Programa radiofónico nº 38 de “Sonido y Oído”, realizado por Fernando Palacios para Radio Clásica de RNE en el año 1991/92.
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Un baúl que se pierde en la guerra y se localiza después en Afganistán. Una investigación nos ha permitido saber que perteneció a Yalal ad-Din Rumi, quien le confirió efectos sobrenaturales. Al final, el cuento nos desvela algunos de sus misterios.
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♫ Hace unos cuatro años me llamó por teléfono mi tío abuelo Tomás, el hermano de mi abuela Josefa, la de Cornago. Mi tío Tomás vivía solo desde siempre en una casa del centro de Madrid, de esas grandes, antiguas, llenas de cosas y con gruesas cortinas por todos lados. Siempre fue un hombre un poco raro y reservado, seguramente por haber tenido un pasado algo enigmático. De todos modos, a mi me tenía mucho cariño. Bueno, el caso es que me llamó para que fuera a visitarle, tenía algo muy importante que decirme ♫.
Cuando llegué a su casa ya me estaba esperando impaciente. Me condujo hasta la última habitación del pasillo, que siempre estaba cerrada, y allí me enseñó un desvencijado baúl de cuero que, entre telarañas, reposaba en un oscuro rincón. Nos sentamos alrededor de él y empezó a hablar. Me dijo que desde hacía tiempo quería contarme la historia de aquel viejo baúl, pues el día de mañana sería mío. También me puso una condición: debía mantener el secreto hasta su muerte.
Hace un año y medio falleció mi tío abuelo Tomás. En el testamento dejó bien claro que el baúl era para mí. Y así es. Desde entonces tengo este tesoro aquí, aquí en mi habitación, y ya no tengo por qué mantener su secreto. Por eso os voy a relatar la fascinante aventura de este antiquísimo arcón. Os voy a narrar LA HISTORIA DE MI BAÚL ♫.
Para empezar esta historia vamos a situarnos en 1900. Fue en este año cuando un antepasado mío compró el baúl. Era ni más ni menos que Demetrio Murga, conocido en todos los puertos como Capitán Murga, marinero y aventurero. Era tío abuelo de mi tío abuelo Tomás, o sea, una especie de tatarabuelo. Según me dijo mi tío Tomás, el Capitán tenía un cierto parecido, en su físico y en su carácter, con el personaje del cómic Corto Maltés, o sea, era valiente, noble y sentimental ♫.
Murga, solía pasear los domingos que tenía libres por el bazar del puerto de Barcelona. Fue allí donde un día, en un puesto de cacharros exóticos que tenía un extravagante faquir indio, se quedó prendado de un raro baúl con aspecto de tener muchos años. Fue como un flechazo. Murga se encaprichó de él, pero no entendía por qué le querían cobrar un montón de dinero por un arcón hecho polvo. El faquir le contestó que aquel no era un baúl normal, ni mucho menos. Tenía unos efectos muy especiales que no podía desvelar. Sólo quien invirtiera en su compra toda su fortuna y lo abriera, podría disfrutar de aquellos particulares efectos. Algo especial debía tener aquel baúl para que el Capitán Murga empeñase todo su dinero. Por algo sería.
Nuestro personaje vivió catorce años acompañado de su baúl. Pero estalló la I Guerra Mundial ♫. En esta terrorífica guerra tuvo que combatir en primera línea de fuego. En una de las sangrientas batallas, su barco fue alcanzado y hundido. Por los pelos pudo salvarse. Pero el baúl desapareció ♫.
En un hospital de Constantinopla el Capitán Murga conseguía reponerse de sus heridas, pero no de la terrible ausencia de su baúl. Pasaba las horas deprimido y hundido en un oscuro vacío. No sabía exactamente lo que le pasaba, sentía como si le faltara algo de su cuerpo. Sólo estaba seguro de una cosa: era la separación de su baúl la causante de todo aquello ♫.
Un día, mientras estaba sumido en su monótono letargo, creyó ver una señal en el vuelo de un pájaro. Él no supo por qué pero, de repente se iluminó su cerebro. Era un mensaje que le llegaba con toda nitidez: si viajaba en la dirección del vuelo de aquel pájaro, llegaría hasta su baúl ♫. No lo dudó dos veces. Saltó de la cama con renovadas fuerzas y partió en busca de aquel potente imán. Estaba seguro de que, dejándose llevar por su intuición, daría con él. A caballo, en tren, por mar, andando… cualquier sistema era bueno para alcanzar su objetivo. Por fin, tres años después, en Bajel, una ciudad abandonada de Afganistán, encontró lo que buscaba. Entre las ruinas estaba su baúl. ¿Cómo había llegado hasta allí? Nadie lo sabe, pero allí estaba. Un misterio más de aquél mágico cacharro ♫.
El Capitán Murga volvió con su baúl a España y ya no sabemos mucho más de su vida. Sólo que llamó a su sobrino-nieto Tomás, o sea, a mi tío abuelo (¿os acordáis?), y se lo dejó de herencia. De igual modo que años después mi tío abuelo haría conmigo. Eso si, le hizo una advertencia: quien abriera el baúl encontraría una gran satisfacción, pero a cambio no podría desprenderse jamás de él. Quien disfrutara de su contenido, debería cargar con el mueble toda la vida (claro, ahora me explico por qué el Capitán había sufrido tanto con su ausencia!) ♫
Cuando el Capitán Murga murió, mi tío Tomás se llevó el baúl. Pero, cosa curiosa, no lo quiso abrir. La idea de tener que cargar siempre con él no le hacía ninguna gracia. Pero a cambio sí que hizo una cosa extraordinaria: dedicó toda su vida a investigar la procedencia y misterios de aquel gran cofre. La verdad es que la historia del baúl era apasionante. Pero de abrirlo nada, le daba un miedo atroz ♫. 40 años estuvo indagando por todo el mundo, en museos, bibliotecas, embajadas, monasterios. Fue incluso a parar hasta talleres de nigromantes y brujos. El resultado de su investigación es lo que me contó aquel día que me citó en su casa y me enseñó el baúl. Os voy a resumir algo de la larga investigación de mi tío abuelo Tomás ♫.
El baúl fue construido, de jovencito, por el gran místico Yalal ad-Din Rumi, más conocido como Mevlana. Este hombre nació hacia el año 1.200 en la ciudad de Bajel, en Afganistán –sí, sí, allí fue donde volvió a encontrar el Capitán Murga el baúl. Justamente donde Mevlana lo había construido siete siglos antes; ya empezamos a atar algún cabo en esta increíble historia ¿verdad? ♫
Mevlana fue un personaje de primerísima categoría. En primer lugar, era un gran sabio: llegó a conocer todo el saber de su tiempo. En segundo lugar, era visionario: descubrió, entre otras cosas, el número de planetas de nuestro sistema solar siglos antes que Copérnico. En tercer lugar fue poeta: escribió el Masnavi, seis libros de preciosos y extraños poemas; en algunos de ellos habla de su baúl que, sin duda, es el mío ya. Y, en cuarto lugar, fue místico: fundó en Turquía la orden de los mevlevis, o derviches danzantes, o sea, monjes que bailan dando vueltas sobre sí mismos ♫.
Mevlana guardaba en el baúl todos sus escritos junto a enseres personales y aparatos misteriosos. No es de extrañar por lo tanto que parte de las increíbles virtudes de Mevlana pasaran a su baúl y éste las haya conservado durante años ♫.
Desde la muerte de Mevlana en 1.273 hasta la compra del baúl por el Capitán Murga en 1.900 se sabe muy poco de su paradero. Sólo que fue de un sitio a otro cambiando de dueños y desgastando poco a poco su poder con el tiempo. El Capitán todavía pudo disfrutar de su estímulo durante años. Sin embargo, mi tío abuelo Tomás me confesó que no lo abrió en toda su vida por miedo a su terrible atracción. La verdad es que mi tío no fue precisamente un tipo valiente ♫. Al fin, ya lo sabéis, el baúl pasó a mis manos. Al principio le tenía algo de temor, sobre todo cuando me acordaba de mi tío. Pero, después de estar varios días meditando, llegué a la siguiente conclusión: pasara lo que pasara abriría el baúl. Para bien o para mal, no podía vivir sin saber en qué consistía su magnetismo. Mi curiosidad me podía ♫.
Por fin, un día del verano pasado me decidí. Estaba muy nervioso, no daba una a derechas; además, los herrajes estaban muy oxidados. El caso es que me fui serenando y, con la ayuda de un fuerte destornillador, conseguí abrirlo. Mi emoción era enorme. ¿Qué habría dentro del baúl? ♫
La primera sorpresa vino enseguida: no había nada dentro. Nada, sólo el viejo cuero desgastado por el mucho trajín que había llevado ♫. De todos modos, aproximé la lámpara y fui limpiando con cuidado el polvo acumulado por los años ♫.
Pronto me di cuenta que sí había algo. Todo el interior del baúl estaba repleto de inscripciones de todos los tipos: árabes, hebreas, indias, chinas… Naturalmente yo no entendía nada de aquello, pero me puse a escribir todos los signos en un cuaderno. ¿Quizá estuviera ahí el misterio? ♫.
Mi querida amiga Feli, experta semióloga y lingüista, me hizo una traducción aproximada de los trazos y marcas del baúl. La mayoría de los mensajes que tradujo se referían a la música. Yo estaba estupefacto. ¡Un baúl musical! La música metida en un baúl, ¡qué curioso! Ahora os toca a vosotros escuchar estos mensajes. Hacedlo con atención. Puede que dentro de ellos descubráis pistas para entrar en la esencia de la música. El baúl os va a hablar ♫.
Una vez que soy abierto, ya eres mío, te lo advierto ♫
Este baúl lo demuestra, la música se hace vuestra ♫
Pero su imán es brutal, como el arte musical ♫
Sólo queda una salida: la música es vuestra vida ♫
Lee las indicaciones y sigue las instrucciones ♫
La música es gran invento, surge en cualquier momento ♫
Para hallar su comprensión, cinco puntos justos son ♫
Cada punto es importante para seguir adelante ♫
Oriéntate por las frases, ni te quedes ni te pases ♫
Escucha, toca y medita; el arte lo necesita ♫
1º punto: El silencio siempre es rey. Todos acaten su ley ♫
2º punto: Distingue bien los sonidos, sin ellos estás perdido ♫
3º punto: Conoce los elementos, necesitas diez intentos ♫
4º punto: La forma y la coherencia convierten la nada en ciencia ♫
5º punto: La música universal se disfruta por igual ♫
Si al final algo aprendiste transmite bien lo que oíste ♫
Toda música nos muestra que es una llave maestra ♫
Queridos amigos, supongo que ya habéis empezado a notar en qué consiste la fuerza de este baúl. No sólo es su imán lo que reconforta (ese magnetismo heredado de su creador Mevlana), sino también lo que cuenta en estos mensajes, especialmente el que dice: Sólo queda una salida, la música es vuestra vida ♫. La música es vuestra vida. Esa es la frase resumen del baúl. Esa es la esencia de su mensaje. Esa es su propuesta para transformarnos ♫.
A mí me hicieron pensar mucho estos mensajes cuando los leí por primera vez. Hasta tal punto que uno de ellos me lo tomé al pie de la letra. Era aquel que dice: Si al final algo aprendiste, transmite bien lo que oíste. ¡Transmite, transmitir! ¿Qué mejor para transmitir que la radio? Así fue como me propuse hacer un programa de radio que abarcara las enseñanzas musicales de mi baúl. Se llamaría SONIDO Y OÍDO y procuraría que se pudiera seguir el espíritu de los mensajes en sus treinta y nueve espacios. Yo lo he intentado. Si alguien ha seguido con atención estos programas de radio puede que haya notado aquel alivio y estímulo que el Capitán Murga comentó a mi tío Tomás que poseía el mágico baúl. Yo, por mi parte, os lo he intentado hacer llegar a través de las ondas radiofónicas ♫.
A mí, desde luego, a pesar del gran desgaste que ya tiene el baúl, me ha proporcionado todavía un gran empuje. Y espero que, de alguna manera, en vosotros también se haya manifestado su potencia ♫. Ahora ya no me puedo desprender de él, lo sé, pero no me importa. Pienso estar todo el tiempo que pueda recibiendo esa especie de jalea musical que este baúl, cada vez más achacoso, me sigue dando. Intentaré que no se me pierda nunca, pues su ausencia sería como la ausencia de la música; algo sin lo cual yo ya no puedo vivir ♫.
También tengo algunas preguntas que me intrigan y que intentaré resolver con los años. Son éstas: ¿Quienes habrán tenido este baúl desde su creador Mevlana hasta el Capitán Murga? ¿Quienes hicieron las inscripciones de su interior? ¿Las hicieron con la intención de dejar constancia de la mucha fortaleza que tuvo este baúl en otros tiempos? Si alguna vez encontráis alguno de vosotros respuesta a estas preguntas, por favor contádmelas, me podéis ahorrar un trabajo enorme ♫.
El próximo programa será el último de SONIDO Y OÍDO. Ya lo siento, ya. Como será el punto final de esta serie de 39 programas la utilizaré A modo de conclusión.
En los mandos electromagnéticos estuvo, como siempre, Carlos Arévalo. Hoy todavía más inspirado, por los efectos del baúl.
Hasta el próximo día. Adiós y adiós.
© Fernando Palacios