07 – Sonido y Oído – Pulso y Ritmo
Programa radiofónico nº 7 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.
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El ritmo es el cuerpo de la música; su forma más simple y elemental es el pulso. Tomamos contacto con el elemento más difícil de entender, pero más fácil de practicar. Músicos de diferentes culturas nos traen sus músicas para aclarárnoslo.
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San Juan inició su Evangelio diciendo: “en el principio era el verbo”. Hans von Bülow, un célebre director de orquesta del siglo pasado, dijo: “en el principio era el ritmo”, sentencia a la que todos los músicos han prestado su conformidad ♫.
El hombre miró el mar, puso sus manos sobre el pecho, observó los astros, el día y la noche, las estaciones, los climas. Comprobó que en todas partes existía un ordenamiento del tiempo, que todos los fenómenos, todos todos, obedecían a un orden y una proporción. Se dio cuenta que había algo que impedía que la segunda ola llegara antes que la primera, que los días tuvieran duraciones variables, que el corazón no dejara de latir constantemente. Era el ritmo. Eso que estaba en todas las actividades del tiempo. El ritmo, un elemento premusical que se encuentra por doquier en la naturaleza, en todas partes; es una de sus leyes de equilibrio ♫.
El ritmo también lo encontramos en las cosas más pequeñas: en los copos de nieve, en las espigas, en las hileras de hormigas y naturalmente en el hombre, pues tiene un papel definitivo en nuestra vida. Obsérvate un momento: la respiración, el pulso, todas las actividades del organismo, todo. El ritmo lo invade todo ♫.
Pero el ritmo no sólo nos afecta en las pequeñas cosas; en las grandes, también. Nos afectan las fases lunares, los climas, las vacaciones. ¿Cuántas veces hemos dicho que un viaje nos ha cambiado el ritmo vital? ♫ Los biorritmos, los ritmos cardíacos, los ritmos respiratorios. Todos esos ritmos nos hablan además de nuestra salud, de nuestro temperamento, del humor y de muchas otras cosas ♫.
El ritmo hace más fáciles y llevaderas todas las actividades, iguala los movimientos de los brazos al remar, al cavar o al nadar, de las piernas al caminar, correr o bailar. Es completamente necesario para realizar mejor todas las tareas. No sólo nos lo impone nuestro organismo, sino que es una necesidad del espíritu humano. Nosotros podemos dividir un todo en partes, como una tarta en distintas porciones. Podemos ordenar esas partes y agruparlas, podemos distinguir las que son iguales y las diferentes, hacer proporciones, o sea, podemos hacer ritmos ♫.
La tendencia a preferir el esfuerzo ordenado al desordenado ha dado lugar al nacimiento de gritos que regulan el esfuerzo de los hombres que hacen un trabajo común: las galeras y su monótono tambor, los desfiles y los redobles de caja, incluso en las manifestaciones ♫. Este elemento ordenador, el ritmo, tiene un carácter tan fuerte que puede ser un arte en sí mismo ♫. Así como en el cuerpo humano si no hay cuerpo no hay alma ni inteligencia, en música sin ritmo no hay melodía ni armonía, luego es el cuerpo de la música ♫. Hoy vamos a estar en compañía de ese cuerpo. Hoy es el día del pulso y el ritmo ♫.
- Pulsos ♫
- Ritmos ♫
- Pulsos ♫
- Ritmos ♫
- Pulsos ♫
- Ritmos ♫
El segundo programa de SONIDO Y OÍDO estaba dedicado a los elementos de la música. Entre estos elementos estaban el pulso y el ritmo. La forma más simple y elemental del ritmo se expresa como un pulso, como un latido, como un péndulo. Si sobre los pulsos se organizan conjuntos de sonidos de más o menos duración, de mayor o menor acentuación, tenemos los ritmos ♫.
Según el pedagogo Edgar Willems, “el ritmo es el movimiento ordenado”. Imaginaos un objeto en movimiento, aquí lo tenemos; de repente encuentra un obstáculo, ¡plack!, se produce un choque sonoro. Eso es lo que hace un tambor, un instrumento creado para el ritmo ♫.
El ritmo dice: “yo estoy aquí y quiero ir hacia allá” ♫. También solemos decir: “esta película es magnífica, tiene un ritmo trepidante”, o “en aquella obra de teatro había momentos muy aburridos, se caía el ritmo”, o también “recuerdo una conferencia que estaba deslavazada, no tenía ritmo ninguno”. Porque el ritmo no sólo afecta al arte musical, sino a todas las artes. Se habla del ritmo de un dibujo, de una fachada, de un poema, de una escultura, o sea, el ritmo no sólo se oye; se ve, se toca y sobre todo, se siente.
♫ Esta canción de Duke Ellington se titula: «No significa nada si no tiene ritmo». Y es una gran verdad, ¡menudo título! Atended bien porque además es una canción con sorpresas, sorpresas de Chopin, Chaikovsky y otros ♫.
En nuestra civilización occidental la poesía, la música y la danza han sido organizadas con los mismos módulos de ritmo y pulso; tiempos largos y cortos, acentos y no acentos. Por ejemplo: ponemos el pie en tierra o baja las manos el director o se acentúa una palabra: eso es “tesis”. Levantamos el pie, suben las manos del director, etc: eso es “arsis”. Este es nuestro fundamento del ritmo, que nos viene desde los griegos ♫.
La música reposa sobre este elemento organizador de las duraciones de los sonidos, aunque el ritmo también puede producirse por un solo sonido repetido con diferentes intensidades ♫.
Si a una música le quitamos el ritmo, sólo oiremos los sonidos. Si no hay duraciones desiguales y acentos… mala cosa, porque unos cuantos sonidos sólo forman una idea musical cuando tienen ritmo ♫. Dicho de otra manera: el ritmo surge cuando hay contraste, cambios. Si se producen cambios en el sonido, en la melodía o en la armonía, ahí está el ritmo. Está en todo, ya lo hemos dicho antes, desde que empieza una música ♫ hasta que acaba ♫.
Estoy seguro que a todos nosotros cuando éramos niños nos han hecho ese precioso juego rítmico colocándonos encima de las rodillas de alguien: «Al paso, al paso, al paso… al trote, al trote, al trote… al galope, al galope, al galope». Es magnífico. Es uno de esos juegos divertidos, inocentes que encierran una gran sabiduría: tres ritmos diferentes que van aumentando de velocidad y que se viven con todo el cuerpo. Primero pausado pero andando (al paso) ♫. Después trotando, el cuerpo nota el cambio, la velocidad, el balanceo y todo eso (al trote) ♫. Y después a galopar casi en el aire, embriagados en el ritmo (al galope) ♫. Siempre que tengáis un niño pequeño, hacedle esto, se morirá de gusto y de risa.
♫ Curiosamente, los beduinos, hombres del desierto, dividían la música en dos partes: la “Hid”a (la que tenía el ritmo derivado del andar del camello) y la “Habab” (la que tenía el ritmo derivado del andar del caballo). Pasaban largas horas subidos en estos animales y su forma de andar quedaba en el cuerpo.
En Irán los ritmos tienen dos categorías: los exclusivamente musicales y los que derivan de la lengua hablada ♫.
En África, como veíamos en el programa anterior, muchos ritmos derivan del lenguaje tonal, de la lengua tonal. Este ejemplo nos llega desde Centroáfrica. Hablan y tocan lo mismo ♫.
♫ En el canto gregoriano, el pulso no es como el tic-tac del reloj, monótono y constante. En esta música el pulso tiene un tira y afloja, una tensión y relajación. No es “tac tac tac tac” ¿Sabéis por qué?, porque se basa exclusivamente en el lenguaje, que tiene su propio ritmo y como el lenguaje tiene sus propios acentos, estos pasan al canto. El resultado es de una gran libertad y fluidez rítmica ♫.
♫ Cuando al final de la Edad Media, la polifonía sustituyó a la monodia, o sea, el canto de varias melodías a la vez sustituyó al de una sola, ¿qué es lo que pasó?, pues que para sincronizar todas las voces hubo que crear un sistema de notación rítmica, o sea, el pulso se hizo más monótono y el ritmo más rígido ♫.
En su precioso libro “Limpieza de oídos”, Murray Schafer muestra una curiosa teoría: “el sentido del ritmo cambió en Occidente en el siglo XIV después de la aparición del reloj mecánico. Antes de ese siglo los relojes eran silenciosos (relojes hidráulicos, de arena, de sol), pero apareció el reloj de tic-tac ♫. Por primera vez en la historia el tiempo quedaba dividido en unidades que sonaban. A partir de entonces empezó la notación rítmica. Las notas se dividieron en unidades rítmicas y todas relacionadas proporcionalmente entre sí. Antes había sido distinto, con mucha mayor libertad. El nuevo arte trajo otras maravillas, pero el ritmo quedó más inflexible ♫.
Tanto oír la pulsación del reloj, tanto ver el péndulo constante, tanto oír monótonos mecanismos se nos ha atrofiado el sentido de la polirritmia, o sea, llevar varios ritmos a la vez. Los que han estado alejados de esto tienen magníficas aptitudes polirrítmicas ♫. Nosotros dividimos los tiempos en conjuntos de dos o tres. George Brassens, un cantante francés estupendo, hacía todas las canciones así de sencillas, a dos ♫ o a tres ♫. Los orientales lo pueden hacer en muchas más partes ♫. Eso sí, en Occidente sabemos combinar con mucha variedad esos conjuntos de dos y de tres ♫.
Los románticos se desligaron de la rigidez métrica, seguramente por el contacto con otras culturas ♫.
La música moderna ha hecho del ritmo su eje expresivo ♫. Stravinsky liberó el ritmo de la simetría tradicional. El resultado daba la impresión de un regreso a las danzas de los pueblos primitivos ♫.
Los africanos sin embargo tienen una habilidad especial para permanecer con el mismo tempo durante horas. Tienen sentido de pulso, de metrónomo. Por ello han desarrollado una gran variedad de motivos rítmicos ♫. El pulso igual y prolongado, si va acelerando, provoca en mucha gente el trance y una cierta hipnosis entre los oyentes ♫.
Los compositores, cuando crean ritmos, pretenden por una parte, repetirlos para hacerlos inteligibles pero por otra no quieren llegar a automatizarlos para no cansar el oído del oyente, porque puede venir la monotonía y la pérdida de interés. Puede haber ritmos regulares e irregulares, lentos o nerviosos, sencillos o complicados, pero todo eso no tiene que ver con su belleza. No debemos confundir complejidad rítmica con ausencia de ritmo. La ausencia de ritmo sería el caos, no como esto que oímos, que es complejo, pero rítmico ♫.
Con vuestro permiso os voy a poner cuatro músicas que tienen ritmos que a mí me gustan muchísimo.
- Venezuela nos trae este contrapunteo ♫
- Grecia este rembético ♫
- El jazz nos trae a Oscar Peterson ♫
- Y del rock a los Doobie Brothers ♫
¿Os habéis fijado en el pie de muchas personas mientras escuchan música? Cada movimiento coincide con un acento de la música, porque el ritmo nos despierta reacciones musculares. Hay músicas que casi no podemos oírlas sin movernos ♫. Y es que el baile es un arte rítmico. La danza necesita del ritmo y el ritmo nos reclama para bailar ♫.
♫ Y así, bailando, bailando, vamos terminando ♫. Si me lo permitís os voy a mandar algunas tareas. Cuando vayáis en tren, en esos trenes que hacen ruido, improvisad canciones con el acompañamiento rítmico que oís ♫. Cuando escuchéis una banda de música, intentad llevar un ritmo diferente con las manos al que ellos tocan. Veréis qué difícil es. Siempre tendemos a resaltar los acentos de la música ♫. Poned un disco en el tocadiscos y hacedlo sonar. Cambiadle la velocidad y observad que el ritmo no cambia. Cambia el tempo, o sea, la velocidad ♫. Si alguna vez os ponéis a improvisar, cosa estupenda, claro, empezad siempre por el ritmo. Es lo más sencillo y nos da una estupenda visión de la forma ♫. Con un instrumento de percusión intentad expresar: tristeza, alegría, nobleza, oscuridad, descanso, cólera… El ritmo puede expresar casi todo ♫.
Aquí os dejo. Atención a la próxima semana. Tendremos IMPROVISAR Y CREAR. Estaremos también con nuestro piloto favorito, Carlos Arévalo.
Hasta entonces, adiós y adiós ♫.
© Fernando Palacios