11 Ago

24 El Silencio, el Rey

Programa radiofónico  nº 24 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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¿Cómo iba a tener música un programa dedicado al silencio? Este es uno de los programas más difíciles de escuchar, pues no tiene ninguna música de apoyo. Durante la media hora se comentan obras hechas con silencio, espectáculos de silencio, reinos del silencio, historias sobre el silencio.

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Cuando no hay ruido o sonido, a eso le llamamos silencio. Si decimos ‘un silencio profundo llenaba la casa’, eso significa que todos los rincones de esa casa estaban llenos de silencio, o sea, no se oía nada dentro de ella.

También decimos que alguien está en silencio cuando está callado, o no quiere hablar; como vosotros que estáis callados para oírme hablar a mí. Si pronunciáis una palabra, no oís lo que estoy diciendo.

Guardar silencio sobre algo es cuando no se quiere hablar de ello. Es guardar un secreto. Si decimos que alguien padece en silencio es que ni protesta ni se queja.

Imponer silencio es hacer callar, mandar que no haya ruido. Romper el silencio es volver a hablar o hacer ruido después de haber estado cierto tiempo callado.

Os voy a poner un ejemplo muy sencillo. Ahora en Radio 2 no hay silencio porque yo estoy haciendo ruido con la voz, o sea, estoy hablando. Pero si dejo de hacer ruido se impone el silencio. (…)

Y ahora rompo el silencio con mi voz. Por cierto, durante este rato en que yo he estado callado  ¿qué habéis hecho vosotros?, ¿habéis hecho algún ruido?, ¿habéis oído algún sonido?, ¿os acordáis de cuáles? Ahora os voy a pedir que estemos todos un rato en silencio. Si, ya se que es difícil, pero vamos a intentarlo. Durante este tiempo silencioso tenéis que escuchar atentamente todos los sonidos que haya a vuestro alrededor y después recordarlos. ¿Estáis preparados? ¿Seguro? Bueno, pues abramos la puerta del silencio y que pase. (…)

¿Cuántos sonidos diferentes habéis escuchado? Había sonidos de la calle, sonidos de algún vecino, sonidos de vuestra casa, sonidos de vosotros mismos. ¿Ha hecho algún ruido la radio? ¿Habéis oído mi respiración? Seguro que todos habéis oído algo durante este rato. Eso es porque el silencio es algo dificilísimo de conseguir. Siempre hay algún ruido dispuesto a romperlo. (…)

Cada vez es más difícil obtener silencio. Por todos lados hay ruidos de coches. Aparatos, casetes. Por eso, cada vez el silencio es más valioso. Hoy día sí que se puede decir aquello de que  ‘el silencio es oro’. O como hemos llamado a nuestro programa de hoy: EL SILENCIO: EL REY. (…)

El silencio se suele relacionar con la oscuridad, con la noche, con el color negro. Es porque la noche es más silenciosa que el día. La luz es sonido y la oscuridad silencio.

Pero también ocurre lo contrario. Una hoja de papel en blanco es como un silencio, no hay nada escrito. Un lienzo blanco no tiene pintura, también es como el silencio, como una partitura sin notas; luego el silencio también puede ser blanco. En realidad puede ser negro o blanco, según en qué ocasiones.

El silencio es también quietud, paz. Las cosas cuando se mueven hacen ruido, por lo tanto cuando están quietas, inmóviles, son imágenes del silencio.

El desierto, las superficies heladas, el vacío y la nada, siempre se relacionan con el silencio. Todo lo que tiene poca vida es silencioso. Lo más, la muerte: es silencio puro.

Como mejor leemos es en silencio, sin nada que perturbe nuestra concentración en la lectura. Por eso los libros son silenciosos, como los mimos, que hacen teatro sin decir ni una sola palabra, sólo con gestos. O el cine antiguo, aquél que no tenía sonido y se llamaba cine mudo. En esas películas se pueden ver actores que salen gritando y no se oye nada, pero se adivina el sonido por la expresión de su cara. Es un silencio a gritos.

En el cine hay películas que tienen en si título la palabra silencio, como por ejemplo ‘La ley del silencio’, ‘El silencio’, ‘Tiempo de silencio’, ‘Los gritos del silencio’, ‘El silencio de los corderos’. Todas ellas tratan el asunto del silencio de diferentes maneras.

Los dibujos, los cuadros, las fotografías y las esculturas van dirigidas a la vista y no al oído; por eso no suenan. Tienen una comunicación silenciosa. Aunque en el cuadro haya una catarata, o una moto o un camión, nosotros no oímos su sonido. Sin embargo nos lo podemos imaginar. Nos podemos imaginar perfectamente el sonido de una campana (…), el sonido de una voz que canta (…), o el sonido de un violín (…).

Hay personas que por un defecto en el oído no pueden escuchar nada. Los sordos son los que están en lo que se llama mundo del silencio. Como no se pueden comunicar con sonidos, lo hacen con señas. También se llama reino del silencio a las profundidades marinas. Los peces no gritan, por eso da tanta tranquilidad ver un acuario. Tranquilidad, eso es lo que necesitan los hospitales para que se curen los enfermos. En sus alrededores siempre hay carteles que dicen ¡silencio, por favor!

Hay lugares que si no tienen completo silencio, no se puede trabajar en ellos, como los estudios de grabación, los estudios de las emisoras de radio. Aquí, por ejemplo, donde estoy yo ahora, delante de mi hay una luz roja encendida que quiere decir silencio, están hablando. Si alguien entra en este estudio ahora, lo tendrá que hacer con sigilo, como si fuera un gato, para no hacer ningún ruido que te moleste a ti que estás escuchando el programa. La verdad es que aquí hay un estupendo silencio. Oíd un poco. (…)

No sólo en los estudios de radio hay buen silencio. En la provincia de León hay un valle que se llama ‘Valle del Silencio’ porque no hay ni río, ni pájaros, ni suele haber insectos. Además está apartado de la civilización y no se oye ni el ruido de coches, ni nada de eso. En realidad no se oye casi nada. Seguro que os gustaría un paseo por allí, oiríais vuestros pasos con perfecta nitidez: un paso, otro paso, un paso, otro paso, cloc, cloc, cloc, cloc, cloc, cloc…

En los monasterios suele haber claustros silenciosos, pero siempre hay alguna fuente o algún pájaro que rompe el silencio. Sin embargo, dentro de las pequeñas capillitas de los monasterios, allí sí que hay buen silencio. San Bruno fundó en el siglo XI la orden monástica de los cartujos. Estos monjes tienen voto de silencio, es decir, no hablan nunca. Antonio Muñoz Molina, un estupendo escritor de ahora, tiene un artículo periodístico llamado así: voto de silencio. En él cuenta lo siguiente:

“Conozco aventureros que no viajan para descubrir paisajes, sino para descubrir variedades más puras de silencio. Un amigo aficionado a la vela me cuenta que sólo cuando se ha alejado cuatro millas del puerto deja de oír el tráfico de la ciudad en que vive y de la carretera de la costa. Hablo con un espeleólogo y lo primero que le pregunto es qué se oye en una gruta a doscientos metros bajo tierra. Me contesta: caudales súbitos y ocultos de agua, gotas de agua solitarias y aritméticas que llevan milenios culminando una estalactita, silencio, el silencio más denso que ha podido percibir un oído humano, un silencio arcaico, fósil, aterrador algunas veces, que otorga una categoría de riada y de escándalo al flujo de la sangre en las sienes cuando el explorador ha apagado su lámpara y se queda quieto, cobijado en su saco de dormir y ya no sabe si en el mundo exterior es de día o de noche, ni recuerda otros sonidos que los de sus pasos y su respiración”.

Hay unas habitaciones construidas especialmente para el silencio: son las cámaras anecoicas. Tienen unos muros de dos metros de hormigón. Para entrar hay que pasar por varias puertas, todas gordas. Las paredes, el techo, el suelo, las puertas, todo está recubierto de una especie de esponja que absorbe cualquier ruido. Hace cuarenta años entró en una de estas cámaras silenciosas un compositor americano llamado John Cage. Cuando llevaba un rato dentro de ella empezó a oír dos sonidos distintos. Al salir le dijo al técnico: -Esta cámara está mal porque se oyen dos sonidos. El técnico le contestó: – ¡dígame cómo son!. John Cage le dijo que uno de los sonidos era alto y otro un poco más bajo. El técnico le dijo que el alto era su sistema nervioso funcionando, y el bajo la sangre circulando por las venas. Así descubrió el compositor que todos nosotros, todos los seres humanos, producimos siempre dos sonidos sin querer. Por lo tanto, el silencio absoluto no existe. Siempre hay algo que suena, y, si no, sonamos nosotros mismos. (…) Un tiempo después de la experiencia de la habitación del silencio, John Cage compuso una obra que se tituló 4’33’’. Esta pieza consiste simplemente en cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. Ni más ni menos. Los músicos que interpretan esta pieza tienen que estar 4’33’’ en silencio. Es una obra musical que podéis interpretar cuando queráis. No es necesario ni siquiera saber tocar un instrumento.

Yoko Ono, una artista japonesa que pasó a la fama por casarse con el músico de los Beatles John Lennon, tiene varios espectáculos que se basan en el silencio. Uno de ellos se titula ‘Cerillas’. Es así: la sala está a oscuras, cada espectador recibe al entrar una cerilla que puede encender cuando quiera ver lo que ocurre en el escenario. Otra obra de Yoko Ono se titula ‘Pieza de bicicleta para orquesta’. En ella, cien actores pedalean silenciosamente sobre bicicletas. Otra obra, llamada ‘Despertador’, consiste en esperar en silencio a que suene la alarma de un despertador instalado en el centro del escenario. ¿Os imagináis? Tic, tac, tic, tac… así durante mucho rato y sin saber cuándo ¡riiinnnnggg! Un ring tremendo. En fin, éstas son obras de Yoko Ono.

El compositor György Ligeti fue invitado en una ocasión a dar una conferencia sobre el futuro de la música. Ligeti se sentó en su mesa de conferenciante y se mantuvo en silencio durante los ocho minutos que duró su actuación. El público reaccionó haciendo todo tipo de ruidos, gritos, insultos, hasta que expulsaron al conferenciante de la sala. Todos los ruidos que hicieron los oyentes era una creación sonora del compositor. Ligeti se fue muy satisfecho.

Como veis, hay muchos casos de obras musicales que se basan en el silencio. Os mencionaré un par de casos más. George Bredit, tiene un cuarteto de cuerda que consiste en lo siguiente: salen los cuatro músicos, suben al escenario, se dan la mano, saludan al público y desaparecen.

Nam Yune Paik compuso otra obra titulada ‘Una para violín solo’ en la cual el violinista levanta en silencio y con mucho esfuerzo un violín por el mango y en el momento culminante lo estrella con todas sus fuerzas contra una mesa. Éstas son obras que se sirven del silencio para crear una gran tensión. Porque no hay que olvidar que, sobre todo, el silencio tensa el ambiente o lo relaja, según en que situación nos encontremos.

Los escritores y poetas se preocupan mucho del silencio. La razón ya os la contaba antes cada vez escasea más. El famoso escritor Arthur Clark tiene un precioso cuento titulado ‘Silencio, por favor’ en el que cuenta la historia de un joven científico que inventó una máquina a la que llamó ‘Silenciador Fenton’. Era una máquina capaz de anular los ruidos de su alrededor, y dejar toda la estancia en silencio. El joven Fenton se llevó su máquina a la ópera y se la enchufó a una soprano cuando estaba cantando un aria. De repente se produjo un increíble silencio. Nadie oía a la soprano que abría la boca. Cantaba con todas sus fuerzas pero no se oía nada. El público no se lo podía creer. Al final, la máquina acumuló tanta energía que explotó, y claro, mató a su inventor, por eso seguimos sin tener ninguna máquina que imponga el silencio.

Hay otras muchas narraciones, cuentos y poesías que nos hablan del silencio. En realidad es uno de los temas favoritos de los artistas. Recuerdo una historia de un señor que coleccionaba silencios musicales: cada vez que le gustaba un silencio dentro de una música lo grababa en una casete. Grababa sólo el silencio. Al cabo de los años de coleccionar silencios tenía muchísimos. Silencios de Schubert, de Beethoven, de Brahms, de Bruckner, de Webern, de Falla. Cuando este extraño coleccionista estaba tranquilo en su casa, se ponía todos los silencios, uno tras otro y era feliz. ¿Os imagináis coleccionar los más bellos silencios de la música? Que conste que yo también los colecciono. Y además os invito a que lo hagáis vosotros. Es una colección preciosa. Cuando escuchéis un silencio que os guste, ¡pumba!, lo grabáis, lo archiváis en vuestra colección. Algún día nos podríamos intercambiar los silencios repes para completar los que nos faltan, en fin, como si fuera una colección de cromos.

También recuerdo aquel vagabundo que, cuando estaba en el bosque y había tormenta, sacaba una flauta que tocaba solo silencios: en la mitad del ruido de la tormenta se oía una divina melodía de silencios. O también recuerdo aquellas sirenas que atraían a los marineros pero no porque cantaran, sino por sus atractivos silencios.

Pero todavía más emocionante que estas historias es cuando asistimos a manifestaciones y espectáculos de silencio. Pocas cosas hay en la vida más impresionantes que ver pasar por las estrechas y recogidas calles de Sevilla a la ‘Procesión del Silencio’. Miles de personas con hábitos negros, cada una con un gran cirio, van desfilando pausadamente en un silencio sepulcral. Se oyen solamente los pasos descalzos: cloc, cloc… como aquellos del ‘Valle del Silencio’… cloc, cloc. Silencio impresionante es también cuando, antes de empezar un espectáculo o un concierto, todo el mundo se levanta del asiento y guarda un minuto de silencio por la muerte de una persona conocida. O esas manifestaciones silenciosas. Miles, casi millones de personas sin decir ‘esta boca es mía’.

En muchos espectáculos el silencio del público es fundamental. En el teatro, porque si no, no se oye a los actores. En el tenis, porque el ruido desconcentra a los deportistas. En los toros porque se juega la vida el torero y necesita concentración y silencio. Y en los conciertos porque sobre todo la música requiere silencio para, a partir de él, edificar arquitecturas de sonido.

El día de Viernes Santo, a las doce de la mañana, en un pueblecito de Teruel llamado Calanda, se reúnen unos cinco mil tambores y bombos en la plaza. Todos están en completo silencio, vestidos de morado. Dan las doce campanadas y, cuando da la última, todos a la vez se ponen a tocar juntos. Se mueven las paredes de las casas y el suelo. A esto le llaman ‘la rompida del silencio’.

Ahora os voy a leer un anuncio de aire acondicionado que recorté de un periódico este año pasado. Dice así:

“Aire acondicionado Bon Air. La ley del silencio. En Bon Air hay algo que tenemos como ley, para el verdadero confort el silencio es básico, tanto como una atmósfera totalmente sana y limpia, a una temperatura y grado de humedad ideales y constantes. Todo esto es lo que le ofrece la nueva serie Europa de aire acondicionado Bon Air. Con lo último en diseño y tecnología. Serie Europa, una serie líder para los líderes del confort. Bon Air, la ley del silencio”.

También tengo anuncios de equipos de Alta Fidelidad. Por ejemplo, éste:

“La más alta tecnología del sonido en Alta Fidelidad sólo se puede demostrar de una manera: con el silencio. Porque sólo cuando se puede reproducir con absoluta perfección el silencio se está en condiciones de reproducir con absoluta fidelidad el sonido. El sistema 4300 de Taiwa es el ejemplo. En él no suena nada que no deba sonar. Nada estorba a la hora de la reproducción. Es el sistema perfecto para oírlo todo sin oír nada. Taiwa, la alta fidelidad que se mide con el silencio”.

Hay una casa discográfica llamada ECM que tiene el siguiente eslogan:

“El sonido más bello después del silencio”

Otra casa discográfica llamada Windham Hill tiene el siguiente eslogan

“El sonido de una gota de agua”

Hace un rato he hecho una experiencia. He ido al ordenador y le he pedido títulos de músicas que tuvieran la palabra silencio. Y me ha dado un montón de ellas. Os voy a leer unas cuantas.

Por ejemplo: Alphonse Diepenbruck, un compositor entre el siglo pasado y éste tiene una obra que se llama ‘En gran silencio’. Félix Ibarrondo tiene una obra para piano titulada ‘Silencios Ondulados’. Arre Marie Canto una para coro que se llama solamente así: ‘Silencio’. Otro compositor, Aaron Copland, compositor de este siglo, americano, tiene una obra para trompeta, corno inglés y cuerdas llamada ‘Ciudad silenciosa’. Otro compositor alemán, Hermann Reutter tiene una obra llamada ‘Tu silencio, mi voz’. Y un compositor sueco, Tommy Shredder una obra muy graciosa; se titula así: ‘Música para sonreír y después guardar silencio’. El compositor español Pablo Sorozábal tiene siete canciones sobre poesías de Heyne, una de ellas se llama ‘Noche fría y silenciosa’. José de la Vega tiene también una obra llamada ‘Silencio’. José Manuel Berea, un compañero nuestro de la radio también compositor, tiene una obra para grupo de cámara que se titula ‘Incendio de silencio’. Félix Ibarrondo, otra vez sale el mismo compositor de antes, tiene una obra llamada ‘Luego el silencio’. María Escribano también tiene una obra silenciosa, se titula así: ‘Breve introducción a la historia del silencio’.  Una obra de José Enrique Pedreira se titula ‘Tres diálogos con el silencio’. Y una muy famosa de Antonin Dvorak, ‘Bosques silenciosos’. Tadeusz Baird, un compositor polaco de la actualidad, tiene un soneto de Shakespeare puesto en música que se titula así: ‘Aprende a leer lo que ha escrito un amor en silencio’.

Pero ahí no queda la cosa; hay muchos más aquí, no vamos a acabar nunca. Por ejemplo, Charles Boc tiene una obra llamada ‘Silencioso como la noche’. Michael Praetorius, un compositor del S. XVI o XVII, entre medias, un famoso villancico, ‘En medio del silencio’. Leonard Bernstein, una suite sinfónica que se llama ‘La ley del silencio’. Oliver Messiaen, dentro de ‘Las miradas del Niño Jesús’, hay una mirada que es ‘La mirada del silencio’. Y termino esta larga lista mencionando una obra de Montserrat Bellés titulada ‘Música para un silencio’. Y esto ha sido sólo introduciendo el dato silencio en el ordenador. Si hubiera metido el dato Silent o Silence, o silencio en alemán o en otros idiomas hubieran salido otro montón de obras. Hay muchísimas obras musicales que llevan por título algo que se relaciona con el silencio.

Y ya, para terminar, os vamos a hacer una pequeña cata de distintos silencios. Os vamos a mostrar diferentes silencios en esta emisora. No es lo mismo dejar de hablar (este silencio es un silencio en el que se nota mucho el paso de la cinta; hay una pequeña sustancia sonora que es parecida al silencio), a si yo interrumpo mi voz y paramos el magnetofón, con lo cual el silencio es muchísimo más profundo, como éste.

En fin, podríamos seguir hablando muchísimo sobre esta maravilla que es el silencio. En fin, queridos amigos, ya hemos llegado al final de nuestro programa. Habéis podido comprobar que hoy no hemos tenido ninguna música en el espacio y sí hemos tenido sin embargo muchos silencios porque ‘el silencio es la más hermosa de las músicas’. Y eso no es porque lo diga yo, ni mucho menos, lo dicen muchísimos músicos, intérpretes, compositores, muchos escritores, poetas, filósofos, pensadores, industriales. En realidad lo dice casi todo el mundo. En realidad creo que lo pensamos todos. Por eso le hemos llamado a este programa hoy EL SILENCIO: EL REY.

Un poeta decía: “sólo hay tres cosas dignas de romper el silencio: la poesía, la música y el amor”.

El próximo día os contaré las extraordinarias aventuras de un joven compositor que tenía una manera muy curiosa de componer. Será un cuento titulado LA RARA INSPIRACIÓN DE FERNÁNDEZ.

El piloto de nuestro avión es el de siempre, Carlos Arévalo. Hasta el siguiente programa, adiós y adiós.

© Fernando Palacios

silencio

01 Ago

02 – Descubre los Elementos

Programa radiofónico  nº 2 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Un paso por el sonido, el silencio, el pulso, el ritmo, la melodía, la armonía, el contrapunto, la forma, la coherencia y el contenido. Con numerosos ejemplos sonoros 

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El sonido ♫, el silencio, el pulso ♫, el ritmo ♫, la melodía ♫, la armonía ♫, el contrapunto ♫, la forma ♫, la coherencia ♫, el contenido ♫.

Todos ellos son los ingredientes de la música. Son los ladrillos, el cemento, los pilares, las vigas, las tejas, las ventanas, la pintura, que sirven para construir la arquitectura del sonido. Puede faltar alguno de ellos, pero si faltan varios empieza a ser difícil que se produzca el fenómeno de la música, que no es más que eso: arquitectura sonora.

♫ Unas veces, la arquitectura sonora, o sea, la música, nos resulta cercana y habitual; otras, sin embargo, se vuelve enigmática y lejana, quizá por eso es tan difícil definirla; cada uno lo hace a su manera:

  • – Lo que escuchamos en la radio ¿no?
  • – La música es chunda-chunda
  • – Armonía, ritmo y melodía
  • – Yo creo que todo lo que se toca, todos los instrumentos dan música ¿no?
  • – La música… a mí la música me parece, pues muy bonita
  • – Son muchas notas juntas componiendo una sinfonía

♫ Hoy vamos a observar los componentes de los edificios del sonido. Descubriremos los elementos de la música ♫.

Los materiales del arte musical son el sonido y el silencio. El sonido puede producirse naturalmente, como lo origina  el viento, el mar, los animales… Os acordáis, el otro día, teníamos varios ejemplos de este tipo. O las personas, como esto que hago yo ahora, hablar, estoy emitiendo sonido, o también puedo cantar y emito de otra manera ♫. Pero también puede producirse artificialmente por medio de instrumentos, que los hay a millones ♫.

Claro, todos los sonidos no son iguales ni mucho menos. Eso se distingue fácilmente. Según de donde provienen suenan distintos. Por ejemplo, Santi, nuestro amigo Santi, toca el violín y le suena de esta manera… ♫ Salva, nuestro amigo Salva, el flautista, le suena de esta otra ♫ Yo toco un poquillo el piano y suena de una manera muy distinta ♫ Los tres hacemos más o menos lo mismo, pero el sonido tiene distinto color, distinto lustre. A eso le llamamos timbre, ♫ (“riiing”) ♫, pero no es ese timbre, es el timbre del sonido, es aquello por el que reconocemos de qué fuente vienen los sonidos. Es la clave de la diferencia de los sonidos.

♫ Ese es un sonido de viento de un instrumento con una vejiga, en fin, de una gaita. Incluso un mismo instrumento tiene distintos timbres, según el modo en que se toquen las notas, como por ejemplo este violonchelo ♫. Hay sonidos más claros, vibrados, más opacos, etc. Además por ejemplo, un violín barato malo no suena como un Stradivarius, que es un violín buenísimo. E incluso un violín bueno le sonará distinto a un principiante que por ejemplo a Itzhak Perlman, que le saca un timbre maravilloso♫.

Los sonidos también se definen por sus distintas alturas ♫. Dichas alturas sirven para hacer melodías y armonías. También se distinguen los sonidos por su intensidad, o sea, su potencia, que le agrega una tercera dimensión ♫.

En el polo opuesto al sonido está el ruido, aunque en el fondo son la misma cosa. La diferencia entre ambos está en que si lo que suena es deseable le podemos llamar sonido y si es indeseable, ruido. Por ejemplo, una tos o el crujido del envoltorio de un caramelo en un concierto es algo horroroso ♫. Pero también una música que en un momento dado puede molestar porque se está durmiendo, concentrado en una cosa o en una conversación, se convierte en un ruido desagradable automáticamente. Porque cada persona tiene una sensibilidad distinta hacia el ruido y el sonido. Schopenhauer, un filósofo del siglo XIX, venía a decir que las personas que puedan soportar más ruido son más insensibles a la música y al revés, naturalmente ♫.

El otro material del que se sirve la música es el silencio. El silencio es el lago donde flotan y se desplazan los sonidos. Si no hay silencio, es que hay ruido y donde hay ruido no puede manifestarse la música porque la obstruye, la aniquila, por lo tanto el ruido es el enemigo de la música, como se ha comprobado antes con la voz, con el caramelo y Mozart; por el contrario, el gran amigo, el silencio. Sin él no se puede percibir con claridad el sonido. Parece ser pues que la música y el silencio van íntimamente unidos ♫.

Los silencios inundan los espacios entre los sonidos. Los valoran y degustan, imprimen dramatismo ♫, serenidad ♫, melancolía ♫. El silencio es el elemento protector de la música, el que cuida de ella ♫.

♫ El pulso nos señala por una parte que hay vida, que hay dirección, pero por otra, que hay monotonía ♫. Al pulso, en música, se le llama también “metro” y no está nada mal puesto este nombre, porque mide espacios de tiempo. Es el que controla la velocidad de la música. A veces acelera ♫, otras retarda ♫; cuando necesita ir rapidísimo, puede llegar hasta 200 golpes por minuto ♫. O si le da la gana va a paso de tortuga, a 40 por minuto ♫. Es como la vida misma. A veces vamos deprisa, otras despacio, depende. En este caso depende de lo que mande la música ♫. Sobre este pulso voy a marcar más fuerte un pulso de cada dos ♫, ahora cada tres ♫, ahora cada cuatro ♫, etc. Sobre estas agrupaciones de dos, tres, cuatro y demás pulsos edificamos el ritmo .

La verdad es que no hay nada más difícil de definir que el ritmo y sin embargo lo distinguimos perfectamente donde se encuentre. En términos generales os puedo decir que tiene mucho que ver con la duración y ordenación de los golpes o notas. Para que exista ritmo tiene que haber además contraste. Los acentos, o sea, estas notas que marcamos más fuerte, son contrastes ♫. Si los acentos son fijos y regulares el resultado sigue siendo monótono, como una máquina ♫.

La palabra ritmo la solemos emplear para describir lo que no es exactamente regular. Llamamos ritmo a la sorpresa, a lo que baila, a lo que impulsa la música hacia adelante ♫. El ritmo está relacionado con nuestra fisiológica, con la acción, pues bien sabido es que casi todo lo que hacemos, desde respirar hasta andar o correr, son ritmos puros ♫.

La melodía sin embargo, entra a formar parte de nuestra vida afectiva, de la sensibilidad ♫. Esto lo dice el gran pedagogo Edgar Willems, quien además afirma que «la música es el arte del sonido, y no del ritmo, y por lo tanto el arte del canto y no del movimiento». La primacía de la melodía para él es pues evidente ♫.

Si ordenamos unos sonidos con una intención, la que sea, hemos hecho una melodía, mejor o peor, pero una melodía ♫. Dependerá de las alturas de los sonidos, de sus duraciones y naturalmente de la inspiración al combinar todo esto, el que nos salga más bonita o más fea, porque melodías podemos hacer con una sola nota ♫, con dos notas ♫, con tres notas ♫. La melodía es lo que más fácilmente se queda en la memoria, pues es la superficie de la música. Además, las más bellas tienen un poder misterioso sobre nosotros, un poder que sentimos pero que no podemos explicar. Parece mentira que una melodía que al fin y al cabo no es más que un sonido que sale de paseo, pueda arrebatar tantísimo ♫.

Colocad varios sonidos a la vez, hacedlos sonar: ahí tenéis una armonía ♫, ahí tenéis otra distinta ♫. Con más sonidos, más armonías ♫. Incluso fijaos bien, un sólo sonido puede servir para muchas armonías diferentes, según lo rodeemos de diferentes sonidos. Voy a hacer un ejemplo: cogemos este sonido ♫ Lo podemos cantar continuamente, y mientras tanto yo iré variando las armonías ♫.  Todas tienen a esa nota incluida. Todas van bien con ese sonido pero todas son diferentes ♫. Os podéis fijar que unos acordes consiguen una perfecta fusión y otros producen una cierta aspereza. A los primeros los llamamos consonantes y a los segundos disonantes ♫. La armonía nos viene estupendamente sobre todo para acompañar a la melodía. Le da profundidad a la música ♫.

(…) Imaginaos a varias personas hablando a la vez ¡no hay quien se entere de nada! (…) Sin embargo, cuando esto ocurre en música suena que da gloria oírlo ♫. A esto, a este diálogo simultáneo entre líneas melódicas lo llamamos contrapunto.

Los pigmeos son desde siempre unos maestros en esto del contrapunto. Un contrapunto sencillo y que todos conocéis es el canon. La cosa consiste en que uno canta la melodía; cuando está cantando se agrega otro cantando lo mismo pero claro, algo más tarde, imitando al anterior y queda bien, que es lo más gracioso. Al rato, entra otro y así, así, depende del canon. Los hay a dos voces, a tres a cuatro o a cinco, en fin, vamos a escuchar este pequeño ejemplo ♫

La esencia de la música es fluir, “nadie puede detener un río”, esto lo decía el compositor romántico Berlioz y qué razón tenía. Para poder escuchar cualquier música necesitamos forzosamente que pase el tiempo por ella, si no, no existe, porque la música es un arte que se desarrolla a través del tiempo, o lo que es igual, el tiempo se convierte en arte gracias a la música ♫.

Así como en un cuadro se ordenan los colores y las líneas en el espacio que tiene el lienzo, en una pieza musical se ordenan los sonidos y los silencios en el tiempo que dura ♫. Si habéis observado esta diminuta pieza una parte primera así ♫ otra central así ♫ y un final así ♫, el final era igual que el principio, ¿os habéis dado cuenta? Esto es algo que se da mucho en la música, se repiten las cosas, así al repetirse permanecen en nuestra memoria. Aquí tenemos otro ejemplo ♫. Gracias a que tenemos memoria podemos reconocer y recordar las cosas que ocurren en la música. Con la memoria nos damos cuenta de cómo se colocan los sonidos, de la forma de la música ♫.

Los compositores, los improvisadores, nosotros mismos, podemos ordenar los sonidos y los silencios según una forma clara, pero puede suceder que no conexionen bien entre ellos, que no tengan ninguna relación, que aquello no posea ningún sentido ni lógica. A eso le decimos que es incoherente, que no tiene coherencia, que el resultado no tiene coherencia. Escuchamos cómo entiende Salva con su flauta la incoherencia ♫. Miguel considera que esto que toca es completamente incoherente, es decir, que no es música ♫. Otras veces los sonidos y silencios ordenados según una forma musical, aunque sean muy distintos, incluso opuestos, se combinan a las mil maravillas, se encadenan con naturalidad. Eso es coherencia, unidad y sentido. Salva pasa a improvisar algo coherente ♫

Pero aún nos queda por observar un último elemento. De este casi no se puede hablar porque está más allá de la palabra. Lo único que me atrevo a decir es que podemos oír una música que tenga su sonido, su ritmo, su armonía, todo. Encima puede estar todo correctamente hecho y puede parecernos una patata frita, o sea, un horror ¿por qué? porque su contenido musical nos resulta falso, copiado o vulgar, zafio, hortera, poco imaginativo, etc. ♫. Le falta el elemento musical más importante: el contenido, la sustancia, lo que es café-café, es decir, le falla la música ♫.

Y antes de despedirnos os propongo lo siguiente. Mirad, os ponéis una música cualquiera, o si no la hacéis vosotros (con tal de que sea sencilla) e intentáis lo siguiente: distinguir todos sus elementos. Ya sabéis, qué sonidos tiene, instrumentos, los silencios, la pulsación, la melodía, todo eso ♫.

El próximo día tendremos otra cosa muy distinta. Haremos una especie de viaje en un túnel musical del tiempo que nos llevará hacia atrás desde esta época hasta el hombre primitivo. A toda velocidad y en media hora ♫.

¿Lo conseguiremos? La próxima semana la solución. Hasta entonces, adiós y adiós ♫.

© Fernando Palacios

Descubre los elementos - Fernando Palacios