Poulenc es de ese tipo de artistas –poco abundantes, por cierto– que casi siempre tiene buen humor. Una sobrina suya de cuatro años le pidió que le dedicara una música; el tío, complaciente, tomó como ejemplo el que hoy consideramos “gran clásico” de los cuentos para orquesta: Pedro y el lobo, de Prokofiev. Pero, en vez de inventarse un cuento nuevo, eligió La historia de Babar, el elefantito, publicado años antes por Jean de Brunhoff, y lo convirtió en cuento musical para narrador y piano. En 1962, otro compositor francés de gran categoría, Jean Francaix, lo orquestó de una manera tan precisa que pasó directamente a formar parte del mejor repertorio de cuentos para orquesta.