Pocas músicas hay en todo el siglo XX que hayan conseguido ser a la vez enormemente populares y de máxima calidad. Una de ellas es la que compuso Prokofiev para el ballet Romeo y Julieta. Las notas de los pentagramas de esta partitura gigantesca –dificilísimas de tocar- retratan perfectamente con sus sonidos a los personajes del drama y a las situaciones que viven: delicadas y emocionantes para los encuentros de la pareja, violentas para las luchas entre los enemigos, apasionantes para las escenas de amor, dramáticas para las muertes y lúgubres para los momentos fúnebres.