11 Ago

31 Sonidos en libertad

Programa radiofónico  nº 31 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991.

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¿Pueden ser los sonidos libres? Lennon, Kant, Hegel, Buda, Stravinsky, Cage, Schwitters, Orquesta de las nubes, Blackmusicina, Dylan, Waits, Richards, Barber, Jarrett y Vostell: gentes dispares que nos dan su opinión, siempre partiendo del movimiento futurista.

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♫  Marinetti, escritor italiano, fundó en 1909 un movimiento artístico llamado Futurismo. Los artistas futuristas querían romper con las formas tradicionales creando nuevos lenguajes artísticos. En la pintura proponían el movimiento, en la música, el arte de los ruidos y, en la poesía, las palabras en libertad  ♫.

Los pintores futuristas buscaron el movimiento dividiendo las figuras en fragmentos, señalando las líneas y con coloridas geometrías. Los músicos profetizaron los ruidos como materia musical, adelantándose a la música concreta e incluso a gran parte de la música de la actualidad. Los escritores suprimieron los adjetivos y la puntuación y utilizaron diferentes tipos de letras y una nueva ortografía que denominaron libre expresión  ♫.

El Movimiento Futurista dio un gran impulso desde Italia al arte del siglo XX, hasta tal punto que en estos últimos años se están volviendo a utilizar muchas de las denominaciones que tenían los futuristas a principio de siglo para definir su trabajo. Arte de los ruidos, palabras en libertad, libre expresión, son términos que hoy día se oyen en muchas bocas. Observemos dos casos. El Aula de Música de la Universidad Complutense de Madrid organizó a principios de los 80 unos interesantísimos Festivales de la libre expresión sonora, donde se presentaban artistas que presentaban músicas abiertas sin ningún tipo de limitaciones ni prohibiciones  ♫.

El segundo caso es el siguiente. Hace un año y medio aproximadamente en el programa Ars Sonora de esta misma emisora se emitieron cuatro programas titulados Los sonidos en libertad donde se escucharon obras musicales de nuestro siglo de una gran libertad de planteamientos que, además, estaban hechas por poetas y artistas plásticos, no por músicos  ♫. Como veis, Libre expresión sonora y Sonidos en libertad son títulos sacados de aquellos manifiestos futuristas de principio de siglo  ♫.

¿Qué piensan determinados artistas de hoy sobre su propia libertad a la hora de hacer música? ¿Qué nos cuentan sobre este asunto ciertos compositores de pop, rock y de jazz? ¿Qué nos dicen sobre la libre expresión algunos improvisadores de música? Lo vamos a oír inmediatamente en este programa que está confeccionado con las opiniones de pensadores y de artistas que se encuentran en esa situación de utilizar su libertad para hacer música. Hoy nuestro programa trata de eso, de SONIDOS EN LIBERTAD.  ♫

“Fundamentalmente amo la libertad, por eso soy un artista “.

Esto lo decía John Lennon, el magnífico compositor e intérprete de The Beatles.  Es algo que ya en el siglo XVIII contaba el gran filósofo alemán Immanuel Kant. Decía esto:

“El músico obra como si fuera libre, cree en su libertad y por eso mismo es y será libre.”  ♫

Otro filósofo alemán, algo posterior a Kant, llamado Hegel pasaba largas horas meditando sobre la música. Pensaba cosas de este tipo:

“La música tiene la misión de representar en toda su libertad las manifestaciones de la vida. La música nos gusta a todos no porque parezca natural, sino porque se hace naturalmente. La música se hace como un acto de libertad.”  ♫

En el siglo V antes de Cristo, vivió un sabio en Oriente llamado Buda. Oigamos una frase suya.

“Es dentro de ti donde debes procurar lo que es necesario para tu libertad. Cada hombre construye su propia prisión.”  ♫

Para que muchos artistas puedan trabajar con más intensidad, se suelen marcar sus propios límites. Stravinsky, ese gran compositor que muchas veces mencionamos, pensaba que cuanto más limitado, trabajado y vigilado se halla el arte, más libre es. Parece mentira, pero es así. Si todo está permitido, lo mejor y lo peor, si ninguna resistencia y desafío se ofrece, todo esfuerzo es inconcebible. No puede fundarse nada. Declaraba Stravinsky:

“Mi libertad consiste en mis movimientos dentro de un estrecho marco que yo mismo me he asignado para cada una de mis empresas; ella será tanto más grande y profunda cuanto más estrechamente limite mi campo de acción y me imponga más obstáculos.”  

Otra manera de observar la libertad de la música es la del octogenario compositor americano y gran pensador John Cage. Algunos de sus pensamientos son éstos:

“Como mi padre era inventor, yo pensé que me correspondía hacer descubrimientos musicales. 

“El compositor debe elaborar la situación para que los sonidos puedan ser  libres” 

“Busco una música donde los sonidos sean tan sólo sonidos. Mi música no expresa emociones” 

“Según un texto que he leído del Tíbet, debemos trabajar como si escribiéramos en el agua. Cuando se trabaja en el agua no queda nada, así que tenemos libertad para hacer lo que queramos porque el agua lo absorbe todo. Es una idea maravillosa”.

“Cuando no tengo música para escuchar, escucho el sonido del ambiente. Me gustan todos los ruidos”. 

Kurt Schwitters, un artista plástico y poeta alemán de principios de siglo, inventó la palabra merz a la que dio significado de muchas cosas. Era una palabra suya y hacía con ella lo que quería. Escuchemos lo que dice el propio Kurt Schwitters:

“Merz busca la liberación de todas las ataduras. Libertad no es desenfreno, sino el resultado de una severa disciplina artística. Mertz significa también tolerancia con respecto a cualquier limitación por motivos artísticos. Se le debe permitir a cualquier artista poder componer una obra o una imagen tal vez solamente a base de papel secante si él sabe conformarla.” 

En estos últimos años ha venido funcionando un grupo musical de tres componentes llamado La Orquesta de las nubes. Explican así su trabajo:

“Combinamos todas las experiencias musicales adquiridas: experimental, jazz, pop, barroco… con elementos de otras culturas: africanas asiáticas caribeñas… dándoles un tratamiento unificador y abierto. Quien vaya a escuchar un concierto de La Orquesta de las Nubes no puede llevar una sola ventana abierta. Tiene que abrir las puertas de par en par y dejar que todo entre y salga sin esfuerzo.” 

Un grupo español fantasma, de esos que no sabemos si existen o no existen, se ha puesto el nombre de una medicina. Se llaman Blacmusicina, antídoto contra la cultura de la sobredosis. Toda su filosofía musical viene escrita en forma de prospecto de farmacia. Os leo algunas cosas de él:

Descripción y acción: La blacmusicina es un compuesto de distintos agentes sonoros cuyo principio activo fundamental, la bluesina, se combina con otras sustancias como el vivopol, la freeformina, el afrocubanato y diversos extractos etnomusicológicos de efecto auditivo y corporal concomitante. Proporciona una rápida acción sobre los centros rítmicos del organismo, y facilita la percepción de intensidades variables.

Indicaciones: La blacmusicina está indicada en todos los síndromes de sobredosis sonora y más especialmente en los trastornos inducidos por el abuso de la popmusicina. En la úlcera de Decibelius, a los pocos días del tratamiento, el paciente recupera una moderada intuición del mezzoforte y en pocas semanas es capaz de mover las extremidades inferiores por efecto de, digamos, un blues de West Montgomery. Continuando las tomas llega a relamerse, el muy cochino, en los silencios erizados de Thelonious Monk. En la afección aguda de discotecosis con esclerosis timpánica irreversible, el paciente logra una moderada pero apreciable buena disposición hacia las volutas de humo que, barridas por el trajín casi culinario de las escobillas, se deshacen de feeling. 

Posología y administración: Puede tomarse en muy diversas dosis a horas tempestivas o temperaturas, en soledad o en compañía. En todos los casos, la automedicación es sumamente recomendable y la consulta al especialista raramente provechosa.  ♫

Contraindicaciones: No tiene. El preparado es perfectamente compatible con todo otro tratamiento sonoro y su efecto se ve positivamente reforzado por la administración simultánea de reaguerastafarina, flamencol, salsasaborine, electroacustone, romanticil, sambabrasiliato, etc. Los afectados de sobredosis aguda deben abstenerse temporalmente de popmusicina. Aún hoy, los afectados de cardiopatía han de espaciar prudentemente las tomas de baladas y blues de Billie Holiday, por si acaso.  ♫

Presentación: Se suministra en forma de jalea y de jaleo, en versión forte y piano, en conserva y en directo. La aplicación en directo, tópica, carnal y sudorosa, multiplica los efectos benéficos del preparado.  ♫

Puede y debe mantenerse al alcance de los niños 

Ya veis, son artistas del sonido con alto grado de libertad musical que buscan oyentes libres de prejuicios, que no tengan manías a ningún tipo de música. Oyentes que se salgan del bombardeo monótono de la música comercial. Oyentes que no dediquen su oído sólo a un estilo de música. O sea, oyentes buenos, que abran los oídos y escuchen.  ♫

Os voy a contar ahora algunas de las meditaciones sobre el acto de componer música de tres famosos compositores e intérpretes del mundo del pop-rock: Bob Dylan, Tom Waits, y Keith Richards. Nos hablan de la utilización de su libertad para explorar territorios desconocidos, para buscar un agujero por donde ver lo que se puede hacer, para oír la llamada de las canciones a la puerta.  ♫

 Bob Dylan nos dice esto:

“Componer es explorar un territorio desconocido, penetrar en una zona donde no hay nadie más, donde nunca nadie transitó. Ahí es preciso estar constantemente atento a los propios pasos. No te puedes desviar de rumbo. Debes equilibrarte en esa cuerda floja hasta el fin. Cualquiera es capaz de fantasear: niños, ancianos, todo el mundo tiene derecho a entrar en el terreno de sus fantasías. Mas la mayoría no pasa de eso, de simples imaginerías. Un creador va más allá del paseo de la imaginación y entra en un sueño.” 

Tom Waits se expresa así:

“Componer es buscar una abertura, una rendija, un pequeño agujero. De pronto, aparece una luz y consigues ver todo. Cuando compongo, la vida se convierte en un acuario. Algunas cosas flotan, otras no; algunas respiran y otras se ahogan; algunas parecen mejores, otras peores. Y en ese momento sé que estoy creando. Cuando la sala se llena de agua.” 

Keith Richards  nos explica esto:

“En el proceso de composición eres una especie de receptor. De cierta forma eres un médium. No creo que muchos sean capaces de decir que se sentaron y compusieron esa música, pues no saben de donde proviene realmente. Creo que las canciones golpean en nuestra puerta; solo debes oír la llamada y darles la oportunidad de existir. Todo es cuestión de saber recibirlas y captarlas, porque la mayoría de las canciones se escriben solas: es un proceso irreversible. Solo ayudas, vas detrás, pero no puedes controlar la música. Todo es cuestión de saber recibir, como un médium.” 

La improvisación produce un tipo de música donde se juega con la libertad de los sonidos. Hay improvisaciones donde hay mucha libertad y otras donde hay menos. De esto nos hablan dos músicos especialistas: el español Llorenç Barber, y el americano Keith Jarrett.  ♫

En las notas a los programas de los conciertos del grupo de música improvisada Taller de música mundana, Llorens Barber, su fundador, dice esto:

“Improvisar para nosotros consiste en no prohibirse nada, no excluir práctica musical alguna; por el contrario, servirse como método de entrenamiento colectivo, de: repeticiones, fusiones, variaciones, iniciativas, equivocaciones, acumulaciones y selecciones, respiraciones que den lugar a flujos y éxtasis que transformen lo existente en algo fresco. En esta habilidad encontramos la técnica básica y más difícil de dominar de la improvisación: cambios y repeticiones son las dos facetas articuladas de un mismo método que nos acerca a la auténtica improvisación. El resultado de nuestras sesiones de trabajo son producto de un “toma y daca” entre nosotros, de un diálogo”. ♫

Keith Jarrett es un famosísimo pianista actual que toca tanto obras de los clásicos como improvisaciones y piezas suyas. Las dos cosas le parecen igualmente interesantes, e igualmente distintas. Oigamos lo que dice:

“Para una obra clásica suelo prepararme del mismo modo que si fuera a interpretar mi propia música escrita. Si fuera para una improvisación, la preparación sería a la inversa. Cuando improvisas no sabes que lenguaje escogerás, o que forma musical va a surgir en esos momentos. No debes escuchar pianos o estar cerca de ellos por algún tiempo. Tiene que brotar cada vez un nuevo sonido, desde un comienzo casi primitivo. Siento que la improvisación musical es la manera más profunda de relacionarte con la realidad del momento presente. Es una forma de meditación; pero no creo que sea menos profundo trabajar sobre la música de otra persona, pues encontrar su profundidad es exactamente lo mismo: un encuentro con lo real. Los grandes compositores desarrollaron una relación muy fuerte con la improvisación espontánea y libre.”

Esto se va acabando, queridos amigos. Aprovecharemos de todos modos los últimos minutos para oír otras cosillas sobre SONIDOS EN LIBERTAD. Por ejemplo, Eduardo Polonio, compositor español, tiene una obra que se titula así: Flautas, voces, animales, pájaros, sierra, la fragua de protones, trompetas, frialdad con sangre, arpas judías, trompetillas, agua, agujero negro. ♫

El jardín de las delicias es una ópera del artista austríaco Wolf Vostell. El autor recomienda lo siguiente:

“Ruego a ustedes se imaginen El jardín de las delicias como una autopista de veinte carriles sobre la cual, en tráfico fluido, se producen simultáneamente veinte fenómenos óptico-acústicos. Se superponen, forman un diálogo y crean una polifonía de voces y ruidos junto a sonidos electrónicos.”

Edgar Gismonti, clarinetista brasileño, dice esto:

“Si tú crees que eres loco por hacer una música completamente loca, no te asustes. Un día serás lúcido.”

Amigos, ya habéis oído. La libertad de los sonidos, de las músicas, de los compositores y de los improvisadores da mucho de sí. Espero que os haya interesado.

Este programa se puede complementar con el nº 8 de nuestra serie, llamado IMPROVISAR Y CREAR, y con el 16 titulado ORDEN Y CAOS. Os podría venir bien darles un repasillo, ¿no? Bueno, en caso de que lo tengáis, claro.  ♫

El próximo programa tendrá como protagonista a un ardoroso personaje: EL FUEGO.  ♫

Estaremos también con Carlos Arévalo, nuestro técnico favorito.

♫ Hasta entonces, adiós y adiós

© Fernando Palacios

11 Ago

30 Golpear, raspar, arañar

Programa radiofónico  nº 30 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Golpear, raspar, arañar, frotar, chocar, sacudir, aporrear, percutir, rozar, estrujar, friccionar, restregar… Todo esto es lo que se hace con los instrumentos de percusión. Un recorrido por el planeta en busca de tambores, maracas y rascadores.

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♫ Así suenan los cencerros colgados a los cuellos de las vacas en Suiza ♫.

♫ Lo que viene ahora es el tema del 3º mov. de la 1º Sinfonía de Mahler, tocado con timbales y tambores afinados  ♫

Recibimos la música de una Danza de Birmania, interpretada por gongs, platillos y tambores 

Estas son pequeñas castañuelas que se tocan en el País Vasco

♫ Este músico está improvisando sobre un vibráfono, que es un instrumento de láminas metálicas afinadas.

♫ Del vibráfono a esta música africana hecha con sanzas, unos pequeñitos instrumentos hechos con lengüetas sujetas a unas cajas de madera.

♫ Todos estos instrumentos tan diferentes que hemos escuchado: los cencerros, timbales, tambores, gongs, platillos, castañuelas, vibráfonos y sansas, pertenecen a una familia de instrumentos musicales enormemente extensa y vistosa. Es: LA FAMILIA DE LA PERCUSIÓN  ♫.

Aparentemente los instrumentos que hemos oído no tienen mucho que ver entre sí. ¿En qué se parece un tambor a un cencerro, por ejemplo? ¿O un gran gong de esos de un par de metros a unas pequeñas castañuelas que se meten entre las manos y casi no se ven?. En principio no se parecen en nada, pero sí hay algo que unifica a esta variopinta familia, y es que todos los instrumentos suenan cuando son golpeados, frotados, raspados o sacudidos  ♫.

Llamamos PERCUSIÓN a todo el conjunto de instrumentos musicales que no pertenecen ni a la cuerda ni al viento. Así de fácil  ♫.

Hoy en nuestro programa vamos a estar rodeados de este tipo de instrumentos, por eso lo he titulado GOLPEAR, RASPAR, ARAÑAR, FROTAR, CHOCAR, SACUDIR, APORREAR, PERCUTIR, ROZAR, ESTRUJAR, FRICCIONAR…

El pájaro carpintero perfora la madera de los árboles con su pico percutiendo como si fuera un tambor  ♫.  Las cigüeñas hacen un curioso chasquido golpeando las partes superior e inferior de su pico ♫. Podríamos decir que tanto las cigüeñas como los pájaros carpintero son unos estupendos instrumentistas de percusión, pues hacen con sus picos ruidos parecidos a los que hacemos las personas con nuestro cuerpo o con nuestros instrumentos  ♫.

Si hacéis un esfuerzo de memoria, recordaréis que la percusión hecha con dedos, manos, pies, tacones y el resto de cuerpo apareció en nuestro programa nº 6: QUERAMOS O NO QUERAMOS, SIEMPRE SONAMOS.

Las músicas hechas a base de golpear y rozar botellas, vasos, tubos, menaje de cocina, tablas de lavar, bidones, palos, palitos y máquinas de escribir estuvieron presentes en nuestro programa nº 19: MÚSICA CON CUALQUIER COSA.

El piano es un instrumento de percusión; de él dimos cuenta en el programa nº 23: UNA CURIOSA HISTORIA: EL PIANO. 

Ha habido muchas clasificaciones distintas de todos los instrumentos de percusión. Hoy día la más normal es la que los divide en dos grandes grupos:

* MEMBRANÓFONOS, que son los instrumentos que tienen una o dos membranas muy tensadas que cuando se golpean o frotan, suenan. Es el caso de los tambores, panderos y zambombas .

* IDIÓFONOS, los instrumentos construidos con un material sonoro que vibra cuando se toca, ya sean de madera o de metal. Por ejemplo, las campanas, los platillos, los xilófonos y las maracas son idiófonos  ♫.

* Vamos ya con los MEMBRANÓFONOS, o sea, los instrumentos de membrana. Si tenemos un tubo, una vasija o cualquier cosa hueca y le ponemos una piel bien tirante que cubra el agujero, ya tenemos un tambor  ♫.

Hay tambores de todas las formas, colores y tamaños imaginables. Uno de los más grandes es el daiko japonés, que tiene forma de tonel de varios metros y se coloca sobre una torre golpeándose con dos grandes mazas  ♫.

Y uno de los más pequeños es el tamboril que acompaña al flaviol en las coblas catalanas. Es del tamaño de un puño y suena así:  ♫

Sólo de tambores podríamos hacer montones de programas de radio, porque por  todos los rincones del planeta hay tambores. Sin ir más lejos, compré en un mercadillo de León este tamborcillo de juguete  . Es sencillísimo: unos aros de madera cogidos con grapas, una piel de conejo por arriba y por abajo, y dos baquetas, o sea, dos palillos para golpear: un tamborcillo barato que da gloria oírlo ♫.

Pero no todos los tambores son así de sencillos, ¡qué va!. En Burundi, un país de África, construyen estos otros  ♫. Hacen unos huecos profundos a los troncos de los árboles y los cubren con una curtida y gruesa piel que sujetan con unos palos que están hincados al madero. Una vez construidos y pintados de vivos colores, se los colocan sobre sus cabezas y los golpean con dos fuertes palos mientras danzan.  Su sonido es impresionante  ♫.

♫ Esto que oímos ahora es una conga, el instrumento fundamental de todo el Caribe. No se toca con baquetas, sino con las manos  ♫.

♫ Los timbales, sin embargo, se tocan con dos palillos que tienen una bola de fieltro en su extremo ♫. Son instrumentos que se pueden afinar perfectamente y tienen gran importancia en la música sinfónica. Escúchalos en este momento de la Sinfonía Inextinguible del compositor Nielsen ♫. Los timbales casi se apoderan de toda la orquesta  ♫.

En la Sinfonía nº 5 del mismo compositor, hay un solo de caja, que es el tambor más conocido por todos nosotros, pues lo llevan las bandas, los desfiles y, naturalmente, las orquestas  ♫.

Además de los tambores, timbales, cajas, bongos y bombos, que conocéis perfectamente, están los panderos, dentro del grupo de los membranófonos. Los panderos se componen de un aro, una membrana y ¡ya está!. Claro que con esto pasa como con todo: puede haber panderos buenos y malos, bonitos y feos, sencillos y complicados. Seguramente el más hermoso y perfeccionado sea el irlandés. Se llama bodram y suena así  ♫. Se toca con una pequeña baqueta que golpea con los dos extremos, y con la otra mano tensa y destensa la membrana de piel, haciendo subir y bajar el sonido  ♫.

De los membranófonos pasamos al segundo grupo de percusión, los idiófonos, o sea, los demás. Por ejemplo, estos son instrumentos de metal percutidos con baquetas  ♫. Y esto que oímos, una orquesta de campanas de la China. También son instrumentos de metal e idiófonos  ♫. Este por el contrario es un instrumento láminas de madera de Thailandia, el ronad-ek  ♫ Y esto una marimba  ♫.

Hay instrumentos que no se golpean, sino que se raspan: son los rascadores. Siempre que haya una superficie rugosa podremos rascarla con un palito. Por ejemplo, aquí tengo un rodillo de amasar que tiene su superficie estriada; le paso por encima esta caña y suena así ♫. Naturalmente me viene de perlas para hacer ritmo ♫. Así suena un raspador en una auténtica cumbia ♫. Lo mismo ocurre frotando dos pequeñas conchas marinas ♫. El cambio de sonoridad  lo hago con las manos, dejando la resonancia más o menos hueca  ♫. Y esto son dos piñas piñoneras  .

También hay instrumentos de percusión que se sacuden, como las maracas. Los iberoamericanos son grandes maestros; fíjate como suenan en este pasaje venezolano  ♫.

Otros instrumentos de percusión del grupo de los idiófonos son los entrechocados, como los platillos, las castañuelas, las cucharillas o la caña rajada, que suena así  ♫.

También están los punteados, o sea, aquellos instrumentos que se componen de lengüetas que vibran cuando se pulsan con los dedos, como el arpa de boca, que también se llama guimbarda. Incluso hay conciertos para guimbarda y orquesta, como éste que estamos escuchando, que es de Albrechtberger  .

En fin, es un mundo apasionante éste de la percusión, por eso antes de despedirme os voy a dejar con la incógnita de varias preguntas muy sencillas, para que investiguéis la solución:

– La 1ª es ésta: ¿Qué instrumento es este que suena?  ♫

– ¿Qué instrumentos de percusión suenan aquí?  ♫

– ¿De qué país puede ser esta música?  ♫

– En el cuento musical PEDRO Y EL LOBO ¿qué instrumento imita los disparos de los cazadores?  ♫         

– Además de una voz hay otro instrumento ¿Qué es eso?  ♫

– ¿Es posible que esto sea simplemente un tubo de cartón con un globo en un extremo al que estoy pellizcando?  ♫

Se acabó. El próximo día tendremos un programa dedicado a los SONIDOS EN LIBERTAD. No os lo perdáis. Carlos Arévalo y yo os esperamos y ya os decimos adiós y adiós porque sino seguiríamos con los güiros, calimbas, cabaças, palos de agua, reco-recos, sonajeros, cascabeles, flexatrones, sistros, balafones, metalófonos, carracas, triángulos, carrillones…

© Fernando Palacios

11 Ago

29 – Sonido y Oído – Oímos, escuchamos, entendemos

Programa radiofónico  nº 29 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Oír, escuchar y entender son cosas diferentes. Este programa valora estas tres particularidades, partiendo de estos dos principios: 1) Aprender a escuchar es lo primero y principal en alguien que quiera acercarse a la música. 2) A escuchar se aprende escuchando.

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♫ ¿Habéis oído eso? ¿Lo habéis escuchado bien? ¿Qué era? ¿Os ha gustado? Seguramente vuestras respuestas serán muy distintas. Para empezar, una gran mayoría no lo habrá oído; son aquellos que tienen la radio apagada o la tienen sintonizada en otra emisora; es natural que sean muchos los que no han oído este curioso sonido. Otros lo han oído, pero no se han dado cuenta de él; estaban distraídos en otra cosa y les ha pasado desapercibido; sin embargo, tenían la radio puesta y sus oídos han recibido el sonido: ellos lo han oído pero no lo han escuchado. Otros lo han oído, lo han escuchado pero no lo han entendido: estaban atentos a la radio, han escuchado perfectamente el sonido, pero no saben qué tipo de sonido es, ni cómo se ha hecho, ni el instrumento o instrumentos que lo han producido; ellos lo han oído, lo han escuchado, pero no lo han entendido.  Por fin, una buena parte de los que han oído el sonido y lo han escuchado con atención se han dado cuenta de que era primero una campana grandísima o un gong y después un instrumento pequeñito de madera de sonido hueco con dos bolita que percutían y que yo tocaba con la mano. Algunos incluso podrán decir que era un trémolo precedido de una gran explosión. Exacto: han entendido toda la información sonora que recibían; han oído, han escuchado y han entendido. Es posible que estos oyentes tengan alguna experiencia sobre este tipo de sonidos. O, ¿quién sabe?, a lo mejor es que conocen los instrumentos.

♫ Oír, escuchar y entender, ya veis que son cosas diferentes. Si nuestro oído recibe un sonido: oímos; si ese sonido provoca una reacción en nosotros: escuchamos; si nos damos cuenta del significado de lo que escuchamos: entendemos.

♫ Otro ejemplo: supongamos que cerca de nosotros hay un francés hablando en su idioma; si yo estoy a lo mío, haciendo mis cosas, sin hacer caso a nada: oiré al francés pero no atenderé a lo que dice;  si, por la razón que sea me interesa el francés, lo escucharé; y si yo se hablar ese idioma lo entenderé.

♫ Cuando alguien hace un programa de radio es con la intención de que la gente lo oiga, lo escuche y lo entienda. A mí, naturalmente, me pasa lo mismo. Quiero que pongáis la radio, subáis el volumen para percibir bien mi voz y la música que pongo, quiero que prestéis atención, que escuchéis, o sea, que no estéis distraídos con otras cosas, y además intento explicar las cosas de la manera más fácil posible para que lo entendáis, no sólo para que paséis el rato escuchando. Por eso el programa de hoy va a tratar de OÍMOS, ESCUCHAMOS, ENTENDEMOS.

 ♫ Dice una antigua adivinanza: ¿Qué viene con un carruaje y se va con él, no le sirve de nada y sin embargo, el carruaje no puede moverse sin él? ♫ La respuesta es: el ruido que hace.

♫ El sonido tiene gran utilidad para nosotros y los animales. Muchas de las cosas que ocurren (cuando chocan dos objetos, cuando uno rueda, cuando el mueve el viento…) provocan sonidos. Esos sonidos penetran en nuestros oídos, los oímos y gracias a eso nos enteramos de lo que ocurre: el teléfono llama  ♫  el automóvil pita  ♫ el policía toca el silbato  ♫  Cada sonido lleva un mensaje claro. Aquí tenéis unos cuantos sonidos con mensaje:  ♫, ♫, ♫, ♫, ♫, ♫

Hace dos siglos se discutía mucho sobre lo siguiente: si cae un árbol en el bosque y no hay nadie que lo oiga ¿hay sonido? ♫. Bueno pues los filósofos decían que no, que el sonido era solamente una sensación de los oídos. No tenían en cuenta que sonido es tanto lo que sale de los objetos como lo que recibimos en el oído ♫. Se le llama sonido a  lo que despide la vibración de una campana que se ha golpeado y a la sensación que provoca en nuestro oído. Las dos cosas son sonido. En realidad son casi la misma cosa.

♫ Por cierto, ¿cuántas campanadas han sonado? ¿Tres, cuatro, cinco? ¿Estabais  oyendo o estabais escuchando? Bueno, bueno, sigamos. El sonido no sólo se transmite por el aire, también lo hace a través de muchos materiales. ¿Os acordáis de esas películas de indios cuando el explorador pone la oreja en el suelo y dice: – Vienen quince jinetes a galope. Están a unos dos kilómetros. A través de la tierra, a veces se pueden oír cosas mejor que a través del aire. Comprobad como se oye en una barandilla: si una persona golpea en un extremo, otra podrá oír perfectamente en el otro si junta una oreja a la barandilla. Y es que el sonido se mueve que es una barbaridad.

♫ En los ojos tenemos párpados, cuando queremos los cerramos o los abrimos. En los oídos no tenemos párpados; los oídos están siempre abiertos, expuestos a todo. Son nuestros centinelas que nunca descansan ♫. Cuando queremos aislarnos de un ruido desagradable no nos queda más remedio que taparnos los oídos con las manos, o con unos cascos, o con tapones.  Claro que entonces tampoco podemos oír algo que nos interese.

♫ ¿Este sonido qué es: una mosca, una mariposa, una abeja, un mosquito…? Exacto, un mosquito ♫. La sensibilidad del oído humano es increíble. Puede oír el zumbido de un mosquito que suena muy poquito, y también el despegue de un avión que suena muchísimo. El oído distingue lo que tocan los violines de lo que tocan las flautas. Es capaz de borrar el murmullo de las conversaciones de una fiesta y concentrarse sólo en una voz. Incluso durante el sueño, el oído funciona. ¿Cuántas veces nos dormimos con la tele puesta y nos despierta el suave zumbido de un despertador?. El oído diferencia perfectamente lo que deseamos de lo indeseable; filtra los sonidos y así nos permite concentrarnos en lo que deseamos escuchar ♫.

Lo que no pueden filtrar nuestros oídos son los ruidos desagradables que suenan junto a la música cuando estamos escuchando de verdad, “cuando escuchamos de verdad”, no cuando oímos así, de otras maneras. Un disco rallado impide que escuchemos con claridad: mezcla sonidos horribles con sonidos preciosos… en fin, el resultado es bastante molesto  ♫

En los conciertos de música clásica el público se pone en estado de escucha; está atento y concentrado exclusivamente en la música: una tos, una puerta, una butaca… distraen la atención, estropea la escucha  ♫. Para escuchar bien es necesario que haya silencio, así la música sonará sin perturbaciones  ♫.

Lo contrario a esto es la poca atención que se presta a la música en bares y disco-pub. Todo el mundo hablando en voz bien alta y la música de fondo también bastante alta. En este caso se oye pero no se escucha; da igual que suenen las voces o la cafetera, que interrumpan. Da lo mismo. Es una música que amuebla el local, como si fuera un espejo o un armario: es música para no escuchar, para oír simplemente  ♫.

La verdad es que eso de escuchar tiene mucha miga. No es tan fácil como parece. Sobre todo en nuestro país que lleva fama de ser uno de los que menos se escucha del mundo. Nuestras conversaciones suelen ser de hablar mucho y de escuchar poco. Parece que no interesa lo que nos cuentan, por eso entra por un oído y sale por otro, sin quedar nada dentro. Para que se quede dentro de nosotros algo de una conversación o de una música es necesario prestar atención, aguzar el oído, intentar que no se nos escape ni media. Este requisito es fundamental para poder disfrutar y pasarlo bien con la música. Oír sin escuchar es un aburrimiento. Escuchad esto un momento, a ver qué os parece; sólo me podréis dar vuestra opinión si lo escucháis  ♫.

¿Qué os ha parecido? ¿Os ha resultado difícil escuchar esta canción? ¿Os gustaría escucharla otra vez? Pues nada, vamos a por ella  ♫.

Los médicos, psiquiatras y confesores son especialistas en escuchar, pues sin saber lo que le pasa al paciente no le pueden decir nada. Los amantes de la música también son especialistas en escuchar: están atentos a los dibujos que hacen las melodías, a los cambios de ritmo, a los timbres de los instrumentos, intentan no perderse detalle, porque cuantas más cosas oyen, más les gusta, y por lo tanto más se emocionan y más felices son ¡Hombre!, a ver si a vosotros os emociona esto  ♫. A mí me emociona muchísimo.

De todo lo dicho hasta ahora podríamos sacar por lo menos dos conclusiones:

* Aprender a escuchar es lo primero y principal en alguien que quiere acercarse a la música. * A escuchar se aprende escuchando.

♫ Conforme más tiempo estemos escuchando, más cosas distinguiremos. Al final seremos capaces de diferenciar una orquesta buena de una regular, a un intérprete de otro, a un compositor de otro. No cabe duda de que escuchar cuesta su trabajo, pero compensa, porque entre otras cosas escuchar educa el oído y nos hace mejores.

♫ Escuchando, participando con todo nuestro ser en los sonidos, es como la música vive realmente en nosotros. La audición no debe ser sólo exterior. También debe ser interior; debemos intervenir activamente y no como simples receptores de sonidos. Escuchar es poner de nuestra parte, vencer la vaguería. Claro que cuando nos gusta una cosa lo hacemos de mil amores.

♫ Se ha repetido muchas veces que lo que dice la música no se puede explicar con palabras, solamente con la misma música. Es famosa la anécdota de aquella señora que preguntó a Beethoven qué quería decir con una obra que acababa de tocar al piano el gran compositor. Beethoven, con el genio que tenía, volvió al piano, la tocó otra vez entera y le contestó a la señora: Quiero decir exactamente esto que he tocado, ni más ni menos  ♫.

De todos modos sobre música se ha escrito muchísimo. Sobre vidas de compositores e intérpretes, sobre historia de la música, sobre lectura musical y técnica, sobre estética y formas musicales, y también sobre cómo se puede escuchar y dónde están las claves de su misterio. Es decir, hay muchos libros para entender mejor la música. Bien, pues os voy a resumir brevemente algunas ideas que he sacado de algunos de estos libros, para que os ayuden a entender el significado del arte de los sonidos.

♫ El famoso violinista Yehudi Menuhim en su libro La música del hombre dice:

Muchas veces me han preguntado después de un concierto qué significa para mí la música que interpreté. He tenido que idear una serie de frases muy sutiles para explicar lo que la música significa. La diferencia fundamental entre la música y el lenguaje hablado es que las palabras se refieren ante todo al mundo que nos rodea, a las cosas que vemos. La música, en cambio, se refiere especialmente a nuestro ser interior.

Gino Stefani tiene un libro titulado Comprender la música. En él nos dice esto:

Cualquiera que sea la forma en que nos comportemos frente a la música, nos apropiamos de ella, es como si nos la comiéramos. Cantando o silbando una canción bajo la ducha o en la cocina estamos repitiendo pero al mismo tiempo recreamos la canción. Muchos tienen experiencias de interpretación musical: algunos en el coro de la parroquia, otros en las vacaciones en la montaña alrededor del fuego durante la noche, en los scouts, en la banda o en la escuela. Hacer música es importante para entender la música. Se pueden descubrir nuevos sentidos y nuevas funciones, cambiar nuestro punto de vista. Como oyentes estamos atentos para descubrir signos, mensajes, sensaciones y significados. En cambio al interpretarla se entra en la técnica de la construcción musical, en el mundo de la obtención de sonidos y de efectos. De esta manera se llega a entender mejor cómo expresa la música un determinado sentimiento.

♫ El diccionario Oxford de la Música tiene un artículo titulado La memoria como base de  toda actividad musical, de gran interés. Viene a decir que:

La composición, la interpretación y el placer de la escucha de la música dependen de la memoria. El goce del oyente depende de su familiaridad con las melodías y los ritmos que recuerda.

♫ El director de orquesta Leoplod Stokowsky escribió un famoso libro hace 50 años llamado Música para todos nosotros. En el capítulo La mente y la música, dice esto:

Cuando escuchamos música nos puede llegar de maneras diferentes. Algunos gozan con la belleza del sonido; otros responden a la música con sus emociones; otros siguen el desarrollo de la forma musical, están atentos a todas sus fases: ¿qué instrumentos tocan la melodía principal? ¿cuál es la secundaria? ¿qué instrumentos tocan las armonías de fondo?  ¿cómo se relacionan los fragmentos sonoros?. Para estos oyentes la mejor manera de comprender la música es a través del cerebro, es decir, son oyentes intelectuales. Todos hemos de descubrir nuestra manera de escuchar la música, porque todos somos distintos.

Y colorín colorado OÍR, ESCUCHAR Y ENTENDER se ha acabado.

El próximo día más. Concretamente, el programa estará dedicado a los instrumentos de percusión, por eso se titulará: GOLPEAR, RASPAR, ARAÑAR

En los mandos estuvo el de siempre, Carlos Arévalo. Hasta entonces, adiós y adiós ♫

© Fernando Palacios

11 Ago

28 – Sonido y Oído – Música y Teatro

Programa radiofónico  nº 28 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

El teatro y la música tienen muchos puntos en común: se desarrollan en el tiempo; se escriben, leen y estudian; se interpretan; se hacen en edificios parecidos; y lo más importante: hay muchos espectáculos que se hacen con música y teatro.

Haz clic para acceder a 28-Musica-y-teatro.pdf

♫ ¿Sabéis lo que me ocurrió ayer? ¡Me tocó la lotería!. ¡Cómo lo oís! Lo que fue terrible es que había guardado el décimo premiado en el bolsillo de un chaleco precioso que tengo y cuando fui a cogerlo no estaba en casa. Mi madre lo había llevado a la tintorería. Casi me da un patatús. Al final hubo suerte porque mi hermano se lo puso para ir a una fiesta antes de que mi madre llevara toda la ropa a la tintorería. De esta manera pude recuperar el décimo. De todos modos lo pasamos fatal.

♫ Esta misma anécdota os la voy a contar ahora de otra manera.

Ayer me ocurrió el caso más curioso de mi vida. Estaba buscando mi chaleco y no lo encontraba. Le  pregunté a mi madre:

– Mamá, mamá ¿tú sabes dónde está mi chaleco?  Si, si, el chaleco, el único que tengo.

– En la tintorería, me contestó.

– ¿En la tintorería? ¿Has mirado en los bolsillos?

– No, yo  nunca miro, dijo.

– ¡Pues mira qué bien! Había un billete de lotería que me ha tocado.

¡Madre mía, qué berrinche! ¿Sabéis al final lo que pasó? Que entró por la puerta mi hermanito con el chaleco puesto, que lo había cogido para ir a una fiesta.

– ¡Oye Fernando!, me dijo, en este bolsillo hay un billete de lotería, no sé si sabes; tómalo no vaya a ser que esté premiado.

♫ Esto ha sido la misma historia contada de dos maneras distintas. La primera la he contado de forma narrativa, o sea, he referido lo ocurrido sin repetir palabras exactas ni imitar a los protagonistas. La segunda versión, sin embargo, era mucho más teatral; he revivido un poco los personajes, he actuado.

La primera forma era narrativa. La segunda, teatral. Esa era la diferencia. Puede decirse que todos hacemos teatro a diario: nos demos cuenta o no nos demos cuenta. Tendemos a representar lo que vemos y lo que oímos. Incluso a veces lo revivimos intensamente: entonces hacemos teatro. Claro que para eso es necesario que alguien nos haga caso. Por ejemplo, vosotros sois los espectadores, por eso os lo cuento, porque estáis escuchando. Ésta es la forma más elemental del teatro. Siempre que hay interés por lo que ocurre a nuestro alrededor y arte para mostrar lo más interesante, ¡hay teatro!

♫ Para relatar una historia o representarla se necesita algo de tiempo. Una anécdota se puede contar en un momento, en un plis-plás y se acaba. Pero para describir la vida de una persona, por ejemplo, se precisa de mucho más tiempo. A la música le pasa lo mismo. Una canción es breve, se acaba pronto, pero una sinfonía, donde hay partes diferentes, temas y desarrollados, dura mucho más

♫ El teatro y la música no sólo se parecen en que se desarrollan en el tiempo y en sus distintos tamaños, tienen otros puntos en común. Normalmente la música y el teatro se escriben, después se leen y se estudian, y más tarde se interpretan. Los autores se sirven de intérpretes para mostrar su arte a los espectadores. También hay músicas y teatros que se improvisan, e incluso que se transmiten de boca a boca.

 

♫ Los dos son espectáculos que se hacen en edificios especiales que se llaman teatros, donde hay escenario, patio de butacas, plateas, camerinos.

♫ Y lo más importante: hay muchos espectáculos que se hacen con música y teatro.  ♫ En fin, hoy nuestro programa se ocupa de la MÚSICA Y TEATRO.

♫ La historia que os he contado al principio de dos formas diferentes, ¿os acordáis? Bueno, pues no era cierta. ¡Qué más quisiera yo que me hubiera tocado la lotería! La verdad es que es un cuento que se inventó a principios de siglo Ramos Carrión y le puso música Chueca. Es una forma de teatro musical, o sea, una obra de teatro que también es una obra de música. Las dos cosas encajan perfectamente, porque el autor del texto se adaptó a las exigencias musicales y el compositor a las teatrales. El resultado: una obra humorística que pertenece al estilo que llamamos GÉNERO CHICO y se titula El chaleco blanco. Una maravilla.

♫ Las historias, historietas y acontecimientos se pueden narrar fríamente como lo hacen los noticiarios de la radio ♫. También se pueden narrar con acompañamiento musical ♫. Algunas historias se teatralizan sin música, como el teatro normal, el teatro clásico ♫. Otras historias se cantan ♫. Y por fin, se puede hacer todo junto: contar algo cantando, actuando, declamando, bailando, con escenografía, decorados y una música compuesta especialmente para cada momento.

♫ La música y el teatro se llevan muy bien entre sí, desde siempre, además. Aunque los dos viven perfectamente separados, también viven estupendamente juntos; seguramente porque la música tiene mucho de teatro y el teatro mucho de música. No hay más que ver un concierto de una orquesta sinfónica por ejemplo: todos los músicos vestidos para la representación, el director moviéndose en el podio, los espectadores en silencio ♫. O en un concierto de rock: los artistas vestidos de formas estrambóticas, las luces, el humo, los movimientos de todos… no cabe duda: hay mucho teatro en la música.

♫ En el teatro los actores a veces gritan, otras susurran, hay silencios de tensión, entonaciones diversas, ritmo… tampoco cabe duda: hay mucha música en el teatro.

♫ En la mayoría de las civilizaciones de la tierra ha habido, hay y habrá teatro musical. Además del mismo modo que hay gentes, formas de vida e historias de todos los tipos: hay teatros musicales para todos los gustos imaginables. En el Sur de la India, en Kerala hay un teatro bailado llamado Kathakali, es sólo de hombres y requiere una formación impresionante; empiezan a estudiar a los seis años. En este teatro el recitado, el mimo, la música y la danza son indisolubles ♫. En la China existe el espectáculo más antiguo que se conoce: la Ópera china. Es un espectáculo gigantesco que tiene de todo: circo, malabarismo, danza, máscaras, canto, escenas, trajes, orquesta y muchísimo maquillaje ♫. En Corea hay un teatro musical muy característico llamado P’ansori. Es completamente distinto a la ópera china. Éste dura por lo menos seis horas y sale un solo intérprete que lleva un abanico: representa una historia con el acompañamiento de un solo tambor ♫. En Japón hay dos tipos de teatro musical: el popular, llamado Kabuki, y el más clásico que se llama Noh. Este último es un drama lírico de origen muy antiguo.

♫ En África los ritos religiosos y las aventuras cantadas son formas de teatro que se transmiten de generación en generación. Se dice que cuando un anciano africano muere es como una biblioteca que se quema.

♫ En  Europa y en Norteamérica tenemos muchos géneros teatro-musicales diferentes. El Musical de Broadway o la conjunción de comedia, baile y canciones ♫. La Ópera rock, la música joven con guión teatral ♫. La Opereta vienesa: alta sociedad, nobleza, valses y finura ♫. El Singspiel alemán: entre los diálogos de la función, canción tras canción ♫. El Vodevil francés es un espectáculo de variedades, o sea, teatro con números de cualquier género ♫. Y la Zarzuela española, nuestro teatro lírico con partes habladas y partes cantadas.

♫ Hay otros muchos géneros que me dejo como el Music-hall, el Masque, la Tonadilla escénica, la Revista, la música escénica y otros muchos. Pero no importa demasiado porque: ¡Señoras  y  señores, niñas  y  niños, os presento el espectáculo rey del teatro musical: la Ópera!

♫ Alrededor de 1600 se estrenaron en unos palacios italianos unas fábulas con música que son consideradas las primeras de la historia occidental. Como este Orfeo de Monteverdi.

♫ Esto no quiere decir, ni mucho menos, que antes de 1600 no hubiera en Europa teatro musical. Los griegos y romanos utilizaban música en sus tragedias y comedias;  y en la Edad Media aparecieron los dramas litúrgicos, como este Misterio de Elche.

♫ Han pasado ya cuatro siglos desde la primera ópera. Desde entonces se han compuesto más de treinta mil, de las cuales cien son extraordinarias y se siguen representando.

♫ Hay óperas barrocas, clásicas, románticas, nacionalistas, contemporáneas. Hay óperas en todos los idiomas: en francés, en inglés, en alemán, en italiano, en ruso, en checo, en polaco. Hay óperas trágicas, dramáticas, gloriosas, cómicas… En fin, hay de todo: largas y cortas, amenas y pesadas, grandiosas y pequeñitas. Es un estilo de teatro musical que ha dado y está dando mucho de sí. Seguramente es la forma de arte escénico y musical más elevada de nuestra cultura.

♫ Para que una obra se ponga en marcha es necesario que un escritor y un músico trabajen durante mucho tiempo juntos, que un teatro de ópera estrene la obra, que un público pague una buena cantidad de dinero por la entrada y que le guste a todo el mundo, especialmente a la crítica de teatro y a la crítica musical, naturalmente. También es necesario que una orquesta sinfónica (de unos cien componentes), un coro (otros cien más o menos), un ballet (algunos menos pero por lo menos más de cincuenta), figurantes, tramoyistas, productores, regidores, carpinteros, decoradores, pintores, modistas, diseñadores, maquilladores, directores de escena, directores musicales, programadores… y por supuesto los cantantes, que en la mayoría de la veces son los que atraen al público a la ópera. Como veis, la ópera es el espectáculo más caro que hay.

♫ Hay otras muchas formas de relacionarse la música y el teatro muy distintas a la ópera. En estos breves momentos que quedan os voy a contar algunas. ♫ La obra Match de Mauricio Kagel es una competición entre dos violoncelistas. El árbitro es un timbal. Tom Johnson tiene un ópera titulada Ópera de cuatro notas; y como su título indica sólo se cantan cuatro notas de la escala. Luciano Berio escribió su Secuencia Quinta para Trombón solo: el trombonista además de tocar tiene que hacer gestos, hablar y hacer otras muchas cosas.

Los hapenings, performances y demás espectáculos multimedia que están en la mitad de distintas cosas, tienen como misión poner sobre el escenario los actos más insólitos: pianistas que comen bocadillos, flautistas que no tocan ni una sola nota, cantantes que actúan y no cantan. Algunas de estas acciones músico-teatrales irritan muchísimo al público, aunque siempre hay alguien que se interesa e incluso que se divierte.

Amigos, punto y final. Nuestro programa de música y teatro se acabó. El tema para la semana que viene es muy interesante. Será el siguiente:

¿OIMOS? ¿ESCUCHAMOS? ¿ENTENDEMOS?

En los magnetofones, compactos, platos, estuvo Carlos Arévalo.

Hasta entonces, adiós y adiós.

http://fernandopalacios.es/28-sonido-y-oido-musica-y-teatro/

© Fernando Palacios

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11 Ago

27 – Sonido y Oído – Somos repetición

Programa radiofónico  nº 27 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Nos pasamos la vida repitiendo. En la música ocurre de igual manera: nace, crece y muere repitiendo; es decir, la repetición es una necesidad de la música: estribillos, variaciones y ‘rondós’ no son más que la punta de un gran iceberg hecho de repeticiones.

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♫ Las estrellas, los planetas y los satélites, repiten constantemente sus movimientos. Llevan millones de años dando vueltas y repitiendo lo mismo, lo mismo. Dar vueltas es repetir. Todo lo que gira repite, pues pasa por el mismo sitio una y otra vez.

♫ Nuestro Sistema Solar es un claro ejemplo de repetición. La tierra gira alrededor del sol y le cuesta un año entero dar la vuelta completa, por eso tenemos primavera, verano, otoño e invierno. También da vueltas sobre si misma, y tarda un día entero. Gracias a eso tenemos días y noches, amaneceres y crepúsculos. Todos los días se repite la misma historia: amanece, llega la luz, anochece y llega la oscuridad. La luna hace otro tanto. Cumple su ciclo: otra repetición. Eso le permite mostrarnos sus fases: la luna llena, menguante, nueva, creciente… siempre igual. Y esto influye en las mareas: suben, bajan, vuelven a subir, vuelven a bajar, a subir, a bajar, a subir, a bajar.

♫ Todo lo que existe en el mundo repite. Las olas llegan a la playa una tras otra. Las flores salen las primaveras sin falta. Las gotas caen insistiendo sin cesar con su sonido. Las aves repiten los movimientos de sus alas para poder volar. Las hojas se repiten iguales en los árboles. Todo lo que existe, repite.

♫ Los seres humanos nos pasamos la vida repitiendo. El corazón: bum, bum, bum, bum. Respiramos mmm, mmm, mmm. Andamos: un, dos, un, dos, un, dos. Comemos y masticamos: la cuchara al plato, a la boca, al plato, a la boca. Pasamos las hojas de un libro: una, otra, otra. Repetimos siempre los mismos movimientos. Incluso las máquinas que fabricamos repiten siempre sonidos y movimientos. Todo esto es porque repetir es cómodo, facilita la vida.

♫ La repetición genera el ritmo. En este asunto ya me detuve en el programa Nº 7 dedicado al PULSO Y RITMO. No, no, hoy no es eso. El tema de hoy será ese fenómeno natural que impregna todo lo que existe, incluidos nosotros, no lo olvidemos. Al igual que somos todo  ritmo, también SOMOS REPETICIÓN.

♫ Observemos nuestra ropa con atención: botones que se repiten (1, 2, 3… todos igualitos), múltiples rayas (1, 2, 3, 4, cientos de rayas), dibujos iguales, colores. Pero además también hay arrugas (cruzamos el brazo y vemos que tenemos muchas arrugas), hay costuras, ondulaciones que cambian las formas y, desde luego, cambian la monotonía de las rayas y los dibujos. Por eso es importante tener siempre presente que, aunque las cosas repiten, también cambian. Por ejemplo, todos los días no son iguales, parece que sí, pero no son iguales. Unos dormimos mejor, otros trabajamos más, algunos son más divertidos, otros hacemos algo nuevo, esto es evidente. Las cosas se repiten pero no siempre de la misma forma. En los bolsillos tenemos alguna moneda igual, pero las podemos colocar de distintas maneras. Por eso decimos que dentro de la repetición hay variación y creación.

♫ Nosotros y nuestro entorno estamos formados no sólo por cosas que repiten, sino también por cosas que varían y por cosas nuevas. Cuando hablamos es porque queremos expresar una idea que puede ser nueva o puede ser vieja, o variación de otra que conocemos. Por ejemplo, saludamos por la mañana y decimos: ¡buenos días! ¿qué tal?. O sea, decimos lo de siempre, nada nuevo. Y a lo mejor nos contestan:  Parece que va a hacer buen tiempo, ¿verdad? Otra vez hablamos del tiempo, como todos los días. Al final nos despedimos: ¡Hasta luego, adiós!, como siempre. Quién sabe si entre el saludo y la despedida hemos hablado de algo nuevo; a veces si, a veces no. Algunas ocasiones decimos lo mismo pero con otras palabras. En vez de buenos días, decimos: ¿qué tal marcha tu cuerpo? por ejemplo. Otras veces ideamos nuevas expresiones, pero siempre tenemos palabras y frases hechas que en cualquier momento soltamos para salir del paso. Hay gente que dice mucho: Digo, dice, dice. Otros dicen mucho o sea, o sea. Repiten mucho la misma muletilla. Ya veis, la repetición es un acto de comodidad, para no pensar demasiado, repito.

 ♫ Si algo en nuestra vida se repite más de lo que debe acaba siendo una monserga, también llamada tabarra. Para este tipo de repetición tenemos muchas expresiones: la historia de siempre, la eterna canción, no me vengas con el mismo cuento, el pan nuestro de cada día, me agota siempre lo mismo, un día si y otro también, otra vez con la misma monserga, cada dos por tres, erre que erre, es como un papagallo, llegó hasta la saciedad, otra vez, otra que tal, que no se vuelva a repetir.

♫ Todo esto lo decimos de las repeticiones pesadas, de la insistencia excesiva. Recordemos que también solemos decir: en la variación está el gusto. Pero otras veces somos nosotros los que queremos repetir. Tomamos todos los días agua y pan y no nos cansamos, ¿por qué?, porque lo necesitamos. Deseamos repetir la compañía de ciertas personas, ¿por qué?, porque las queremos. Repetimos un plato bien cocinado, ¿por qué?, porque nos gusta. Pedimos que nos repitan una frase, ¿por qué?, porque no la hemos entendido. Queremos repetir un viaje para recordar tiempos pasados. También nos gusta ver como se repite una pequeña filigrana en un mantel, ¿por qué?, porque da armonía a la decoración. Al fin y al cabo, la repetición nos hace vivir.

♫ La repetición constante, sin parar, nos puede parecer monótona y pesada. Pero no siempre. En otros casos puede resultar embrujante y mágica. La repetición puede llegar a extasiarnos. Es lo más cercano al infinito.

♫ Seguro que habéis hecho alguna vez el juego de repetir una palabra sin parar. Al cabo del rato la palabra pierde su significado y pasa a ser algo distinto. Pongamos un ejemplo:

lunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunalunaluna… Luna ya no es el satélite de la tierra, ya no es el globo blanco que vemos por la noche, es otra cosa: es ritmo, es dirección, es casi casi infinito, es no sé qué: Lunalunalunalunalunalunaluna…

La repetición tiene mucho que ver con el humor. Hay cosas que sólo tienen gracia si se repiten mucho. Yo tengo un amigo, mi amigo Bola, que lleva veinte 20 años repitiendo las palabras melón, garrapollo y almorzar. Bien, después de cinco mil veces que lo habrá dicho, me encanta volvérselo a escuchar y me sigue haciendo muchísima gracia, precisamente porque lo dice mucho. Otras veces, sin embargo, las cosas pierden la gracia si se repiten. Un chiste nos hace reír la primera vez, la segunda bastante menos, la tercera mucho menos, y la cuarta seguramente no nos hace reír nada.

♫ La repetición está íntimamente relacionada con el adiestramiento físico y con la memoria. Para tocar un instrumento musical es necesario repetir muchas veces los ejercicios mecánicos con las manos. Para aprender ciertas lecciones de un libro hay que repetirlas para que se queden en la memoria.

♫ Los niños repiten lo que ven hacer a los mayores. Esto no sólo es una realidad, además es un principio pedagógico y psicológico. La repetición, en una equilibrada medida, es un procedimiento magnífico en la enseñanza.

♫ Aprendemos repitiendo, vivimos repitiendo. Repetir es la vida misma ♫.

Pasamos a la música. En la música nos vamos a encontrar con todos los casos de repetición que se dan en la vida, exactamente igual que lo que hemos visto hasta este momento en el programa. Vamos a repasarlo.

– Como en las olas, los corazones, la respiración y las gotas de agua, en la música hay pulsación  ♫.

– Como en nuestra ropa, como en las conversaciones normales, en la música hay cosas que se repiten, que se varían y que se parecen. En música también se pueden decir las mismas cosas con otras palabras. A eso le llamamos variaciones  ♫.

– Las monsergas de la vida, se dan igual en la música  ♫.

– Igual que no nos cansamos de comer ciertos guisos que nos gustan o de ver las caras de los amigos todos los días, hay músicas que podemos repetir hasta la saciedad  ♫.

– Así como pedimos que nos repitan algo para entenderlo bien, o recordarlo, también en la música se repiten las melodías y los ritmos para que los entendamos mejor  ♫.

– La repetición de palabras y movimientos puede provocar el éxtasis. En la música, mucho más  ♫.

– El humor también tiene cabida en la repetición musical  ♫.

Ya veis, la música, nace, crece y muere con la repetición. O dicho de otra manera, la repetición es una necesidad de la música  ♫.

La mayoría de nuestras músicas clásicas y populares son descendientes de las piezas de la antigüedad, como los himnos, las antífonas, responsorios, prosas, secuencias, virelais, y demás formas musicales. Todas ellas están hechas a base de repeticiones de distintos tipos: los estribillos, las variaciones, los rondós y otros muchos procedimientos de repetición se vienen practicando desde hace muchísimos años, desde siempre  ♫.

Cuando los compositores hacen una obra musical, tienen muy en cuenta que deben repetir algunas cosas para que se comprenda su música, para que el público no se despiste. Pero hay un problema, todos los oyentes no son iguales: los más inteligentes y sensibles necesitan menos repeticiones; los más ignorantes necesitan más. Cada compositor soluciona este asunto a su manera: unos repitiendo mucho, como Schubert o Chaikovsky y tantos otros. Y otros compositores repitiendo menos como Stockhausen o Boulez  ♫.

Cuantas más repeticiones tiene una música, menos esfuerzo necesita nuestra memoria para relacionar unas cosas con otras. Los oyentes que más aprecian lo nuevo más se cansan de la repetición  ♫.

Schönberg, un compositor importantísimo de principios de nuestro siglo, decía a sus alumnos: No escribáis aquello que pueda escribir un copista. Es decir, quería que su música y la de sus alumnos repitiera lo menos posible. El resultado: una música muy difícil de escuchar, precisamente por eso, porque no repetía casi nada  ♫.

Más tarde llegó el serialismo integral, un movimiento parecido al anterior pero llevado a sus máximas consecuencias. En el serialismo, la ley más importante era no repetir nada. La escucha de esta música es todavía más difícil  ♫.

Y como ocurre siempre, a esta música se le opuso otra que hacía lo contrario: la música repetitiva. Este tipo de música basa todo en la repetición  ♫.

De todos modos, aunque repitan las melodías, los motivos, las secciones, los movimientos, nosotros los oímos siempre de forma distinta. El paso del tiempo cambia la forma de escuchar las cosas, pero de esto hablaré dentro de dos semanas en un programa dedicado a OIR, ESCUCHAR Y COMPRENDER. Ahora os diré que nuestro espacio se acaba. Sólo me queda tiempo de contaros cuatro cosillas más  ♫.

Erik Satie compuso en 1892 una obra para piano llamada Vejaciones que consiste en una pieza brevísima que se repite 840 veces  ♫.

Juan del Vado compuso en el siglo XVII unos cánones donde se debe adivinar el lugar donde entran las voces repitiendo la misma melodía  ♫.

Ángel Arteaga compuso en 1958 una pequeña ópera titulada La mona de imitación. En ella, un personaje repite todo lo que hace otro. Al final muere por pelma  ♫.

Steve Reich compuso en 1957 una obra llamada Violín fase en la que dos violinistas tocan a la vez lo mismo, pero uno lo hace un poquito más lento, con lo cual se desfasan poco a poco  ♫.

Os sugiero que observéis a vuestro alrededor y busquéis cosas que repitan  ♫.

Escuchad cualquier música y haced lo mismo. Fijaos bien dónde se repiten las melodías, los fragmentos, los ritmos, los instrumentos. Os llevaréis muchas sorpresas  ♫.

Nuestro próximo programa tratará de las relaciones entre MÚSICA Y TEATRO  ♫.

Aquí a mi lado, estuvo el mago de la técnica, Carlos Arévalo.

♫ Hasta el próximo día, adiós y adiós, ¡Ah, por cierto! Ya que hemos estado con la repetición, este programa se repite los miércoles.

© Fernando Palacios

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11 Ago

26 – Sonido y Oído – Hay músicas para todo

Programa radiofónico  nº 26 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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(..) Desde que nacemos nos acompaña la música (…). Según vamos creciendo encontramos músicas adecuadas para cada edad. Hasta los cuentos infantiles pueden contarse con música. Vamos de excursión, más música al canto. Las fiestas, los bailes, las celebraciones no son nada sin la música. Nuestros primeros amores laten a este compás; en el servicio militar se desfila a ritmo de marcha, nos casamos y más música. También hay músicas para el trabajo y hasta en la muerte nos acompaña la música.

A los seres humanos siempre nos ha gustado rellenar todas las etapas de nuestra vida con músicas diferentes. Desde que nacemos hasta que morimos vamos pasando por distintos ritmos y melodías. También le ponemos música a las épocas del año, a las ceremonias, a los espectáculos, reuniones. Puede que a muchas personas les de igual, que no les importe la compañía de la música a través de su vida, pero a otros nos parece estupendo que haya músicas para todas las ocasiones. Por eso nuestro programa de hoy va a tratar de las músicas funcionales, osea, de las músicas que se utilizan para casos concretos, que acompañan las situaciones de la vida. Comprobaremos que hay músicas para todo.

Si los de la tribu Babinga de África salen a cazar, tocan esta música (…) Si los Dakota cortan un árbol con hachas canta así (…) Si los Bunun de Taiwan se disponen a beber tienen esta canción (…) Sin embargo, para que germine mejor el mijo cantan de esta manera (…) Cuando unos monjes de Turquía recitan el Corán le ponen esta melodía (…) pero cuando los mismos monjes bailan una danza muy antigua de dar vueltas tienen esta otra música (…) Podríamos seguir recorriendo el mundo y encontraríamos millones de músicas que se utilizan para muchas cosas diferentes, pero hoy sobre todo me voy a centrar en nuestra tradición europea. El año termina y comienza con las Navidades, tiempo de Villancicos. Las Navidades también es tiempo de cotillones, fiestas fin de año o juergas y delirios.

Si seguimos avanzando en el año llegamos a Carnavales. Según donde nos encontremos en los carnavales oiremos músicas distintas. Después del carnaval llega la Cuaresma y con la cuaresma la Semana Santa. Los ritos religiosos de la Semana Santa tienen música maravillosa. En la primavera con el buen tiempo se cantan canciones del campo. Llegan después las épocas de exámenes y las ceremonias de entrega de notas y diplomas. También hay música para eso.

Hablar de verano es hablar de vacaciones, de fiestas populares y verbenas al aire libre. Con el otoño vuelve el  estudio, el trabajo y las reuniones caseras y se cierra el ciclo otra vez con el invierno. No olvidemos que hay además cantos de vendimia, de cosecha, cantos de romería y un sinfín de actos, celebraciones y fiestas que se reparten en el calendario y que cada pueblo celebra a su manera.

Los himnos están presentes en todas las ceremonias oficiales. Son músicas que representan a los distintos países. Los actos de gran solemnidad suelen tener fanfarrias de inauguración. En los actos universitarios se canta el “Gaudeamus Igitur”. En las coronaciones de reyes el himno más solemne: el “veni creator spiritus”. Los peregrinos que van andando a Santiago de Compostela cantan desde hace miles de años el “Canto de Utrilla”, para vencer sus penalidades.

La música de las campanas es la llamada a la iglesia. Dentro del templo es el órgano quien pone con su majestuosidad el sonido a los ritos religiosos, aunque esto ocurre cada vez menos, no nos engañemos, pero es importante reivindicarlo.

(…) ésta es una llamada en los espectáculos taurinos. La música nos avisa de lo que va a ocurrir. Si la cosa va bien hay otro ritmo musical en los toros, el pasodoble. Cuando llega el circo a una ciudad se anuncia con postín. Y ya sabéis, dentro del circo hay músicas para cada momento: para los payasos, los malabaristas, los equilibristas, las fieras y para el desfile general.

La explosión de un cohete indica que las fiestas han comenzado. Pero todo tiene su final. El último día es para lamentarlo cantando (San Fermín).

Las campanas, las trompetas, los cohetes, nos sirven de aviso, de toque de atención. En la isla de la Gomera se sirven del silbido. Es una manera de entenderse por medio del sonido; es un lenguaje musical como el de los tambores africanos.

Los deportes también tienen sus músicas. Y el cine no digamos. Los programas de televisión también tienen sus sintonías que anuncian que el programa empieza. En la radio, evidentemente también ocurre. Una de las sintonías más famosas de esta emisora, radio dos clásica, es ésta (…) Nada más sonar la primera nota todos sabemos que empieza Jazz Internacional, en la santa casa de la radio, como dice nuestro querido amigo Paco Montés.

Observamos que todas estas músicas cumplen una función. Unas nos avisan, otras nos hacen marcar el paso, algunas ambientan y cumplen el protocolo. Sin embargo hay músicas que tienen una función muy particular. Son las que se utilizan para curar. Sí, sí, la música como medicina.

¿Os acordáis del cuento de El Flautista de Hamelín? Sí, sí, aquello del joven músico que limpió el pueblo de ratas y después de niños simplemente tocando la flauta. En este caso la música hipnotizaba todo el mundo que la oía.

Hay otros casos de música que hipnotiza, como Orfeo, que era capaz de amansar a las fieras con su canto; o las famosas sirenas que atraen con sus dulces voces a los marineros.

Los hechiceros africanos curan enfermedades con un tambor mágico que colocan sobre el estómago del paciente. Las picaduras de tarántula, las enfermedades nerviosas, la fiebre y otros muchos males se han curado tradicionalmente por músicos tocando arpas, liras, tambores, flautas y por supuesto cantando. Y es que la música no sólo afecta a la mente, sino también al cuerpo. Este es un principio de la Musicoterapia, una ciencia que cada vez se estudia más.

Con la música curativa se acaba este programa que estuvo dedicado a la música funcional. En el tintero se han quedado muchas músicas. Músicas de los monasterios, las compuestas para estudiar los instrumentos, las que apoyan las acciones dramáticas del cine y el teatro. La música de los bares, etc. Hay muchísimas músicas funcionales.

 

11 Ago

25 La rara inspiración de Fernández

Programa radiofónico  nº 25 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Se cuenta la triste historia de un joven compositor con una extraña facultad: la de componer lo ya compuesto. Fernández sin él saberlo- es Prokofiev, Mahler, Brahms. Su vida transcurre entre músicas que compone, sin saber que años atrás fueron creadas por otros artistas.

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♫ Fernández es un compositor contemporáneo de treinta y pocos años. Es un chico de hoy, inteligente, con cierta soltura, nervioso, despistado y algo atolondrado que se dedica a componer música. ¡Hay que ver, hay gente para todo! No por ello tiene aspecto de memo, ni mucho menos, aunque sí resulta algo ridículo para las gentes de bien. Va vestido al estilo de la arruga es bella, con chaqueta y pantalón claros y corbatita estrecha suelta, pero siempre algo descuidado. Usa gafas último grito con una patilla empalmada con celo ♫.

El apartamento donde vive Fernández es pequeño, es de esos que tiene la cocina junto a la sala de estar. Por una ventana que da a la calle siempre entra una tenue luz. En general, es un apartamento moderno, con detalles de decoración vanguardista, aunque está ligeramente abigarrado de cosas y un poco revuelto. Tiene platos sin fregar, muchos libros, partituras y discos por todas partes. También tiene botellas de ginebra tiradas por el suelo, vasos y ceniceros sucios. Eso sí, el sofá, las sillas, los muebles y las lámparas son de diseño moderno. La sala tiene, además, un equipo de alta fidelidad, un piano (de pared naturalmente) y una televisión frente al sofá  ♫.

Bien, ya os he contado quién es Fernández y cómo es la casa donde vive. ¿Queréis conocer la increíble historia de este joven? En estos momentos comienza ya esta narración fantástica titulada LA RARA INSPIRACIÓN DE FERNÁNDEZ ♫.

Todo comenzó aquella tarde. Fernández en su apartamento se encontraba alegre, cantarín y nervioso por terminar de guisar, pues tenía gran apetito. Ahí estaba batiendo los huevos en un plato para hacer espaguetis carbonara  ♫. El ritmo de batir, se fue transformando poco a poco en una marcha  ♫.

Fernández empezó a canturrear y tararear olvidando la cocina  ♫. Se acercó al piano, dejó el plato, sacó papel pautado de entre un montón de hojas polvorientas y se puso a escribir el ritmo  ♫. Tachó, volvió a escribir, comprobó en el piano, tarareó, dio un grito de alegría y, sin dejar de canturrear, cogió nuevamente el plato y batiendo los huevos volvió a la cocina  ♫. Poco a poco, tarareando, fue perfilando la melodía de la marcha. Dejó nuevamente el plato y se dirigió otra vez al piano y siguió escribiendo la música, cantándola cada vez más entusiasmado  ♫.

Fernández, por fin, compuso la pieza y entre medias se comió los espagueti. Se quedó un momento después pensando el título y escribió Marcha, y firmó con su nombre: Fernández. Se quitó el delantal, se puso la chaqueta, cogió la partitura y contento y feliz se fue a enseñársela a su novia. La obra que había compuesto era ésta  ♫.

Fernández salió a la calle: estaba exultante de alegría. Al pasar por una sala de conciertos vio un cartel que anunciaba un recital, y se detuvo a leerlo. ‘Hoy, a las 7:30, recital de piano’. ¡Mira que bien! Eran las 7:15, así que sacó una entrada, entró en la sala y se sentó en su butaca. La primera de las obras era la Marcha del Amor de las Tres Naranjas de Sergei Prokofiev. Se apagaron las luces, salió el pianista entre aplausos, Fernández sonriente, se acomodó bien, cerró los ojos, y se concentró. Comenzó el recital   ♫.

Su sonrisa se fue transformando en sorpresa. Abrió poco a poco los ojos y miró con odio al pianista. Abrió la partitura que acababa de escribir y comprobó. ¡Era increíble! ¡Milagroso! ¡Terrorífico! ¡La música que sonaba era exactamente igual a la que acababa de componer! No podía entenderlo  ♫. Igual, exactamente igual. Aquí pasaba algo. Llegó hasta tal punto su indignación que se levantó y se marchó. En la misma puerta de la sala rompió la partitura en pedazos y se fue completamente desconcertado  ♫.

No muy lejos de allí, un violinista callejero tocaba una bella melodía  ♫. Fernández, desolado todavía por la gran impresión sufrida, andaba a trancas y barrancas. Pasó de largo ante el violinista. Pero una vez que lo había sobrepasado, se detuvo. Frunció el ceño, se volvió hacia él y escuchó el tema musical. Hizo una pequeña muestra de asentimiento, se miró en los bolsillos, pero no llevaba ni una peseta, se lo había gastado todo en el concierto. Al rato empezó a tararear el tema del violinista  ♫.

¡Mmm! Le gustaba. De los bolsillos sólo consiguió sacar un papel y un bolígrafo y con ellos anotó el tema musical, cosa que realizó a toda velocidad y con gran interés. El violinista, sin dejar de tocar, le miró con mosqueo, ya que no le estaba echando ni una perra y encima le estaba copiando el tema. Incluso llegó a hacer un pequeño gesto señalando la funda del violín, a ver si echaba algo. Fernández tuvo que marcharse de allí a las prisas, con algo de sentimiento de culpa, pero bastante satisfecho con el hallazgo musical. Mientras iba a su casa, sacó el papel donde había anotado el tema, lo cantó entre risitas imitando el violín. ♫ Luego lo cantó como si lo tocara una trompeta ♫ Después, más sosegadamente como si lo interpretaran trompas y trombones ♫.

Fernández volvía a estar como al principio de esta historia: nervioso y contento. Rápidamente se dirigió a su casa. Entró en su habitación atolondradamente, cogió el piano, se sentó ante él, sacó papel pautado y escribió en el centro de la primera página Primera Sinfonía de Fernández. Y se puso a componer desaforadamente, en plenitud de fuerzas, contentísimo. Hacía gestos de dirigir su música. Se llevaba una mano a la cabeza, escribía, comprobaba con el piano, cerraba los ojos con gesto de inspiración, tachaba cosas. ¡Uy, aquello era un torbellino! Al cabo de un rato, Fernández había compuesto varias páginas de su primera sinfonía. Esa música sonaba así  ♫.

Se levantó satisfecho de su trabajo, cogió una cerveza del frigorífico, encendió la televisión y se sentó un rato a descansar y distraerse. En esos momentos comenzaba el programa Concierto y ponían la III Sinfonía de Gustav Mahler. Estupendo, dijo Fernández. A ver qué tal es esta sinfonía que no conozco. Salió el director entre aplausos y comenzó la música  ♫.

Nada más escuchar las primeras notas, Fernández dio un bote en el sofá. En un brusco movimiento, acercó la cabeza al televisor. ¡No se lo podía creer! Lo que sonaba era exactamente igual que lo que acababa de componer. Estaba atónito, paralizado. No podía reaccionar. ¡Dos veces! Con la boca abierta y los ojos desorbitados, escuchó concentrado e inmóvil ♫. Bruscamente se levantó, cogió la partitura, la abrió precipitadamente y siguió con el dedo las notas. Una a una, era todo exactamente igual. ¡Pero si esa música se la acababa de inventar él basándose en el tema del violinista callejero! ¿Cómo era posible que ya estuviera compuesta? Su estado era ya de enorme excitación. Se tapaba los oídos. No sabía qué hacer. Cogió la partitura, abrió la ventana y la tiró a la calle  ♫.

Ya sabía lo que iba a hacer: se suicidaría tirándose por la ventana. ¿Para qué iba a seguir viviendo si todo lo que hacía ya estaba hecho? Era un copión sin saberlo. ¡Horrible, lo peor que podía ser un compositor! Sacó una pierna por la ventana, miró hacia abajo y cuando ya estaba dispuesto a hacerlo… va y se estropea la televisión  ♫. Encima se quedó emitiendo un zumbido grave ♫  “¡Ahora que estaba a punto de acabar con mi vida acompañado de mi propia música! ¡Ni siquiera eso puedo hacer!” pensaba Fernández. Así que bajó de la ventana enfadadísimo, tocó los  botones de la televisión y le dio una patada como venganza. “¡Nada, pues sin música no merece la pena ni suicidarse!”, decía Fernández desesperado y abatido. Se sentó en el sofá con la cabeza entre las manos. Sólo se oía el grave zumbido de la televisión  ♫. La miró con odio, pero a la vez con cierto interés. Imitó la nota con la voz y se concentró en la nota mientras se preguntaba ¿Y si compongo algo triste sobre esta nota? ♫  Se levantó lentamente del sofá, bruscamente se dirigió al piano y sobre un papel escribió decidido: Un Requiem español de Fernández. Y se puso a componer. Pero no había hecho nada más que empezar, cuando le asaltó una nueva duda: ¿y si compongo otra vez algo que ya está compuesto?  Tomó una resolución. Se dirigió hacia un montón de partituras y cogió cuatro de ellas cuyos títulos eran los siguientes: Requiem de Mozart, Requiem de Verdi, Requiem de Fauré, Requiem de Victoria. Así no había ninguna duda, se estudiaría todo eso. Así que nada, volvió al piano ojeando las partituras y con cara de cierta satisfacción pero con algo de mosqueo, se puso a escribir la música  ♫.

Esta vez Fernández estaba más serio, más maduro. Componía sin el agobio de otras veces, aunque sin detenerse ni un sólo instante, claro. Como si estuvieran dictándole del más allá. Trabajaba en todos los lugares del apartamento: en el sofá, en la cocina, en el suelo con la partitura en el techo… En fin, su música la verdad es que era estupenda  ♫. Fernández no paraba. Oía unos cuantos golpes en una puerta vecina, y los incorporaba a su composición  ♫. Fernández seguía componiendo sin parar. Oía el sonido de una tubería cantarina, la tarareaba, y la metía en la partitura  ♫.  Fernández confrontaba de vez en cuando su música con la de los otros Requiem famosos. Comprobaba que sus ideas eran originales, y nuevamente seguía componiendo  ♫.

Así consiguió ponerle fin a su Requiem Español, después de días de intenso trabajo. Llevaba barba y grandes ojeras, su ropa estaba ajada, el apartamento era un poema; aquello era un desastre, no había nada en su sitio. Fernández, agotado, se levantó, reunió sus manuscritos y salió a la calle. Andaba con pasos vacilantes y cansados. Estaba como hipnotizado. Tenía que patentar su obra, registrarla para que nadie se la copiara, no podía ocurrir lo de las veces anteriores, naturalmente  ♫.

Por fin llegó al Registro de la Propiedad Intelectual. Fernández llamó a la ventanilla y cuando la abrió el empleado, sin mediar palabra, depositó en ella su gruesa partitura. El funcionario la recogió con desgana y se retiró a su mesa a observarla. Tarareó algunas melodías. Se quedó sorprendido. Hizo algunos gestos de asombro y cogió una gruesa partitura de la librería donde se leía con claridad Requiem Alemán de Johannes Brahms. Las comparó y comprobó que eran iguales. No entendía nada el pobre hombre. Pasó un montón de hojas y volvió a comparar. Exactamente iguales. Observó por la ventanilla a Fernández que andaba por el local hablándose solo y haciendo raras muecas. El funcionario dio muestras de comprenderlo todo por fin. El individuo al que observaba estaba completamente loco. Tomó rápidamente una determinación. Cogió con cuidado el teléfono y marcó el número del manicomio. Poco después aparecieron dos señores con bata blanca que se llevaron a Fernández. El pobre compositor les seguía con toda naturalidad, como si no les viera, ensimismado en su mundo. Los loqueros le dejaron en una celda y se fueron  ♫.

En veinte años no se supo nada de él. Fue sólo hace unos pocos meses, cuando un amigo del conservatorio que había sido compañero de Fernández precisamente, me contó esta historia que os he narrado. La historia de un músico que, sin saberlo él, componía música que ya estaba compuesta por otros músicos. Verdaderamente fascinante. Estuvimos investigando el paradero de Fernández hasta que dimos con él. Era un manicomio modesto y en una de sus habitaciones, allí estaba Fernández. Llevaba veinte años sin salir de allí y sin parar de componer música, naturalmente. Estaba más calvo y con el pelo muy largo. La pinta era de loco total. La pequeña celda estaba completamente llena de páginas manuscritas de música. Mientras mirábamos sus partituras, Fernández no dejaba de escribir. En realidad no se daba cuenta ni de estábamos allí. La primera de las músicas llevaba por título Los Cantores de Teruel de Fernández  ♫. Era música de Wagner pero sin dejar de ser de Fernández  ♫.  En otra partitura ponía: Preludio para órgano de Fernández  Era de Johann Sebastian Bach, pero también era de Fernández  ♫.  Se repetía la misma historia con Derivadas de Fernández, que era la misma música que Integrales de Varèse ♫. Y lo mismo con el Concierto para violoncelo y orquesta de Fernández, o de Haydn, nunca se sabe ♫.

Fernández continuaba componiendo. Precisamente mientras estábamos allí se le ocurrió un nuevo tema genial. Lo tarareó emocionado y entre risas. Era éste  ♫. ¡Increíble! Estaba componiendo la V Sinfonía de Beethoven  ♫.

En fin, allí dejamos a Fernández, frenético, sin parar de escribir y accionando las manos con gestos exagerados ♫.  A lo mejor Fernández no estaba loco, sino que hacía lo mismo que otros muchos compositores: inventaba música que ya se había inventado. Al fin y al cabo, otros hacen lo mismo y no los internan en un manicomio  ♫.

Así termina la historia de La rara inspiración de Fernández. Y también nuestro programa  ♫. El próximo día tendremos músicas que se suelen utilizar para asuntos muy diferentes. El espacio se titulará: HAY MÚSICAS PARA TODO  ♫.

Siempre en la compañía de Carlos Arévalo. Hasta entonces, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

11 Ago

24 El Silencio, el Rey

Programa radiofónico  nº 24 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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¿Cómo iba a tener música un programa dedicado al silencio? Este es uno de los programas más difíciles de escuchar, pues no tiene ninguna música de apoyo. Durante la media hora se comentan obras hechas con silencio, espectáculos de silencio, reinos del silencio, historias sobre el silencio.

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Cuando no hay ruido o sonido, a eso le llamamos silencio. Si decimos ‘un silencio profundo llenaba la casa’, eso significa que todos los rincones de esa casa estaban llenos de silencio, o sea, no se oía nada dentro de ella.

También decimos que alguien está en silencio cuando está callado, o no quiere hablar; como vosotros que estáis callados para oírme hablar a mí. Si pronunciáis una palabra, no oís lo que estoy diciendo.

Guardar silencio sobre algo es cuando no se quiere hablar de ello. Es guardar un secreto. Si decimos que alguien padece en silencio es que ni protesta ni se queja.

Imponer silencio es hacer callar, mandar que no haya ruido. Romper el silencio es volver a hablar o hacer ruido después de haber estado cierto tiempo callado.

Os voy a poner un ejemplo muy sencillo. Ahora en Radio 2 no hay silencio porque yo estoy haciendo ruido con la voz, o sea, estoy hablando. Pero si dejo de hacer ruido se impone el silencio. (…)

Y ahora rompo el silencio con mi voz. Por cierto, durante este rato en que yo he estado callado  ¿qué habéis hecho vosotros?, ¿habéis hecho algún ruido?, ¿habéis oído algún sonido?, ¿os acordáis de cuáles? Ahora os voy a pedir que estemos todos un rato en silencio. Si, ya se que es difícil, pero vamos a intentarlo. Durante este tiempo silencioso tenéis que escuchar atentamente todos los sonidos que haya a vuestro alrededor y después recordarlos. ¿Estáis preparados? ¿Seguro? Bueno, pues abramos la puerta del silencio y que pase. (…)

¿Cuántos sonidos diferentes habéis escuchado? Había sonidos de la calle, sonidos de algún vecino, sonidos de vuestra casa, sonidos de vosotros mismos. ¿Ha hecho algún ruido la radio? ¿Habéis oído mi respiración? Seguro que todos habéis oído algo durante este rato. Eso es porque el silencio es algo dificilísimo de conseguir. Siempre hay algún ruido dispuesto a romperlo. (…)

Cada vez es más difícil obtener silencio. Por todos lados hay ruidos de coches. Aparatos, casetes. Por eso, cada vez el silencio es más valioso. Hoy día sí que se puede decir aquello de que  ‘el silencio es oro’. O como hemos llamado a nuestro programa de hoy: EL SILENCIO: EL REY. (…)

El silencio se suele relacionar con la oscuridad, con la noche, con el color negro. Es porque la noche es más silenciosa que el día. La luz es sonido y la oscuridad silencio.

Pero también ocurre lo contrario. Una hoja de papel en blanco es como un silencio, no hay nada escrito. Un lienzo blanco no tiene pintura, también es como el silencio, como una partitura sin notas; luego el silencio también puede ser blanco. En realidad puede ser negro o blanco, según en qué ocasiones.

El silencio es también quietud, paz. Las cosas cuando se mueven hacen ruido, por lo tanto cuando están quietas, inmóviles, son imágenes del silencio.

El desierto, las superficies heladas, el vacío y la nada, siempre se relacionan con el silencio. Todo lo que tiene poca vida es silencioso. Lo más, la muerte: es silencio puro.

Como mejor leemos es en silencio, sin nada que perturbe nuestra concentración en la lectura. Por eso los libros son silenciosos, como los mimos, que hacen teatro sin decir ni una sola palabra, sólo con gestos. O el cine antiguo, aquél que no tenía sonido y se llamaba cine mudo. En esas películas se pueden ver actores que salen gritando y no se oye nada, pero se adivina el sonido por la expresión de su cara. Es un silencio a gritos.

En el cine hay películas que tienen en si título la palabra silencio, como por ejemplo ‘La ley del silencio’, ‘El silencio’, ‘Tiempo de silencio’, ‘Los gritos del silencio’, ‘El silencio de los corderos’. Todas ellas tratan el asunto del silencio de diferentes maneras.

Los dibujos, los cuadros, las fotografías y las esculturas van dirigidas a la vista y no al oído; por eso no suenan. Tienen una comunicación silenciosa. Aunque en el cuadro haya una catarata, o una moto o un camión, nosotros no oímos su sonido. Sin embargo nos lo podemos imaginar. Nos podemos imaginar perfectamente el sonido de una campana (…), el sonido de una voz que canta (…), o el sonido de un violín (…).

Hay personas que por un defecto en el oído no pueden escuchar nada. Los sordos son los que están en lo que se llama mundo del silencio. Como no se pueden comunicar con sonidos, lo hacen con señas. También se llama reino del silencio a las profundidades marinas. Los peces no gritan, por eso da tanta tranquilidad ver un acuario. Tranquilidad, eso es lo que necesitan los hospitales para que se curen los enfermos. En sus alrededores siempre hay carteles que dicen ¡silencio, por favor!

Hay lugares que si no tienen completo silencio, no se puede trabajar en ellos, como los estudios de grabación, los estudios de las emisoras de radio. Aquí, por ejemplo, donde estoy yo ahora, delante de mi hay una luz roja encendida que quiere decir silencio, están hablando. Si alguien entra en este estudio ahora, lo tendrá que hacer con sigilo, como si fuera un gato, para no hacer ningún ruido que te moleste a ti que estás escuchando el programa. La verdad es que aquí hay un estupendo silencio. Oíd un poco. (…)

No sólo en los estudios de radio hay buen silencio. En la provincia de León hay un valle que se llama ‘Valle del Silencio’ porque no hay ni río, ni pájaros, ni suele haber insectos. Además está apartado de la civilización y no se oye ni el ruido de coches, ni nada de eso. En realidad no se oye casi nada. Seguro que os gustaría un paseo por allí, oiríais vuestros pasos con perfecta nitidez: un paso, otro paso, un paso, otro paso, cloc, cloc, cloc, cloc, cloc, cloc…

En los monasterios suele haber claustros silenciosos, pero siempre hay alguna fuente o algún pájaro que rompe el silencio. Sin embargo, dentro de las pequeñas capillitas de los monasterios, allí sí que hay buen silencio. San Bruno fundó en el siglo XI la orden monástica de los cartujos. Estos monjes tienen voto de silencio, es decir, no hablan nunca. Antonio Muñoz Molina, un estupendo escritor de ahora, tiene un artículo periodístico llamado así: voto de silencio. En él cuenta lo siguiente:

“Conozco aventureros que no viajan para descubrir paisajes, sino para descubrir variedades más puras de silencio. Un amigo aficionado a la vela me cuenta que sólo cuando se ha alejado cuatro millas del puerto deja de oír el tráfico de la ciudad en que vive y de la carretera de la costa. Hablo con un espeleólogo y lo primero que le pregunto es qué se oye en una gruta a doscientos metros bajo tierra. Me contesta: caudales súbitos y ocultos de agua, gotas de agua solitarias y aritméticas que llevan milenios culminando una estalactita, silencio, el silencio más denso que ha podido percibir un oído humano, un silencio arcaico, fósil, aterrador algunas veces, que otorga una categoría de riada y de escándalo al flujo de la sangre en las sienes cuando el explorador ha apagado su lámpara y se queda quieto, cobijado en su saco de dormir y ya no sabe si en el mundo exterior es de día o de noche, ni recuerda otros sonidos que los de sus pasos y su respiración”.

Hay unas habitaciones construidas especialmente para el silencio: son las cámaras anecoicas. Tienen unos muros de dos metros de hormigón. Para entrar hay que pasar por varias puertas, todas gordas. Las paredes, el techo, el suelo, las puertas, todo está recubierto de una especie de esponja que absorbe cualquier ruido. Hace cuarenta años entró en una de estas cámaras silenciosas un compositor americano llamado John Cage. Cuando llevaba un rato dentro de ella empezó a oír dos sonidos distintos. Al salir le dijo al técnico: -Esta cámara está mal porque se oyen dos sonidos. El técnico le contestó: – ¡dígame cómo son!. John Cage le dijo que uno de los sonidos era alto y otro un poco más bajo. El técnico le dijo que el alto era su sistema nervioso funcionando, y el bajo la sangre circulando por las venas. Así descubrió el compositor que todos nosotros, todos los seres humanos, producimos siempre dos sonidos sin querer. Por lo tanto, el silencio absoluto no existe. Siempre hay algo que suena, y, si no, sonamos nosotros mismos. (…) Un tiempo después de la experiencia de la habitación del silencio, John Cage compuso una obra que se tituló 4’33’’. Esta pieza consiste simplemente en cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. Ni más ni menos. Los músicos que interpretan esta pieza tienen que estar 4’33’’ en silencio. Es una obra musical que podéis interpretar cuando queráis. No es necesario ni siquiera saber tocar un instrumento.

Yoko Ono, una artista japonesa que pasó a la fama por casarse con el músico de los Beatles John Lennon, tiene varios espectáculos que se basan en el silencio. Uno de ellos se titula ‘Cerillas’. Es así: la sala está a oscuras, cada espectador recibe al entrar una cerilla que puede encender cuando quiera ver lo que ocurre en el escenario. Otra obra de Yoko Ono se titula ‘Pieza de bicicleta para orquesta’. En ella, cien actores pedalean silenciosamente sobre bicicletas. Otra obra, llamada ‘Despertador’, consiste en esperar en silencio a que suene la alarma de un despertador instalado en el centro del escenario. ¿Os imagináis? Tic, tac, tic, tac… así durante mucho rato y sin saber cuándo ¡riiinnnnggg! Un ring tremendo. En fin, éstas son obras de Yoko Ono.

El compositor György Ligeti fue invitado en una ocasión a dar una conferencia sobre el futuro de la música. Ligeti se sentó en su mesa de conferenciante y se mantuvo en silencio durante los ocho minutos que duró su actuación. El público reaccionó haciendo todo tipo de ruidos, gritos, insultos, hasta que expulsaron al conferenciante de la sala. Todos los ruidos que hicieron los oyentes era una creación sonora del compositor. Ligeti se fue muy satisfecho.

Como veis, hay muchos casos de obras musicales que se basan en el silencio. Os mencionaré un par de casos más. George Bredit, tiene un cuarteto de cuerda que consiste en lo siguiente: salen los cuatro músicos, suben al escenario, se dan la mano, saludan al público y desaparecen.

Nam Yune Paik compuso otra obra titulada ‘Una para violín solo’ en la cual el violinista levanta en silencio y con mucho esfuerzo un violín por el mango y en el momento culminante lo estrella con todas sus fuerzas contra una mesa. Éstas son obras que se sirven del silencio para crear una gran tensión. Porque no hay que olvidar que, sobre todo, el silencio tensa el ambiente o lo relaja, según en que situación nos encontremos.

Los escritores y poetas se preocupan mucho del silencio. La razón ya os la contaba antes cada vez escasea más. El famoso escritor Arthur Clark tiene un precioso cuento titulado ‘Silencio, por favor’ en el que cuenta la historia de un joven científico que inventó una máquina a la que llamó ‘Silenciador Fenton’. Era una máquina capaz de anular los ruidos de su alrededor, y dejar toda la estancia en silencio. El joven Fenton se llevó su máquina a la ópera y se la enchufó a una soprano cuando estaba cantando un aria. De repente se produjo un increíble silencio. Nadie oía a la soprano que abría la boca. Cantaba con todas sus fuerzas pero no se oía nada. El público no se lo podía creer. Al final, la máquina acumuló tanta energía que explotó, y claro, mató a su inventor, por eso seguimos sin tener ninguna máquina que imponga el silencio.

Hay otras muchas narraciones, cuentos y poesías que nos hablan del silencio. En realidad es uno de los temas favoritos de los artistas. Recuerdo una historia de un señor que coleccionaba silencios musicales: cada vez que le gustaba un silencio dentro de una música lo grababa en una casete. Grababa sólo el silencio. Al cabo de los años de coleccionar silencios tenía muchísimos. Silencios de Schubert, de Beethoven, de Brahms, de Bruckner, de Webern, de Falla. Cuando este extraño coleccionista estaba tranquilo en su casa, se ponía todos los silencios, uno tras otro y era feliz. ¿Os imagináis coleccionar los más bellos silencios de la música? Que conste que yo también los colecciono. Y además os invito a que lo hagáis vosotros. Es una colección preciosa. Cuando escuchéis un silencio que os guste, ¡pumba!, lo grabáis, lo archiváis en vuestra colección. Algún día nos podríamos intercambiar los silencios repes para completar los que nos faltan, en fin, como si fuera una colección de cromos.

También recuerdo aquel vagabundo que, cuando estaba en el bosque y había tormenta, sacaba una flauta que tocaba solo silencios: en la mitad del ruido de la tormenta se oía una divina melodía de silencios. O también recuerdo aquellas sirenas que atraían a los marineros pero no porque cantaran, sino por sus atractivos silencios.

Pero todavía más emocionante que estas historias es cuando asistimos a manifestaciones y espectáculos de silencio. Pocas cosas hay en la vida más impresionantes que ver pasar por las estrechas y recogidas calles de Sevilla a la ‘Procesión del Silencio’. Miles de personas con hábitos negros, cada una con un gran cirio, van desfilando pausadamente en un silencio sepulcral. Se oyen solamente los pasos descalzos: cloc, cloc… como aquellos del ‘Valle del Silencio’… cloc, cloc. Silencio impresionante es también cuando, antes de empezar un espectáculo o un concierto, todo el mundo se levanta del asiento y guarda un minuto de silencio por la muerte de una persona conocida. O esas manifestaciones silenciosas. Miles, casi millones de personas sin decir ‘esta boca es mía’.

En muchos espectáculos el silencio del público es fundamental. En el teatro, porque si no, no se oye a los actores. En el tenis, porque el ruido desconcentra a los deportistas. En los toros porque se juega la vida el torero y necesita concentración y silencio. Y en los conciertos porque sobre todo la música requiere silencio para, a partir de él, edificar arquitecturas de sonido.

El día de Viernes Santo, a las doce de la mañana, en un pueblecito de Teruel llamado Calanda, se reúnen unos cinco mil tambores y bombos en la plaza. Todos están en completo silencio, vestidos de morado. Dan las doce campanadas y, cuando da la última, todos a la vez se ponen a tocar juntos. Se mueven las paredes de las casas y el suelo. A esto le llaman ‘la rompida del silencio’.

Ahora os voy a leer un anuncio de aire acondicionado que recorté de un periódico este año pasado. Dice así:

“Aire acondicionado Bon Air. La ley del silencio. En Bon Air hay algo que tenemos como ley, para el verdadero confort el silencio es básico, tanto como una atmósfera totalmente sana y limpia, a una temperatura y grado de humedad ideales y constantes. Todo esto es lo que le ofrece la nueva serie Europa de aire acondicionado Bon Air. Con lo último en diseño y tecnología. Serie Europa, una serie líder para los líderes del confort. Bon Air, la ley del silencio”.

También tengo anuncios de equipos de Alta Fidelidad. Por ejemplo, éste:

“La más alta tecnología del sonido en Alta Fidelidad sólo se puede demostrar de una manera: con el silencio. Porque sólo cuando se puede reproducir con absoluta perfección el silencio se está en condiciones de reproducir con absoluta fidelidad el sonido. El sistema 4300 de Taiwa es el ejemplo. En él no suena nada que no deba sonar. Nada estorba a la hora de la reproducción. Es el sistema perfecto para oírlo todo sin oír nada. Taiwa, la alta fidelidad que se mide con el silencio”.

Hay una casa discográfica llamada ECM que tiene el siguiente eslogan:

“El sonido más bello después del silencio”

Otra casa discográfica llamada Windham Hill tiene el siguiente eslogan

“El sonido de una gota de agua”

Hace un rato he hecho una experiencia. He ido al ordenador y le he pedido títulos de músicas que tuvieran la palabra silencio. Y me ha dado un montón de ellas. Os voy a leer unas cuantas.

Por ejemplo: Alphonse Diepenbruck, un compositor entre el siglo pasado y éste tiene una obra que se llama ‘En gran silencio’. Félix Ibarrondo tiene una obra para piano titulada ‘Silencios Ondulados’. Arre Marie Canto una para coro que se llama solamente así: ‘Silencio’. Otro compositor, Aaron Copland, compositor de este siglo, americano, tiene una obra para trompeta, corno inglés y cuerdas llamada ‘Ciudad silenciosa’. Otro compositor alemán, Hermann Reutter tiene una obra llamada ‘Tu silencio, mi voz’. Y un compositor sueco, Tommy Shredder una obra muy graciosa; se titula así: ‘Música para sonreír y después guardar silencio’. El compositor español Pablo Sorozábal tiene siete canciones sobre poesías de Heyne, una de ellas se llama ‘Noche fría y silenciosa’. José de la Vega tiene también una obra llamada ‘Silencio’. José Manuel Berea, un compañero nuestro de la radio también compositor, tiene una obra para grupo de cámara que se titula ‘Incendio de silencio’. Félix Ibarrondo, otra vez sale el mismo compositor de antes, tiene una obra llamada ‘Luego el silencio’. María Escribano también tiene una obra silenciosa, se titula así: ‘Breve introducción a la historia del silencio’.  Una obra de José Enrique Pedreira se titula ‘Tres diálogos con el silencio’. Y una muy famosa de Antonin Dvorak, ‘Bosques silenciosos’. Tadeusz Baird, un compositor polaco de la actualidad, tiene un soneto de Shakespeare puesto en música que se titula así: ‘Aprende a leer lo que ha escrito un amor en silencio’.

Pero ahí no queda la cosa; hay muchos más aquí, no vamos a acabar nunca. Por ejemplo, Charles Boc tiene una obra llamada ‘Silencioso como la noche’. Michael Praetorius, un compositor del S. XVI o XVII, entre medias, un famoso villancico, ‘En medio del silencio’. Leonard Bernstein, una suite sinfónica que se llama ‘La ley del silencio’. Oliver Messiaen, dentro de ‘Las miradas del Niño Jesús’, hay una mirada que es ‘La mirada del silencio’. Y termino esta larga lista mencionando una obra de Montserrat Bellés titulada ‘Música para un silencio’. Y esto ha sido sólo introduciendo el dato silencio en el ordenador. Si hubiera metido el dato Silent o Silence, o silencio en alemán o en otros idiomas hubieran salido otro montón de obras. Hay muchísimas obras musicales que llevan por título algo que se relaciona con el silencio.

Y ya, para terminar, os vamos a hacer una pequeña cata de distintos silencios. Os vamos a mostrar diferentes silencios en esta emisora. No es lo mismo dejar de hablar (este silencio es un silencio en el que se nota mucho el paso de la cinta; hay una pequeña sustancia sonora que es parecida al silencio), a si yo interrumpo mi voz y paramos el magnetofón, con lo cual el silencio es muchísimo más profundo, como éste.

En fin, podríamos seguir hablando muchísimo sobre esta maravilla que es el silencio. En fin, queridos amigos, ya hemos llegado al final de nuestro programa. Habéis podido comprobar que hoy no hemos tenido ninguna música en el espacio y sí hemos tenido sin embargo muchos silencios porque ‘el silencio es la más hermosa de las músicas’. Y eso no es porque lo diga yo, ni mucho menos, lo dicen muchísimos músicos, intérpretes, compositores, muchos escritores, poetas, filósofos, pensadores, industriales. En realidad lo dice casi todo el mundo. En realidad creo que lo pensamos todos. Por eso le hemos llamado a este programa hoy EL SILENCIO: EL REY.

Un poeta decía: “sólo hay tres cosas dignas de romper el silencio: la poesía, la música y el amor”.

El próximo día os contaré las extraordinarias aventuras de un joven compositor que tenía una manera muy curiosa de componer. Será un cuento titulado LA RARA INSPIRACIÓN DE FERNÁNDEZ.

El piloto de nuestro avión es el de siempre, Carlos Arévalo. Hasta el siguiente programa, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

silencio

11 Ago

23 Una curiosa historia. El piano

Programa radiofónico  nº 23 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92. 

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El piano es uno de los instrumentos más curiosos que hay: es el más conocido, el que más se estudia en los conservatorios, el que más teclas tiene, el más pesado y el que sirve para tocar músicas más distintas. Además, el piano es el instrumento con la historia más fascinante.

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De todos los instrumentos, el piano es el mejor comediante”, esto lo decía un gran pianista que se llamaba Busoni

Otro pianista, Anton Rubinstein, que no es Arthur Rubinstein, sino uno anterior, decía otra frase muy graciosa: “Un piano no es un instrumento, sino cien”

Neupert, un constructor de claves, llamaba al piano “instrumento de mayor amplitud”

Neuhaus, otro gran pianista, decía que el piano era “el más intelectual”

Schneider, un musicólogo alemán, lo definía como “el instrumento más romántico”

Sigamos con las frases y definiciones. Un filósofo llamado Max Weber afirmaba lo siguiente: “de acuerdo con su naturaleza musical, el piano es un instrumento burgués”

Chopin siempre decía: el piano es mi segundo yo

Un compositor y pianista americano llamado Goltschak opinaba esto: “Me imagino el infierno como un lugar de reunión de todos los pianos. Allí los condenados tendrían que escuchar una obra en la que tocaran todos los pianistas del mundo. De haber conocido Dante el piano ¿no lo habría añadido a los tormentos de su infierno?

Como veis cada persona opina una cosa distinta del piano. Recuerdo incluso una vez que un chico me dijo que las teclas negras le sonaban más tristes que las teclas blancas. ¿Habrase visto qué barbaridad? ♫

Sí, sí, no cabe duda: el piano es uno de los instrumentos más curiosos que hay. No sólo es el más conocido, el que más se estudia en los conservatorios, el que más teclas tiene, el que más pesa, y el que sirve para tocar músicas más distintas, sino que encima el piano también es el instrumento que tiene la historia más fascinante. Además se pueden relatar miles de anécdotas y cuentos de él. Pero no vamos a contarlo todo, simplemente hoy vamos a estar acompañados por UNA CURIOSA HISTORIA: EL PIANO ♫

Hace un par de meses, en “Sonido y Oído”, os presenté un programa que se titulaba ENTRE LAS CUERDAS. En aquel programa os contaba que hay cinco familias de instrumentos de cuerda: la de los arcos musicales, la de las liras, la de las arpas, la de los laúdes y la de las cítaras ♫

Precisamente el piano pertenece a la familia de las cítaras, aunque no lo parezca ♫ ¿Sabéis por qué? Porque si le levantáis la tapa y os fijáis bien en lo que tiene dentro, os daréis cuenta de que tiene un montón de cuerdas que están tensadas paralelamente a la caja de resonancia, como las cítaras, los salterios, los cimbalones y otros muchos instrumentos ♫. La diferencia está en que las cítaras se tocan con los dedos y con una púa, los salterios y cimbalones golpeando las cuerdas con unos martillitos, y en el piano son unos macillos con fieltro los que golpean las cuerdas. Además, y eso es lo más importante, los macillos se manejan por medio de un teclado. ♫ O sea, el piano pertenece a la familia de instrumentos de cuerda, y también a la de instrumentos de tecla ♫

♫ Todo viene desde el siglo XII. Teófilo, que era un benedictino muy mañoso, encontró un método práctico para fabricar alambre, o sea, hilo de hierro. Antes todos los instrumentos de cuerda se hacían con cuerdas de tripa, pero los constructores de entonces empezaron ya, después de Teófilo, a hacer instrumentos con cables de hierro. El éxito fue enorme. Parece ser que un alemán del S. XIV llamado  Simius construyó un aparato con cuerdas y teclado. Un siglo después, Giovanni Spinetti inventó un cacharro al que le puso su mismo nombre: espineta. Era un instrumento de cuerdas y teclado donde el sonido se producía cuando unas plumas de cuervo arañaban las cuerdas, y esas plumas eran accionadas desde un teclado  ♫.

Pero el antecesor del piano es un instrumento pequeñito, que se puede transportar y que suena muy poco, y se llama clavicordio. En él las cuerdas son golpeadas. Siglos después le ocurrirá lo mismo al piano, cuando unos macillos golpeen las cuerdas  ♫.

Al iniciarse el siglo XVIII los instrumentos de teclado eran de tres tipos: el órgano, que no pinta nada en esta historia; el clavicordio, que acabamos de escuchar, que tenía el problema de que casi no se oía, y el clave, que era una especie de espineta grande de cola que se utilizaba en todos los conciertos ♫

François Couperin, que era un gran clavecinista, decía: El clave es perfecto por la cantidad de notas que tiene y por su sonido tan brillante y tan bonito, pero como no se puede aumentar y disminuir el volumen de ese sonido yo quisiera que alguien construyera un instrumento que fuera capaz de tener más expresión”

Lo que no sabía Couperin es que cuatro años antes de decir eso, en 1709, en Florencia, Cristofori había inventado un instrumento y le llamó ‘clavicembalo col piano e forte’, o sea, clave con sonidos suaves y fuertes. Cristofori quitó las plumas que pellizcaban las cuerdas y puso unos martillitos que las golpeaban. Si dabas fuerte a las teclas sonaba fuerte, le dabas piano a las teclas y sonaba piano, es decir, sonaba suave; por eso le puso el nombre de pianoforte, es decir, un instrumento capaz de sonar piano y forte. Más tarde se quedó sólo con el nombre de piano  ♫.

El francés Marius y el alemán Schroeder hicieron inventos parecidos a los de Cristofori pero no tan buenos. El primero que los comercializó fue un inteligente constructor y comerciante de instrumentos alemán llamado Silbermann. Los primeros no estaban muy perfeccionados, pero poco a poco fueron mejorando. Ya en la época de Mozart sonaban así ♫

Los primeros compositores que hicieron obras especialmente para piano, no para clave o clavicordio, fueron Clementi y Haydn  ♫. A finales del siglo XVIII el piano ya estaba bastante perfeccionado; el teclado se podía tocar con mucha agilidad y la potencia sonora aumentó. Todo estaba preparado para la llegada de Beethoven 

En el siglo XIX fue la gran explosión del piano, pues llegó el Romanticismo y se colocó en cabeza de todos los instrumentos. Le pusieron bastidor de hierro, con lo cual se podían tensar mucho más las cuerdas, los pedales para sostener el sonido, el doble escape para que pudieran repetir las notas a toda velocidad. Y así se quedó el piano. Con estos instrumentos Franz Lizst hacía verdaderas barbaridades  ♫. El sonido del piano también se convirtió en más lleno y más delicado, perfecto para Chopin  ♫.

Liszt y Chopin le sacaron todo el jugo a la técnica pianística y dejaron el camino abierto a otro gran compositor y pianista: Johannes Brahms  ♫. De esta manera, perfeccionándose poco a poco, llegó a ser tal y como lo conocemos ahora. Hubo compositores que le sacaron atmósferas increíbles, como Debussy  ♫  Otros lo utilizaron casi como instrumento de percusión, como Bela Bartók  ♫ Albéniz  le puso un toque flamenco  ♫ Rachmaninov  le dio un toque sentimental ♫ Schoenberg le añadió abstracción ♫ Messiaen le puso espiritualidad  ♫ Stockhausen se lo comía con patatas fritas  ♫

En fin, es un instrumento que desde que se inventó hasta ahora ha dado muchísimo de si  ♫. Y colorín colorado, esta historia resumida del piano se ha acabado. Pero aún me quedan muchas cosas que contaros de este instrumento tan peculiar  ♫

El piano no se toca siempre sólo, ni mucho menos. Es un instrumento ideal para formar dúos  ♫ También se pueden formar tríos  ♫   De vez en cuando también se hacen cuartetos con piano  ♫ Y también se hacen quintetos con piano   ♫   Y es el instrumento ideal para hacer conciertos con orquesta  ♫  Y siempre que hay que acompañar canciones ahí está el piano  ♫ Con el piano se pueden tocar músicas de muy distintos estilos. Es fantástico para el jazz  tradicional  ♫ Y para el jazz más moderno  ♫   También en él se tocan los boogi-woogies   ♫   Y es magnífico para el rock ‘n roll  ♫   Y no digamos para la música de los cafés  ♫

Los pianos pueden tener diferentes formas. Pueden ser de gran cola de concierto, de cola pequeñita, verticales, pianos de mesa cuadrados, piano de cola vertical, piano de gabinete: todo depende de cómo estén colocadas las cuerdas. Además hay pianolas, que son pianos con pedales que tocan la música que está grabada en un trozo de papel.  Esto es una pianola  ♫  También hay toda una colección de pianos mecánicos. En París hay un museo que tiene  muchos pianos mecánicos diferentes. Vamos a oír algunos ♫. Otro tipo de pianos son los eléctricos ♫ Y los pianos preparados, o sea, aquellos que tienen tornillos, clavos, fieltros y demás ferretería entre las cuerdas, como éste que se inventó John Cage 

Y con esta historieta hemos llegado al final de nuestro programa de hoy. Nuestro único invitado ha sido ese gran instrumento musical llamado piano  ♫. El programa del próximo día tratará sobre un asunto sonoro de capital importancia. En vez de hablar de sonido, hablaré de silencio. Al programa le he puesto este título: EL SILENCIO, EL REY ♫ Hasta pronto, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

Una curiosa historia: el piano - Fernando Palacios

10 Ago

22 ¿Qué es lo que más nos gusta?

Programa radiofónico  nº 22 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

Intentamos contestar esta complicada pregunta con la ayuda de tres preciosos libros: ‘El compositor en el aula’, de Murray Schafer; ‘Cómo escuchar un concierto’, de Jorge D’Urbano y ‘El pensamiento musical’, de Carlos Chávez. También hay encuestas y alguna que otra conclusión.

Haz clic para acceder a 22-¿Que-es-lo-que-mas-gusta_.pdf

– A mí me gusta la música romántica sobre todo.

– A mí me gusta la música romántica, porque me transporta a otros mundos y me siento extasiada y… en fin, me olvido de mí misma

– Pues a mí me gusta la música clásica también, porque me gusta también. Y la pop también, algunas canciones.

– Bueno pues a mí me gusta la música clásica por lo que representa y porque me gusta, o sea, porque sí, porque desde pequeñito la escucho. Y me gusta el rock porque sí, porque hay cosas que me gustan porque lo escucho, porque se lleva. Pero no me gusta en exceso. O sea, la música clásica tiene una cosa que es que me gusta y se queda, mientras que en el rock me puede gustar una canción, otra, pero pasan. Me pueden gustar, yo que sé, un mes, pero nada más

– Pues a mí me gusta mucho la salsa, porque es muy rítmica, tiene muchas combinaciones de timbres rítmicos. Bueno pues por eso es lo que más me gusta, porque también tiene algo de melodía variada aunque las letras son un poco horteras. Pero bueno, está bien, se puede bailar, se puede cantar, se puede acompañar con instrumentos y me divierte y me gusta.

– Bueno, pues la que más me gusta ahora mismo, porque igual mañana me gusta más otra, es una que se llama “Jalousie” y que dice: tarirará tirará…etc. Bueno y me gusta porque es muy bonita y porque me gusta ¿yo que sé?

– A mí lo que más me gusta es el tango. Lleva muchísima pasión y me encanta

– Eh, bueno, me gusta mucho la música de percusión o la que está relacionada con ella, por ejemplo, los carnavales de Sudamérica, porque transmiten una emoción muy directa y llega muy rápido.

– Pues entre muchas músicas a mí ahora mismo la que más me gusta es la música africana, porque es una música que está muy cercana a los orígenes de la vida y por lo menos allí en muchos lugares la siguen manteniendo, y por eso tiene muchísima fuerza, a parte de mucha belleza

– Bueno pues a mí la música que más me gusta pues es el impresionismo, porque me resulta una música muy sugerente y muy abierta.

– Bueno pues a mí me gusta como compositor Bach, porque pienso que es el mejor de todos los compositores, por lo menos para mí.

– Yo adoro la música contemporánea de mi país, que yo soy húngara. Y concretamente Bartók, porque aparte de tener los motivos de las canciones folclóricas húngaras, también tiene el mensaje universal de la música

– ¿Qué me gusta a mí? ¡Yo que se! A mí de tó: los Chunguitos, los Chichos, Luis Cobos y me lo monto bien así, ¿me entiendes? Y también me va un poquito el AC-DC, Iron Miden y tal. Pero vamos, bien, sí.

– Bueno a mí la música, el estilo que más me gusta de música es el estilo cósmico, aquél que intenta desarrollar el hombre para relacionarse con el cosmos

– Pues evidentemente me gusta mucho Tom Waits, porque me gusta como canta, me gusta como compone. Me gusta todo.

– A mí me gusta el rock sinfónico, porque me recuerda ahora mis tiempos en que me daba por cogerme rollos psicodélicos con Pink Floyd y Génesis. La verdad es que me trae recuerdos muy buenos.

– A mí me gusta la música de Queen, música que no podremos volver a escuchar.

– A mí me gusta Bruce Springsteen porque es muy bueno, es un músico muy bueno

– Me gustan las jotas de mi tierra, soy de Guadalajara y la verdad es que cuando oigo esta música me emociono un poquillo. Y bueno, me gusta bailarla, hacer lo que puedo, que tampoco mucho.

– Pues a mí me gusta el jazz, el jazz y el flamenco. Le veo muchas similitudes y raíces por ejemplo, sobre todo raíces

– Pues yo la música que más escucho es la música clásica, sobre todo música de flauta ya que es el instrumento que yo toco y entonces puedo aprender un montón de cosas. Y además es la música que más me llega, al fin y al cabo, y que de alguna manera más entiendo

– A mí me gusta toda la música porque creo que cada estilo de música te puede aportar un montón de ideas nuevas.

– Pues todo tipo de música con un mínimo de calidad y lo que no me gusta en absoluto es todo tipo de ruidos y estruendos del rock, el po, y bacalaos, etc.

– Pues a mí me gusta toda la música, siempre y cuando sea buena o muy buena o buenísima

¿Por qué a unos nos gusta un tipo de música y a otras personas otro? ¿Es normal que nos puedan deleitar músicas muy distintas? ¿Cómo podemos llegar a disfrutar con lo desconocido? ¿Podemos gozar de todas las músicas? ¿El gusto se modifica? Éstas son preguntas que casi todos nos hacemos constantemente. Aunque es muy difícil contestar perfectamente a todas ellas, en la media hora de nuestro espacio voy a procurar esclarecer un poco este asunto tan espinoso con la ayuda de tres grandes músicos que ahora os comentaré. Hoy nuestro programa trata de  ¿QUÉ  ES  LO  QUE MÁS  NOS  GUSTA? ♫

El primero de los músicos elegidos para que nos eche una mano es el compositor y pedagogo canadiense Murray Schafer. En el año 1965 este extraordinario músico estuvo dando clase a jóvenes y sus experiencias se reflejaron en una serie de libros muy interesantes. El primero de estos libros se titula: El compositor en el aula. El primer día de clase Murray Schafer preguntó a sus alumnos por su gusto musical. Les pidió que le dijeran qué tipos de música les gustaban más y cuales les gustaban menos. El resultado fue éste: las músicas que más querían eran el jazz, la música popular, la música de cámara, la ópera, el country, la música de bandas, las comedias musicales y los temas favoritos de música ligera. Las músicas más rechazadas por los alumnos eran: la música folclórica, la ópera, el jazz, la música contemporánea, la música electroacústica, la música sinfónica y el country. Después de esto, profesor y alumnos estuvieron mucho rato hablando. De entre las interesantes conclusiones que sacaron he seleccionado las nueve siguientes ♫

“Cada persona tiene gustos diferentes en música. Esto es estupendo porque demuestra que existen muchas personalidades diferentes y un tipo especial de música para cada personalidad”

“A cada persona le pueden gustar varios géneros musicales. Uno no puede ser comunista y capitalista a la vez, ni musulmán y católico juntamente, pero con el arte no sucede de la misma manera. Se pueden descubrir cosas nuevas, aunque te sigan gustando las anteriores”

“La música de Mozart iba dirigida a la fina aristocracia europea de hace dos siglos. El jazz sin embargo empezó como expresión musical de los esclavos negros de Norteamérica. Nosotros no somos ni aristócratas ni esclavos, y sin embargo nos pueden gustar mucho estas dos músicas”

“A los profesores les suele gustar la música de cámara y a los alumnos los éxitos del pop-rock. Parece ser que hay diferentes clases de música para diferentes clases de gente. Esto suele ocurrir, pero hay que tener en cuenta que no siempre es así”

“No es bueno que los profesores se nieguen a oír los éxitos del pop-rock, ni que los alumnos rechacen la música de cámara. La música no es propiedad privada de cierta gente. Cada pieza musical fue escrita para todos los hombres”

“Tener curiosidad por la música es síntoma de buena salud. Si alguien quiere descubrir música interesante tendrá que buscarla”

“A la persona que durante toda la vida sólo le gusta el mismo tipo de música sin entusiasmarse por otro, es un caso paralizado, lisiado, consumido. Esa persona tiene detenido su desarrollo”

“Para desarrollar el gusto es necesario curiosidad y valentía. Curiosidad para ir en busca de lo nuevo, de lo oculto. Valentía para desarrollar el gusto personal sin reparar en lo que los demás puedan decir o pensar”

“Escuchar música bien seleccionada ayudará a hacer surgir lo personal y original que se encuentra en cada uno de nosotros”

Así terminó la primera clase que dio Murray Schafer a sus alumnos de Canadá ♫

Nuestro segundo invitado de hoy se llama Jorge D’Urbano y es un crítico musical argentino que editó un libro en el año 1953 titulado Cómo escuchar un concierto. El último capítulo de este precioso libro se llama Apreciación musical. De él he seleccionado unos cuantos fragmentos ♫

“Un grupo de personas puede conversar sobre cualquier tema por raro que sea y llegar a grandes acuerdos. Se intercambian ideas y todo suele ir bien. Pero como alguien diga algo sobre su gusto se acabó la armonía y apareció la discusión. Lo que para unos es bonito para otros es feo. Si uno dice que una música es sublime otro dice que es pesada. Al final de la discusión nadie cede ni un milímetro de su opinión. Si a alguien le faltan palabras para discutir siempre le queda un último recurso, dice aquello de ‘‘es cuestión de gusto”

“Cuando una persona da una opinión que se basa en el gusto, ya no se puede seguir conversando. Lo normal es que si a alguien no le gustan las manzanas, o Picasso, o Chopin, es imposible que nadie le convenza de otra cosa. Cuando una persona dice ‘‘es posible que tengas razón, pero a mí no me gusta’’, ahí se acabó el intercambio de ideas. Ha salido el gusto a relucir para terminar con la conversación. Sin embargo creo que el gusto se puede educar y variar”

 Os voy a contar algo que me ha pasado a mí, bueno esto le ha pasado a Jorge D’Urbano, que es el autor de estos textos:

“Mi entrada en la música fue la ópera. De niño me llevaron a espectáculos de ópera italiana que me gustaron muchísimo. Sin embargo, la primera vez que escuché a Wagner me salí del teatro. No le veía ni belleza ni nada que me atrajera ♫ Un día, de repente, se produjo el milagro y me empezó a apasionar Wagner. No se por qué. A partir de entonces las óperas italianas me parecieron ñoñas, sin sal, sólo me gustaba la grandiosa música de Wagner ♫.

Después me empezó a gustar la música sinfónica y abandoné a Wagner. Pero cada vez me gustaban más cosas. Me emocionaba Beethoven, pero también Schumann y Händel y Mozart. Después vino la música de cámara, la contemporánea, etc. Pero cuando creía que ya había abarcado toda la música, me di cuenta de que tenía que volver a mi niñez y recuperar las músicas que había abandonado: las óperas italianas, Wagner y todo aquello. Ahora sí, ahora puedo elegir lo que más me gusta en cada momento. Y todavía me queda mucho camino por delante. Reconozco que ahora soy más feliz

“El gusto es variable. Está sometido a diversas influencias, o sea no es siempre igual y puede ser mejorado y refinado. Lo importante es que cada persona sea capaz de sacar las diferencias de las cosas sobre una base. La reacción ante una obra de arte puede siempre ir avanzando”

“La diferencia entre un aficionado a la música y otro que no lo es, está en que el aficionado acostumbra a estar muchas veces en compañía del mundo de los sonidos. El otro no. Saber disfrutar de la música no es un regalo de la naturaleza, sino un premio de la inteligencia”

“Muchas veces se dice: ‘‘me gusta la música pero no la entiendo’’. ¡Cómo si entender fuera privilegio de unas pocas personas con grandes inteligencias! Nada más lejos. Lo que ocurre es que hay que desarrollar un poco la concentración y la memoria. Hay personas que son capaces de estar tres horas jugando a las cartas, concentradas, acordándose de todas las cartas que han salido, y son incapaces de concentrarse diez minutos en una sonata. Esas gentes suelen considerar a la música sólo como una distracción y pasatiempo, y no como una vivencia artística. El día que se den cuenta de que el arte es una de las manifestaciones más importantes de la humanidad, entonces observarán la música, la plástica, la poesía y el resto de las artes con más atención que un partido de futbol”

Esto es lo que viene a decir Jorge D’Urbano en su libro Cómo escuchar un concierto.  ¿Os ha gustado? ♫

Bien, vamos con el tercer músico del día. Es el compositor mejicano Carlos Chávez. En el año 1959 dio unas conferencias en la Universidad de Harvard. La última se llamaba El goce de la música y de ella he entresacado algunas ideas ♫

“El goce de la música y, en general, el goce del arte es uno de los privilegios especiales del que uno puede nunca puede estar bastante agradecido. Gozar del arte es uno de los atributos más altos del espíritu humano. Y lo tienen todas las personas, no se le niega a ninguna. Las que tienen menos, siempre pueden aumentar la capacidad de deleitarse con el arte”

“Cuando una persona escucha música vuelve a vivir las mismas sensaciones que tuvo el compositor. El oyente, el oyente de verdad no es pasivo, es activo, escucha activamente. Cuanto más activamente oye, más intensamente, más inteligentemente, comprende más cosas y por lo tanto disfruta más”

“Una persona musical es la que sabe distinguir todo lo que ocurre en la música: el ritmo, la melodía, la armonía, la forma, los temas. Cuantas más cosas sea capaz de oír más musical debe ser considerada”

“El valor de una obra de arte, es decir, su belleza está en las posibilidades de darnos felicidad”

Y escuchando estas hermosas palabras de Carlos Chávez hemos llegado al final de nuestro programa ♫ Hemos de dar las gracias a los músicos que nos han ofrecido sus palabras: a Murray Schafer, a Jorge D’Urbano y a Carlos Chávez ♫ Voy por último a resumir lo que decían nuestros invitados en cinco breves puntos ♫

– Todos podemos gozar de la música.

– La música no acaba en el pop-rock, sino que hay otras muchas cosas estupendas.

– El gusto se puede modificar perfectamente.

– Hay que arriesgarse a disfrutar con lo nuevo; es una aventura magnífica.

– El arte proporciona felicidad ♫

Espero que haya servido para algo este programa. Carlos Arévalo, que estuvo en el control, también lo espera ♫

Hasta el próximo espacio, adiós y adiós ♫

© Fernando Palacios

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