08 Oct

El arte de escuchar

<img data-attachment-id="3417" data-permalink="http://fernandopalacios le prix de viagra en france.es/el-arte-de-escuchar/arte-de-escuchar/#main» data-orig-file=»http://fernandopalacios.es/wp-content/uploads/2014/10/Arte-de-Escuchar.jpg» data-orig-size=»588,584″ data-comments-opened=»1″ data-image-meta=»{"aperture":"0","credit":"","camera":"","caption":"","created_timestamp":"0","copyright":"","focal_length":"0","iso":"0","shutter_speed":"0","title":"","orientation":"0"}» data-image-title=»Arte-de-Escuchar» data-image-description=»» data-medium-file=»http://fernandopalacios.es/wp-content/uploads/2014/10/Arte-de-Escuchar-300×297.jpg» data-large-file=»http://fernandopalacios.es/wp-content/uploads/2014/10/Arte-de-Escuchar.jpg» class=»aligncenter wp-image-3417 size-full» title=»Fernando Palacios – El Arte de Escuchar» src=»http://fernandopalacios.es/wp-content/uploads/2014/10/Arte-de-Escuchar.jpg» alt=»Fernando Palacios – El Arte de Escuchar» width=»588″ height=»584″ srcset=»http://fernandopalacios.es/wp-content/uploads/2014/10/Arte-de-Escuchar.jpg 588w, http://fernandopalacios.es/wp-content/uploads/2014/10/Arte-de-Escuchar-150×150.jpg 150w, http://fernandopalacios.es/wp-content/uploads/2014/10/Arte-de-Escuchar-300×297.jpg 300w» sizes=»(max-width: 588px) 100vw, 588px» />

10 Ago

11 Microbios y gigantes

Programa radiofónico  nº 11 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92

PODCAST disponible aquí

Hay compositores que necesitan mucho tiempo para expresarse, como Wagner. Otros disfrutan condensando todo en unos segundos, como Webern. Hay obras que son minúsculas, microscópicas; otras son colosales, imponentes. De estos dos tipos nos ocupamos en este espacio. El final lo pone un desfile de microbios.

Haz clic para acceder a 11-Microbios-y-gigantes.pdf

♫  Hay  seres que son tan diminutos, tan ínfimos, que casi no nos damos cuenta ni de que existen. ♫ Otros, sin embargo, son tan grandes, tan inmensos, que no los podemos ver enteros. Nos tenemos que conformar con ver sólo algún pedazo ♫.  Dentro de los primeros están los microbios ♫. Dentro de los segundos están los gigantes ♫.

En música también hay seres diminutos y seres monumentales. Ambos son desproporcionados, es decir, se salen de las dimensiones normales. ¿Qué cuáles son las dimensiones normales? Pues hombre, depende. Las canciones suelen durar entre dos y cinco minutos. Las sonatas entre veinte minutos y media hora. Las sinfonías entre media hora y tres cuartos. Y las óperas suelen estar entre las dos horas y las dos horas y media. Todo esto aproximadamente, claro. Estas son duraciones más o menos habituales aunque, como es evidente, las hay más cortas y más largas. También las hay mucho más cortas y mucho más largas. Y finalmente, las hay minúsculas, microscópicas ♫ y colosales, imponentes ♫ .

Pues bien, de éstas nos vamos a ocupar hoy, de las obras pequeñísimas y de las grandísimas. A mí me gusta llamarlas así: MICROBIOS Y GIGANTES.

♫ En pintura un microbio podría ser una miniatura, un retrato en un botón, un paisaje pintado en un broche ♫. Y un gigante, un mural como los de la Capilla Sixtina, o un cuadrazo de esos que no caben en ninguna casa ♫.

En literatura, un microbio sería un cuento de una página ♫. Y un gigante, un novelón de dos mil hojas ♫. En televisión, un microbio podría ser un anuncio ♫. Y un gigante, un culebrón ♫.

♫ En música podríamos llamar microbios a las obras o piezas acabadas (no valen fragmentos), que duren menos de un minuto. Con los microbios hay que estar muy atentos porque se pasan rápido. Aquí tenemos uno ♫.

Un gigante podría ser toda obra musical que mida (o sea, que dure) el doble o triple de lo que antes dábamos como normal. Por ejemplo, las sonatas de una hora, las sinfonías de dos horas, las óperas de cuatro y en general todo lo que dura más de estos tiempos. Los gigantes musicales requieren un tipo de audición, un tipo de atención muy distinta a la de los microbios.

♫ Estamos oyendo el comienzo de “El Anillo del Nibelungo” de Ricardo Wagner, una ópera en cuatro partes que dura unas quince horas, ¡ahí es nada! ♫ Algunos os preguntaréis ¿por qué hay compositores que hacen obras tan cortas y otros tan largas? Esto es bastante complicado de contestar. De todos modos supongo que será bueno curiosear algunas cuestiones ♫.

Lo primero es que la longitud de una obra musical no tiene nada que ver con la calidad. Hay obras pequeñas que son geniales y obras pequeñas que son estúpidas. Hay obras grandísimas que son verdaderos ladrillos, y otras son maravillosas. O sea, una cosa es el tamaño, y otra distinta la calidad ♫.

La segunda cuestión es que hay compositores que para expresarse necesitan mucho tiempo, como Wagner, o Bruckner, o Mahler. Y otros que disfrutan condensando todo lo que quieren en unos pocos segundos como Satie, Webern o Poulenc. No son ni mejores ni peores compositores por ello, son solo distintos ♫.

Esto era un auténtico microbio de Chopin, uno de sus “Preludios”. Y así pasamos a la tercera cuestión que se refiere a los oyentes. Hay públicos que gozan con las obras largas, largas, largas, con monólogos eternos. Como se dice ahora: flipan con las grandes dimensiones. Parte de este público suele despreciar un poco a las piecitas cortas por considerarlas poca cosa, frágiles, sin consistencia ♫.

♫ Pero existe el caso contrario: gentes que se aburren con los gigantismos, que se ponen nerviosas con las músicas infinitas y prefieren variedad. Se complacen con la escucha de muchas pequeñas piezas. Es un asunto de gustos en el que influyen fuertemente la capacidad de atención y concentración y el límite de cansancio y aburrimiento que cada uno tenga. Cada cual posee su sensibilidad, experiencia y educación. Y todo eso modela el gusto ♫.

A esto hay que añadir que todos tenemos nuestros días buenos y nuestros días malos. Hay días que aguantamos lo que nos echen, pero otros nada ♫.

Otra cuestión importante es que hay obras que necesitan de un tiempo mínimo para contar lo que pretenden, sino no son lo que son. No me imagino yo las truculentas historias de las óperas de Verdi reducidas a espectáculos de diez minutos. Imposible. Tienen que durar lo que duran, sino se quedan a medias ♫.

Una sonata o una sinfonía necesitan tiempo para exponer los temas, desarrollarlos y concluir después. Una obra de este tipo necesita crecer, hacerse grande. Y eso en música ocupa su tiempo ♫.

Sin embargo, hay obras musicales que son minúsculas y concentradas, como las plantas de un jardín. No son como bonsáis, o sea, árboles reducidos artificialmente, sino como las flores, de pequeño tamaño. Si estas pequeñas piezas se hicieran grandes a la fuerza, resultarían anormales. Serían pequeños gigantes. Por ejemplo, una pieza diminuta y acabada que se hiciera grande artificialmente sería como un raro bebé de dos metros, y no como un joven alto de dos metros que había crecido normalmente. Sería como una rosa tan grande como una casa, y no como un pino ♫.

Para acabar con tanta teoría os diré la última cuestión que se me ocurre sobre microbios y gigantes musicales. Acertar con el tamaño de una obra musical es muy, muy difícil. Los compositores siempre intentan medir si se quedan cortos o si se pasan, porque estas cosas del tiempo son muy delicadas. Bien, pues con las obras gigantes y microscópicas es todavía más difícil. Las enormes siempre tienen el problema de aburrir con su gran dimensión. Y las enanas tienen el peligro de no llegar a decir nada en tan corto tiempo. Los compositores geniales son los únicos que son capaces de salir airosos de estas situaciones ♫.

Vamos a ver un par de curiosidades ♫. En veintisiete años de compositor Anton Webern, un austriaco de nuestro siglo, hizo treinta y una obras camerísticas y sinfónicas. Toda su obra entra en tres discos compactos. La mitad de sus piezas son microbios, o sea, duran menos de un minuto. Podemos decir sin duda, que Anton Webern es el rey de los microbios musicales ♫. Esta divina bagatela de Webern dura veinticuatro segundos, por eso vamos a oírla otra vez ♫.

A lo largo de cuarenta años Ricardo Wagner, alemán del siglo pasado, compuso fundamentalmente solo diez óperas. Ahora, eso sí, las diez son gigantes. Rondan cada una las cuatro horas. Podemos decir sin duda, que Ricardo Wagner es el rey de los gigantes musicales ♫. Este es el comienzo del preludio de “Los maestros cantores de Nüremberg”, una ópera inmensamente larga e inmensamente buena ♫.

Los programas de radio cortos, como este que sólo dura media hora, son los menos indicados para oír obras monumentales, porque no caben. Pero por otra parte son los mejores para escuchar obras pequeñas. Así que desde este mismo instante hasta el final del programa tendremos desfile de microbios ♫.

Francisc Poulenc, compositor francés de este siglo, tiene un grupo de seis piezas para piano llamadas “Aldeanas”. Las seis son microbios y el más pequeñito es esta polca ♫.

Los esquimales llamados Inuit, hacen unos juegos vocales que nunca llegan al minuto, entre otras cosas porque si no se ahogan ♫.

Orlando di Lasso, un genio del siglo XVI, compuso un montón de canciones breves, breves. Algunas son auténticos microbios ♫.

Seguro que sabéis que Chopin tiene un famoso vals que se llama “Vals del minuto”. Lo podíamos haber llamado “Vals microbio”, aunque todos los pianistas lo hacen en más tiempo ♫.

Les Luthiers hicieron el “Vals del segundo” que es todavía más corto ♫.

Hugo Wolf se pasó la vida componiendo canciones. Entre sus microbios destaca éste ♫.

El Renacimiento es buena época para surtirnos de piezas breves y alegres. Aquí llega una ♫

François Couperin, barroco francés, es un maestro indiscutible de la pieza ínfima ♫.

Robert Schumann, el romántico más romántico que ha habido, era otro maestro de los microbios ♫

Charles Ives, americano de este siglo, bate records de brevedad en sus canciones ♫.

Y entre microbio y microbio, una despedida ♫. Por cierto, ¿seríais vosotros capaces de componer algún microbio como este? ♫

El próximo programa lo haremos desde una pajarería, pues su título será ¡MENUDOS PÁJAROS! ♫

El pajarero será el mismo de hoy, Carlos Arévalo ♫

Hasta entonces, adiós y adiós ♫

© Fernando Palacios

microbios

10 Ago

08 Improvisar y crear

Programa radiofónico  nº 8 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

¿Qué diferencias hay entre una improvisación y una composición? ¿Y entre el acto de improvisar y de crear una obra? Ayudados por las opiniones de algunos expertos y por las músicas de improvisadores avezados, intentamos aclarar la relación entre ambas maneras de enfrentarse a la música.

Haz clic para acceder a 08-Improvisar-y-crear.pdf

♫ Esto que suena ¿qué os parece? ¿es una música improvisada, o los intérpretes tocan algo que ya estaba fijado? ♫ Este pianista, ¿está componiendo sobre la marcha, o lo que suena está escrito de una manera exacta? ♫ ¿Improvisan, o ejecutan una música que ya existía? ♫ Estos intérpretes ¿hacen lo que les parece en ese momento, o lo que está escrito por un compositor? ♫ Esta música que oís ¿se puede improvisar? ♫

¿Qué diferencias hay entre una improvisación y una composición? ¿Entre el acto de improvisar y el de interpretar una obra? En algunos casos las diferencias son muchas; en otros, apenas hay. De esto trata hoy nuestro programa, de IMPROVISAR Y CREAR.

 ♫ Ésta es la primera de las músicas que ha sonado en nuestro programa. Es de una pequeña isla que hay en Indonesia llamada Bali. Allí la música es así. Casi todos los instrumentos son de percusión y forman orquestas que se llaman Gamelán. No hay improvisación. Las composiciones se trabajan en muchos ensayos y los músicos y los oyentes (los que asisten a los ensayos), aportan ideas nuevas sobre una base: se quita, se añade, se agregan variaciones, se prueban nuevos timbres… Pero una vez que todo está decidido y ensayado queda fijo. Ya ha tenido lugar el acto de creación ♫

Los balineses no tienen mucho respeto a la fidelidad de un original. Cuando se aprenden una pieza nueva, cada músico puede hacer modificaciones; o sea, cada pieza tiene tantas formas como gamelanes (orquestas) haya que la toquen. El placer reside en inventar variaciones y ornamentos durante los ensayos. Gozan con la creación y no les importa demasiado el producto terminado. La obra acabada puede desaparecer una vez que los músicos se cansan de ella. Y nadie la llora. Hay un cambio constante, una música que se transforma permanentemente pero sin progreso. A lo mejor lo que inventan se hizo en épocas anteriores y después se perdió, se olvidó. Tienen un concepto del tiempo circular y no lineal ♫

♫ La segunda música es una cadencia de un concierto para piano y orquesta de Mozart, el 23. Antes de terminar el primer tiempo de la obra, por entonces se dejaba que el intérprete, que solía ser el compositor también, improvisara sólo con su instrumento un ratillo. Era el momento de gran lucimiento para el intérprete. Esto que oís pudo haber sido improvisado en sus tiempos ♫

♫ Esta es la música que ha aparecido en tercer lugar. Es el grupo Art Ensemble of Chicago, un grupo de jazz contemporáneo que en este instante está en una improvisación completamente libre; hacen lo que les da la gana. Pero eso sí, se escuchan e intentan entre todos hacer música estupenda ♫

♫ Esta es música contemporánea, la cuarta de nuestro programa. Parece improvisada, y sin embargo no lo es. Ligeti, su autor, la escribió hace treinta años enterita, sin dejar margen a la improvisación. Otros compositores de su quinta hicieron lo contrario, es decir, dejaron que el intérprete en un momento dado pudiera improvisar. Pero en esta obra no, no, no; está todo escrito♫

♫ La última música de nuestra presentación pertenece al gran Juan Sebastián Bach. El rey Federico II en un encuentro que tuvo con el maestro, con Bach, le pidió que le hiciera al instante una fuga sobre una melodía dificilísima que se le había ocurrido. Bach le improvisó una fuga a tres voces sin rechistar ¡ahí queda eso! Mejor dicho, ¡aquí queda esto! Lo improvisó Bach en un periquete, luego lo escribió, y ahora lo tocan tal y cómo está escrito estos intérpretes ♫

Una vez contestadas las cinco preguntas de la presentación, vamos a meditar un poco sobre esto. Si componer es inventar música, improvisar es hacer dos cosas simultáneamente: inventar música e interpretarla, todo a la vez.

♫ Hay músicas que se escriben y después se interpretan justamente como están escritas ♫ Otras músicas ya existen y nos sirven para improvisar sobre ellas ♫ Y otras, directamente se improvisan al instante ♫

La pedagoga Violeta Hemsy de Gainza tiene un magnífico libro titulado “La improvisación musical”.  Ella la define así: “Toda ejecución musical instantánea producida por un individuo o grupo. Improvisación se llama tanto a la actividad de improvisar como al resultado, a la pieza improvisada”.

También explica lo siguiente: “En la conducta musical del hombre hay dos tendencias: imitar y crear. La improvisación es un juego que permite al músico, según en cada caso, las dos cosas: imitar, reproducir, interpretar por una parte,  y explorar, inventar y crear por otra”.

Improvisar música debe ser como hablar con naturalidad. Interpretar música, siguiendo la misma comparación es recitar poesía, declamar un texto o una obra de teatro ♫ La improvisación es música que no se escribe. Se compone instantáneamente, sobre la marcha. Es un medio de expresión sobre un instrumento ♫

La improvisación se encuentra en la base de una gran parte de la creación musical. A veces el compositor empieza improvisando. Después va limpiando, limando por aquí, por allá, hasta que queda algo acabado, meditado. Cada obra clásica tiene un poco de todo. No hay que olvidar que algunos famosos compositores fueron grandes improvisadores como Bach, Mozart, Beethoven,  Liszt, César  Franck,  Fauré, etc… ¿Quién puede asegurar que Bach, que el gran Juan Sebastián Bach no escribió esta monumental “Fantasía en  Sol  menor”  después de haberla improvisado de un tirón? ♫ Da  una sensación de libertad tal que cuesta pensar que sea música escrita ♫

♫ Hay otros motores de la creación que no son la improvisación, cómo este que describe Stravinsky en su libro “Poética Musical”: “Cuando estoy componiendo tropiezo a menudo con algo inesperado. Este elemento inesperado me choca, lo noto. A veces le extraigo provecho” ♫

La facultad de crear nunca se nos da sola. Va acompañada del don de la observación. El  verdadero creador se conoce en que encuentra siempre en derredor, en las cosas más pequeñas y humildes, encuentra elementos dignos de ser notados ♫

«Primero fue la palabra. Su corazón se estremeció ante el fulgor de la palabra y su mente fue lanzada a esa dimensión sin límites en la que todo es posible. Las improvisadas combinaciones, los juegos atrevidos con infinidad de verbos, adjetivos y nombres que acudían a la llamada de la palabra única. Frases inexplicables, frases hermosas, se hacían a sí mismas dirigidas por una misteriosa ley de afinidades y discrepancias, formando un conjunto luminoso cuya finalidad parecía ser la belleza de las formas y el encanto del sonido. Pero la idea que una sola palabra quería expresar se había perdido en aquella espléndida manifestación de posibilidades armónicas. Para recuperarla, uno ha de abandonar la región del  porque sí y someterse al orden y la coherencia. Con gran dificultad, casi con sufrimiento, y utilizando lo que su memoria pudo recuperar de aquel juego improvisado, ordenó, controló y midió, imponiendo al todo un ritmo preconcebido. Cuando por fin  creyó que había concluido su obra, se sintió feliz. Lo escrito  expresaba con bastante fidelidad lo que él quería decir. Aquello era inteligible y coherente. Tenía fuerza y era bello. Lo leyó de  nuevo buscando la palabra que había conmovido su corazón sin encontrarla. La había olvidado. A veces ocurren estas cosas».

♫ Ahora queridos amigos, vamos a pasar a observar diferentes improvisaciones ♫ Estamos en la India, aquí no existe la creación sobre el papel. La música se improvisa en el momento mismo de la ejecución, ateniéndose a unas bases, claro.  Aquí los intérpretes son los compositores. Para sus  improvisaciones recurren a esquemas conocidos melódicos y rítmicos. Sobre ellos realizan nuevas variaciones modificando y ampliando la  base ♫

♫ ¿Oís  esta música religiosa de Paquistán? A veces cantan todos juntos. Otras improvisan de  uno en uno ♫ En este contrapunteo, dos venezolanos del llano improvisan melodías y textos, llevando una conversación sobre un endiablado ritmo ♫ En algunas piezas de rock hay momentos que se guardan para la improvisación ♫

Antonio Molina  improvisa melismas, o sea melodías sin letra, detrás de cada frase musical ♫

Esto parece una improvisación ♫ Y no lo es ♫ La música popular irlandesa se transmite de boca a boca y se toca así, siempre igual; ¡bueno!, casi igual ♫

 ♫ Hay quien toca famosas composiciones modificando parte de la melodía y  del ritmo y añade pequeñas frases musicales improvisadas ♫

Y  llegamos a una música en la que todos podemos improvisar, todos. Los que sabéis más y menos, los que tenéis mayor o menor experiencia. Todos podemos  hacerlo porque este tipo de música tiene una base armónica clarísima: son doce compases que siempre se repiten de la misma  manera. Y sobre ella, sobre esa manera, que es tradicional, se puede improvisar fácil y  gratificantemente ♫

Es  el blues ♫.  John  Lee Hooker,  el actual patriarca de este estilo, asegura que no necesita componer nada. Se sienta delante de un micrófono y le sale el blues. Cuenta una historia y la canta como si la hubiera vivido ♫

♫ El blues en su evolución muestra muchas caras distintas. Blues con  instrumentos de rock ♫. Blues  rápido con instrumentos del folclore tradicional ♫. Y blues con un  instrumento de la orquesta: la tuba ♫ A este ejemplo le tengo yo especial cariño, lo reconozco. Pertenece a  una pieza del grupo americano ‘Blood, sweet & tears’. La improvisación está intercalada en el centro de  una canción (‘Cuando yo muera’,  se titula). Y esa canción está interpretada en este caso en directo. La tuba hace lo siguiente:

– Hay una especie de preludio. Primero: engancha con el final de la  canción y, además, engancha con fuerza

– Segundo: cae a los graves espectaculares de la tuba y se pone grotesco.

– Tercero: vacila un poco con la escala de blues.

– Y entramos ya en la parte central donde entra el ritmo y le acompaña  el grupo. Es la parte más larga, la gran improvisación.

– Y llegamos a la conclusión. En el quinto punto la tuba se queda sola, el grupo se calla.

– Y el sexto punto, el final, es ya el empalme con lo que seguirá.

Perfecto. Escuchamos esta improvisación de la tuba y con la tuba me voy despidiendo ♫

Mi consejo de hoy es uno solo: improvisad blues siempre que podáis. Y si no es blues, lo que sea ♫  El próximo día trataremos de NIGHT & DAY, o sea, de noches y días ♫

Hasta entonces, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

Fernando Palacios - P1170518

05 Ago

07 – Sonido y Oído – Pulso y Ritmo

Programa radiofónico  nº 7 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

El ritmo es el cuerpo de la música; su forma más simple y elemental es el pulso. Tomamos contacto con el elemento más difícil de entender, pero más fácil de practicar. Músicos de diferentes culturas nos traen sus músicas para aclarárnoslo.

Haz clic para acceder a 07-Pulso-y-Ritmo.pdf

San Juan inició su Evangelio diciendo: “en el principio era el verbo”. Hans von Bülow, un célebre director de orquesta del siglo pasado, dijo: “en el principio era el ritmo”, sentencia a la que todos los músicos han prestado su conformidad .

El hombre miró el mar, puso sus manos sobre el pecho, observó los astros, el día y la noche, las estaciones, los climas. Comprobó que en todas partes existía un ordenamiento del tiempo, que todos los fenómenos, todos todos, obedecían a un orden y una proporción. Se dio cuenta que había algo que impedía que la segunda ola llegara antes que la primera, que los días tuvieran duraciones variables, que el corazón no dejara de latir constantemente. Era el ritmo. Eso que estaba en todas las actividades del tiempo. El ritmo, un elemento premusical que se encuentra por doquier en la naturaleza, en todas partes; es una de sus leyes de equilibrio .

El ritmo también lo encontramos en las cosas más pequeñas: en los copos de nieve, en las espigas, en las hileras de hormigas y naturalmente en el hombre, pues tiene un papel definitivo en nuestra vida. Obsérvate un momento: la respiración, el pulso, todas las actividades del organismo, todo.  El ritmo lo invade todo .

Pero el ritmo no sólo nos afecta en las pequeñas cosas; en las grandes, también. Nos afectan las fases lunares, los climas, las vacaciones. ¿Cuántas veces hemos dicho que un viaje nos ha cambiado el ritmo vital?  Los biorritmos, los ritmos cardíacos, los ritmos respiratorios. Todos esos ritmos nos hablan además de nuestra salud, de nuestro temperamento, del humor y de muchas otras cosas .

El ritmo hace más fáciles y llevaderas todas las actividades, iguala los movimientos de los brazos al remar, al cavar o al nadar, de las piernas al caminar, correr o bailar. Es completamente necesario para realizar mejor todas las tareas. No sólo nos lo impone nuestro organismo, sino que es una necesidad del espíritu humano. Nosotros podemos dividir un todo en partes, como una tarta en distintas porciones. Podemos ordenar esas partes y agruparlas, podemos distinguir las que son iguales y las diferentes, hacer proporciones, o sea, podemos hacer ritmos .

La tendencia a preferir el esfuerzo ordenado al desordenado ha dado lugar al nacimiento de gritos que regulan el esfuerzo de los hombres que hacen un trabajo común: las galeras y su monótono tambor, los desfiles y los redobles de caja, incluso en las manifestaciones . Este elemento ordenador, el ritmo, tiene un carácter tan fuerte que puede ser un arte en sí mismo . Así como en el cuerpo humano si no hay cuerpo no hay alma ni inteligencia, en música sin ritmo no hay melodía ni armonía, luego es el cuerpo de la música . Hoy vamos a estar en compañía de ese cuerpo. Hoy es el día del pulso y el ritmo .

  • Pulsos 
  • Ritmos  
  • Pulsos   
  • Ritmos  
  • Pulsos 
  • Ritmos 

El segundo programa de SONIDO Y OÍDO estaba dedicado a los elementos de la música. Entre estos elementos estaban el pulso y el ritmo. La forma más simple y elemental del ritmo se expresa como un pulso, como un latido, como un péndulo. Si sobre los pulsos se organizan conjuntos de sonidos de más o menos duración, de mayor o menor acentuación, tenemos los ritmos .

Según el pedagogo Edgar Willems, “el ritmo es el movimiento ordenado”. Imaginaos un objeto en movimiento, aquí lo tenemos; de repente encuentra un obstáculo, ¡plack!, se produce un choque sonoro. Eso es lo que hace un tambor, un instrumento creado para el ritmo .

El ritmo dice: “yo estoy aquí y quiero ir hacia allá” . También solemos decir: esta película es magnífica, tiene un ritmo trepidante, o en aquella obra de teatro había momentos muy aburridos, se caía el ritmo, o también recuerdo una conferencia que estaba deslavazada, no tenía ritmo ninguno. Porque el ritmo no sólo afecta al arte musical, sino a todas las artes. Se habla del ritmo de un dibujo, de una fachada, de un poema, de una escultura, o sea, el ritmo no sólo se oye; se ve, se toca y sobre todo, se siente.

 Esta canción de Duke Ellington se titula: «No significa nada si no tiene ritmo». Y es una gran verdad, ¡menudo título! Atended bien porque además es una canción con sorpresas, sorpresas de Chopin, Chaikovsky y otros .

En nuestra civilización occidental la poesía, la música y la danza han sido organizadas con los mismos módulos de ritmo y pulso; tiempos largos y cortos, acentos y no acentos. Por ejemplo: ponemos el pie en tierra o baja las manos el director o se acentúa una palabra: eso es “tesis”. Levantamos el pie, suben las manos del director, etc: eso es “arsis”. Este es nuestro fundamento del ritmo, que nos viene desde los griegos .

La música reposa sobre este elemento organizador de las duraciones de los sonidos, aunque el ritmo también puede producirse por un solo sonido repetido con diferentes intensidades .

Si a una música le quitamos el ritmo, sólo oiremos los sonidos. Si no hay duraciones desiguales y acentos… mala cosa, porque unos cuantos sonidos sólo forman una idea musical cuando tienen ritmo . Dicho de otra manera: el ritmo surge cuando hay contraste, cambios. Si se producen cambios en el sonido, en la melodía o en la armonía, ahí está el ritmo. Está en todo, ya lo hemos dicho antes, desde que empieza una música hasta que acaba .

Estoy seguro que a todos nosotros cuando éramos niños nos han hecho ese precioso juego rítmico colocándonos encima de las rodillas de alguien: «Al paso, al paso, al paso… al trote, al trote, al trote… al galope, al galope, al galope». Es magnífico. Es uno de esos juegos divertidos, inocentes que encierran una gran sabiduría: tres ritmos diferentes que van aumentando de velocidad y que se viven con todo el cuerpo. Primero pausado pero andando (al paso) . Después trotando, el cuerpo nota el cambio, la velocidad, el balanceo y todo eso (al trote) . Y después a galopar casi en el aire, embriagados en el ritmo (al galope) . Siempre que tengáis un niño pequeño, hacedle esto, se morirá de gusto y de risa.

 Curiosamente, los beduinos, hombres del desierto, dividían la música en dos partes: la “Hid”a (la que tenía el ritmo derivado del andar del camello) y la “Habab” (la que tenía el ritmo derivado del andar del caballo). Pasaban largas horas subidos en estos animales y su forma de andar quedaba en el cuerpo.

En Irán los ritmos tienen dos categorías: los exclusivamente musicales y los que derivan de la lengua hablada .

En África, como veíamos en el programa anterior, muchos ritmos derivan del lenguaje tonal, de la lengua tonal. Este ejemplo nos llega desde Centroáfrica. Hablan y tocan lo mismo .

 En el canto gregoriano, el pulso no es como el tic-tac del reloj, monótono y constante. En esta música el pulso tiene un tira y afloja, una tensión y relajación. No es “tac tac tac tac” ¿Sabéis por qué?, porque se basa exclusivamente en el lenguaje, que tiene su propio ritmo y como el lenguaje tiene sus propios acentos, estos pasan al canto. El resultado es de una gran libertad y fluidez rítmica .

 Cuando al final de la Edad Media, la polifonía sustituyó a la monodia, o sea, el canto de varias melodías a la vez sustituyó al de una sola, ¿qué es lo que pasó?, pues que para sincronizar todas las voces hubo que crear un sistema de notación rítmica, o sea, el pulso se hizo más monótono y el ritmo más rígido .

En su precioso libro “Limpieza de oídos”, Murray Schafer muestra una curiosa teoría: “el sentido del ritmo cambió en Occidente en el siglo XIV después de la aparición del reloj mecánico. Antes de ese siglo los relojes eran silenciosos (relojes hidráulicos, de arena, de sol), pero apareció el reloj de tic-tac Por primera vez en la historia el tiempo quedaba dividido en unidades que sonaban. A partir de entonces empezó la notación rítmica. Las notas se dividieron en unidades rítmicas y todas relacionadas proporcionalmente entre sí. Antes había sido distinto, con mucha mayor libertad. El nuevo arte trajo otras maravillas, pero el ritmo quedó más inflexible .

Tanto oír la pulsación del reloj, tanto ver el péndulo constante, tanto oír monótonos mecanismos se nos ha atrofiado el sentido de la polirritmia, o sea, llevar varios ritmos a la vez. Los que han estado alejados de esto tienen magníficas aptitudes polirrítmicas . Nosotros dividimos los tiempos en conjuntos de dos o tres. George Brassens, un cantante francés estupendo, hacía todas las canciones así de sencillas, a dos  o a tres . Los orientales lo pueden hacer en muchas más partes . Eso sí, en Occidente sabemos combinar con mucha variedad esos conjuntos de dos y de tres .

Los románticos se desligaron de la rigidez métrica, seguramente por el contacto con otras culturas .

La música moderna ha hecho del ritmo su eje expresivo . Stravinsky liberó el ritmo de la simetría tradicional. El resultado daba la impresión de un regreso a las danzas de los pueblos primitivos .

Los africanos sin embargo tienen una habilidad especial para permanecer con el mismo tempo durante horas. Tienen sentido de pulso, de metrónomo. Por ello han desarrollado una gran variedad de motivos rítmicos . El pulso igual y prolongado, si va acelerando, provoca en mucha gente el trance y una cierta hipnosis entre los oyentes .

Los compositores, cuando crean ritmos, pretenden por una parte, repetirlos para hacerlos inteligibles pero por otra no quieren llegar a automatizarlos para no cansar el oído del oyente, porque puede venir la monotonía y la pérdida de interés. Puede haber ritmos regulares e irregulares, lentos o nerviosos, sencillos o complicados, pero todo eso no tiene que ver con su belleza. No debemos confundir complejidad rítmica con ausencia de ritmo. La ausencia de ritmo sería el caos, no como esto que oímos, que es complejo, pero rítmico .

Con vuestro permiso os voy a poner cuatro músicas que tienen ritmos que a mí me gustan muchísimo.

  • Venezuela nos trae este contrapunteo 
  • Grecia este rembético 
  • El jazz nos trae a Oscar Peterson 
  • Y del rock a los Doobie Brothers 

¿Os habéis fijado en el pie de muchas personas mientras escuchan música? Cada movimiento coincide con un acento de la música, porque el ritmo nos despierta reacciones musculares. Hay músicas que casi no podemos oírlas sin movernos . Y es que el baile es un arte rítmico. La danza necesita del ritmo y el ritmo nos reclama para bailar .

 Y así, bailando, bailando, vamos terminando . Si me lo permitís os voy a mandar algunas tareas. Cuando vayáis en tren, en esos trenes que hacen ruido, improvisad canciones con el acompañamiento rítmico que oís . Cuando escuchéis una banda de música, intentad llevar un ritmo diferente con las manos al que ellos tocan. Veréis qué difícil es. Siempre tendemos a resaltar los acentos de la música . Poned un disco en el tocadiscos y hacedlo sonar. Cambiadle la velocidad y observad que el ritmo no cambia. Cambia el tempo, o sea, la velocidad . Si alguna vez os ponéis a improvisar, cosa estupenda, claro, empezad siempre por el ritmo. Es lo más sencillo y nos da una estupenda visión de la forma . Con un instrumento de percusión intentad expresar: tristeza, alegría, nobleza, oscuridad, descanso, cólera… El ritmo puede expresar casi todo .

Aquí os dejo. Atención a la próxima semana. Tendremos IMPROVISAR Y CREAR. Estaremos también con nuestro piloto favorito, Carlos Arévalo. 

Hasta entonces, adiós y adiós .

© Fernando Palacios

Sonido y Oído - Pulso y Ritmo

01 Ago

02 – Descubre los Elementos

Programa radiofónico  nº 2 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

Un paso por el sonido, el silencio, el pulso, el ritmo, la melodía, la armonía, el contrapunto, la forma, la coherencia y el contenido. Con numerosos ejemplos sonoros 

Haz clic para acceder a 02-Descubre-los-Elementos.pdf

El sonido ♫, el silencio, el pulso ♫, el ritmo ♫, la melodía ♫, la armonía ♫, el contrapunto ♫, la forma ♫, la coherencia ♫, el contenido ♫.

Todos ellos son los ingredientes de la música. Son los ladrillos, el cemento, los pilares, las vigas, las tejas, las ventanas, la pintura, que sirven para construir la arquitectura del sonido. Puede faltar alguno de ellos, pero si faltan varios empieza a ser difícil que se produzca el fenómeno de la música, que no es más que eso: arquitectura sonora.

♫ Unas veces, la arquitectura sonora, o sea, la música, nos resulta cercana y habitual; otras, sin embargo, se vuelve enigmática y lejana, quizá por eso es tan difícil definirla; cada uno lo hace a su manera:

  • – Lo que escuchamos en la radio ¿no?
  • – La música es chunda-chunda
  • – Armonía, ritmo y melodía
  • – Yo creo que todo lo que se toca, todos los instrumentos dan música ¿no?
  • – La música… a mí la música me parece, pues muy bonita
  • – Son muchas notas juntas componiendo una sinfonía

♫ Hoy vamos a observar los componentes de los edificios del sonido. Descubriremos los elementos de la música ♫.

Los materiales del arte musical son el sonido y el silencio. El sonido puede producirse naturalmente, como lo origina  el viento, el mar, los animales… Os acordáis, el otro día, teníamos varios ejemplos de este tipo. O las personas, como esto que hago yo ahora, hablar, estoy emitiendo sonido, o también puedo cantar y emito de otra manera ♫. Pero también puede producirse artificialmente por medio de instrumentos, que los hay a millones ♫.

Claro, todos los sonidos no son iguales ni mucho menos. Eso se distingue fácilmente. Según de donde provienen suenan distintos. Por ejemplo, Santi, nuestro amigo Santi, toca el violín y le suena de esta manera… ♫ Salva, nuestro amigo Salva, el flautista, le suena de esta otra ♫ Yo toco un poquillo el piano y suena de una manera muy distinta ♫ Los tres hacemos más o menos lo mismo, pero el sonido tiene distinto color, distinto lustre. A eso le llamamos timbre, ♫ (“riiing”) ♫, pero no es ese timbre, es el timbre del sonido, es aquello por el que reconocemos de qué fuente vienen los sonidos. Es la clave de la diferencia de los sonidos.

♫ Ese es un sonido de viento de un instrumento con una vejiga, en fin, de una gaita. Incluso un mismo instrumento tiene distintos timbres, según el modo en que se toquen las notas, como por ejemplo este violonchelo ♫. Hay sonidos más claros, vibrados, más opacos, etc. Además por ejemplo, un violín barato malo no suena como un Stradivarius, que es un violín buenísimo. E incluso un violín bueno le sonará distinto a un principiante que por ejemplo a Itzhak Perlman, que le saca un timbre maravilloso♫.

Los sonidos también se definen por sus distintas alturas ♫. Dichas alturas sirven para hacer melodías y armonías. También se distinguen los sonidos por su intensidad, o sea, su potencia, que le agrega una tercera dimensión ♫.

En el polo opuesto al sonido está el ruido, aunque en el fondo son la misma cosa. La diferencia entre ambos está en que si lo que suena es deseable le podemos llamar sonido y si es indeseable, ruido. Por ejemplo, una tos o el crujido del envoltorio de un caramelo en un concierto es algo horroroso ♫. Pero también una música que en un momento dado puede molestar porque se está durmiendo, concentrado en una cosa o en una conversación, se convierte en un ruido desagradable automáticamente. Porque cada persona tiene una sensibilidad distinta hacia el ruido y el sonido. Schopenhauer, un filósofo del siglo XIX, venía a decir que las personas que puedan soportar más ruido son más insensibles a la música y al revés, naturalmente ♫.

El otro material del que se sirve la música es el silencio. El silencio es el lago donde flotan y se desplazan los sonidos. Si no hay silencio, es que hay ruido y donde hay ruido no puede manifestarse la música porque la obstruye, la aniquila, por lo tanto el ruido es el enemigo de la música, como se ha comprobado antes con la voz, con el caramelo y Mozart; por el contrario, el gran amigo, el silencio. Sin él no se puede percibir con claridad el sonido. Parece ser pues que la música y el silencio van íntimamente unidos ♫.

Los silencios inundan los espacios entre los sonidos. Los valoran y degustan, imprimen dramatismo ♫, serenidad ♫, melancolía ♫. El silencio es el elemento protector de la música, el que cuida de ella ♫.

♫ El pulso nos señala por una parte que hay vida, que hay dirección, pero por otra, que hay monotonía ♫. Al pulso, en música, se le llama también “metro” y no está nada mal puesto este nombre, porque mide espacios de tiempo. Es el que controla la velocidad de la música. A veces acelera ♫, otras retarda ♫; cuando necesita ir rapidísimo, puede llegar hasta 200 golpes por minuto ♫. O si le da la gana va a paso de tortuga, a 40 por minuto ♫. Es como la vida misma. A veces vamos deprisa, otras despacio, depende. En este caso depende de lo que mande la música ♫. Sobre este pulso voy a marcar más fuerte un pulso de cada dos ♫, ahora cada tres ♫, ahora cada cuatro ♫, etc. Sobre estas agrupaciones de dos, tres, cuatro y demás pulsos edificamos el ritmo .

La verdad es que no hay nada más difícil de definir que el ritmo y sin embargo lo distinguimos perfectamente donde se encuentre. En términos generales os puedo decir que tiene mucho que ver con la duración y ordenación de los golpes o notas. Para que exista ritmo tiene que haber además contraste. Los acentos, o sea, estas notas que marcamos más fuerte, son contrastes ♫. Si los acentos son fijos y regulares el resultado sigue siendo monótono, como una máquina ♫.

La palabra ritmo la solemos emplear para describir lo que no es exactamente regular. Llamamos ritmo a la sorpresa, a lo que baila, a lo que impulsa la música hacia adelante ♫. El ritmo está relacionado con nuestra fisiológica, con la acción, pues bien sabido es que casi todo lo que hacemos, desde respirar hasta andar o correr, son ritmos puros ♫.

La melodía sin embargo, entra a formar parte de nuestra vida afectiva, de la sensibilidad ♫. Esto lo dice el gran pedagogo Edgar Willems, quien además afirma que «la música es el arte del sonido, y no del ritmo, y por lo tanto el arte del canto y no del movimiento». La primacía de la melodía para él es pues evidente ♫.

Si ordenamos unos sonidos con una intención, la que sea, hemos hecho una melodía, mejor o peor, pero una melodía ♫. Dependerá de las alturas de los sonidos, de sus duraciones y naturalmente de la inspiración al combinar todo esto, el que nos salga más bonita o más fea, porque melodías podemos hacer con una sola nota ♫, con dos notas ♫, con tres notas ♫. La melodía es lo que más fácilmente se queda en la memoria, pues es la superficie de la música. Además, las más bellas tienen un poder misterioso sobre nosotros, un poder que sentimos pero que no podemos explicar. Parece mentira que una melodía que al fin y al cabo no es más que un sonido que sale de paseo, pueda arrebatar tantísimo ♫.

Colocad varios sonidos a la vez, hacedlos sonar: ahí tenéis una armonía ♫, ahí tenéis otra distinta ♫. Con más sonidos, más armonías ♫. Incluso fijaos bien, un sólo sonido puede servir para muchas armonías diferentes, según lo rodeemos de diferentes sonidos. Voy a hacer un ejemplo: cogemos este sonido ♫ Lo podemos cantar continuamente, y mientras tanto yo iré variando las armonías ♫.  Todas tienen a esa nota incluida. Todas van bien con ese sonido pero todas son diferentes ♫. Os podéis fijar que unos acordes consiguen una perfecta fusión y otros producen una cierta aspereza. A los primeros los llamamos consonantes y a los segundos disonantes ♫. La armonía nos viene estupendamente sobre todo para acompañar a la melodía. Le da profundidad a la música ♫.

(…) Imaginaos a varias personas hablando a la vez ¡no hay quien se entere de nada! (…) Sin embargo, cuando esto ocurre en música suena que da gloria oírlo ♫. A esto, a este diálogo simultáneo entre líneas melódicas lo llamamos contrapunto.

Los pigmeos son desde siempre unos maestros en esto del contrapunto. Un contrapunto sencillo y que todos conocéis es el canon. La cosa consiste en que uno canta la melodía; cuando está cantando se agrega otro cantando lo mismo pero claro, algo más tarde, imitando al anterior y queda bien, que es lo más gracioso. Al rato, entra otro y así, así, depende del canon. Los hay a dos voces, a tres a cuatro o a cinco, en fin, vamos a escuchar este pequeño ejemplo ♫

La esencia de la música es fluir, “nadie puede detener un río”, esto lo decía el compositor romántico Berlioz y qué razón tenía. Para poder escuchar cualquier música necesitamos forzosamente que pase el tiempo por ella, si no, no existe, porque la música es un arte que se desarrolla a través del tiempo, o lo que es igual, el tiempo se convierte en arte gracias a la música ♫.

Así como en un cuadro se ordenan los colores y las líneas en el espacio que tiene el lienzo, en una pieza musical se ordenan los sonidos y los silencios en el tiempo que dura ♫. Si habéis observado esta diminuta pieza una parte primera así ♫ otra central así ♫ y un final así ♫, el final era igual que el principio, ¿os habéis dado cuenta? Esto es algo que se da mucho en la música, se repiten las cosas, así al repetirse permanecen en nuestra memoria. Aquí tenemos otro ejemplo ♫. Gracias a que tenemos memoria podemos reconocer y recordar las cosas que ocurren en la música. Con la memoria nos damos cuenta de cómo se colocan los sonidos, de la forma de la música ♫.

Los compositores, los improvisadores, nosotros mismos, podemos ordenar los sonidos y los silencios según una forma clara, pero puede suceder que no conexionen bien entre ellos, que no tengan ninguna relación, que aquello no posea ningún sentido ni lógica. A eso le decimos que es incoherente, que no tiene coherencia, que el resultado no tiene coherencia. Escuchamos cómo entiende Salva con su flauta la incoherencia ♫. Miguel considera que esto que toca es completamente incoherente, es decir, que no es música ♫. Otras veces los sonidos y silencios ordenados según una forma musical, aunque sean muy distintos, incluso opuestos, se combinan a las mil maravillas, se encadenan con naturalidad. Eso es coherencia, unidad y sentido. Salva pasa a improvisar algo coherente ♫

Pero aún nos queda por observar un último elemento. De este casi no se puede hablar porque está más allá de la palabra. Lo único que me atrevo a decir es que podemos oír una música que tenga su sonido, su ritmo, su armonía, todo. Encima puede estar todo correctamente hecho y puede parecernos una patata frita, o sea, un horror ¿por qué? porque su contenido musical nos resulta falso, copiado o vulgar, zafio, hortera, poco imaginativo, etc. ♫. Le falta el elemento musical más importante: el contenido, la sustancia, lo que es café-café, es decir, le falla la música ♫.

Y antes de despedirnos os propongo lo siguiente. Mirad, os ponéis una música cualquiera, o si no la hacéis vosotros (con tal de que sea sencilla) e intentáis lo siguiente: distinguir todos sus elementos. Ya sabéis, qué sonidos tiene, instrumentos, los silencios, la pulsación, la melodía, todo eso ♫.

El próximo día tendremos otra cosa muy distinta. Haremos una especie de viaje en un túnel musical del tiempo que nos llevará hacia atrás desde esta época hasta el hombre primitivo. A toda velocidad y en media hora ♫.

¿Lo conseguiremos? La próxima semana la solución. Hasta entonces, adiós y adiós ♫.

© Fernando Palacios

Descubre los elementos - Fernando Palacios