carnaval de los animales

Cuento musical para niños y familias

. ¡Ha llegado el Carnaval! ¡Lo nunca visto, lo nunca oído!
. Dos pianos, grupo de cámara y narrador
. Música: Camille Saint-Saëns
. Texto: Fernando Palacios

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La inocente broma musical de Saint-Saëns es hoy considerada un modelo de ingenio (Fósiles), orquestación (Acuario), melodía (El cisne), humor (Gallinas, Tortugas, Canguros y Asnos) y gamberrada (Pianistas). Este Carnaval de los animales es un pozo sin fondo: lo escuchamos una y otra vez y nos siguen impresionando los fieros rugidos de su león, el “sprint” a tumba abierta de los pianistas-hemiones, los requiebros del contrabajo-elefante y los gorjeos veloces de la flauta-pájaro; también nos reímos con sus citas de otras músicas (de Berlioz, Rossini, Offenbach… y de él mismo); y, lo que es más importante, nunca nos cansa: eso es algo que sólo pasa con las obras maestras, y este modesto Carnaval, aunque parezca mentira, lo es. Sí, es hora de reconocerlo, con sus dimensiones reducidas y su tono poco serio es una obra mucho más original, con más imaginación y más desparpajo que otras obras grandiosas para orquesta que, injustamente, gozan de mayor veneración.

El Carnaval de los animales es una obra musical a la que, desde siempre, se le han añadido textos para ayudar a los niños a su comprensión. Sin embargo, en vez de utilizar textos pasados hemos querido para este disco-libro unos nuevos, que no sólo ambienten cada una de las piezas, sino que además expliquen con ejemplos algo de ellas. La responsabilidad de este trabajo ha recaído en Fernando Palacios.

16 Ago

3) Peer Gynt

Fernando Palacios - 3. Peer Gynt

Cuento musical para niños y familias

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. Uno de los clásicos cuentos, con participación del público
. Formación 4: Piano a 4 manos, cantante y narrador, con figuras troqueladas.
. Música: Grieg: Peer Gynt, Suites I y II
. Cuento: Carmen Santonja (basado en la obra de Ibsen)
. Propuesta didáctica: Fernando Palacios
. Intérpretes: Fco. Luís Santiago, Menchu Mendizábal y Virginia Prieto (sop.)
. Ediciones: Agruparte
. Aplicación para iPad

Este extraño personaje de Ibsen, astuto y charlatán, se entrega a las aventuras más arriesgadas, no por valiente, sino por inconsciente: si pasa por profeta es por la sarta de mentiras que suelta, si llega a ser considerado emperador es porque convence con su lengua viperina a los locos de un manicomio, si se hace millonario es porque embauca a la gente, si le sigue alguna chica es porque la rapta, si retorna a su tierra sano y salvo es porque le persigue la buena estrella.

Carmen Santonja se leyó detenidamente la obra de teatro, la resumió, le quitó cosas de aquí y de allá hasta dejarla reducida a este entretenido cuento, fiel a la esencia de la obra. De una obra para mayores ha pasado a ser un cuento para niños, del teatro representado ha pasado al «teatro de la voz».

La sencilla y genial música que Grieg escribió para acompañar la obra de teatro está integrada por piezas muy contrastadas, que describen los diferentes ambientes de la obra de teatro en la que se basa.

11 Ago

25 La rara inspiración de Fernández

Programa radiofónico  nº 25 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

Se cuenta la triste historia de un joven compositor con una extraña facultad: la de componer lo ya compuesto. Fernández sin él saberlo- es Prokofiev, Mahler, Brahms. Su vida transcurre entre músicas que compone, sin saber que años atrás fueron creadas por otros artistas.

Haz clic para acceder a 25-La-rara-inspiracion-Fernandez.pdf

♫ Fernández es un compositor contemporáneo de treinta y pocos años. Es un chico de hoy, inteligente, con cierta soltura, nervioso, despistado y algo atolondrado que se dedica a componer música. ¡Hay que ver, hay gente para todo! No por ello tiene aspecto de memo, ni mucho menos, aunque sí resulta algo ridículo para las gentes de bien. Va vestido al estilo de la arruga es bella, con chaqueta y pantalón claros y corbatita estrecha suelta, pero siempre algo descuidado. Usa gafas último grito con una patilla empalmada con celo ♫.

El apartamento donde vive Fernández es pequeño, es de esos que tiene la cocina junto a la sala de estar. Por una ventana que da a la calle siempre entra una tenue luz. En general, es un apartamento moderno, con detalles de decoración vanguardista, aunque está ligeramente abigarrado de cosas y un poco revuelto. Tiene platos sin fregar, muchos libros, partituras y discos por todas partes. También tiene botellas de ginebra tiradas por el suelo, vasos y ceniceros sucios. Eso sí, el sofá, las sillas, los muebles y las lámparas son de diseño moderno. La sala tiene, además, un equipo de alta fidelidad, un piano (de pared naturalmente) y una televisión frente al sofá  ♫.

Bien, ya os he contado quién es Fernández y cómo es la casa donde vive. ¿Queréis conocer la increíble historia de este joven? En estos momentos comienza ya esta narración fantástica titulada LA RARA INSPIRACIÓN DE FERNÁNDEZ ♫.

Todo comenzó aquella tarde. Fernández en su apartamento se encontraba alegre, cantarín y nervioso por terminar de guisar, pues tenía gran apetito. Ahí estaba batiendo los huevos en un plato para hacer espaguetis carbonara  ♫. El ritmo de batir, se fue transformando poco a poco en una marcha  ♫.

Fernández empezó a canturrear y tararear olvidando la cocina  ♫. Se acercó al piano, dejó el plato, sacó papel pautado de entre un montón de hojas polvorientas y se puso a escribir el ritmo  ♫. Tachó, volvió a escribir, comprobó en el piano, tarareó, dio un grito de alegría y, sin dejar de canturrear, cogió nuevamente el plato y batiendo los huevos volvió a la cocina  ♫. Poco a poco, tarareando, fue perfilando la melodía de la marcha. Dejó nuevamente el plato y se dirigió otra vez al piano y siguió escribiendo la música, cantándola cada vez más entusiasmado  ♫.

Fernández, por fin, compuso la pieza y entre medias se comió los espagueti. Se quedó un momento después pensando el título y escribió Marcha, y firmó con su nombre: Fernández. Se quitó el delantal, se puso la chaqueta, cogió la partitura y contento y feliz se fue a enseñársela a su novia. La obra que había compuesto era ésta  ♫.

Fernández salió a la calle: estaba exultante de alegría. Al pasar por una sala de conciertos vio un cartel que anunciaba un recital, y se detuvo a leerlo. ‘Hoy, a las 7:30, recital de piano’. ¡Mira que bien! Eran las 7:15, así que sacó una entrada, entró en la sala y se sentó en su butaca. La primera de las obras era la Marcha del Amor de las Tres Naranjas de Sergei Prokofiev. Se apagaron las luces, salió el pianista entre aplausos, Fernández sonriente, se acomodó bien, cerró los ojos, y se concentró. Comenzó el recital   ♫.

Su sonrisa se fue transformando en sorpresa. Abrió poco a poco los ojos y miró con odio al pianista. Abrió la partitura que acababa de escribir y comprobó. ¡Era increíble! ¡Milagroso! ¡Terrorífico! ¡La música que sonaba era exactamente igual a la que acababa de componer! No podía entenderlo  ♫. Igual, exactamente igual. Aquí pasaba algo. Llegó hasta tal punto su indignación que se levantó y se marchó. En la misma puerta de la sala rompió la partitura en pedazos y se fue completamente desconcertado  ♫.

No muy lejos de allí, un violinista callejero tocaba una bella melodía  ♫. Fernández, desolado todavía por la gran impresión sufrida, andaba a trancas y barrancas. Pasó de largo ante el violinista. Pero una vez que lo había sobrepasado, se detuvo. Frunció el ceño, se volvió hacia él y escuchó el tema musical. Hizo una pequeña muestra de asentimiento, se miró en los bolsillos, pero no llevaba ni una peseta, se lo había gastado todo en el concierto. Al rato empezó a tararear el tema del violinista  ♫.

¡Mmm! Le gustaba. De los bolsillos sólo consiguió sacar un papel y un bolígrafo y con ellos anotó el tema musical, cosa que realizó a toda velocidad y con gran interés. El violinista, sin dejar de tocar, le miró con mosqueo, ya que no le estaba echando ni una perra y encima le estaba copiando el tema. Incluso llegó a hacer un pequeño gesto señalando la funda del violín, a ver si echaba algo. Fernández tuvo que marcharse de allí a las prisas, con algo de sentimiento de culpa, pero bastante satisfecho con el hallazgo musical. Mientras iba a su casa, sacó el papel donde había anotado el tema, lo cantó entre risitas imitando el violín. ♫ Luego lo cantó como si lo tocara una trompeta ♫ Después, más sosegadamente como si lo interpretaran trompas y trombones ♫.

Fernández volvía a estar como al principio de esta historia: nervioso y contento. Rápidamente se dirigió a su casa. Entró en su habitación atolondradamente, cogió el piano, se sentó ante él, sacó papel pautado y escribió en el centro de la primera página Primera Sinfonía de Fernández. Y se puso a componer desaforadamente, en plenitud de fuerzas, contentísimo. Hacía gestos de dirigir su música. Se llevaba una mano a la cabeza, escribía, comprobaba con el piano, cerraba los ojos con gesto de inspiración, tachaba cosas. ¡Uy, aquello era un torbellino! Al cabo de un rato, Fernández había compuesto varias páginas de su primera sinfonía. Esa música sonaba así  ♫.

Se levantó satisfecho de su trabajo, cogió una cerveza del frigorífico, encendió la televisión y se sentó un rato a descansar y distraerse. En esos momentos comenzaba el programa Concierto y ponían la III Sinfonía de Gustav Mahler. Estupendo, dijo Fernández. A ver qué tal es esta sinfonía que no conozco. Salió el director entre aplausos y comenzó la música  ♫.

Nada más escuchar las primeras notas, Fernández dio un bote en el sofá. En un brusco movimiento, acercó la cabeza al televisor. ¡No se lo podía creer! Lo que sonaba era exactamente igual que lo que acababa de componer. Estaba atónito, paralizado. No podía reaccionar. ¡Dos veces! Con la boca abierta y los ojos desorbitados, escuchó concentrado e inmóvil ♫. Bruscamente se levantó, cogió la partitura, la abrió precipitadamente y siguió con el dedo las notas. Una a una, era todo exactamente igual. ¡Pero si esa música se la acababa de inventar él basándose en el tema del violinista callejero! ¿Cómo era posible que ya estuviera compuesta? Su estado era ya de enorme excitación. Se tapaba los oídos. No sabía qué hacer. Cogió la partitura, abrió la ventana y la tiró a la calle  ♫.

Ya sabía lo que iba a hacer: se suicidaría tirándose por la ventana. ¿Para qué iba a seguir viviendo si todo lo que hacía ya estaba hecho? Era un copión sin saberlo. ¡Horrible, lo peor que podía ser un compositor! Sacó una pierna por la ventana, miró hacia abajo y cuando ya estaba dispuesto a hacerlo… va y se estropea la televisión  ♫. Encima se quedó emitiendo un zumbido grave ♫  “¡Ahora que estaba a punto de acabar con mi vida acompañado de mi propia música! ¡Ni siquiera eso puedo hacer!” pensaba Fernández. Así que bajó de la ventana enfadadísimo, tocó los  botones de la televisión y le dio una patada como venganza. “¡Nada, pues sin música no merece la pena ni suicidarse!”, decía Fernández desesperado y abatido. Se sentó en el sofá con la cabeza entre las manos. Sólo se oía el grave zumbido de la televisión  ♫. La miró con odio, pero a la vez con cierto interés. Imitó la nota con la voz y se concentró en la nota mientras se preguntaba ¿Y si compongo algo triste sobre esta nota? ♫  Se levantó lentamente del sofá, bruscamente se dirigió al piano y sobre un papel escribió decidido: Un Requiem español de Fernández. Y se puso a componer. Pero no había hecho nada más que empezar, cuando le asaltó una nueva duda: ¿y si compongo otra vez algo que ya está compuesto?  Tomó una resolución. Se dirigió hacia un montón de partituras y cogió cuatro de ellas cuyos títulos eran los siguientes: Requiem de Mozart, Requiem de Verdi, Requiem de Fauré, Requiem de Victoria. Así no había ninguna duda, se estudiaría todo eso. Así que nada, volvió al piano ojeando las partituras y con cara de cierta satisfacción pero con algo de mosqueo, se puso a escribir la música  ♫.

Esta vez Fernández estaba más serio, más maduro. Componía sin el agobio de otras veces, aunque sin detenerse ni un sólo instante, claro. Como si estuvieran dictándole del más allá. Trabajaba en todos los lugares del apartamento: en el sofá, en la cocina, en el suelo con la partitura en el techo… En fin, su música la verdad es que era estupenda  ♫. Fernández no paraba. Oía unos cuantos golpes en una puerta vecina, y los incorporaba a su composición  ♫. Fernández seguía componiendo sin parar. Oía el sonido de una tubería cantarina, la tarareaba, y la metía en la partitura  ♫.  Fernández confrontaba de vez en cuando su música con la de los otros Requiem famosos. Comprobaba que sus ideas eran originales, y nuevamente seguía componiendo  ♫.

Así consiguió ponerle fin a su Requiem Español, después de días de intenso trabajo. Llevaba barba y grandes ojeras, su ropa estaba ajada, el apartamento era un poema; aquello era un desastre, no había nada en su sitio. Fernández, agotado, se levantó, reunió sus manuscritos y salió a la calle. Andaba con pasos vacilantes y cansados. Estaba como hipnotizado. Tenía que patentar su obra, registrarla para que nadie se la copiara, no podía ocurrir lo de las veces anteriores, naturalmente  ♫.

Por fin llegó al Registro de la Propiedad Intelectual. Fernández llamó a la ventanilla y cuando la abrió el empleado, sin mediar palabra, depositó en ella su gruesa partitura. El funcionario la recogió con desgana y se retiró a su mesa a observarla. Tarareó algunas melodías. Se quedó sorprendido. Hizo algunos gestos de asombro y cogió una gruesa partitura de la librería donde se leía con claridad Requiem Alemán de Johannes Brahms. Las comparó y comprobó que eran iguales. No entendía nada el pobre hombre. Pasó un montón de hojas y volvió a comparar. Exactamente iguales. Observó por la ventanilla a Fernández que andaba por el local hablándose solo y haciendo raras muecas. El funcionario dio muestras de comprenderlo todo por fin. El individuo al que observaba estaba completamente loco. Tomó rápidamente una determinación. Cogió con cuidado el teléfono y marcó el número del manicomio. Poco después aparecieron dos señores con bata blanca que se llevaron a Fernández. El pobre compositor les seguía con toda naturalidad, como si no les viera, ensimismado en su mundo. Los loqueros le dejaron en una celda y se fueron  ♫.

En veinte años no se supo nada de él. Fue sólo hace unos pocos meses, cuando un amigo del conservatorio que había sido compañero de Fernández precisamente, me contó esta historia que os he narrado. La historia de un músico que, sin saberlo él, componía música que ya estaba compuesta por otros músicos. Verdaderamente fascinante. Estuvimos investigando el paradero de Fernández hasta que dimos con él. Era un manicomio modesto y en una de sus habitaciones, allí estaba Fernández. Llevaba veinte años sin salir de allí y sin parar de componer música, naturalmente. Estaba más calvo y con el pelo muy largo. La pinta era de loco total. La pequeña celda estaba completamente llena de páginas manuscritas de música. Mientras mirábamos sus partituras, Fernández no dejaba de escribir. En realidad no se daba cuenta ni de estábamos allí. La primera de las músicas llevaba por título Los Cantores de Teruel de Fernández  ♫. Era música de Wagner pero sin dejar de ser de Fernández  ♫.  En otra partitura ponía: Preludio para órgano de Fernández  Era de Johann Sebastian Bach, pero también era de Fernández  ♫.  Se repetía la misma historia con Derivadas de Fernández, que era la misma música que Integrales de Varèse ♫. Y lo mismo con el Concierto para violoncelo y orquesta de Fernández, o de Haydn, nunca se sabe ♫.

Fernández continuaba componiendo. Precisamente mientras estábamos allí se le ocurrió un nuevo tema genial. Lo tarareó emocionado y entre risas. Era éste  ♫. ¡Increíble! Estaba componiendo la V Sinfonía de Beethoven  ♫.

En fin, allí dejamos a Fernández, frenético, sin parar de escribir y accionando las manos con gestos exagerados ♫.  A lo mejor Fernández no estaba loco, sino que hacía lo mismo que otros muchos compositores: inventaba música que ya se había inventado. Al fin y al cabo, otros hacen lo mismo y no los internan en un manicomio  ♫.

Así termina la historia de La rara inspiración de Fernández. Y también nuestro programa  ♫. El próximo día tendremos músicas que se suelen utilizar para asuntos muy diferentes. El espacio se titulará: HAY MÚSICAS PARA TODO  ♫.

Siempre en la compañía de Carlos Arévalo. Hasta entonces, adiós y adiós.

© Fernando Palacios