El oído atento III – Neófitos musicales
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Aunque nos parezca mentira a los que ya somos aficionados, la música clásica da miedo. Si alguien se interesa por este mundo y comienza contemplando los retratos y fotografías de los grandes compositores, se da media vuelta y renuncia a seguir. Todos tan distantes, tan poco amigables: unos con pelucas vetustas, otros con caras de pocos amigos; los hay barbados y arrogantes, porque supongo que eran épocas en las que se estilaba posar así, o porque los retratistas les querían dar un halo de solemnidad que con el tiempo ha devenido en cierto rechazo.
Como ya he repetido muchas veces y dado que los medios de comunicación se lavan las manos, la afición a la música clásica se llega a transmitir por 3 únicas vías: por la familiar, la escolar o la fraternal; es decir, o heredas la afición, o la adquieres en la escuela, o te la trasmite un amigo. Y sanseacabó. Aunque se dan algunos casos excepcionales, como por ejemplo, alguien que se topa con esta emisora y se aficiona; o que le atrae el anuncio de un concierto en el periódico y va; o que un día, por casualidad, se topa con la música al dar la vuelta de una esquina. Lo que sí es cierto es que la música, si de repente te pilla con la guardia baja y no te da tiempo a reaccionar poniendo el muro habitual, momento ya estás perdido.
El neófito no cesa de hacerse preguntas que la propia música le va respondiendo. Y quien no se hace esas preguntas es que jamás llegará a entender nada de nada; y, por consiguiente, tampoco llegará a disfrutar. El neófito necesita pasar por el rito de iniciación.
«¿Será este mi sitio?¿Sabré comportarme bien? ¿Meteré la pata? ¿Me dormiré? ¿Será aburrido? ¿Notarán que soy nuevo en esto? ¿Y si me da la tos?»