17 Ago

18) La ópera de tres peniques

3 peniques

Cuento musical para jóvenes

. Una historia de barrio, basada en una ópera popular
. Grupo de cámara y narradores
. Música: Kurt Weill
. Texto: Fernando Palacios, a partir del texto de Bertold Brecht

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La ópera de los tres peniques es una especie de ópera al revés: no salen ni condes, ni artistas, ni héroes, ni nada parecido… -como sería lo normal en cualquier ópera-. Los personajes son gentes de los bajos fondos: ladrones, mendigos, mafiosos, pedigüeños, quinquis… Los lugares donde se desarrolla la acción no son ni palacios, ni paseos elegantes, ni luminosos campos… sino arrabales, bares nocturnos, tiendas de trapicheo, la cárcel… como una película de cine negro.  Estos bajos fondos de la ciudad y sus gentes cantan una música muy bonita, muy sencilla de escuchar y, a su vez, con mucha “miga”. Y, además de todo esto, ostenta la singularidad de ser la ópera más representada de la historia. Sus planteamientos han sido plagiados hasta la saciedad: su música a mitad de camino entre lo clásico, el cabaret y el pop, su tema arrabalero, y sus personajes tan poco heroicos han dado pie a multitud de obras posteriores deudoras de esta creación.

En el original hay músicos, bailarines, actores, decorados… sin embargo, la versión que ofrecemos aquí es una adaptación sin ninguna escenografía: solamente interviene una pequeña orquesta y un narrador, es una versión de concierto donde se cuenta lo que ocurre en la trama de la obra mientras se escucha la música. La narración y los sonidos se unen para formar un cuento musical: el texto y la música se fusionan en un “arte total para el oído”, sin dar pie a que la vista mengüe la atención hacia la música, verdadera protagonista de esta versión. El grupo musical interpreta la partitura de la Suite para orquesta de viento, una selección de la música que hizo el propio Weill en 1928, cuatro meses más tarde del estreno de la ópera.

11 Ago

38 La historia de mi baúl

Programa radiofónico  nº 38 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Un baúl que se pierde en la guerra y se localiza después en Afganistán. Una investigación nos ha permitido saber que perteneció a Yalal ad-Din Rumi, quien le confirió efectos sobrenaturales. Al final, el cuento nos desvela algunos de sus misterios.

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♫ Hace unos cuatro años me llamó por teléfono mi tío abuelo Tomás, el hermano de mi abuela Josefa, la de Cornago. Mi tío Tomás vivía solo desde siempre en una casa del centro de Madrid, de esas grandes, antiguas, llenas de cosas y con gruesas cortinas por todos lados. Siempre fue un hombre un poco raro y reservado, seguramente por haber tenido un pasado algo enigmático. De todos modos, a mi me tenía mucho cariño. Bueno, el caso es que me llamó para que fuera a visitarle, tenía algo muy importante que decirme ♫.

Cuando llegué a su casa ya me estaba esperando impaciente. Me condujo hasta la última habitación del pasillo, que siempre estaba cerrada, y allí me enseñó un desvencijado baúl  de cuero que, entre telarañas, reposaba en un oscuro rincón. Nos sentamos alrededor de él y empezó a hablar. Me dijo que desde hacía tiempo quería contarme la historia de aquel viejo baúl, pues el día de mañana sería mío. También me puso una condición: debía mantener el secreto hasta su muerte.

Hace un año y medio falleció mi tío abuelo Tomás. En el testamento dejó bien claro que el baúl era para mí. Y así es. Desde entonces tengo este tesoro aquí, aquí en mi habitación, y ya no tengo por qué mantener su secreto. Por eso os voy a relatar la fascinante aventura de este antiquísimo arcón. Os voy a narrar LA HISTORIA DE MI BAÚL ♫.

Para empezar esta historia vamos a situarnos en 1900. Fue en este año cuando un antepasado mío compró el baúl. Era ni más ni menos que Demetrio Murga, conocido en todos los puertos como Capitán Murga, marinero y aventurero. Era tío abuelo de mi tío abuelo Tomás, o sea, una especie de tatarabuelo. Según me dijo mi tío Tomás, el Capitán tenía un cierto parecido, en su físico y en su carácter, con el personaje del cómic Corto Maltés, o sea, era valiente, noble y sentimental ♫.

Murga, solía pasear los domingos que tenía libres por el bazar del puerto de Barcelona. Fue allí donde un día, en un puesto de cacharros exóticos que tenía un extravagante faquir indio, se quedó prendado de un raro baúl con aspecto de tener muchos años. Fue como un flechazo. Murga se encaprichó de él, pero no entendía por qué le querían cobrar un montón de dinero por un arcón hecho polvo. El faquir le contestó que aquel no era un baúl normal, ni mucho menos. Tenía unos efectos muy especiales que no podía desvelar. Sólo quien invirtiera en su compra toda su fortuna y lo abriera, podría disfrutar de aquellos particulares efectos. Algo especial debía tener aquel baúl para que el Capitán Murga empeñase todo su dinero. Por algo sería.

Nuestro personaje vivió catorce años acompañado de su baúl. Pero estalló la I Guerra Mundial ♫. En esta terrorífica guerra tuvo que combatir en primera línea de fuego. En una de las sangrientas batallas, su barco fue alcanzado y hundido. Por los pelos pudo salvarse. Pero el baúl desapareció ♫.

En un hospital de Constantinopla el Capitán Murga conseguía reponerse de sus heridas, pero no de la terrible ausencia de su baúl. Pasaba las horas deprimido y hundido en un oscuro vacío. No sabía exactamente lo que le pasaba, sentía como si le faltara algo de su cuerpo. Sólo estaba seguro de una cosa: era la separación de su baúl la causante de todo aquello ♫.

Un día, mientras estaba sumido en su monótono letargo, creyó ver una señal en el vuelo de un pájaro. Él no supo por qué pero, de repente se iluminó su cerebro. Era un mensaje que le llegaba con toda nitidez: si viajaba en la dirección del vuelo de aquel pájaro, llegaría hasta su baúl ♫. No lo dudó dos veces. Saltó de la cama con renovadas fuerzas y partió en busca de aquel potente imán. Estaba seguro de que, dejándose llevar por su intuición, daría con él. A caballo, en tren, por mar, andando… cualquier sistema era bueno para alcanzar su objetivo. Por fin, tres años después, en Bajel, una ciudad abandonada de Afganistán, encontró lo que buscaba. Entre las ruinas estaba su baúl. ¿Cómo había llegado hasta allí? Nadie lo sabe, pero allí estaba. Un misterio más de aquél mágico cacharro ♫.

El Capitán Murga volvió con su baúl a España y ya no sabemos mucho más de su vida. Sólo que llamó a su sobrino-nieto Tomás, o sea, a mi tío abuelo (¿os acordáis?), y se lo dejó de herencia. De igual modo que años después mi tío abuelo haría conmigo. Eso si, le hizo una advertencia: quien abriera el baúl encontraría una gran satisfacción, pero a cambio no podría desprenderse jamás de él. Quien disfrutara de su contenido, debería cargar con el mueble toda la vida (claro, ahora me explico por qué el Capitán había sufrido tanto con su ausencia!) ♫

Cuando el Capitán Murga murió, mi tío Tomás se llevó el baúl. Pero, cosa curiosa, no lo quiso abrir. La idea de tener que cargar siempre con él no le hacía ninguna gracia. Pero a cambio sí que hizo una cosa extraordinaria: dedicó toda su vida a investigar la procedencia y misterios de aquel gran cofre. La verdad es que la historia del baúl era apasionante. Pero de abrirlo nada, le daba un miedo atroz ♫. 40 años estuvo indagando por todo el mundo, en museos, bibliotecas, embajadas, monasterios. Fue incluso a parar hasta talleres de nigromantes y brujos. El resultado de su investigación es lo que me contó aquel día que me citó en su casa y me enseñó el baúl. Os voy a resumir algo de la larga investigación de mi tío abuelo Tomás ♫.

El baúl fue construido, de jovencito, por el gran místico Yalal ad-Din Rumi, más conocido como Mevlana. Este hombre nació hacia el año 1.200 en la ciudad de Bajel, en Afganistán ­–sí, sí, allí fue donde volvió a encontrar el Capitán Murga el baúl. Justamente donde Mevlana lo había construido siete siglos antes; ya empezamos a atar algún cabo en esta increíble historia ¿verdad? ♫

Mevlana fue un personaje de primerísima categoría. En primer lugar, era un gran sabio: llegó a conocer todo el saber de su tiempo. En segundo lugar, era visionario: descubrió, entre otras cosas, el número de planetas de nuestro sistema solar siglos antes que Copérnico. En tercer lugar fue poeta: escribió el Masnavi, seis libros de preciosos y extraños poemas; en algunos de ellos habla de su baúl que, sin duda, es el mío ya. Y, en cuarto lugar, fue místico: fundó en Turquía la orden de los mevlevis, o derviches danzantes, o sea, monjes que bailan dando vueltas sobre sí mismos ♫.

Mevlana guardaba en el baúl todos sus escritos junto a enseres personales y aparatos misteriosos. No es de extrañar por lo tanto que parte de las increíbles virtudes de Mevlana pasaran a su baúl y éste las haya conservado durante años ♫.

Desde la muerte de Mevlana en 1.273 hasta la compra del baúl por el Capitán Murga en 1.900 se sabe muy poco de su paradero. Sólo que fue de un sitio a otro cambiando de dueños y desgastando poco a poco su poder con el tiempo. El Capitán todavía pudo disfrutar de su estímulo durante años. Sin embargo, mi tío abuelo Tomás me confesó que no lo abrió en toda su vida por miedo a su terrible atracción. La verdad es que mi tío no fue precisamente un tipo valiente ♫. Al fin, ya lo sabéis, el baúl pasó a mis manos. Al principio le tenía algo de temor, sobre todo cuando me acordaba de mi tío. Pero, después de estar varios días meditando, llegué a la siguiente conclusión: pasara lo que pasara abriría el baúl. Para bien o para mal, no podía vivir sin saber en qué consistía su magnetismo. Mi curiosidad me podía ♫.

Por fin, un día del verano pasado me decidí. Estaba muy nervioso, no daba una a derechas; además, los herrajes estaban muy oxidados. El caso es que me fui serenando y, con la ayuda de un fuerte destornillador, conseguí abrirlo. Mi emoción era enorme. ¿Qué habría dentro del baúl? ♫

La primera sorpresa vino enseguida: no había nada dentro. Nada, sólo el viejo cuero desgastado por el mucho trajín que había llevado ♫. De todos modos, aproximé la lámpara y fui limpiando con cuidado el polvo acumulado por los años ♫.

Pronto me di cuenta que sí había algo. Todo el interior del baúl estaba repleto de inscripciones de todos los tipos: árabes, hebreas, indias, chinas… Naturalmente yo no entendía nada de aquello, pero me puse a escribir todos los signos en un cuaderno. ¿Quizá estuviera ahí el misterio? ♫.

Mi querida amiga Feli, experta semióloga y lingüista, me hizo una traducción aproximada de los trazos y marcas del baúl. La mayoría de los mensajes que tradujo se referían a la música. Yo estaba estupefacto. ¡Un baúl musical! La música metida en un baúl, ¡qué curioso! Ahora os toca a vosotros escuchar estos mensajes. Hacedlo con atención. Puede que dentro de ellos descubráis pistas para entrar en la esencia de la música. El baúl os va a hablar ♫.

Una vez que soy abierto, ya eres mío, te lo advierto

Este baúl lo demuestra, la música se hace vuestra

Pero su imán es brutal, como el arte musical

Sólo queda una salida: la música es vuestra vida

Lee las indicaciones y sigue las instrucciones

La música es gran invento, surge en cualquier momento

Para hallar su comprensión, cinco puntos justos son

Cada punto es importante para seguir adelante

Oriéntate por las frases, ni te quedes ni te pases

Escucha, toca y medita; el arte lo necesita

1º punto: El silencio siempre es rey. Todos acaten su ley

2º punto: Distingue bien los sonidos, sin ellos estás perdido

3º punto: Conoce los elementos, necesitas diez intentos

4º punto: La forma y la coherencia convierten la nada en ciencia

5º punto: La música universal se disfruta por igual

Si al final algo aprendiste transmite bien lo que oíste

Toda música nos muestra que es una llave maestra

Queridos amigos, supongo que ya habéis empezado a notar en qué consiste la fuerza de este baúl. No sólo es su imán lo que reconforta (ese magnetismo heredado de su creador Mevlana), sino también lo que cuenta en estos mensajes, especialmente el que dice: Sólo queda una salida, la música es vuestra vida  ♫.  La música es vuestra vida. Esa es la frase resumen del baúl. Esa es la esencia de su mensaje. Esa es su propuesta para transformarnos ♫.

A mí me hicieron pensar mucho estos mensajes cuando los leí por primera vez. Hasta tal punto que uno de ellos me lo tomé al pie de la letra. Era aquel que dice: Si al final algo aprendiste, transmite bien lo que oíste. ¡Transmite, transmitir! ¿Qué mejor para transmitir que la radio? Así fue como me propuse hacer un programa de radio que abarcara las enseñanzas musicales de mi baúl. Se llamaría SONIDO Y OÍDO y procuraría que se pudiera seguir el espíritu de los mensajes en sus treinta y nueve espacios. Yo lo he intentado. Si alguien ha seguido con atención estos programas de radio puede que haya notado aquel alivio y estímulo que el Capitán Murga comentó a mi tío Tomás que poseía el mágico baúl. Yo, por mi parte, os lo he intentado hacer llegar a través de las ondas radiofónicas ♫.

A mí, desde luego, a pesar del gran desgaste que ya tiene el baúl, me ha proporcionado todavía un gran empuje. Y espero que, de alguna manera, en vosotros también se haya manifestado su potencia ♫. Ahora ya no me puedo desprender de él, lo sé, pero no me importa. Pienso estar todo el tiempo que pueda recibiendo esa especie de jalea musical que este baúl, cada vez más achacoso, me sigue dando. Intentaré que no se me pierda nunca, pues su ausencia sería como la ausencia de la música; algo sin lo cual yo ya no puedo vivir ♫.

También tengo algunas preguntas que me intrigan y que intentaré resolver con los años. Son éstas: ¿Quienes habrán tenido este baúl desde su creador Mevlana hasta el Capitán Murga? ¿Quienes hicieron las inscripciones de su interior? ¿Las hicieron con la intención de dejar constancia de la mucha fortaleza que tuvo este baúl en otros tiempos? Si alguna vez encontráis alguno de vosotros respuesta a estas preguntas, por favor contádmelas, me podéis ahorrar un trabajo enorme ♫.

El próximo programa será el último de SONIDO Y OÍDO. Ya lo siento, ya. Como será el punto final de esta serie de 39 programas la utilizaré A modo de conclusión.

En los mandos electromagnéticos estuvo, como siempre, Carlos Arévalo. Hoy todavía más inspirado, por los efectos del baúl.

Hasta el próximo día. Adiós y adiós.

© Fernando Palacios

11 Ago

34 Un asunto de perspectiva

Programa radiofónico  nº 34 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Hay tres factores importantes que proporcionan a la música relieve y especialidad: el volumen, la panorámica y la resonancia. A través de estos principios se pasa revista a algunas obras con disposiciones especiales en la distribución escénica.

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♫ De la misma manera que con dos ojos conseguimos adivinar el volumen de las cosas y la distancia que hay entre los objetos, gracias a que tenemos dos oídos podemos oír con relieve  ♫.

Si nos tapamos un ojo nos resulta difícil coger a la primera un objeto. ¡Intentadlo! No podemos calcular la distancia. Bueno, pues con un solo oído nos pasa algo parecido; no llegamos a saber de donde llegan los sonidos. Pero afortunadamente tenemos dos y por lo tanto, a no ser que andemos algo sordos, podemos saber perfectamente si un sonido viene del piso de arriba, viene de la habitación de atrás o de la calle; es decir, oímos con perspectiva, sabemos localizar dónde están los sonidos, si hay una carretera cerca, si canta un pájaro al lado de nuestra ventana, si gritan en la calle. La separación de los dos oídos nos permite distinguir la dirección de dónde llegan los sonidos  ♫.

Imaginemos que entramos en una arboleda o en un bosque. Oímos: arriba pájaros cercanos y pájaros lejanos; abajo está el ruido de nuestras pisadas; atrás, adelante y a los lados, otros ruidos más alejados. Ahora salimos de la arboleda y vemos un pueblecito a lo lejos que está en fiestas. No sólo lo vemos, sino que también lo oímos. Conforme nos acercamos a él, vamos oyendo los cohetes ♫, las campanas de la iglesia ♫, y más tarde oímos a la banda del pueblo que toca en el quiosco de la plaza  ♫. Y si nos alejamos, pues lo mismo, pero al revés  ♫.

La diferencia entre sonidos fuertes y suaves junto a la situación y la forma de sonar hacen que simplemente con el oído podamos hacernos una idea de cómo son los lugares y dónde están algunos objetos. O sea, gracias a que tenemos dos oídos, oímos en todas las dimensiones  ♫.  No olvidemos que los murciélagos oyen tanto que no necesitan ver  ♫. Nuestros dos oídos, como podéis comprobar, están perfectamente dispuestos para escuchar el relieve que tiene la música. Porque la música también tiene su espacio y su relieve. A veces suena fuerte ♫, otras suena flojo ♫, según sea el lugar puede sonar con reverberación ♫, o con sonido seco ♫. También es importante el sitio donde estamos colocados nosotros, pues oiremos a unos instrumentos más que a otros ♫. Asimismo influye en nuestra escucha la manera en que se coloquen los músicos, pues no es igual juntos ♫ que separados   ♫

Como oís, los sonidos tienen volumen y espacio. Nuestro programa de hoy trata de algunos aspectos espaciales de la música. Hoy tratamos de UN ASUNTO DE PERSPECTIVA 

Santi, por favor, ven tocando el violín hasta aquí y luego vete por el otro lado, a ver qué pasa  ♫.  ¿Habéis observado? Nuestro amigo Santi ha venido de la derecha hasta el micrófono y se ha alejado por la izquierda. Ahora vamos a escuchar a Salva con su flauta pero al revés. ¡Cuando quieras Salva!.

♫ ¿Os habéis dado cuenta? Yo estoy aquí, en el centro, ha venido tocando y se ha ido. Vosotros que los habéis escuchado podéis adivinar el recorrido que han hecho Santi y Salva, y además simplemente oyéndolos. Pues bien, hay tres importantes fenómenos que ocurren a la vez y por eso, aún sin ver a los músicos, notáis que se han trasladado tocando de un sitio a otro.

  • El primero es el volumen, cuando se acercan suena más y cuando se alejan suena menos.
  • El segundo fenómeno es la panorámica: si tenéis un aparato estéreo notareis que el sonido pasa de un altavoz a otro.
  • El tercer fenómeno es la resonancia, los sonidos que están más lejanos tienen más resonancia que los que están cercanos  ♫.

Bien, pues fijaos en esto: por procedimientos técnicos podemos hacer algo parecido. Uno de los botones que tenéis en vuestro equipo de sonido es el de volumen, aquí tenemos otro. Por ejemplo, mientras yo hablo el técnico del programa, que es Carlos Arévalo, puede bajar el volumen, bajarlo, más, más, más, subirlo, subirlo, subirlo mucho más hasta… bueno, basta. Vosotros podéis hacerlo también, de hecho lo hacéis a menudo. Otro botón, si vuestro equipo es estéreo es el del balance, el de la panorámica, que sirve para llevar el sonido de un altavoz hasta el otro. Gracias a este botón ahora puedo hablar por el altavoz de la izquierda y puedo ir pasando poco a poco al altavoz de la derecha. Ya lo estáis escuchando. Pues así es, esto es la panorámica: el relieve hasta que me quedo en el centro. En la radio, además, tenemos un aparatito (que tú seguramente no tendrás) que se llama reverberación, y sirve para que mi  voz suene como en una catedral (¡oooeeeoooo…!), o que suene seca, como siempre.

Ahora vais a escuchar un juego que vamos a hacer con estos tres botones. Cogemos este disco que tiene música de banda  ♫

  • Primero vamos a jugar con el volumen: acercamos y alejamos la banda  ♫.
  • Segundo jugamos con la panorámica: llevaremos la banda de derecha a izquierda  ♫.
  • Tercero hacemos las dos cosas a la vez: vendrán de lejos por la derecha y se irán por la izquierda  ♫.
  • Cuarto y último juego, le añadiremos resonancia a las lejanías. El resultado será éste  ♫.

Casi los hemos podido ver, pequeñitos al principio, grandes en el centro y otra vez pequeños al final. Lo hemos podido medir con nuestro oído gracias a los tres botones. Conclusión: si queremos que una música vaya y venga, o bien hacemos que los músicos se desplacen, o si no lo hacemos con los botones de la mesa de mezclas. Precisamente lo que intenta la técnica es imitar el relieve y la atmósfera sonora natural: por eso los técnicos se esfuerzan en grabar cada vez con mayor nitidez (con los micrófonos más sensibles), con los medios más cómodos (el disco, la casete, el compacto, la radio) y con la reproducción más fiel (los altavoces mejores)  ♫.

Hay un famosísimo libro que escribió el director de orquesta Leopold Stokowski que ya se ha comentado en algún que otro programa de SONIDO Y OÍDO: un libro que se titula Música para todos nosotros. En un capítulo dedicado a la música grabada Stokowski cuenta lo siguiente   ♫:

“El escuchar la música de los discos puede a veces acercarse a lo ideal. Una de mis sensaciones más bellas de este género es escuchar los discos en casa de un amigo en Arizona. Esta persona es un granjero que construyó con sus propias manos la pequeña casa de adobes en la cual vive. Fabricó su propio grupo reproductor, instalando conjuntamente el mejor motor disponible, giradiscos, amplificador, y altavoz circular de un diámetro más bien grande. El aparato se encuentra dentro de la casa de adobes, pero por la noche escuchamos la música en su pequeño jardín. Tiene el giradiscos fuera para poder poner nuevos discos y a la mano se encuentra el amplificador con controles independientes de altas y bajas frecuencias. Su granja se halla en medio del desierto y, a distancia, puede verse una meseta llana en una dirección y grandes montañas en la otra. Nunca podré olvidar la belleza mágica de las estrellas y la luna, el misterio y silencio del desierto y la quietud absoluta de una noche en Arizona, mientras escuchaba la música que parecía llenar todo el jardín viniendo de la casita de adobes. En tal ocasión escuchamos no tan sólo la música más bella de América y Europa, sino también aquella música de Java y Bali, la India y China, la de las islas de los mares del Sur y África, la de los gitanos y la árabe. Con sus propias manos y por los medios más sencillos, mi amigo había creado una manera ideal de escuchar la música  ♫.

Lo que tiene gracia de esto es que cuando Stokowski lo escribió todavía no se había inventado la alta fidelidad  ♫.

La casete, la radio, el compact disc… todos estos medios para escuchar música son cómodos, estupendos para la difusión cultural y para la pedagogía. Tienen muchas virtudes, pero como la música en vivo no hay nada. Por muy bien que grabe una orquesta, no llega ni a descalzar la escucha de la misma orquesta en un concierto. Así que, dejémonos de técnicas y pasemos a ver la perspectiva sonora de la música música-música, no de si suena mejor su grabación o peor. Empezaremos como antes, por el Volumen  .

Fue en el Renacimiento cuando los pintores italianos consiguieron perfeccionar la perspectiva de sus dibujos, dándoles una profundidad muy real. Poco tiempo después en Venecia, un compositor llamado Giovanni Gabrielli, compuso la Sonata piano e forte  para ser interpretada suave y fuerte. Era una manera de hacer perspectiva con la música  ♫.

Es un recurso musical muy importante este del volumen, ¿verdad?. Cuando un compositor quiere destacar algo lo hace sonar más fuerte que el resto. Es como ponerlo en primer plano. Por ejemplo, este piano toca en primer plano y la orquesta en segundo plano, o sea, la orquesta acompaña al piano  ♫.

En la música de cámara todos los instrumentos están constantemente pasando de primero a segundo plano, según interese que estén más presentes o menos, que suenen más o que suenen menos. Así se consigue un relieve musical interesantísimo  ♫.

Aparte de este relieve natural que tiene la música cuando se utilizan los distintos planos sonoros, es decir, cuando unos tocan más fuerte que otros, otras veces el compositor quiere distanciar algún instrumento de la orquesta. Por ejemplo, en la Obertura Leonora III de Beethoven un trompetista debe tocar fuera del escenario  ♫. A veces ha sucedido que los acomodadores de la sala de conciertos, sin saber nada de esto, no le han dejado tocar creyendo que es un gamberro  ♫.

Hay otros muchos casos de instrumentos que deben sonar fuera del escenario. BerliozMahler, Strauss, Nielsen, tienen obras con este efecto de lejanía. Pero donde más veces se hace es en la ópera. Hay muchos casos de coros que entran a escena cantando desde lejos. Estos peregrinos de la Ópera Tannhäuser de Wagner vienen desde Tierra Santa cantando. Así se presentan   ♫.

Al final del II Acto de La Bohème de Puccini entra en escena una banda que dialoga con la orquesta  ♫.

En zarzuela también tenemos casos de perspectiva sonora de este tipo: en La canción del olvido aparece una ronda nocturna  ♫. En La Verbena de la Paloma se canta una canción desde una lejana taberna  ♫.

En la obra Tres lugares de Nueva Inglaterra del americano Charles Ives suenan tres músicas distintas a la vez. Es como si se encontraran tres bandas en el mismo lugar y nosotros estuviéramos en el centro. Es un caso insólito de perspectiva musical  ♫.

Algunos casos de ausencia total de perspectiva musical son los conciertos de rock, especialmente los de heavy. Recuerdo una actuación del grupo Motorhead en el pabellón del Real Madrid, donde el volumen era tan excesivo que no se distinguía absolutamente nada. Era un tremendo ruido sin matiz alguno. Para mí, una bestialidad ♫.

Y después del volumen nos ocupamos de la Panorámica  ♫.

En los monasterios se celebran ritos en los que dialogan varios coros colocados en distintos lugares. Unos están en el altar, otros en el coro y otros en el púlpito: la perspectiva sonora en estado puro  ♫.

En la catedral de San Marcos de Venecia en el siglo XVI, los hermanos Gabrielli, que ya hemos mencionado hace un momento, componían música para varios grupos que se colocaban en los extremos de la nave principal. Los oyentes se situaban en el centro y así escuchaban la música que les llegaba de direcciones opuestas  ♫.

Johann Sebastian Bach también utiliza dos orquestas y tres coros en su famosa Pasión según San Mateo, consiguiendo preciosos efectos de relieve sonoro  ♫.

La lista de obras musicales con instrumentistas colocados en diferentes sitios es larguísima. Sobre todo en nuestro siglo donde se prodigan los conciertos con los músicos tocando alrededor del público o en variopintos lugares, como el anfiteatro o los pasillos. Siempre intentando ofrecer perspectivas musicales diversas ♫.

Como os decía al principio, la música suena diferente dependiendo del lugar donde se haga. Los auditorios y las salas de conciertos suelen ser los mejores sitios para oír música, por una razón muy sencilla: se hacen especialmente para eso, para que la música suene lo mejor posible dentro de ellos. En estos lugares los sonidos tienen una reverberación justa. No tienen ni mucha, ni tienen poca: justa ♫.

Las iglesias, como tienen bóvedas y cúpulas, son lugares de mucha reverberación. En ellas suena bien la música de órgano, la música polifónica, por estar pensadas para estos lugares  ♫.

En el Baptisterio de Pisa, un edificio que está al lado de la célebre torre inclinada, el guía hace demostraciones de la gran reverberación de la cúpula cantando algo así   ♫.

Ya hemos llegado al final del programa. En estos últimos momentos os voy a contar algunas anécdotas relacionadas con el tema de hoy  ♫.

Luis II de Baviera, el rey loco, tenía un teatro con una sola butaca, la suya.

Cada vez que en mi casa pongo este disco  ♫  todos miran al suelo para coger la moneda que se ha caído, y no la encuentran, porque es sólo el sonido de la moneda el que está grabado en el disco  ♫.

Podríamos decir que la música de las iglesias es música desde arriba, porque se toca en el coro. Y la de las óperas, música desde abajo, porque se toca en el foso  ♫.

Este motete que suena llamado Spem in alium lo compuso el inglés Thomas Talis  para cuarenta voces diferentes. Para grabarlo se colocaron varios coros rodeando los micrófonos  ♫.

Las sordinas se colocan en los instrumentos cuando se quiere dar sensación de lejanía  ♫.

Y una duda de despedida: ¿sabéis por qué es tan difícil localizar el lugar exacto donde se encuentra un grillo cuando canta?

El próximo día nuestro programa se titulará así LA SONATA: TODO UN CLÁSICO.   ♫

Carlos Arévalo y yo os decimos adiós y adiós.

© Fernando Palacios

Perspectiva

11 Ago

33 Tensión, relajación

Programa radiofónico  nº 33 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

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Una raga de la India; el Bolero de Ravel, el Adagio de Barber, la 7ª Sinfonía de Bruckner, la 4ª Sinfonía de Chaikovsky, y el Dafnis y Cloe de Ravel: seis músicas observadas desde el punto de vista de las tensiones y relajaciones que ofrecen.

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♫ El intérprete ha salido al escenario y el público asistente al concierto ha empezado a aplaudir  ♫. Él está un poquito nervioso porque eso de tocar ante el público siempre impone. Pero, por otra parte, conoce perfectamente la obra, la ha estudiado un montonazo de veces. Sin ir más lejos, hace un par de horas la ha repasado y le sale estupendamente. No en vano lleva toda la vida tocando la percusión. En fin, ha saludado al público y se ha colocado frente a sus tambores, timbales, platos, caja, bombo, gong y otros muchos instrumentos de percusión. La partitura sobre el atril le da una cierta seguridad y le relaja un poco. Con muchos nervios no podría ni sujetar las baquetas, y ya no digamos tocar. Se hace el silencio y se tensa un poco el ambiente. Todo el público está pendiente de él. El percusionista se concentra, y a esa concentración se une una pequeña tensión controlada en sus músculos y en su sistema nervioso, que es fundamental para transmitir la música con la máxima emoción. Seguramente sin esa tensión la música le saldría sosa, sin ninguna gracia. Claro que, si la tensión se desborda le bloquea y no le deja tocar con agilidad y fluidez. Pero no, está en un buen equilibrio de tensión – relajación. La música empieza  ♫.

La música que toca nuestro intérprete tiene momentos que suenan muy poco. Son suaves y relajantes, frente a otros que suenan fuertes y nerviosos, que crean una cierta intranquilidad  ♫.

Hay instantes de impaciencia que van a parar a otros donde reina la calma ♫. A veces, cuando aumenta el sonido y se multiplican las notas, se crea una especie de zozobra que es justamente lo que quería plasmar el compositor en su partitura y que ahora también vive el intérprete haciendo salir los sonidos de sus instrumentos. También el público siente esa misma tensión, e incluso nosotros cuando oímos esta música  ♫.

Más tarde, vuelve a aflojarse la tirantez que había cogido la música. El compositor quiere que su música se tranquilice un rato  ♫.

Después, vuelve a tomar otra vez una nueva tensión  ♫.

Y el final, después de todo lo ocurrido, la obra termina en un estado de sosiego y quietud  ♫.

Al público parece que le ha gustado. Ha seguido con interés cómo la música pasaba de momentos de descanso a otros muy nerviosos; de las partes esforzadas a las más distendidas. El percusionista era Xavier Joaquín y la obra estaba compuesta por el catalán Joan Guinjoan. Su título es Tensión, relax, es decir, como nuestro programa de hoy, que va a tratar de TENSIÓN, RELAJACIÓN  ♫.

Nuestra vida se desenvuelve en una mezcolanza de tensiones y relajaciones. Por ejemplo, llaman a la puerta  ♫ Nos preguntamos ¿quién será? Se crea un pequeño estado de tensión. Mientras vamos a abrir la puerta, vuelven a llamar  ♫  ¡Ay, qué impaciencia! Sube la tensión y se acelera nuestro pulso. Abrimos. ¡Ah! Es un amigo que viene a verme. Se relaja la situación  ♫.

Estamos en clase. Hoy toca examen oral. El profe saca la lista de los nombres de cada uno de nosotros y se produce una gran tensión  ♫. Dice un nombre: José Alberto Mendizábal. No está, contestan. Hoy no ha venido porque está enfermo. Sigue mirando la lista. Crece todavía más la tensión  ♫. Dice otro nombre: Jesús María Manrique. Jesús se levanta y acude al estrado. En él crece la tensión emocional, pero en nosotros baja  ♫.

Estamos en un partido de tenis. Saca uno de los dos jugadores. Devuelve la pelota el contrario, pero se la deja muy fácil. Aquí se produce una gran tensión  ♫. Le da suavemente con la raqueta y la coloca en un sitio muy complicado de devolver. Crece más la tensión  ♫. Corre a por ella el jugador y, con gran habilidad, la consigue colocar en el otro extremo. Sigue creciendo la tensión de todos  ♫. Al final, uno de los dos falla. ¡Oh! Decae toda la tensión hasta el siguiente tanto, es decir, relax  ♫.

Ya veis que para crear tensiones se necesita un tiempo y para descargarlas también se precisa de otro tiempo. A veces el tiempo es mayor y a veces menor; depende de la circunstancia de cada cosa, de cada instante. Imaginaos una película que empezara con la muerte del protagonista. Esa muerte no tendría casi tensión. Sin embargo, si después de una gran aventura, en una lucha espectacular, muere el protagonista, sí que tiene mucha tensión dramática. Pero para que se produzca dicha emoción es necesario que antes hayamos visto un buen pedazo de película, que nos haya conducido esa película a ese importante momento  ♫.

Hay tensiones que nos crean gratas emociones. Otras, sin embargo, nos crean angustia. Hay relajaciones que nos traen alivio. Otras nos aburren. El asunto no es nada sencillo de aclarar. Sólo una cosa me atrevo a decir: que la tensión y la relajación son complementarias. O sea, que no pueden vivir la una sin la otra. Igual que el trabajo necesita del descanso, pues lo mismo, cuando tenemos exceso de tensión necesitamos relajarnos, serenarnos  ♫.

Un exceso de relajación pide a nuestro cuerpo algo de tensión, algo de vidilla ♫. Todo esto depende de nosotros, de nuestras formas de ser, del lugar en que vivimos. Bueno, pues a la música le ocurre lo mismo. Dependiendo de la época, el lugar, el autor o los intérpretes, habrá músicas relajadas, tensas, tranquilas, contrastadas, nerviosas, angustiosas y, naturalmente, habrá músicas que tengan un poquito de todo  ♫.

Si os parece vamos a observar cómo funcionan algunas músicas miradas desde el punto de vista de la tensión y la relajación  ♫.

En la India se hace una hermosa música que nunca tiene grandes contrastes; no pasa del fuerte al piano bruscamente, ni se para de repente y vuelve a arrancar. No, es una música fluida que transcurre como un tranquilo río. Paulatinamente va creciendo, se va haciendo más rápida, con más cantidad de notas hasta que al final, al cabo de un rato, se acaba; eso sí, después de haber envuelto a los oyentes. Es una música que empieza muy relajada y va pasando por distintas partes cada vez con un poco más de tensión  ♫.

En un libro llamado ‘‘Música, pensamiento y educación’’ viene una breve descripción de un adolescente inglés de diecisiete años que explica su primera experiencia en un recital de sitar de la India. Durante veinticinco minutos no observó nada de particular, pero estuvo a la espera de lo que pudiera ocurrir. Y ocurrió. Lo cuenta así   ♫:

“Sucedió algo mágico. Al cabo de un rato, la música empezó a envolverme insidiosamente. Poco a poco mi mente quedó estupefacta. Arrebatado por los sonidos suaves pero irresistibles, me sentí transportado a un mundo nuevo de colores y formas musicales. Casi sentí como si los músicos me estuvieran pulsando a mí, en lugar de sus instrumentos y yo también aplaudí y suspiré con todos los demás. Perdí la noción del tiempo y de todo lo que no fuera música. Después, todo acabó, pero estoy seguro de que aquello fue el comienzo de una profunda admiración que yo profesaré siempre a una forma de arte que había ignorado hasta ese momento  ”.

Está claro que al joven que escribió esto le gustó la música; aunque no tenía grandes cambios ni tensiones desatadas, llegó a apasionarle. Esto nos demuestra que, aunque el juego de tensar y relajar la música produce normalmente emociones, también hay muchas músicas que no se tensan y, sin embargo, emocionan. Podemos llamarlas músicas líricas, como el sitar que hemos oído, o como esta flauta del Rajastán  .

Vamos a ver ahora, es decir, vamos a oír, un curioso caso. Es el famoso Bolero de Ravel. Es una obra para orquesta que dura quince minutos y se pasa todo el tiempo repitiendo una única melodía y sin acelerar nada en ningún momento. Ravel en esta obra consigue que los oyentes empecemos muy relajados y terminemos con una gran tensión emocional. ¿Cómo lo hace?, os preguntareis. Pues sencillamente, incorporando los instrumentos de la orquesta poco a poco y, de paso, aumentando la intensidad. O sea, comienza un instrumento y terminan tocando todos. Empieza la obra muy pianito  y termina fortísimo. Así aumenta la tensión y empieza de forma lírica y se va dramatizando con el paso de los minutos. Su comienzo es así  ♫. A los seis minutos va así   ♫. A los nueve minutos ya suena así   ♫. Y el final es éste   ♫:

¡Buf! ¡Qué tensión! ¡Qué barbaridad! Bien, pasemos al ejemplo siguiente. Pertenece a otra famosa obra: el Adagio para instrumentos de cuerda del compositor americano Samuel Barber. Este Adagio dura unos siete minutos. Comienza muy tranquilo, pero cuando la obra va por la mitad empieza a coger bastante tensión, o sea, se dramatiza. ¿De qué manera? Pues repitiendo pequeñas partes de la melodía que suben poco a poco hasta las mayores alturas, tocando varias melodías a la vez, acelerando un poco el ritmo, y además haciendo lo mismo que hizo Ravel en su bolero, es decir, subir el volumen del sonido. Y ocurre una cosa extraordinaria: cuando la música llega a un punto de máxima tensión, se produce un largo silencio. Y es ese silencio el que potencia la tirantez dramática conseguida y, a la vez, la descarga para la calma que viene después. Es un silencio que conduce la gran tensión acumulada hacia una aliviadora distensión. Oigámoslo   ♫.

Antes de oír la siguiente música, hagamos un ejercicio con las manos. Es el siguiente: unimos nuestras manos y, lentamente apretamos una contra otra. Ahora aflojamos poco a poco; y volvemos a apretar otra vez más que antes; y volvemos a aflojar pero muy poco porque seguimos apretando más todavía; aflojamos un poquito y ahora, con todas nuestras fuerzas, apretamos todo lo que podemos, y aflojamos lentamente;  aflojamos hasta conseguir una completa relajación. Este procedimiento es muy utilizado en la música romántica. Es como subir cada vez a montañas más altas, hasta llegar a la cumbre de la montaña más importante, para después volver a bajar por el atajo más cercano. A esa cumbre en música se le llama clímax. Observad cómo sube a ese clímax el II mov. de la 7ª Sinfonía del compositor alemán Anton Bruckner   ♫.

Si alguno de vosotros quiere experimentar un cierto tipo de emociones como la expectación, la duda, la desesperación, el anhelo, el ensueño, el furor, el sufrimiento, la embriaguez, la meditación, etc, etc… no tiene nada más que escuchar música dramática y sus deseos se verán cumplidos, especialmente si la música está compuesta en el siglo pasado. Sin ir más lejos, ésta que oímos pertenece a la 4ª Sinfonía de Chaikovsky. Vais a ver cómo se carga el ambiente, se tensa como una goma tirante, está a punto de romperse y luego se afloja. ¿Cómo lo consigue Chaikovsky? Pues por el infalible método de repetir, acumular, subir, aumentar la fuerza, los instrumentos, la velocidad, ampliar la armonía y después, serenarlo todo y aflojar toda la tensión. En fin, esto se hace con procedimientos musicales que se han inventado para eso, para crear emociones  ♫.

Y del último ejemplo que viene no os digo nada. Simplemente oídlo y observad cómo se atiranta y relaja la música varias veces. Luego os diré qué es  ♫. ¡Magnífico! Era el final del ballet de Ravel llamado Dafnis y Cloe, una auténtica demostración de cómo tensar y destensar, estirar y aflojar, presionar y aliviar.

Y nada más. Os invito a que pongáis en vuestro equipo de sonido cualquier música que os guste del s. XIX ó XX, y analicéis sus tensiones y relajaciones.

El próximo día tendremos en SONIDO Y OÍDO: UN ASUNTO DE PERSPECTIVA. Estaremos como siempre en la segura compañía técnica de Carlos Arévalo. Hasta entonces: Adiós y adiós.

© Fernando Palacios

11 Ago

32 Todos los fuegos. El fuego

Programa radiofónico nº 32 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.

PODCAST disponible aquí

Una selección musical tomando como centro el elemento más luminoso, caluroso y mágico de cuantos hay. Personajes íntimamente ligados al fuego desfilan por aquí: Prometeo, Orfeo, Fausto, Juana de Arco… Y, por supuesto, un repaso a los fuegos musicales.

Haz clic para acceder a 32-Todos-los-fuegos-el-fuego.pdf

 

Roland tantea en la mesa baja hasta encontrar cigarrillos, pone uno en los labios de Sonia, acerca el suyo y los enciende al mismo tiempo. Se miran apenas, somnolientos, y Roland agita el fósforo y lo posa en la mesa donde en alguna parte hay un cenicero. Sonia es la primera en adormecerse y él le quita muy despacio el cigarrillo de la boca, lo junta con el suyo y los abandona en la mesa, resbalando contra Sonia en un sueño pesado y sin imágenes. El pañuelo de gasa arde sin llama al borde del cenicero, chamuscándose lentamente, cae sobre la alfombra junto al montón de ropas y una copa de coñac. ♫

Algo más tarde, Sonia grita queriendo desatarse del abrazo ardiente que la envuelve desde el sueño, y su primer alarido se confunde con el de Roland que inútilmente quiere enderezarse, ahogado por el humo negro. Todavía gritan, cada vez más débilmente, cuando el carro de bomberos entra a toda máquina por la calle atestada de curiosos. “Es en el décimo piso”, dice el teniente. “Va a ser duro, hay viento del norte. Vamos”.

Así termina un estupendo cuento del escritor argentino Julio Cortázar que se llama Todos los fuegos, el fuego. Nuestro programa de hoy toma el título de este cuento porque va a tratar del elemento más luminoso, caluroso y mágico de cuantos hay. Hoy disfrutaremos de la compañía de TODOS LOS FUEGOS, EL FUEGO. ♫

Cuenta la mitología griega que en la antigüedad sólo conocían el fuego los dioses, pero un titán llamado Prometeo lo robó, lo metió en un bastón hueco y lo entregó a los hombres. Y además, de propina, también entregó a la humanidad la cultura, que no es paja. Por esta razón los dioses le castigaron. Esta historia ha sido muchas veces contada por escritores y puesta en música por compositores como Beethoven, Hugo Wolf, Schubert, y Scriabin. Precisamente de este último, de Alexander Scriabin es la obra que estamos escuchando: Prometeo, poema del fuego. ♫

El compositor alemán Ricardo Wagner utilizó muchísimo el fuego en su monumental obra El anillo del Nibelungo, basada en la mitología nórdica. Cada vez que Wotan, el dios supremo, necesita fuego se lo pide a Loge, que es naturalmente el dios del fuego. Las llamaradas son descritas así por la orquesta  ♫. Al final de este gran drama de diecisiete horas que es El anillo del Nibelungo, la heroína, llamada Brunilda, se tira con su caballo al fuego donde está su amado Sigfrido. El fuego crece hasta que destruye toda la ciudad de los dioses  ♫. Este es el final de El anillo del Nibelungo  .

Seguramente uno de los fuegos que más tinta ha hecho y hace correr es el que viene en la Biblia como fuego eterno, o sea, aquello que se ha dado en llamar infierno. Así lo describe Listz en su Sinfonía Dante  ♫. Algunos de los personajes más famosos de la literatura y de la música han pasado por el infierno. Orfeo, sin ir más lejos, acudió a buscar a su desaparecida Eurídice para devolverla al mundo de los vivos  ♫.

Cientos de compositores han hecho música sobre la historia de Orfeo. Entre ellos Monteverdi, Gluck, Stravinsky, y un graciosísimo compositor de operetas llamado Offenbach, que hizo una sátira sobre esta historia llamada Orfeo en los infiernos. Esta es su música  ♫.

Otro famoso personaje que fue a parar a los fuegos del infierno por vender su alma al diablo fue Fausto, otra historia muy querida por los compositores románticos. Schubert, Schumann, Wagner, Listz, Gounod, y por su puesto Berlioz, que le dedicó una gran ópera llamada La condenación de Fausto  ♫.

Aparte de mitologías y leyendas, lo que sí es cierto es que hombres y mujeres hemos buscado siempre el fuego para calentarnos cuando hace frío, iluminarnos en la oscuridad. Nos viene de perlas para cocinar, esterilizar las cosas, secarlas, moldear los objetos y para solucionarnos un sinfín de necesidades. Una película del director francés Jean Jacques Annaud  titulada En busca del fuego trata de eso, de como una tribu de la prehistoria pierde el fuego que tanto les había costado conseguir y, al no saber cómo hacerlo, tienen que mandar una comisión en busca del fuego. Su banda sonora suena así  ♫.

Pues si, el fuego es algo fundamental. Además de sus importantes aplicaciones, el fuego es utilizado también en todo el mundo como algo sagrado y mágico. Por estas razones se mantiene encendido perpetuamente en los templos. Incluso en algunos ritos se pasa el fuego de vela a vela para mantener su significado sagrado  ♫.

Tampoco debemos olvidar que el fuego se utilizó de una manera terrible y macabra para purificar las almas de los que, en tiempos pasados, eran considerados herejes y brujos por la Inquisición. Juana de Arco, la famosa heroína francesa, fue una de las víctimas. Murió en la hoguera  ♫. Honegger, compositor de nuestro siglo, compuso una ópera preciosa sobre esta historia que tituló Juana de Arco en la hoguera  ♫.

En países del Pacífico y en la India se practica la incineración, que es la destrucción de los cadáveres por el fuego, para que el alma se purifique, se libere del cuerpo y ascienda al cielo. En Benarés, ciudad santa de la India, después de la cremación se esparcen las cenizas por el río sagrado que pasa por allí mismo: es el Ganges  ♫.

Pero dejémonos de estas truculencias y consideremos el fuego como arte, o sea, como algo que puede ser modificado por nosotros para conseguir belleza. Ya sabéis a qué me refiero, a los fuegos artificiales  ♫. Esta música la compuso Händel para acompañar una sesión real de fuegos artificiales  ♫.

Si Händel hizo esta espléndida música para ambientar las sesiones de fuegos del rey, Debussy tiempo después simplemente los describe con el piano en uno de sus Preludios  ♫.

Una de las grandes apoteosis del fuego como fiesta se celebra en Valencia; son sus célebres Fallas  ♫. Ya en el siglo XVI, en la noche del día de San José, los carpinteros valencianos hacían grandes hogueras a las que tiraban al final un muñeco. El espectáculo fue evolucionando hasta llegar al derroche de ingenio escultórico que, en breves minutos, es pasto de las llamas al son de este pasodoble  ♫.

No siempre se quema solo lo que se quiere (como ocurre en las Fallas), a veces domina el propio fuego: una simple chispa, un cigarro mal apagado, un cable de la luz, una brasa, un rayo de sol que pasa por una botella o un loco pirómano y, de repente, el fuego se hace dueño de la situación y se produce un incendio  ♫.

Si alguien ha vivido o ha visto un incendio alguna vez se habrá dado cuenta de que es algo terrible. El fuego con su fuerza devastadora es capaz de aniquilar todo lo que se le pone por delante. Los incendios se han comido bibliotecas donde se guardaban libros que contenían todos los conocimientos de una época, como ocurrió en Alejandría. Se ha comido Museos con obras únicas, puertos enteros, bosques… hasta ciudades, como Roma, Londres, Lisboa o Santander, han sucumbido a sus llamas  ♫.

¿Recordáis el final de la película Rebeca de Hitchcock con la pérfida ama de llaves dentro de la casa incendiada por ella misma?  ♫ ¿Y El coloso en llamas con toda una ciudad intentando sofocarlo?  ♫ ¿Y la escena de El nombre de la Rosa con una increíble y monumental biblioteca pasto de las llamas?  ♫  En fin, los incendios son un mal que todos debemos intentar evitar. No hay que dejarlo todo a los bomberos  ♫.

En música no solamente hay los fuegos que habéis oído en este programa, ¡hay muchos más! Por ejemplo, tenemos la ensalada de Mateo Flecha que se titula así: El fuego  ♫. También aparece el fuego en las obras que tratan de los elementos del mundo, como en ésta de Jean-Fèry Rebel  ♫ De las 104 sinfonías que compuso Haydn, hay una que se llama El fuego. ¿Sabéis cuál es? La 59  ♫.

Así mismo, hay una zarzuela de Barbieri que tiene mucho que ver con nuestro tema de hoy, pues se titula  Jugar con fuego  ♫. Hay también una polca de Joseph Strauss que es una Prueba de fuego  ♫. Hay hasta un Ángel de fuego compuesto por Prokofiev  ♫. El pájaro más bailarín, El pájaro de fuego de Stravinsky  ♫.

Un cantante de rock and roll tiene tanto dinamismo que arrasa el escenario  ♫. Es Jerry Lee Lewis, o sea, Bola de fuego  .

La pasión, el entusiasmo, la efusividad y el arrebato, están íntimamente relacionados con el calor, con las llamas, con el fuego. Por eso decimos tantas veces las llamas del amor, la fogosa pasión, o el ardiente corazón. Esta canción de Gesualdo da Venosa, un gran compositor del Renacimiento, se llama así: Arde mi corazón, arde por ti, bien mío  ♫.

Cuando un compositor quiere que el intérprete toque su partitura con pasión, con fuerza, con calor, le escribe en la partitura con fuego. Así empieza el 4º Mov de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonín Dvorák: es un Allegro con fuoco  .

También hay músicas de fuego en los cigarros, de fuego en los cañones, como el final de la Obertura 1812 de Tchaikovsky, con cañones disparando entre el escándalo de la orquesta y las campanas  ♫.

Bueno, se acabó lo que se daba. Hemos llegado al final. Espero que entre tanto fuego no hayáis salido chamuscados  ♫. Por cierto, ¿podríais añadir a las músicas de fuego que hemos oído hoy todas las que os sabéis? ¡Menuda colección de fuegos!  ♫  Este que estamos oyendo, sin ir más lejos, se titula Fuego en la montaña.

El próximo día, SONIDO Y OÍDO tratará de un fenómeno importantísimo de la música: LA TENSIÓN Y LA RELAJACIÓN  ♫.

El comandante Arévalo puso orden en los mandos  ♫

Nos oímos el próximo día. Adiós y adiós  ♫

© Fernando Palacios

Clave de Sol fuego

11 Ago

31 Sonidos en libertad

Programa radiofónico  nº 31 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991.

PODCAST disponible aquí.

¿Pueden ser los sonidos libres? Lennon, Kant, Hegel, Buda, Stravinsky, Cage, Schwitters, Orquesta de las nubes, Blackmusicina, Dylan, Waits, Richards, Barber, Jarrett y Vostell: gentes dispares que nos dan su opinión, siempre partiendo del movimiento futurista.

Haz clic para acceder a 31-Sonidos-en-libertad.pdf

♫  Marinetti, escritor italiano, fundó en 1909 un movimiento artístico llamado Futurismo. Los artistas futuristas querían romper con las formas tradicionales creando nuevos lenguajes artísticos. En la pintura proponían el movimiento, en la música, el arte de los ruidos y, en la poesía, las palabras en libertad  ♫.

Los pintores futuristas buscaron el movimiento dividiendo las figuras en fragmentos, señalando las líneas y con coloridas geometrías. Los músicos profetizaron los ruidos como materia musical, adelantándose a la música concreta e incluso a gran parte de la música de la actualidad. Los escritores suprimieron los adjetivos y la puntuación y utilizaron diferentes tipos de letras y una nueva ortografía que denominaron libre expresión  ♫.

El Movimiento Futurista dio un gran impulso desde Italia al arte del siglo XX, hasta tal punto que en estos últimos años se están volviendo a utilizar muchas de las denominaciones que tenían los futuristas a principio de siglo para definir su trabajo. Arte de los ruidos, palabras en libertad, libre expresión, son términos que hoy día se oyen en muchas bocas. Observemos dos casos. El Aula de Música de la Universidad Complutense de Madrid organizó a principios de los 80 unos interesantísimos Festivales de la libre expresión sonora, donde se presentaban artistas que presentaban músicas abiertas sin ningún tipo de limitaciones ni prohibiciones  ♫.

El segundo caso es el siguiente. Hace un año y medio aproximadamente en el programa Ars Sonora de esta misma emisora se emitieron cuatro programas titulados Los sonidos en libertad donde se escucharon obras musicales de nuestro siglo de una gran libertad de planteamientos que, además, estaban hechas por poetas y artistas plásticos, no por músicos  ♫. Como veis, Libre expresión sonora y Sonidos en libertad son títulos sacados de aquellos manifiestos futuristas de principio de siglo  ♫.

¿Qué piensan determinados artistas de hoy sobre su propia libertad a la hora de hacer música? ¿Qué nos cuentan sobre este asunto ciertos compositores de pop, rock y de jazz? ¿Qué nos dicen sobre la libre expresión algunos improvisadores de música? Lo vamos a oír inmediatamente en este programa que está confeccionado con las opiniones de pensadores y de artistas que se encuentran en esa situación de utilizar su libertad para hacer música. Hoy nuestro programa trata de eso, de SONIDOS EN LIBERTAD.  ♫

“Fundamentalmente amo la libertad, por eso soy un artista “.

Esto lo decía John Lennon, el magnífico compositor e intérprete de The Beatles.  Es algo que ya en el siglo XVIII contaba el gran filósofo alemán Immanuel Kant. Decía esto:

“El músico obra como si fuera libre, cree en su libertad y por eso mismo es y será libre.”  ♫

Otro filósofo alemán, algo posterior a Kant, llamado Hegel pasaba largas horas meditando sobre la música. Pensaba cosas de este tipo:

“La música tiene la misión de representar en toda su libertad las manifestaciones de la vida. La música nos gusta a todos no porque parezca natural, sino porque se hace naturalmente. La música se hace como un acto de libertad.”  ♫

En el siglo V antes de Cristo, vivió un sabio en Oriente llamado Buda. Oigamos una frase suya.

“Es dentro de ti donde debes procurar lo que es necesario para tu libertad. Cada hombre construye su propia prisión.”  ♫

Para que muchos artistas puedan trabajar con más intensidad, se suelen marcar sus propios límites. Stravinsky, ese gran compositor que muchas veces mencionamos, pensaba que cuanto más limitado, trabajado y vigilado se halla el arte, más libre es. Parece mentira, pero es así. Si todo está permitido, lo mejor y lo peor, si ninguna resistencia y desafío se ofrece, todo esfuerzo es inconcebible. No puede fundarse nada. Declaraba Stravinsky:

“Mi libertad consiste en mis movimientos dentro de un estrecho marco que yo mismo me he asignado para cada una de mis empresas; ella será tanto más grande y profunda cuanto más estrechamente limite mi campo de acción y me imponga más obstáculos.”  

Otra manera de observar la libertad de la música es la del octogenario compositor americano y gran pensador John Cage. Algunos de sus pensamientos son éstos:

“Como mi padre era inventor, yo pensé que me correspondía hacer descubrimientos musicales. 

“El compositor debe elaborar la situación para que los sonidos puedan ser  libres” 

“Busco una música donde los sonidos sean tan sólo sonidos. Mi música no expresa emociones” 

“Según un texto que he leído del Tíbet, debemos trabajar como si escribiéramos en el agua. Cuando se trabaja en el agua no queda nada, así que tenemos libertad para hacer lo que queramos porque el agua lo absorbe todo. Es una idea maravillosa”.

“Cuando no tengo música para escuchar, escucho el sonido del ambiente. Me gustan todos los ruidos”. 

Kurt Schwitters, un artista plástico y poeta alemán de principios de siglo, inventó la palabra merz a la que dio significado de muchas cosas. Era una palabra suya y hacía con ella lo que quería. Escuchemos lo que dice el propio Kurt Schwitters:

“Merz busca la liberación de todas las ataduras. Libertad no es desenfreno, sino el resultado de una severa disciplina artística. Mertz significa también tolerancia con respecto a cualquier limitación por motivos artísticos. Se le debe permitir a cualquier artista poder componer una obra o una imagen tal vez solamente a base de papel secante si él sabe conformarla.” 

En estos últimos años ha venido funcionando un grupo musical de tres componentes llamado La Orquesta de las nubes. Explican así su trabajo:

“Combinamos todas las experiencias musicales adquiridas: experimental, jazz, pop, barroco… con elementos de otras culturas: africanas asiáticas caribeñas… dándoles un tratamiento unificador y abierto. Quien vaya a escuchar un concierto de La Orquesta de las Nubes no puede llevar una sola ventana abierta. Tiene que abrir las puertas de par en par y dejar que todo entre y salga sin esfuerzo.” 

Un grupo español fantasma, de esos que no sabemos si existen o no existen, se ha puesto el nombre de una medicina. Se llaman Blacmusicina, antídoto contra la cultura de la sobredosis. Toda su filosofía musical viene escrita en forma de prospecto de farmacia. Os leo algunas cosas de él:

Descripción y acción: La blacmusicina es un compuesto de distintos agentes sonoros cuyo principio activo fundamental, la bluesina, se combina con otras sustancias como el vivopol, la freeformina, el afrocubanato y diversos extractos etnomusicológicos de efecto auditivo y corporal concomitante. Proporciona una rápida acción sobre los centros rítmicos del organismo, y facilita la percepción de intensidades variables.

Indicaciones: La blacmusicina está indicada en todos los síndromes de sobredosis sonora y más especialmente en los trastornos inducidos por el abuso de la popmusicina. En la úlcera de Decibelius, a los pocos días del tratamiento, el paciente recupera una moderada intuición del mezzoforte y en pocas semanas es capaz de mover las extremidades inferiores por efecto de, digamos, un blues de West Montgomery. Continuando las tomas llega a relamerse, el muy cochino, en los silencios erizados de Thelonious Monk. En la afección aguda de discotecosis con esclerosis timpánica irreversible, el paciente logra una moderada pero apreciable buena disposición hacia las volutas de humo que, barridas por el trajín casi culinario de las escobillas, se deshacen de feeling. 

Posología y administración: Puede tomarse en muy diversas dosis a horas tempestivas o temperaturas, en soledad o en compañía. En todos los casos, la automedicación es sumamente recomendable y la consulta al especialista raramente provechosa.  ♫

Contraindicaciones: No tiene. El preparado es perfectamente compatible con todo otro tratamiento sonoro y su efecto se ve positivamente reforzado por la administración simultánea de reaguerastafarina, flamencol, salsasaborine, electroacustone, romanticil, sambabrasiliato, etc. Los afectados de sobredosis aguda deben abstenerse temporalmente de popmusicina. Aún hoy, los afectados de cardiopatía han de espaciar prudentemente las tomas de baladas y blues de Billie Holiday, por si acaso.  ♫

Presentación: Se suministra en forma de jalea y de jaleo, en versión forte y piano, en conserva y en directo. La aplicación en directo, tópica, carnal y sudorosa, multiplica los efectos benéficos del preparado.  ♫

Puede y debe mantenerse al alcance de los niños 

Ya veis, son artistas del sonido con alto grado de libertad musical que buscan oyentes libres de prejuicios, que no tengan manías a ningún tipo de música. Oyentes que se salgan del bombardeo monótono de la música comercial. Oyentes que no dediquen su oído sólo a un estilo de música. O sea, oyentes buenos, que abran los oídos y escuchen.  ♫

Os voy a contar ahora algunas de las meditaciones sobre el acto de componer música de tres famosos compositores e intérpretes del mundo del pop-rock: Bob Dylan, Tom Waits, y Keith Richards. Nos hablan de la utilización de su libertad para explorar territorios desconocidos, para buscar un agujero por donde ver lo que se puede hacer, para oír la llamada de las canciones a la puerta.  ♫

 Bob Dylan nos dice esto:

“Componer es explorar un territorio desconocido, penetrar en una zona donde no hay nadie más, donde nunca nadie transitó. Ahí es preciso estar constantemente atento a los propios pasos. No te puedes desviar de rumbo. Debes equilibrarte en esa cuerda floja hasta el fin. Cualquiera es capaz de fantasear: niños, ancianos, todo el mundo tiene derecho a entrar en el terreno de sus fantasías. Mas la mayoría no pasa de eso, de simples imaginerías. Un creador va más allá del paseo de la imaginación y entra en un sueño.” 

Tom Waits se expresa así:

“Componer es buscar una abertura, una rendija, un pequeño agujero. De pronto, aparece una luz y consigues ver todo. Cuando compongo, la vida se convierte en un acuario. Algunas cosas flotan, otras no; algunas respiran y otras se ahogan; algunas parecen mejores, otras peores. Y en ese momento sé que estoy creando. Cuando la sala se llena de agua.” 

Keith Richards  nos explica esto:

“En el proceso de composición eres una especie de receptor. De cierta forma eres un médium. No creo que muchos sean capaces de decir que se sentaron y compusieron esa música, pues no saben de donde proviene realmente. Creo que las canciones golpean en nuestra puerta; solo debes oír la llamada y darles la oportunidad de existir. Todo es cuestión de saber recibirlas y captarlas, porque la mayoría de las canciones se escriben solas: es un proceso irreversible. Solo ayudas, vas detrás, pero no puedes controlar la música. Todo es cuestión de saber recibir, como un médium.” 

La improvisación produce un tipo de música donde se juega con la libertad de los sonidos. Hay improvisaciones donde hay mucha libertad y otras donde hay menos. De esto nos hablan dos músicos especialistas: el español Llorenç Barber, y el americano Keith Jarrett.  ♫

En las notas a los programas de los conciertos del grupo de música improvisada Taller de música mundana, Llorens Barber, su fundador, dice esto:

“Improvisar para nosotros consiste en no prohibirse nada, no excluir práctica musical alguna; por el contrario, servirse como método de entrenamiento colectivo, de: repeticiones, fusiones, variaciones, iniciativas, equivocaciones, acumulaciones y selecciones, respiraciones que den lugar a flujos y éxtasis que transformen lo existente en algo fresco. En esta habilidad encontramos la técnica básica y más difícil de dominar de la improvisación: cambios y repeticiones son las dos facetas articuladas de un mismo método que nos acerca a la auténtica improvisación. El resultado de nuestras sesiones de trabajo son producto de un “toma y daca” entre nosotros, de un diálogo”. ♫

Keith Jarrett es un famosísimo pianista actual que toca tanto obras de los clásicos como improvisaciones y piezas suyas. Las dos cosas le parecen igualmente interesantes, e igualmente distintas. Oigamos lo que dice:

“Para una obra clásica suelo prepararme del mismo modo que si fuera a interpretar mi propia música escrita. Si fuera para una improvisación, la preparación sería a la inversa. Cuando improvisas no sabes que lenguaje escogerás, o que forma musical va a surgir en esos momentos. No debes escuchar pianos o estar cerca de ellos por algún tiempo. Tiene que brotar cada vez un nuevo sonido, desde un comienzo casi primitivo. Siento que la improvisación musical es la manera más profunda de relacionarte con la realidad del momento presente. Es una forma de meditación; pero no creo que sea menos profundo trabajar sobre la música de otra persona, pues encontrar su profundidad es exactamente lo mismo: un encuentro con lo real. Los grandes compositores desarrollaron una relación muy fuerte con la improvisación espontánea y libre.”

Esto se va acabando, queridos amigos. Aprovecharemos de todos modos los últimos minutos para oír otras cosillas sobre SONIDOS EN LIBERTAD. Por ejemplo, Eduardo Polonio, compositor español, tiene una obra que se titula así: Flautas, voces, animales, pájaros, sierra, la fragua de protones, trompetas, frialdad con sangre, arpas judías, trompetillas, agua, agujero negro. ♫

El jardín de las delicias es una ópera del artista austríaco Wolf Vostell. El autor recomienda lo siguiente:

“Ruego a ustedes se imaginen El jardín de las delicias como una autopista de veinte carriles sobre la cual, en tráfico fluido, se producen simultáneamente veinte fenómenos óptico-acústicos. Se superponen, forman un diálogo y crean una polifonía de voces y ruidos junto a sonidos electrónicos.”

Edgar Gismonti, clarinetista brasileño, dice esto:

“Si tú crees que eres loco por hacer una música completamente loca, no te asustes. Un día serás lúcido.”

Amigos, ya habéis oído. La libertad de los sonidos, de las músicas, de los compositores y de los improvisadores da mucho de sí. Espero que os haya interesado.

Este programa se puede complementar con el nº 8 de nuestra serie, llamado IMPROVISAR Y CREAR, y con el 16 titulado ORDEN Y CAOS. Os podría venir bien darles un repasillo, ¿no? Bueno, en caso de que lo tengáis, claro.  ♫

El próximo programa tendrá como protagonista a un ardoroso personaje: EL FUEGO.  ♫

Estaremos también con Carlos Arévalo, nuestro técnico favorito.

♫ Hasta entonces, adiós y adiós

© Fernando Palacios