24 Ago

Vida de papel

VIDA DE PAPEL

 Texto para la exposición “El papel Vs­- escultura”, de Fausto Díaz Llorente & Raúl tejada Palacios
Museo de Castejón (Navarra). 2008
Fernando Palacios

 Habitamos un mundo lleno de basura. Ya no sabemos dónde esconderla. No sólo estamos viviendo sobre ella, sino que, además, nos la tropezamos por todos lados: en el cubo de la cocina, en los contenedores, en la televisión, en la radio, en las revistas, en las conversaciones, en los mítines… hay tanta que se nos cuela por las rendijas de nuestra casa y, lo que es peor, se instala en los recovecos de nuestra mente. ¿Qué hacer? Desde luego es recomendable no engullirla, pues los atracones de esa carroña van minando la vida y la inteligencia; pero sí podemos reciclarla, aprovecharla y, a través del arte, disfrutarla. El arte no sólo puede, sino que debe explorar la basura. Recuerdo el tremendo impacto que me causó hace ya unos años aquella inmensa escultura, con forma de árbol de varios pisos de altura, realizada con restos de electrodomésticos rescatados de un basurero; o el amontonamiento de ropa vieja al que Pistoletto daba forma de túmulo; o esas enormes colinas que se formaron con restos y desperdicios -de cerámica en la Grecia y Roma antiguas, de escorias en Ponferrada- y que ahora son bellos jardines para pasear. Pasar de padecer la basura a disfrutarla es un camino que debemos recorrer, si no estamos perdidos. El arte debe desarrollar funciones de denuncia, de escaparate, de noticiero, encargase de mostrarnos las otras vidas que esconden los objetos, otorgarles (¿devolverles?) una utilidad estética, jamás soñada por ellos, con guiños de complicidad, que pueden llegar a ser muy divertidos.

El equipo de trabajo formado por Raúl y Fausto ya ha empezado su travesía por estos vericuetos, marcados por las vanguardias, utilizando para este fin una de las materias permanentes e indispensables de nuestro mundo actual: el papel.

Reconozco que no soy ningún experto en técnicas de papel. Pero, ya que estoy escribiendo para una exposición tan particular, donde el papel es el protagonista, y no un simple soporte, sí puedo añadir como atenuante que me encuentro entre sus degustadores más entusiastas. Me fascinan los cuadernos de papel oriental hecho a base de arroz, con irisaciones sedosas que recuerdan ciertas texturas del manierismo italiano; los pliegos de papel florentino con aguas de colores vivos y formas extravagantes que nada envidian a las abstracciones de Kandinsky; las hojitas delicadas y tersas del papel japonés de origami, destinado a convertirse en garzas que mueven las alas; las pequeñas libretas de papel de café, de plátano o de papiro con aromas exóticos… Y ya no hablemos de la admiración que me producen esas tiendas de papel artesano con sus escaparates de objetos primorosos -como la que se encuentra bajo el arco de la plaza antigua de Cuenca, cuyos álbumes de papel cálido, grueso y desigual calman las aspiraciones estéticas más tenaces-. Pero ahí no queda la cosa, también disfruto lo mío con la percepción de ese halo de poesía nostálgica que encierra el papel en nuestra memoria: ¿recordáis aquel papel de estraza con el que envolvían las sardinas arenques, y que servía a su vez para quitarles las escamas bajo la presión de un buen pisotón?, ¿y los barcos de papel cuadriculado que hacíamos navegar los días de chaparrón por las acequias del pueblo, sometiéndolos a la difícil tarea de sortear los obstáculos que había en los puentecillos de la carretera?, ¿y las papelinas de colores que comprábamos en la papelería Maybe para confeccionar disfraces cutres de un carnaval que no existía?, ¿y los periódicos grasientos que envolvían bocadillos de bonito a granel?, ¿y las hojas inusitadamente finas y misteriosas del “Misalito Regina”?… Sí, mi fascinación por él y sus circunstancias ha llegado a tal punto que ya no sé dónde guardar tanto papel en mi casa. Siempre el papel. Nuestra vida tiene una biografía de papel.

Este cariño al papel en todas sus modalidades potencia mi agradecimiento al amigo Fausto y al primo Raúl, por haberme hecho feliz con el encargo de escribir estas líneas sobre el proyecto que centra la presente exposición. Sin embargo no es la única vez que me han propuesto un trabajo sobre este material. La primera fue con motivo de la clausura de la exposición “Pintar con Papel” que organizó el Círculo de Bellas Artes de Madrid en febrero-marzo de 1986. El encargo era un caramelo envenenado: se trataba de realizar un concierto exclusivamente con papel; no con instrumentos tradicionales construidos con papel, a la manera de los que se utilizan en los carnavales o en los conciertos humorísticos, sino un concierto en toda regla utilizando el papel como emisor de los sonidos. Por razones que no vienen al caso explicar –siempre relacionadas con atascos de trabajo-, y con harto dolor, no pude llevar a cabo el susodicho encargo. La patata caliente recayó en el “Taller de Música Mundana”, liderado por Llorenç Barber, quien realizó el concierto y, posteriormente, lo registró en un disco bajo el título de “Concierto para papel”. En la carpetilla de este disco de vinilo –cuya música, ya pasada a CD, ambienta sonoramente esta exposición- se puede leer. “Nos lanzamos con amoroso comedimiento a manipular ese fluido, vivo, dúctil, poroso y fugaz material. Nos bañamos en situaciones en las que los sonidos-gestos nos envuelven y los papeles nos pasan su energía. Propiciamos el conocimiento “corporal” del papel-cartón (…) Tres han sido, básicamente, los métodos de los que nos servimos para desvelar las posibles voces del papel: A) el papel como instrumento a sonar golpeando, frotando, doblando, desgarrando, perforando, soplando, estrujando, bandeando, rizando, quemando…; B) el papel como óbice o filtro para desnaturalizar o “preparar” instrumentos heredados, básicamente la voz (curiosamente con papel de fumar), pero también un piano, un contrabajo o una trompeta, o una flauta; C) el sonido del papel como material para ser, a su vez, manipulado por medios electroacústicos.”

            El dúo Díaz-Tejada, este nuevo “taller de escultura mundana”, ha llevado a cabo un trabajo paralelo a ese “concierto de papel”. En vez de preocuparse del sonido -ya lo hicieron los otros-, han fijado su mirada en las posibilidades estéticas que puede proporcionar el papel tras ser sometido a metamorfosis. No les interesa el papel en forma de hojas, cuartillas, resmas y demás medidas; tampoco les importa si es celofán, periódico o galgo; y no le hacen ascos ni al papel de las bolsas, ni al higiénico. Les importa la textura ciclópea, las formas densas y apretadas, la trama almohadillada y blanquecina, resultantes de la fusión de sus estructuras vegetales tras el proceso de lavado, amasado y secado. El papel ha pasado a ser: A) un elemento arquitectónico, que soporta, extiende y ocupa el espacio; B) un gozne o pared donde aparecen huellas de canteros; C) un material manipulable por procedimientos escultóricos que nos muestra otras formas de disfrutar el espacio. En esta exposición, debemos colocar bien las preposiciones, pues no se trata, como tantas veces, de una exhibición de plástica sobre soporte de papel, sino DE papel. Este material ha pasado de ser la lámina donde la tinta dibuja maravillas, al cuerpo donde se produce el orden plástico. Nada que ver.

Con un sano criterio de restricción, nuestra pareja se ha autolimitado en esta exposición a perseguir dos únicos objetivos, a cada cual más encomiable. Por una parte el de reciclar todo el papel sobrante que consume, exclusivamente, el Instituto de Alfaro, librándolo de su engorroso final; y, por otra, el de utilizar ese reciclado para construir obras con una finalidad estética. Un doble propósito para el que han tenido que ponerse los dos de acuerdo –nada fácil, si tenemos en cuenta que suelen ser adversarios en las partidas de guiñote del “Carpe Diem”- y trabajar en equipo. Entre el productor de las piezas (Raúl) y el artista escultor (Fausto) -tanto monta-, consiguen que aquella basura contaminante y perniciosa, inevitablemente condenada al fuego, el humo, la nada, o, en el mejor de los casos, al reciclado anónimo, pueda ahora ser observada y disfrutar de una segunda vida alegre, mucho más rica que la anterior, habitando un cielo de papel -quien sabe si eterno- de cuya existencia ni siquiera el propio papel estaba informado. Nuestro tandem de artistas vence a las leyes de la termodinámica, da una vuelta de tuerca menos a la entropía, y empuja a la pasarela una serie de formas caprichosas que sin su intervención sería un montón de buruños malolientes de papel usado e inservible, ocupando contenedores a la espera del patíbulo. Ahora, tras la transformación, se exhiben altivas, enhiestas en sus podios, mirándonos por encima del hombro y susurrándonos: “¿Te has fijado en este cuerpo?”

Cuando observamos este curioso material, tan mimoso, nos damos cuenta de lo oportunas que son esas puertas macizas a otros mundos que tan insistentemente nos muestra Fausto. Porque, atravesándolas con nuestra mirada, entramos en el interior de sus volúmenes, y allí, en un viaje espectral –inevitable recordar aquella película “Viaje alucinante” en la que unos científicos reducidos al tamaño de un virus oteaban el interior del cuerpo humano- vamos descubriendo en su interior exámenes suspendidos, correcciones en rojo, notas al margen, propaganda inútil, estadillos de matrícula… e incluso restos orgánicos y cartas de amor. Esa es la literatura chusca que ocultan las piezas macizas de las obras que se exhiben. Una literatura confusa y revuelta que, tras el tratamiento de mojado y apelmazado, se convierte en clave secreta para entrar a esos mundos de papel. Allí, los restos mortuorios, ahora redivivos, se entrelazan, las fibras se cruzan, se dan la mano, y en una danza diabólica, conforman una estructura gigante que Fausto utiliza a su antojo. En ese microcosmos apelmazado, conviven los papeles de seda con los florentinos, las papelinas de colores con la estraza de olor a sardina, los barquitos con los matasuegras de carnaval. Todos juntos y revueltos en una promiscuidad prohibida para los humanos. Los restos de tinta de bolígrafo ponen los puntos sobre las “íes” de las letras impresas de las facturas, y el reverendo papel-biblia le cuca un ojo a una pintada erótica de rotulador. Ese es el hormigón que elabora Raúl y que modela en piezas diseñadas por Fausto. Más tarde se estampa la huella de un símbolo, que cruje en la profundidad de la pasta, o toca organizar el puzzle y convertir todo aquello en un Rocinante altivo y elegante o en una puerta sintoísta.

            A las piezas de pasta de papel, Fausto ha añadido estructuras de madera, herrajes, bisagras, angulares y ferralla diversa que une y da una dimensión coherente al espacio. El resultado es una colección de elementos cotidianos de lo más estimulante: escaleras de caracol que no desembocan en ningún lugar, sino que juegan con el vértigo de la mirada; vallas de troncos robustos que asemejan talanqueras de fiestas; pequeñas ventanas donde asomarnos al espacio vacío; colecciones de “gongs” orientales colgados a la intemperie en armazones de madera, oscilando con el soplo del cierzo; rodajas, cruces, libros, ventanas, burbujas, tablones, tabiques… muestras de la vida cotidiana realizadas en un material nada cotidiano, una suerte de bizcocho pastoso y elegante, con sabores a apetitosa galleta de nata, de tacto crujiente, al que sólo falta un baño de chocolate para convertirse en tarta de cumpleaños o en adoquín de turrón. Esta suerte de  sencillos ingenios nos hablan en un lenguaje poético sincero y directo, si andarse con circunloquios ni arabescos. Las piezas se nos muestran con cierto descaro, sin remilgos, sin retoques que edulcoren su acabado primitivo, conservando la esencia de una expresión brutal que alcanza esa materia mórbida. Realidades deformadas, espectros rutinarios, puntos de vista, rincones elegidos… una fauna de objetos que nos enseñan hasta dónde se puede llegar cuando la química y la escultura, ciencia y arte, unen sus fuerzas en una doble dirección: reciclar y ordenar. Señoras y señores, pasen y vean esta muestra de pequeños mundos que los magos Fausto y Raúl han convertido en papel. Notarán cómo, al rato, ustedes también se sentirán figuras de papel que pasean por un universo onírico de papel. Vida de papel.

© Fernando Palacios, 2008

24 Ago

En el principio era el ritmo

EN EL PRINCIPIO ERA EL RITMO

 Texto para la exposición “Euritmia” de José Carlos Díaz de Cerio
Uno2tres galería de arte. Pamplona. 2008
Fernando Palacios

Cuando el ser humano miró el mar, puso sus manos sobre el pecho, y observó los astros, el día y la noche, las estaciones y los climas, comprobó que en todas partes existía un ordenamiento del tiempo; que todos los fenómenos obedecían a un orden y a una proporción: se dio cuenta de que había algo que impedía que la segunda ola llegara antes que la primera, que los días tuvieran duraciones variables, que el corazón no dejara de latir. Ese algo era el ritmo, una substancia que estaba en todas las actividades del tiempo. Siguió observando. Encontró leyes de equilibrio en los copos de nieve, en las espigas, en las hileras de hormigas; y también en su respiración, en el pulso, en todas las actividades de su organismo. Entonces se dio cuenta de que el ritmo lo invadía todo, de que estaba en todas partes, incluso en el amor.

“En el principio era el ritmo”. Esta frase de Hans von Bulow -importante director de orquesta del siglo XIX- nos sitúa en la antesala de la creación, en ese instante previo a que se forme el primer agujero negro. Antes de todo, antes del mundo, antes de “antes” estaba el ritmo. De él estamos constituidos, con el vivimos, y con él jugamos y trabajamos. Sin ritmo (si fuera posible tal cosa) nada tendría gracia, nada importaría. Eso lo sabe muy bien nuestro artista.

Cuando José Carlos se sitúa frente a su coro, levanta las manos y se hace el silencio, invoca a las eternas leyes del mundo, a las coordenadas que mantienen la vida. Con el movimiento de sus manos, la condensación de ritmos, retenida un instante por él, se dispersa en un orden que, aunque preestablecido por el creador, siempre es nuevo y original. El ritmo se hace arte y comunicación. Toda la geometría secreta y el cálculo matemático que mantiene viva la obra musical se traduce en belleza, y a través de ella nace una semilla de entusiasmo que crece en la misma proporción que lo hará la música.

Cuando José Carlos se sitúa frente a su diseño, se concentra, acerca sus pinceles al lienzo silencioso, y vuelve a invocar a las mismas leyes del mundo. Y los ritmos nuevamente se ponen a trabajar, hasta alcanzar el orden preciso. Otra vez el ritmo se transforma en arte y comunicación. No es necesario que se entienda toda la aritmética oculta, que adivinemos las proporciones exactas (tan queridas por el autor), pues las travesías de líneas y los recintos de color nos hacen disfrutar de una danza de los cinco sentidos que nuestro cuerpo (más que nuestra mente) reconoce como suya, ya que forma parte de todas nuestras sustancias.

Tiempo, espacio y movimiento; he ahí tres parámetros sobre los que se asientan la vida y el arte. Como todo lo fundamental de la existencia, son sencillos de constatar, pero difíciles de describir. Los vivimos, pero que nadie nos pida que les expliquemos cómo son; a pesar de que el género humano está construido a base de estos parámetros, sólo hay una cosa que nos permite penetrar en ellos para dar respuesta a nuestras constantes preguntas: el arte. El arte se desarrolla y juega con estos parámetros; es más, nos permite acercarnos con ellos a los misterios insondables de la vida al margen del razonamiento. La obra artística, independientemente de su procedencia, nos anima a instalarnos en ellos, a disfrutarlos en su conjunto en una dimensión desconocida. Allí, en su comunicación más profunda, los parámetros entran en conflicto, se confunden e intercambian: tiempo, espacio y movimiento pierden sus fronteras y confluyen, disueltos, en un lugar sin nombre más allá de toda explicación.

En ese conflicto de parámetros se encuentra la vivencia artística. La escultura –arte nacido en el espacio– tiene su tiempo, del mismo modo que una música –que se mueve en el eje del tiempo– posee su espacio. En la percepción, los parámetros se intercambian: aunque cada arte se evidencia en uno o varios de ellos, trasmiten sus misterios a través de los demás.

En ese conflicto de parámetros vive José Carlos. Primero escucha la trayectoria de sus líneas perfectas, las ve viajar por el espacio sonoro del tiempo, luego busca quien le hagan compañía y jueguen con ella, examina la proporción armónica exacta en la que pueden convivir, y deja que las leyes del ritmo hagan su labor. O quizás sea lo contrario, o al revés: puede que sea un timbre inicial, un color, el que le llame a arrebato, dicte las normas de conducta y construya un andamio sólido donde se vayan moviendo sus melodías rectas y exactas.

La artista plástica Laura Terré proponía en Los dibujos del sonido –curso de integración música-plástica– el siguiente enunciado: “La notación musical puede ser el nexo o excusa para integrar los lenguajes sonoro y visual; la partitura es un cuadro y todos los cuadros pueden sonar”. Y más adelante agrega: “Es importante observar que la mayoría de los nexos que encontraremos entre el sonido y el cuadro, entre las artes plásticas y la música, tienen su origen en una formulación verbal. Es la poesía (como búsqueda y expresión de imágenes interiores que resumen una experiencia inexpresable/indecible) la que ofrece las sugerencias para el trasvase de la experiencia estética que tiene su origen en el cuadro a la experiencia musical, o viceversa”. En efecto, ahí se encuentra José Carlos, en ese punto de encuentro, en ese término amplio y ambiguo que es la poesía.

Por esa razón, todos los espacios interesan a nuestro poeta, y en todos ellos interviene: desde la rotunda proporción microscópica de un insecto, o la tipología de un libro antiguo, hasta la instalación de los cuadros en las dimensiones de la galería. En todos los tinglados investiga el nacimiento de las leyes rítmicas que rigen todos los órdenes. En realidad -aunque él a lo mejor todavía no lo sabe- no importa demasiado si interviene en un lienzo, en un libro o en una partitura… Más adelante puede que fije su mirada de águila y su oído de centinela en una alfombra persa, en una hoja de helecho o en la pupila de uno de sus hijos, al fin y al cabo estará haciendo lo que ha hecho siempre: bucear en los misterios del ritmo. Y siempre trabajará como lo hace ahora, con una precisión quirúrgica y una técnica propia que sobrepasa a la del más meticuloso miniaturista. José Carlos riza el rizo y hace el más difícil todavía: someter al óleo a la técnica exacta y poética del tiralíneas.

Es fascinante recorrer este micro(macro)cosmos, dónde no sabemos si lo que vemos es música, si lo que oímos son dibujos, si lo representado es un destello de moléculas o de nebulosas, si son códigos de barras con doctorado en estética o recorridos imaginarios de insectos. Miramos y escuchamos sus ritmos, entramos en la profundidad de sus colores y no sabemos si debemos buscar la respuesta en las obras expuestas o en nosotros mismos. Misterio. Pero de algo sí estamos seguros: sólo alguien que es capaz de ver con sus oídos las sendas de los sonidos de un motete puede luego imaginar estas maravillas. El artista abre ante nosotros algunos de sus paraísos para que nos instalemos en ellos y sigamos la exploración que él ha iniciado con tanto acierto.

(Parte de estos textos han sido entresacados por el autor de su artículo “Vivir y educar en el arte” y del programa de radio “Pulso y Ritmo”)

© Fernando Palacios, 2008

 

17 Ago

26) Metal ligero

Metal Ligero

Concierto de grupo de metales para jóvenes

. Una formación instrumental fuera de lo común interpreta músicas desde la Edad media a nuestros días.
. Grupo “The Sir Aligator’s Conmpany
. Músicas para metal de diferentes épocas
. Texto: Fernando Palacios

[wpdm_file id=35]

Os presentamos cuatro trombones y dos tubas, un grupo absolutamente equilibrado, capaz de interpretar músicas inverosímiles y hacer pasar por sus instrumentos todo el repertorio de la historia de la música, tanto si es clásica como si no. El programa está constituido por piezas variadas de diferentes épocas de la historia de la música. Como el ciclo hace referencia a la música española, las obras son todas nacidas en nuestro país. Tiene tres partes bien definidas.

La primera parte contiene piezas de música antigua española, representativa de toda una época de oro: la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco. Vamos a poder escuchar melodías que se superponen en forma de canon (Llivre Vermell); canciones a varias voces; bailes de la época; representaciones de batallas; y música para el esparcimiento.

La segunda parte trata de una obra, con varias partes, muy típica del famoso compositor Isaac Albéniz. Así, en su Suite “España”, vamos a dar un buen viaje por Andalucía, Cataluña y País Vasco. Completa este capítulo el Preludio de La Verbena de la Paloma, de Bretón, conocido por todos.

La tercera y última parte va a tener tres piezas de distinta factura. Por un lado, el pasodoble La Gracia de Dios; después vendrá la famosísima copla Tatuaje; y, para finalizar, Oda al calamar, una de las muchas piezas marchosas que el grupo interpreta en los “guariches” nocturnos donde acostumbra a actuar.

17 Ago

25) Un americano en París

 Concierto de dos pianos para jóvenes

. Un paseo por París de la mano de Gershwin
. Dos pianos: José Gallego y Alfredo Oyagüez, proyecciones y narrador
. Músicas de Gershwin y Rodney Bennett
. Texto: Fernando Palacios

[wpdm_file id=39]

“Siempre nos quedará París”. Es la frase más célebre de la película Casablanca. Esa es la sensación que tiene todo visitante a esta gran ciudad; cuando se marcha se lleva la creencia de que su recuerdo le acompañará toda la vida. En nuestro concierto no vamos a recrear el París medieval de su catedral de Nuestra Señora; ni el de los palacios de sus reyes barrocos; ni el de la revolución francesa; ni el monumental de Napoleón. Simplemente vamos a darnos un paseo por esta ciudad ejemplar donde están representados todos los pueblos, donde se encuentran los museos más celebrados y las avenidas más impresionantes, y donde podemos encontrar los espectáculos, los restaurantes, las cafeterías, las tiendas, los paseos y las actividades culturales más variadas y mejor diseñadas que uno puede soñar.

Gershwin quería ser un compositor “clásico”, pasar a la historia por haber compuesto grandes óperas y obras sinfónicas. Así que decidió viajar a la “vieja” Europa para conocer a su “inteligencia”. Visitó a los grandes compositores, tocó para ellos, les pidió clases y consejos. De su experiencia europea nació el poema sinfónico Un americano en París: “Mi intención es representar en mi obra las impresiones de un americano que visita París y que mientras se pasea por la ciudad, presta atención a los ruidos de la calle y se impregna del ambiente parisiense. Cada oyente puede encontrar en la obra los episodios que le sugiera su imaginación”.

La composición original es para orquesta sinfónica. En nuestro concierto escucharemos una versión para dos pianos. 

Americano en París

17 Ago

24) Del Pop a la Vanguardia

 Concierto de orquesta de cuerda para jóvenes

. Músicas diversas del s. XX se retan de igual a igual en un juego de azar
. Orquesta de Cuerda (Siglo XXI) y narrador
. Músicas de Britten, Holst, Morricone, Bartók, Algueró, Kabalewsky, Turina…
. Texto: Fernando Palacios

[wpdm_file id=8]

Por mucho que pretendan los distintos bandos de la música discutir sobre cada estilo, ni el pop está reñido con la música contemporánea, ni ésta lo está con la clásica, ni la clásica con el folklore, ni con el rock. Es algo más sencillo: son músicas diferentes, que parten de diferentes principios y persiguen diferentes fines.

Reunir en un mismo concierto estilos tan dispares tiene algo de surtido, de reto y de juego. Y si eso se produce ante un público joven no puede ser nada más que por perseguir un objetivo: hacer reaccionar a la adolescencia ante un hecho musical que se debate entre lo conocido y la sorpresa.

El elemento que da al concierto sentido y unidad es la orquesta de cuerda. Al escuchar músicas muy diversas a través de un único instrumento (la orquesta), perderemos puntos de referencia que compartimentan la música y nos adentraremos con menos prejuicios dentro de ella.

Ordenaremos las piezas de nuestro concierto: con la ayuda de los números y a través de juegos de azar (baraja, dados…) iremos determinando el orden de las obras. Con esta iniciativa queremos jugar con el factor sorpresa, con la incertidumbre del ¿qué vendrá?, y colocar todas las obras en un mismo plano de igualdad.

17 Ago

23) La consagración de la primavera

Pájaro de Fuego

Concierto de piano cuatro manos para jóvenes

. En el centenario de la obra de arte más importante del siglo XX
. Piano 4 manos: Menchu Mendizábal e Inmaculada González, proyecciones y narrador
. Música de Igor Stravinsky
. Texto: Fernando Palacios

“Una maravillosa pesadilla”.
Claude Debussy

 “La música existe mientras haya ritmo, igual que existe la vida mientras haya pulso”.
Igor Stravinsky

Cuando se cumple el centenario del sonado escándalo de la obra más genial del siglo XX, ofrecemos un concierto comentado y ambientado con imágenes. La consagración es una obra siempre moderna, eternamente revolucionaria, de vida solitaria, sin antes ni después. Su música es violenta y salvaje: las armonías son ásperas, las melodías parece que vinieran de otro planeta, los ritmos se repiten con insistencia, igual que repiten las olas o se suceden las estaciones.

Stravinsky probaba toda la música que componía en el piano a cuatro manos. El auténtico estreno de La Consagración fue a puerta cerrada, con Debussy y Stravisnky en las cuatro manos del piano.

Es obvio que la versión de piano no posee el colorido de la orquesta; pero, a cambio, sí que resalta otras facetas: es más agresiva, más primitiva, más dura y persistente.

17 Ago

22) La creación del mundo

La creación del mundo

 Concierto de grupo instrumental para jóvenes

. La llegada del jazz a Europa junto a cosmogénesis del mundo
. Grupo instrumental y narrador
. Músicas de Gershwin, Artie Shaw, Martinú, Stravinsky y Milhaud
. Texto: Fernando Palacios

Frente a la música vital, barriobajera, improvisada y optimista del jazz estaba la música clásica que, siguiendo su tradición milenaria, escribía en partitura, nota a nota, sus melodías y se interpretaba en salas de conciertos para un público selecto. Eran dos mundos diferentes, casi contrarios: por un lado estaba la compleja música clásica y por otro la locura del jazz. Lo cual no quita que, como veremos hoy, en algunos casos se mezclaran.

 Y después de invadir toda Norteamérica, llegó un día en que, por fin, el jazz atravesó el mar y llegó a Europa. ¡Llegó, sonó y venció! Desde Londres a París, de Roma  a Praga… el jazz se metió como una plaga en toda la sociedad.

A algunos compositores europeos les daba miedo esa llegada: temían su fuerza arrolladora, su descaro, su ritmo vibrante… A otros, sin embargo, les apasionaba. En 1923, el compositor francés Darius Milhaud, enamorado del jazz, quiso hacer un ballet que retornara a las fuentes del jazz, o sea a África, a la fuerza del origen, a los ritos paganos de los antepasados. Fue un ballet donde bailaban africanos en sus ceremonias religiosas, y la música estaba empapada de jazz. Y le llamó La creación del mundo. En este ballet se ve cómo surgen animales enormes, pájaros multicolores, insectos terroríficos, dioses en forma de tótem. Entre la vegetación exuberante y llena de vida aparecen elefantes, tortugas, monos… En cierto modo, esta Creación del mundo al estilo africano se parece al Génesis, donde se describe la creación del mundo en siete días.

17 Ago

20) El buen ritmo del cuarteto de cuerda

Familia de cuerda

Concierto de cuarteto de cuerda para jóvenes

. Iniciación las músicas de cámara del s. XX
. Cuarteto de cuerda y narrador
. Música: Varios autores
. Texto: Fernando Palacios

[wpdm_file id=10]

Existe una posibilidad de pertenecer a ese selecto “Club de los Casi”, a esos héroes que buscan las maravillas escondidas, sin importarles las represalias. Son aquellos que van a conciertos como éste que presentamos, se olvidan de sus gustos anteriores y se disponen a cambiar.

Estas músicas que aquí os proponemos son distintas, tienen muchísima sustancia, huyen de la monotonía constante del pop. Ese puede ser su problema, que tienen tantas cosas que pueden pasar desapercibidas a quien no escucha de verdad. Son músicas que tienen un poco de todo: momentos rápidos y lentos, fuertes y pianos, con sonidos de arco y de pizzicattos. Vais a encontrar una muestra de las infinitas cosas que puede hacer un cuarteto de cuerda.

Desde hace doscientos años, un auténtico Cuarteto de Cuerda es la formación musical capaz de hacerlo todo. Los Beatles la eligieron para acompañar su Yesterday, no hay grupo de rock que no se quede extasiado ante la sonoridad de un Cuarteto de Cuerda.

17 Ago

19) Formas y estilos del Jazz

jazz1    

 Concierto de jazz para jóvenes

. Iniciación a una de las músicas fundamentales del s. XX
. Septeto de jazz y narrador
. Música: Varios autores
. Texto: Fernando Palacios.

[wpdm_file id=20]

Una vez le preguntaron al gran Louis Armstrong que definiera el Jazz, contestó: “Si alguien necesita preguntarlo, nunca va a saber lo que es”. A la misma pregunta contestó algo parecido el gran músico Fats Waller: “Mire, si a estas alturas no lo sabe todavía, más vale que lo deje”.

 El jazz nació en Nueva Orleans (donde los músicos negros tocaban en los peores barrios). Años después cerraron los chiringuitos musicales de Nueva Orleans y la gran vitalidad del jazz se difundió a través de la vía de comunicación más importante por entonces de Norteamérica: el Mississipi. Así llegó a Chicago, Nueva York, Kansas City, y de allí a todo el mundo, incluida Europa (Londres, París, Madrid y… este lugar). Se puede decir que con el jazz los africanos conquistaron a los europeos.

No obstante, la influencia blanca era cada vez mayor (en este grupo lo podéis ver): los blancos empezaban a tocar como los negros. Su ritmo trepidante y violento de baile pasó a sustituir a los viejos valses y polkas.

 La historia de la música clásica viene a ocupar aproximadamente un milenio, mientras que toda la historia del jazz invade algo más de un siglo. Lo curioso es que en la décima parte de tiempo. Al jazz le han pasado cosas similares que a la clásica, aunque diez veces más cortas e intensas.

17 Ago

18) La ópera de tres peniques

3 peniques

Cuento musical para jóvenes

. Una historia de barrio, basada en una ópera popular
. Grupo de cámara y narradores
. Música: Kurt Weill
. Texto: Fernando Palacios, a partir del texto de Bertold Brecht

[wpdm_file id=29]

La ópera de los tres peniques es una especie de ópera al revés: no salen ni condes, ni artistas, ni héroes, ni nada parecido… -como sería lo normal en cualquier ópera-. Los personajes son gentes de los bajos fondos: ladrones, mendigos, mafiosos, pedigüeños, quinquis… Los lugares donde se desarrolla la acción no son ni palacios, ni paseos elegantes, ni luminosos campos… sino arrabales, bares nocturnos, tiendas de trapicheo, la cárcel… como una película de cine negro.  Estos bajos fondos de la ciudad y sus gentes cantan una música muy bonita, muy sencilla de escuchar y, a su vez, con mucha “miga”. Y, además de todo esto, ostenta la singularidad de ser la ópera más representada de la historia. Sus planteamientos han sido plagiados hasta la saciedad: su música a mitad de camino entre lo clásico, el cabaret y el pop, su tema arrabalero, y sus personajes tan poco heroicos han dado pie a multitud de obras posteriores deudoras de esta creación.

En el original hay músicos, bailarines, actores, decorados… sin embargo, la versión que ofrecemos aquí es una adaptación sin ninguna escenografía: solamente interviene una pequeña orquesta y un narrador, es una versión de concierto donde se cuenta lo que ocurre en la trama de la obra mientras se escucha la música. La narración y los sonidos se unen para formar un cuento musical: el texto y la música se fusionan en un “arte total para el oído”, sin dar pie a que la vista mengüe la atención hacia la música, verdadera protagonista de esta versión. El grupo musical interpreta la partitura de la Suite para orquesta de viento, una selección de la música que hizo el propio Weill en 1928, cuatro meses más tarde del estreno de la ópera.